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EL REY LEAR
nunca traicionaría vuestro amor uniéndoos a quien detesto;
así pues os suplico desviéis vuestra estima
a un camino más digno que éste, innoble,
que la naturaleza se avergüenza de reconocer
como suyo.
FRANCE.
Es extraño
que quien hasta hace poco fuese la preferida,
objeto de alabanza y bálsamo de la vejez,
la mejor y más cara, pudiera cometer en un instante
una falta tan grave que se la despojara del favor.
Seguramente su ofensa es a tal punto desnaturalizada
que se convierte en monstruosa,
o el afecto que le declarabais
cae ahora en descrédito. Creer esto de ella
supone tanta fe que mi razón sin un milagro
no lo aceptaría.
CORDELIA.
Sin embargo, aún imploro a Vuestra Ma
jestad
(si carezco del arte untuoso, escurridizo,
de hablar sin un propósito, ya que lo que pretendo
lo hago antes de decirlo) que todo el mundo sepa
que no es infame mancha, crimen o maldad,
ni acción impura ni paso deshonroso
lo que me priva de vuestro favor;
lo que me hace más rica es, al contrario,
lo que no tengo, una solícita mirada
y una lengua tal que soy feliz de no tenerla, aunque por ello
haya perdido vuestra estimación.
LEAR.
Más te valiera
no haber nacido si no sabes complacerme mejor.
FRANcE.
-
¿Y no es más que esto, un recato instintivo
que con frecuencia ni menciona
lo que es de hecho su intención?
Mi señor de Borgoña, ¿qué decís a la dama?
El amor no es amor cuando se mezcla
con lo que le es ajeno. ¿La queréis?
Ella misma es su dote.

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