7

ACTO UI, ESCENA 3&
79
OTHELLO.
Así lo haré.
YAGO.
Si no fuera así, noble señor,
tendría yo que lamentar mis palabras
y el efecto que produjeron y que no deseaba.
Cassio es mi amigo. ¡ Oh, ese abatimiento vuestro!
OTHELLO.
¡No, no, no!
¡ No! No dejo de creer en la honestidad de Desdémona.
230
YAcio.
¡ En ella viva, pues, y que vos podáis así creerlo!
OTHELLO.
Y sin embargo, cuando Naturaleza pierde el rumbo...
YAGO.
Eso es lo malo. Con franqueza, mi señor,
el haber rechazado tantos partidos como tenía,
pretendientes de su condición, raza, rango...
—que es a lo que siempre tiende la Naturaleza—
hace suponer una voluntad algo viciada,
una, digamos, desarmonía, corrupción y desorden...
¡ Oh, perdonadme, mi señor! En absoluto a ella
me refiero; aunque un temor me queda:
que su alma, en nueva consideración de su juicio,
siéntase tentada a compararos con los de su país,
llegando a arrepentirse de lo hecho.
OTHELLO.
¡ Adiós! ¡ Adiós, digo!
Infórmame puntual de lo que sepas;
y que tu espera vigile. ¡ Déjame ahora!
YAGO.
Tomo licencia para marcharme, mi señor.
OTHELLO.
¿Por qué tuve que desposarme? Sin duda, amigo,
honesto Yago, sabes más, mucho más de lo que dices.
YAGO.
Ruego a mi señor no siga torturándose
en este asunto. Dadie tiempo al tiempo.
250
Quizás Cassio podría haber continuado en su puesto
—pues, en verdad es muy apto para el mismo—
pero si cumple a su señoría mantenerle apartado
podríais de este modo observarle, saber cuanto hace,
percibir hasta qué punto vuestra esposa insiste
en su favor, y con qué vehemencia importuna.
Mucho aprenderéis de eso. Entretanto, señor, os ruego
dejéis por demasiado exagerados mis temores

7