6

78
OTHELLO
ella, y los puso en mf eligiéndome. No, Yago, ha de ver antes de dudar y. cuando dude, pruebas
debo tener. Y al tenerlas, diréle adiós
o al amor o a los celos. ¡ Sólo eso!
YAcio.
Me alegra que habléis así, pues ahora puedo,
por el amor y deber que os profeso, hablar
con mayor libertad: escuchad lo que mi corazón
200
os dice, tal como él lo dicta. De pruebas
nada he dicho. Pero vigilad a vuestra esposa,
y a Cassio. Miradies atento, sin celos, simplemente,
pero con cautela. No querría ver que un alma
noble y generosa sufriera, por bondad, engaño.
iAtento pues! Que conozco muy bien a nuestras gentes,
y en Venecia las mujeres le cuentan al Cielo
lo que le ocultarían a sus maridos, y es su virtud
que el pecado quede oculto aunque se corneta.
OTHELLO.
De eso... ¿estáis convencido?
210
YAcio.
Engañó a un padre ocultándole vuestra boda,
y cuanto más asustada se mostraba por vuestras miradas,
y temblaba, más las apetecía.
OTHELLO.
Así era.
YAGO.
Entonces, pues...
si joven podía hacer acopio de tanto fingimiento,
hasta sellar los ojos de su padre como a puerta de roble
y hacerle pensar que se trataba de magia...
Mas, perdonadme, os lo ruego; sólo merezco castigo,
aunque por amor de vos lo haga.
OTHELLO.
Eterna será mi gratitud.
YAGO.
Siento que todo esto os dejara tan abatido.
Onn3LLo.
¡ No! ¡ No, no, no! ¡ En lo más mínimo!
YAGO.
Yo me temo que sí.
220
Espero que comprendáis que lo que dije fue guiado por amor.
¡ Pero es tan grande vuestro abatimiento!
He de rogaros que no concedáis a mis palabras
mayor alcance que el que en verdad tienen:

6