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En 1517, el regente de Suecia, Sten Svantesson, se enfrentó al arzobispo de Uppsala, Gustav Trolle, al que terminó deponiendo. El prelado pidió ayuda al rey Cristián II de Dinamarca, que teóricamente era también rey de Suecia, aunque los suecos no le dejaban poner el pie en el país. El rey respondió gustoso al llamamiento, pero fue derrotado por Svantesson en Brännkyrka en 1518.
El 5 de febrero las cortes de
Valladolid reconocieron como rey al ahora ya Carlos I de Castilla. Previamente,
Carlos había tenido que aceptar tres condiciones: jurar las
leyes, aprender castellano y no dar cargos a ningún extranjero.
Respecto a esto último, las sesiones habían empezado con
mal pie, ya que Carlos había designado como presidente de las
Cortes a Jean Sauvage, pero el descontento general hizo que tuviera que
presidirlas él mismo. También se le impuso la
condición de que dejaría de ser rey de Castilla si su
madre recobrara la razón. Por otra parte, las Cortes concedieron
al nuevo monarca un subsidio de doscientos millones de
maravedíes, pagaderos en tres años.
Mientras tanto, Carlos I recibía a Bartolomé de Las
Casas.
Tras la muerte de Fernando el Católico, el religioso
había conseguido
una audiencia con el cardenal Cisneros, que resultó más
provechosa que
la mantenida con aquél: fue nombrado protector de indios.
Sin embargo, poco después murió el cardenal, y el
título no se tradujo
en nada más. Las Casas tuvo que volver a empezar por tercera
vez, ahora
solicitando audiencia al nuevo rey. Tras conseguirla, denunció
por
tercera vez los abusos que se estaban cometiendo contra los
indios americanos y, como remedio, además de insistir en la
posibilidad
de utilizar esclavos negros, propuso la fundación de comunidades
de
campesinos españoles que convivieran con los indios, a los que
irían
civilizando progresivamente e incorporándolos como
súbditos a la corona.
El 3 de mayo las cortes de
Calatayud reconocieron al rey Carlos I de Castilla como Carlos I de
Aragón, previo juramento de los fueros aragoneses y con las
mismas condiciones que le habían impuesto los castellanos.
Además, le proporcionaron la suma de doscientos mil ducados. (En
Zaragoza murió Jean Sauvage, el gran canciller detestado por los
castellanos.) El 19 de mayo las
cortes de Barcelona
reconocieron a Carlos I como conde de Barcelona y le entregaron
doscientas cincuenta mil libras. Ese año murió la reina
Catalina de Navarra, y su hijo Enrique II esperaba la oportunidad de
recuperar su herencia.
Tras reunir, uno por uno, todos los
títulos correspondientes, Carlos I fue el primer monarca desde
hacía ocho siglos en titularse rey de España. A lo largo de esos
siglos se había ido forjando un nacionalismo español que
había terminado uniendo contra los musulmanes a los diversos
estados que se habían formado en la antigua Hispania, romana
primero, visigoda después. Decimos "había terminado
uniendo" porque, mientras Al-Ándalus fue potente, dicho
nacionalismo estuvo siempre supeditado a los intereses particulares de
los reinos, que no dudaron en aliarse con los moros contra otros
cristianos siempre que lo estimaron conveniente; pero cuando
Al-Ándalus dejó de ser un aliado valioso, dejó de
ser también un aliado honroso, y España se hizo un poco
más real. Tradicionalmente, se ha considerado a los reyes
Católicos como artífices de la unidad de España,
si bien esto sólo es cierto en un sentido muy débil.
Durante su reinado, la unión de Castilla y Aragón
consistía únicamente en el nexo matrimonial entre sus
monarcas respectivos, traducido tan sólo en la unidad de su
política exterior. La situación no iba a ser muy distinta
bajo Carlos I: Castilla, Aragón, Cataluña, Valencia, las
Baleares, Navarra, Nápoles y Sicilia seguían formando una
federación de estados, con un mismo rey, pero cada cual con sus
propias leyes e instituciones. Aunque, técnicamente, no
cubrían toda España (faltaba Portugal), con este nombre
iba a ser conocida la federación dentro y, sobre todo, fuera de
sus fronteras.
El núcleo de España era, sin duda, Castilla. Superaba
al resto del territorio en extensión, población y
riqueza. En el originario reino de Aragón se hablaba un dialecto
del castellano que estaba siendo desplazado por éste y no
tardaría en desaparecer casi por completo; también
penetró en Navarra, así como en el resto de la Corona de
Aragón, donde el catalán se mantuvo vivo, aunque, si no
murió como lengua literaria, quedó en estado de coma. En
definitiva, el castellano se convirtió en la lengua de
España, hasta el punto de que en el resto de Europa pasó
a ser conocido con el absurdo nombre de "español" (tan absurdo como
si hoy llamáramos británico
al inglés), como si el catalán, el vasco o el gallego
(una variante dialectal del portugués) no fueran lenguas tan
españolas como el castellano. En España, no obstante, el
castellano conservó su nombre.
