Muda, la
admiración habla
callando,
y, ciega, un río sigue,
que luciente
de aquellos montes hijo,
con torcido discurso, aunque prolijo, |
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tiraniza
los campos útilmente:
Orladas sus orillas de frutales
si de flores tomadas no a la roca,
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derecho
corre mientras no revoca
los mismos autos el de sus cristales;
huye un trecho de sí,
alcánzase
luego,
desvíase y, buscando sus
desvíos,
errores dulces, dulces desvaríos,
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hacen sus
aguas con lascivo juego;
engazando
edificios en su plata,
de quintas coronado, se dilata |
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majestuosamente
(en brazos dividido caudalosos
de islas que paréntesis
frondosos
al período son de su corriente)
de la alta gruta donde se desata
hasta los jaspes líquidos,
adonde |
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su orgullo
pierde y su memoria
esconde. |
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- Prosificación: La
admiración,
muda, habla callando, y ciega sigue un río que, hijo luciente de
aquellos montes, tiraniza los campos útilmente con torcido
discurso,
aunque prolijo: Orladas sus orillas de frutales si no tomadas de [por]
flores a la roca, corre derecho mientras el [auto] de sus cristales no
revoca sus mismos autos; huye un trecho de sí, luego se alcanza,
se desvía y, buscando sus desvíos, sus aguas hacen
errores
dulces, dulces desvaríos con juego lascivo; engazando edificios
en su plata, de quintas coronado, se dilata majestuosamente (dividido
en
brazos caudalosos de [por] islas que son paréntesis frondosos al
período de su corriente) de[sde] la alta gruta donde se desata
hasta
los jaspes líquidos, adonde pierde su orgullo y esconde su
memoria.
- Observaciones: La
admiración
deja mudo al peregrino, pero se muestra en su silencio. Lo siguiente es
un chiste: la admiración es como un ciego, pero no porque no
vea,
sino porque sigue a un guía, en este caso un río. Quiere
decir que la admiración hace que el peregrino no pueda hacer
sino
seguir con la mirada el curso del río, curso que siguen
también
los próximos versos.
"Prolijo" significa en latín "que fluye hacia adelante". En
principio
es el calificativo que corresponde a un río recto que fluye
rápidamente.
Este río es torcido, pero ello no impide que sus aguas sean
impetuosas.
El río tiraniza los campos en el sentido de que éstos
dependen
de él, pero los tiraniza útilmente, en el sentido de que
los campos le sacan provecho. En las partes donde no hay frutales, las
flores han tomado el terreno a la roca, es decir, han poblado lo que
antes
era roca.
En los versos siguientes el lenguaje es jurídico: un auto es una
decisión judicial sobre asuntos menores. Un tribunal puede
revocar
con un auto sus autos anteriores. Del mismo modo, el río decide
correr derecho, pero a veces sus cristales (metáfora por el
agua)
deciden lo contrario y abandonan el cauce, decretando así un
auto
que revoca las decisiones previas del río. En otras palabras,
que
los cristales deciden caprichosamente su rumbo en cada momento. Algunos
se separan de la corriente principal para volver a ella poco
después.
Parte del flujo se desvía, pero el río busca sus
desvíos
y los vuelve a incorporar en lo que parece el juego de dos amantes
persiguiéndose.
Engarzando edificios a su paso, como cuentas en un collar, se dilata y
en su discurso es dividido en brazos caudalosos por la
interposición
de unas islas frondosas. Ahora, siguiendo el tono jocoso de todo este
pasaje,
Góngora compara el discurso del río con un discurso oral,
lo que da pie a equiparar las islas con paréntesis que
interrumpen
la frase. Para reforzar esta idea, vemos que toda ella es un inciso en
una frase que la rodea: el río se dilata desde su nacimiento
hasta
su desembocadura. Los jaspes líquidos son el mar, donde el
río
se diluye (pierde su orgullo, su naturaleza fluvial y esconde su
memoria,
pues su identidad queda oculta entre las aguas del mar).
Comentarios:
Para transmitir la sensación de bienestar que produce
la contemplación del paisaje, Góngora sazona sus versos
con
alusiones humorísticas. Algunas de ellas fueron censuradas por
sus
amigos, que no las consideraban apropiadas para un poema serio.
Finalmente
lograron persuadirlo para que las sustituyera por un pasaje más
formal, pero también más soso:
Orladas sus
orillas de frutales
quiere la Copia que su cuerno sea,
si al animal armaron de Amaltea
diáfanos cristales; |
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engazando
edificios en su plata,
de muros se corona,
rocas abraza, islas aprisiona,
de la alta gruta donde se desata
hasta los jaspes líquidos,
adonde |
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su orgullo
pierde y su memoria
esconde. |
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Júpiter fue criado por las ninfas Adrastea y Melisa
a escondidas de su padre, Saturno, quien creía haberlo devorado.
Fue alimentado por la leche de la cabra Amaltea, a la que le
rompió
un cuerno mientras jugaba. Melisa recogió el cuerno y cuando,
más
tarde, Júpiter se convirtió en dueño del Olimpo,
como
muestra de agradecimiento a las ninfas que lo cuidaron,
convirtió
al cuerno en el Cornu copiae, (el cuerno de la abundancia), del
que salía cuanto su poseedor deseaba.
Góngora dice que el río era como el cuerno
de la abundancia (por los dondes con que obsequiaba a las tierras de su
margen) y matiza: si es que la cabra de Amaltea tuvo como cristales
como
cuernos. La versión original es, sin duda, mucho más
expresiva.