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ESTROFA XLVIII | SIGUIENTE |
Sorda hija del mar, cuyas orejas a mis gemidos son rocas al viento: o dormida te hurten a mis quejas purpúreos troncos de corales ciento, o al disonante número de almejas —marino, si agradable no instrumento— coros tejiendo estés, escucha un día mi voz, por dulce, cuando no por mía. |
... que a sordo mar mi ardiente pena envía. (Quevedo)
Galatea es hija del mar (de una diosa marina) y por ello no
es de extrañar que sea sorda (a las quejas de Polifemo).
La palabra chorus en latín (como la palabra griega
de la que procede) designaba tanto un conjunto de cantantes
como un conjunto de bailarines, y también se llamaba "coro"
a un baile interpretado por un grupo de bailarines. Por otra
parte, en castellano unos bailarines "se tejen" cuando se
entrecruzan. Por ello, "coros tejiendo estés" significa
"estés tejiendo bailes, estés bailando".
Polifemo no conoce la vida submarina más que por referencias
imprecisas, así que se imagina como posible diversión de
Galatea el bailar al ritmo de almejas tocadas a modo de
castañuelas, si bien no oculta sus dudas sobre que eso pueda
sonar bien. Góngora emplea "número" en el sentido de
"ritmo". Por ejemplo, en la Soledad Primera (v. 890) un grupo de
labradoras entra "bailando numerosamente".
En esta tercera y última estrofa de invocación, el cíclope
suplica a la ninfa que lo escuche. Destaca el último verso,
donde, consciente de que Galatea no quiere saber nada de él, le
pide que escuche su voz prescindiendo de que es él quien habla,
que escuche su voz porque es dulce. Si hemos de creer al
narrador —y no hay razón para dudar de su palabra— la voz de
Polifemo no es dulce, al contrario, es un trueno fulminante.
Veremos en las estrofas siguientes que Polifemo se juzga en
general muy benevolentemente, pero si al hablar de su voz se
refiere a sus palabras, entonces tiene razón, sus palabras son
dulces, su discurso es hermoso y merece atención.
Desgraciadamente para el cíclope, su aspecto monstruoso y su
terrible voz hacen difícil dar crédito a sus palabras.
Señalábamos en la estrofa XLVI que
Góngora, al contrario que Ovidio, no presenta a Polifemo como un
personaje tosco y ridículo, sino que, según veremos, su canto es
extremadamente delicado. Podría decirse que Polifemo es ingenuo
en la medida en que cree sinceramente que es un pretendiente
hermoso y apetecible para Galatea, pero esta estrofa contiene el
único punto en el que su ingenuidad llega a lo ridículo. La
imagen de las nereidas bailando en el mar es clásica, pero
cuando Polifemo trata de describir la escena, la desluce al
conjeturar que la música será disonante y desagradable porque
los únicos instrumentos a los que pueden acceder son unas torpes
almejas usadas a modo de castañuelas. Esto puede interpretarse
como que Góngora está poniendo de manifiesto que, aunque
Polifemo conoce bien el aspecto de Galatea (la compara con un
cisne y un pavo real, igual que ha hecho el narrador objetivo al
inicio del poema), en realidad desconoce su personalidad y sus
costumbres, y sólo tiene una idea vaga y distorsionada a ese
respecto. Así la ninfa podría replicarle: Dices que me amas
y que yo debería corresponderte, pero ¿qué sabes tú de mí?,
¿qué sabes tú qué prefiero?