Carlos I nombró gobernadora de los Países Bajos a su
tía Margarita, que convirtió su corte, en Malinas, en un
centro intelectual y artístico.
La hija del Gran Capitán se casó con un pariente
llamado Luis Fernández de
Córdoba, que se convirtió así en el segundo
duque de Sessa.
En Argel murió el pirata Baba Aruy, y fue sucedido por su
hermano Jayr al-Din, más conocido como el pirata Barbarroja, que se hizo vasallo del
sultán otomano Selim I en nombre de los corsarios berberiscos.
En Francia murió, a los setenta años, el condotiero Trivulzio el Grande.
El gobernador de cuba, Diego de Velázquez, había
enviado una nueva expedición hacia el continente, compuesta de
cuatro navíos bajo el mando de Juan
de Grijalva, sobrino de Pánfilo de Narváez, que
tenía entonces veintiocho años. Lo acompañaban
Pedro de Alvarado, Francisco de
Montejo y Alonso Dávila.
Desde Cuba llegaron a la isla de Cozumel,
frente a las costas del Yucatán, desde donde siguieron la costa
hacia el norte y luego hacia el oeste, hasta llegar en junio al lugar alcanzado el año
anterior por la expedición de Francisco Hernández de
Córdoba. Allí fueron recibidos por una embajada del rey
azteca Moctezuma II, al que habían llegado noticias de dicha
expedición. El 19 de junio
desembarcó en una islita
cercana a la costa a la que llamó San Juan de Ulúa; desde
allí, Grijalva envió a Cuba a Alvarado, en busca de
refuerzos, mientras él seguía explorando la costa, pero,
tras sufrir un ataque, decidió regresar, pese a la
oposición de Montejo y Dávila.
El príncipe elector Federico III de Sajonia dio su apoyo al
agustino Martín Lutero, por lo que la controversia que
había suscitado estaba empezando a adquirir dimensiones
políticas. Poco antes, Lutero había hecho llegar sus
tesis al Papa León X, y el 7 de
agosto recibió una citación para comparecer en
Roma. Sin embargo, Lutero se negó a comparecer alegando que uno
de los religiosos que debían juzgar sus tesis había
publicado un panfleto contra él. En cambio, aceptó
comparecer ante la dieta de
Augsburgo, convocada por el emperador Maximiliano I para tratar
el problema. El Papa envió como representante a Tommaso de Vio, más conocido
como Cayetano, al que
había nombrado cardenal el año anterior. Allí
mantuvo un intenso debate con Lutero que se prolongó durante
cuatro días. Lutero endureció su posición al
afirmar que la infalibilidad de la Biblia no podía ser inferior
a la del Papa. Redactó entonces una apelación al Papa pidiendo
un concilio.
En Augsburgo, el pintor Alberto Durero conoció personalmente al emperador, para el que estaba trabajando desde hacía seis años. Fue entonces cuando pintó su retrato.
Mientras tanto, un profesor de la universidad de Ingolstadt, llamado Johann Eck, publicó una respuesta a las tesis luteranas a la que tituló Obeliscos, y Lutero replicó con un documento titulado Asteriscos. Ese mismo año, Lutero acudió a una reunión de su orden, donde tuvo que explicar sus tesis. Los agustinos lo escucharon con paciencia y le mostraron su disgusto, aunque no se atrevieron a condenarlo. La frialdad con que fue tratado hizo reflexionar a Lutero, que terminó publicando una explicación detallada, bastante más metódica y razonada que las Tesis, a la que llamó Resoluciones.El Papa León X nombró legado a latere en Inglaterra al
cardenal Wolsey. Gracias a la gran influencia que tenía sobre el
rey, estaba realizando grandes reformas en la sociedad inglesa. Entre
otras medidas destinadas a reducir el poder de la nobleza,
asignó la jurisdicción sobre las marcas galesas y
escocesas al Consejo de las Marcas
y el Consejo del Norte,
respectivamente; protegió a las clases más humildes, para
las que creó el tribunal de
recursos; reforzó su autoridad sobre el clero, fomentando
el estudio y la disciplina; personalmente, se había convertido
en un suntuoso mecenas, y casi tenía su propia corte.
