6

54
OTHELLO
OTHELLO.
Yago es hombre leal.
Bien, Cassio, buenas noches. Mañana temprano tengo que hablar contigo. Vamos, Desdémona, mi amor, que para recoger fruto es necesario trabajar la tierra; la tuya y mía, la de los dos. ¡ Buenas noches!
Salen Othello y Desdémona.

Entra Yago.
CAssIo.
Bien, gracias, Yago. Ve ahora a la guardia.
YAGO.
No son todavía, señor, las diez horas dadas. Nuestro general
recogióse pronto por cuestión de amores con Desdémona
¡ No le culparé por ello! ni tampoco hubo tiempo para
que pudiera disfrutar de ese bocado de Júpiter que es ella.
CASSIO.
En verdad que es dama deliciosa.
YAGO.
Y apuesto a que retozona.
CAssIo.
Sí, en verdad que es criatura delicada.
YAGO.
Y sus ojos... ¡ Qué ojo tiene! ¡ Hecho para provocar!
20
CASSIO.
Incitantes y, sin embargo, inocentes.
YAGO.
Y su voz, ¿no es como una alarma amorosa?
CASSIO.
¡ Es la misma perfección!
YAGO.
Felices sábanas. Vamos, mi lugarteniente; que aquí tengo
esta jarra de vino, y fuera hay buenos mancebos del lugar
que quieren apurarla a la salud del negro Othello.
CASSIO.
Esta noche no, buen Yago. No tengo buen ánimo ni alegría
para beberla. Ojalá que hubiera otras formas y costumbres
para festejar acontecimientos.
YAGO.
Ea, vamos. Se trata de amigos. ¡Ya me la beberé yo por vos!
30
CAssIo.
La mía, yo me la bebí ya esta noche y, aun mezclada con
agua, ved con qué resultado. Lamento mi flaqueza. No ten
taré con una segunda mi debilidad.
YAGo.
¡ Vaya un hombre! Es noche de júbilo y los galanes lo
desean.
CASSIO.
¿Dónde están?
YAGO.
Ahí mismo. A la puerta. Invítales, que pasen.

6