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Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña
menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;
caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.

Comentarios:

La lenta aproximación que hemos visto en la estrofa anterior sigue su curso. Ahora estamos junto a la cueva, frente a una maraña de árboles:

Guarnición tosca de este escollo duro
troncos robustos son, a cuya greña...

El primer verso contiene seis sílabas tónicas de un total de once. Hay dos sílabas tónicas consecutivas (la tercera y la cuarta), a esto hay que añadir nuevamente un verbo al final de la frase (son), así como una acumulación de consonantes oclusivas, más eñes y elles. Estos efectos sonoros refuerzan el carácter agreste que se describe, a lo que hay que añadir el orden de las palabras ligeramente más caótico que en los versos precedentes y la elisión de artículos. Ahora entramos en la cueva:

menos luz debe, menos aire puro
la caverna profunda, que a la peña;

El interior está oscuro, el aire está viciado. De la violencia formal de los versos precedentes pasamos a una violencia conceptual: una lítote, una hipérbole. Si estuviéramos viendo una película, estos efectos lingüísticos serían una música de fondo cada vez más tensa. Ahora nos fijamos en el interior de la cueva:

Caliginoso lecho, el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña...

La oscuridad de la cueva se corresponde con la oscuridad gramatical. De momento no vemos (o no entendemos) nada y, al igual que los ojos necesitan unos segundos para adaptarse a la oscuridad, también nosotros necesitamos unos segundos para comprender qué ocurre: se trata de una oración de infinitivo. Los lectores de Góngora sabían latín, y por ello no tardarían en comprender que "ser" pretende ser "que es". Una vez entendido esto, asimilar el hipérbaton no cuesta mucho, y finalmente vemos las aves nocturnas:

infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.

Es probable que estos versos se inspiren en un pasaje de la Tebaida (III, 510-512) de Estacio:
Mōnstra uolant: dīrae strīdunt in nūbe uolūcres,
nocturnaeque gemunt striges et fērālia būbō
damna can
ēns.
Vuelan criaturas monstruosas, aves de mal agüero chillan en una nube,
y gimen vampiros nocturnos, y el búho, que canta
funestas desgracias.
Las striges eran aves nocturnas (búhos, lechuzas) que los antiguos creían que chupaban la sangre.

Los versos son lentos y cadenciosos, como el vuelo de las aves. Ambos tienen los acentos en las mismas sílabas. El ritmo del primero descansa sobre dos sílabas idénticas y lúgubres: tur... tur, que parecen evocar los gemidos de las aves, de los que habla el verso siguiente. Las tres palabras, infame, turba, nocturnas son cultismos que en la época de Góngora no eran usuales. Tenemos aquí un ejemplo de cómo el trabajo de Góngora y otros autores hizo que palabras como "nocturno", que en su día fueron objeto de burlas (como cuando Quevedo llamaba a Góngora "nocturnal", tanto por su oscuridad como por usar la palabra "nocturno") ahora forman parte del vocabulario de cualquier castellanohablante.
 
Respecto al uso de una oración de infinitivo en castellano, bien podría haberse impuesto, pero el caso es que no fue así, y no porque fuera una ocurrencia exclusiva de Góngora. He aquí una muestra en un autor cuyo castellano tiene fama de modélico:

Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle
el título de señora de sus pensamientos.                                       (Cervantes)

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