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OTHELLO
Tenía mi madre una doncella —Bárbara era su nombre—, que estaba enamorada de un joven que un día enloqueció, abandonándola. A menudo ella entonaba la canción del
[sauce, la canción, antigua, que certera expresaba su destino, y, cantándola, murió. No puedo arrancar esta noche esa canción de mi pensamiento... Es mucho lo que me espera y no puedo, inclinando la cabeza hacia un lado, cantar como solía la pobre Bárbara. Vamos, apresúrate! Traeré vuestra ropa de dormir.
Antes soltadme este botón.
Lodovico es muy apuesto, ¿verdad?
Apuesto es en verdad. Ya lo creo.
Y cómo se expresa.
Sé de una dama en Venecia que hubiera caminado descalza
hasta Palestina por un roce de su labio inferior.
DESDÉMONA.
Canta:
Suspiraba bajo un árbol la doncella,
—verde el sauce, triste el sauce— en el vientre su mano, su mirada en la tierra;
—sauce verde, triste sauce— mientras lloraba el arroyo murmullos de dolor,
—sauce triste, verde sauce— y las lágrimas, cayendo, conmovían los guijarros.
Toma, guarda esto...
—sauce triste; canta sauce— Date prisa que está al llegar...
Tú, sauce mio; mi guirnalda.
No, no le acuséis que la culpa fui yo. No, no eran ésas las palabras. ¡ Silencio! ¿Quién llama? El viento.
Perjuro llamé, y llamé a mi amor
—sauce triste; canta sauce— y respondíame él:
“Goza a quien apetezcas pues lo mismo hago yo”. Y ahora, márchate. Buenas noches. Se queman mis ojos. Presagio debe ser de lágrimas.
DESDÉMONA.


EMILIA.
DESDÉMONA.


DESDÉMONA.
EMILIA.
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50
EMILIA.
DESDÉMONA.

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