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ACTO V, ESCENA 2.~
que vierte lágrimas abundantes, como los árboles de Arabia el bálsamo de curación. Sea esto lo que digáis;
decid, también, que en Aleppo hubo un turco altivo, su cabeza cubierta de arrogancia, que causó ofensa a los de Venecia con insultos al Estado; y que, tomando al perro circunciso por el cuello, le hirió de muerte... así.
Se apuñala.

~Oh, día sangriento!
¡ Innecesarias son las palabras!
Quise que un beso precediera a tu muerte. Y sólo me queda la muerte... un beso... la muerte.
Muere.

¿Cómo imaginar algo así? ~Que tenía una daga, un hombre con tanta nobleza de corazón?
Y tú, perro; cruel, más que el dolor, el hambre o el mar; mira lo que soporta ese tálamo de tragedia. Esa es tu obra, que los ojos llena de veneno. ¡ Cubridios! Gratiano, ocupaos vos de esta casa y tomad posesión de los bienes del Moro, pues en herencia os corresponden. Y a vos, como
[gobernador,
incumbe la sentencia de este monstruo del infierno:
el día, el lugar y la tortura. ¡ La más cruel! Yo partirá a Venecia de inmediato, para relatar, con triste corazón, la triste nueva.
Salen.
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Loixivico.
GRATIANO.
OTHELLO.
CAssIo.

Loixivico.

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