1

ACTO IV, ESCENA 1.’
89
NERISSA.
Sí, de Padua y de parte de Belario, quien envía sus respetos
[a vuestra señoría.
120
Le da una carta.
BASSANIO.
¿Por qué afilas tu cuchillo con tanto furor?
SHYLOCK.
Para cortar, lo que me adeuda, a ese miserable.
GRATIANO.
Es en su corazón y no en su suela donde estás afilando
tu hoja, judío ingrato. No hay metal
—ni siquiera el hacha del verdugo— que tenga mayor filo
que tu acerado odio. ¿Es que no hay súplica que ahonde
[en ti?
SHYL0CK.
No, ninguna que tu ingenio pueda imaginar.
GRATIANO.
¡ Maldito seas, perro judío!
¡ Maldita la justicia que vivir te permite!
Hacéis que dude de mi fe
130
y que como Pitágoras piense que se encarnan
las almas de los animales
en cuerpos de hombre. Tu espíritu salvaje
vivió dentro del lobo que ahorcaron por masacrar a hombres,
y su alma cruel se escapó de la horca para adentrarse en ti
cuando aún habitabas en tu sucia madre,
pues que son tus deseos los de un lobo:
insaciables, voraces, sanguinarios.
SHYLOCK.
Mientras en mi contrato no suprimas el sello,
sólo conseguirás que tus pulmones sufran daño de tanto
[gritar.
140
Modera tu ingenio, joven amigo, si no quieres
volverlo ruina para siempre. Estoy aquí para exigir justicia.
Dux.
Esta carta de Belario recomienda
a nuestro tribunal a un joven y docto letrado.
¿Dónde está?
NERISSA.
Aquí cerca, esperando
saber si vais a admitirle o no.
Dux.
De todo corazón. Id, tres o cuatro de vosotros,
y acompañadio hasta aquí con toda gentileza.
Entretanto, este tribunal escuchará la carta de Belario.

1