3

Entra el viejo Gobbo con una cesta.
ACTO II, ESCENA 2.
37
ESCENA SEGUNDA

Entra [Launcelot Gobbo,J el gracioso,
solo.
LAUNCELOT.
Ojalá mi conciencia llegue a permitirme escapar del judío,
mi señor. El diablo me tira de la manga y me dice “Gobbo,
Launcelot Gobbo, buen Launcelot” o “Buen Gobbo” o
“Buen Launcelot Gobbo, usa tus piernas, hazte el ánimo, y
echa a correr”. Pero mi conciencia me dice “No, cuidado,
noble Launcelot, mucho cuidado, noble Gobbo”, o como os
dije ya, “Noble Launcelot Gobbo, no huyas, renuncia a salir
corriendo”. Y entonces el demonio más valiente me invita
a coger el petate. “¡ Viá! “, dice el diablo. “¡Largo ya! “,
dice el diablo. “En nombre del cielo ten valor”, repite el
10
diablo, “y sal corriendo”. Pero, entonces, la conciencia
—~colgada la llevo al corazón! me aconseja con sabiduría:
“Mi muy honrado Launcelot, pues que hijo eres de hombre
honrado, o mejor: pues que hijo de una mujer honrada eres”
(~ mi padre, un poco, se dio el gusto, si es que se dio un poco
el gusto ! )... la conciencia, digo, me aconseja, y repite:
“Launcelot, no te muevas”. “Muévete”, dice el demonio. Y
la conciencia: “Estate quieto”. “Conciencia”, digo yo, “bien
me aconsejas”. “Demonio”, digo, “me aconsejas bien”... Si
me dejo gobernar por mi conciencia, he de quedarme con el
20
judío, mi amo, que es ¡ Dios sea loado! una especie
de diablo; y si me alejo del judío, sería gobernado por el
demonio, que, salvando todos los respetos, es el mismo dia
blo. Sí, en verdad que el judío es la encamación misma del
demonio; y en conciencia, mi conciencia no es sino una
conciencia aconsejándome permanecer junto al judío. De
bastante mejor gusto es lo que me da el demonio. Me mar
charé, diablo, me marcharé, que ya mis pies os obedecen.
GOBBO. ¡ Eh, sire! Sí, a vos, joven, decidme: ¿Cuál es el camino a
la casa de maese el judío?
30

3