Tiziano pintó su Asunción,
que desconcertó a los franciscanos que se la habían
encargado por la originalidad de la composición: el cuadro
está dividido en tres niveles: la tierra, el cielo (en el que se
está la Virgen) y un tercer nivel en el que está Dios,
hacia el que se dirige María.
Rafael continuaba trabajando en la villa Farnesina, en la que
terminó de decorar la sala de
Psique, con alegorías y sensuales desnudos de Venus,
Cupido, Psique y las Gracias.
La expedición de Juan de Grijalva había hecho llegar a Cuba interesantes informes sobre la riqueza del Imperio Azteca, por lo que el gobernador Velázquez se había apresurado a organizar una expedición más poderosa. En principio se la encargó a Hernán Cortés, que tras haber sido encarcelado acusado de conspirar contra el gobernador, no había tardado en recuperar la libertad, y poco después también la confianza de Velázquez, al casarse con su cuñada: Catalina Juarez, conocida como la Marcaida. Cortés puso un gran interés en los preparativos, en los que invirtió todos sus ahorros y los de algunos amigos. Ello suscitó los recelos de Velázquez, que empezó a ponerle pegas: no podía fundar establecimientos permanentes, sino que debía limitarse a explorar las nuevas tierras. Cortés llegó a temer que el gobernador terminara relevándolo del mando antes de que partiera la expedición, así que decidió por su cuenta zarpar antes de lo previsto. El 18 de noviembre salió de Santiago con once barcos y empezó a hacer escala en diversos puertos cubanos para reclutar más hombres. Entre sus colaboradores estaba Bernal Díaz del Castillo, que había acompañado a Hernández de Córdoba y también a Grijalva.
Por otra parte, el gobernador de Jamaica, Francisco de Garay, obtuvo
también unas capitulaciones para explorar el golfo entre el
Yucatán y Florida, en busca de un paso al mar del Sur.
El 10 de febrero de 1519
Hernán Cortés dejó Cuba rumbo al Yucatán.
En sus once barcos llevaba 110 marineros, 200 indios, algunos negros,
500 soldados, 16 caballos, 14 piezas de artillería y muchos
objetos para intercambiar con los indígenas. Poco después
de llegar a la península se encontró con Jerónimo
de Aguilar y Gonzalo Guerrero, los náufragos capturados por los
mayas ocho años atrás. Aguilar se unió a la
expedición y sirvió de intérprete. Sin embargo,
Guerrero se había casado con una india, lo encontraron tatuado y
con las orejas perforadas, afirmó que se sentía
más maya que español y se negó a ser "rescatado".
El primer enfrentamiento con los mayas se produjo en Tabasco, donde
los españoles obtuvieron una fácil victoria. El 12 de marzo, un jefe maya regaló a
Cortés veinte esclavas, entre las que se encontraba una joven
llamada Malintzin, aunque los
españoles lo convirtieron en Malinche,
y que poco después fue bautizada como Marina. Cortés se la
encomendó a Hernández
de Portocarrero y sirvió también de
intérprete.
El Papa León X canonizó a san Francisco de Paula. Ese
año había llamado nuevamente a Lutero para que se
presentara en Roma, pero el
príncipe elector Federico III de Sajonia, como soberano natural
del
fraile, suplicó al pontífice que el asunto se discutiese
en la propia
Alemania, a lo que el Papa accedió, y se decidió que
Lutero se
enfrentara en Leipzig con
Johann Eck. Lutero trató de conseguir el apoyo de Erasmo de
Rotterdam, pero éste se mantuvo neutral y recomendó
moderación a todos.
Ulrico Zuinglio había sido nombrado predicador de la
colegiata de Zurich, donde, siguiendo el criterio de Erasmo, predicaba
sobre el conjunto del Nuevo Testamento, en lugar de limitarse a
comentar el evangelio del día. Al mismo tiempo, hablaba con
desprecio del Papa y de la curia.
Andrea Doria había recibido el mando de la armada genovesa y
con ella obtuvo una victoria frente a los turcos en Pianosa.
En abril, Cortés se
instaló en San Juan de Ulúa, donde recibió
mensajeros de Moctezuma II, que estaba convencido de que el
español era un enviado del dios Quetzalcoatl con el
propósito de derrocarlo e instaurar un nuevo orden.
Intercambiaron regalos y embajadores, pero Moctezuma II rechazó
una invitación para visitar a Cortés. Éste, por su
parte, empezó a recabar información sobre la estructura
del Imperio Azteca, y descubrió con satisfacción que la
mayoría de los pueblos sometidos a Tenochtitlan no estaban nada
contentos con sus amos. Pronto empezó a meter cizaña
entre ellos. No obstante, sus hombres también estaban divididos,
pues una parte de ellos era leal a Diego de Velázquez, el
gobernador de Cuba, al que teóricamente Cortés
debía obediencia.
