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ESTROFA XLIV | SIGUIENTE |
Árbitro de montañas y ribera, aliento dio, en la cumbre de la roca, a los albogues que agregó la cera, el prodigioso fuelle de su boca; la ninfa los oyó y ser más quisiera breve flor, hierba humilde, tierra poca, que de su nuevo tronco vid lasciva, muerta de amor, y de temor no viva. |
Los cuatro primeros versos contienen una trampa: el sujeto está al final: el prodigioso fuelle de su boca, mientras que el principio es un capcioso ablativo absoluto, Árbitro de montañas y ribera, que induce a pensar que el sujeto es Polifemo. Parece que diga: Polifemo dio aliento a los albogues que agregó la cera, y que la frase acabe aquí, pero luego, cuando parecía que la frase había acabado, descubrimos desconcertados que todavía sigue: el prodigioso fuelle de su boca. La música de Polifemo era igualmente desconcertante, interminable y mal estructurada.
La segunda mitad de la octava habla de Galatea y en ella no hay
hipérbatos relevantes. En ese momento Galatea preferiría no
estar abrazada a Acis, pues sabe que si Polifemo los descubre
juntos su cólera puede tener consecuencias trágicas. Notemos
cómo el sexto verso dirige hacia abajo la vista del lector:
primero le hace fijarse en una pequeña flor, luego tiene que
bajar la vista para fijarse en una brizna de hierba y finalmente
tiene que bajarla más para quedarse con la mera tierra. Galatea
querría encoger hasta la nada antes que afrontar la furia de
Polifemo. El último verso describe magníficamente su estado:
muerta de amor, y de temor no viva.