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EL MERCADER DE VENECIA
LAUNCELOT.
¡ El cielo sea loado! ¡ Si es mi padre en persona! Cegato
[Aparte.]
como un topo, que está ciego perdido, y no me reconoce.
Probaré a confundirle.
GOBBO.
¡ Eh, joven! Os lo ruego, decidme, ¿ cuál es el camino a casa
de maese el hebreo?
LAUNCELOT.
Torced a la derecha en la próxima esquina, pero en la
próxima exactamente, fijaos bien, en la próxima a la iz
quierda ya no torzáis a ninguna parte, y llegaréis indirecta
mente a casa del judío.
GOBBO.
¡ Por los santos del cielo! ¡ Un camino difícil de encontrar!
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¿Podríais decirme si un tal Launcelot, que vive con él, vive
allí todavía?
LAUNCELOT.
¿Habláis del joven maese Launcelot? [Aparte.l Fijaos bien,
le haré brotar las lágrimas... ¿Del joven maese Launcelot?
¿De ese habláis?
GOBBO.
Nada de maese, sire; el hijo de un pobre hombre. Su padre,
y bien puedo decirlo, es un hombre honrado y extremada
mente pobre, aunque, a Dios gracias, con muchas ganas de
vivir.
LAUNCELOT.
Sea su padre lo que sea, de quien hablamos es del joven
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maese Launcelot.
GOBBO.
Launcelot simplemente, sire, al servicio de su señoría.
LAUNCELOT.
Pero os lo ruego, ergo, buen anciano, ergo, os lo suplico,
¿es del joven maese Launcelot de quien habláis?
GOBBO.
Launcelot, si place a vuestra señoría.
LAUNCELOT.
Ergo, maese Launcelot. No habléis de maese Launcelot,
viejo, pues el joven caballero merced a hados, destinos y
otras formas extrañas de hablar, merced a las tres brujas y
otras ramas del saber, ha fallecido o, en lenguaje llano, como
vos diríais, ha volado al cielo.
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GOBBO.
¡ Dios del cielo! Un muchacho que era el báculo de mi vejez,
y mi esperanza toda.
LAUNCELOT.
¿Tengo yo aspecto de garrote o bastón, de poste o báculo?
Padre, ¿no me reconocéis?
GOBBO.
¡ Ay de mí, no os reconozco, joven caballero! Pero, os ruego,
decidme, ¿está mi hijo —Dios conceda paz a su alma— vivo
o muerto?

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