Técnicamente, en ausencia del rey o de cualquier
representante suyo, la autoridad recaía en la voluntad de los
soldados. Cortés se basó en este principio para fundar,
el 19 de abril, la Villa Rica de Veracruz, a cuyo
concejo, presidido por Francisco de Montejo, cedió todos los
poderes que le había otorgado
Velázquez, y éste a su vez lo nombró Capitán General y Justicia Mayor, con lo que ahora su
autoridad no provenía ya del gobernador, sino que debía
responder directamente ante el rey. En mayo,
Velázquez consiguió de la Corona el título de
adelantado de Culúa
(que era el nombre que daban a México entonces).
Ese año murieron:
Aunque la más señalada fue, sin duda, la repentina
muerte del emperador Maximiliano I. Su nieto, el rey Carlos I de
España, se convirtió entonces en el nuevo archiduque de
Austria, y empezó las gestiones para lograr que los
príncipes electores le otorgaran el título imperial.
Así, en junio, Carlos I
concertó el matrimonio entre Germana de Foix, la viuda de
Fernando el Católico y Juan
de
Brandeburgo-Ansbach, hijo del margrave Federico de Ansbach, sobrino del
príncipe elector de Brandeburgo y primo del príncipe
elector de Maguncia (que había sido nombrado cardenal el
año anterior). Otro hermano de Juan, llamado Casimiro (tenía un total de
dieciséis) se casó con con Susana,
hermana del duque Guillermo IV de Baviera.
Por otra parte, Margarita de Austria, la tía de Carlos I, logró que Jakob Fugger, el banquero de Maximiliano I, le prestara 543.000 florines con los que comprar los votos necesarios. Así, aunque el rey Francisco I de Francia había presentado su candidatura y algunos electores se inclinaban por el duque Federico III de Sajonia, éste renunció a su candidatura y, ese mismo mes, Carlos I se convirtió en el emperador Carlos V.
El emperador Maximiliano I había dispuesto que la ciudad de Nuremberg pagara una pensión a Alberto Durero, pero los ediles de la ciudad, que habían ido posponiendo el pago, aprovecharon la muerte del emperador para olvidarse definitivamente del asunto. La economía del pintor era buena y no necesitaba esa pensión, pero lo consideró una cuestión de honor y decidió reclamarla ante el nuevo emperador.
Otro de los hermanos de Juan de Brandeburgo-Ansbach, Alberto, era el gran maestre de la
orden Teutónica y, como tal, gobernaba Prusia Oriental. Ese
año declaró la guerra a Polonia con la intención
de recuperar la otra mitad del territorio prusiano.
Lutero llegó a
Leipzig acompañado de otros profesores de la universidad de
Wittenberg, en dos coches escoltados por doscientos estudiantes,
armados con yelmos y lanzas. Eck tenía un cuerpo macizo y una
voz potente, mientras que Lutero era delgado y de voz débil.
Llevaba un ramito de flores en la mano que olía de vez en
cuando, en el transcurso de la disputa. Eck consiguió la
victoria. Parece ser que logró desviar la cuestión del
punto de las indulgencias y arrastró a Lutero a declarar que no
reconocía la autoridad del Papa. Más aún, le hizo
admitir que creía que había algo de verdad en la doctrina
de Jan Hus. En ese momento, el rector de la universidad de Wittenberg
(amigo de Lutero) exclamó: "¡Dios
nos libre de Hus y su pestilencia!".
También el humanista Johannes Reuchlin tuvo problemas con la
Iglesia, a causa de su interés por el judaísmo. Fue
acusado de herejía por los dominicos de Colonia y llevado ante
la Santa Inquisición, pero los humanistas alemanes se volcaron
en su defensa y terminó absuelto. Luego ocupó una plaza
de profesor en Tubinga.
Hernán Cortés, tras reprimir una revuelta de los
partidarios de Velázquez, envió a Carlos V los ricos
presentes que le había entregado Moctezuma II junto con las
noticias de sus hazañas. Luego hundió el resto de sus
naves para evitar todo contacto con Cuba. La tradición dice que
las quemó, de donde procede la expresión "quemar las naves", para indicar la
imposibilidad de una vuelta atrás, pero en realidad las
barrenó para que se
escoraran y se hundieran. De todos modos, fue sin duda un gran golpe de
efecto. A mediados de agosto
partió con 300 hombres hacia la capital azteca. Cortés
demostró en todo momento una gran habilidad política:
convenció al cacique de Cempoala
de que apresase a los recaudadores de tributos de Moctezuma II, pero
luego ayudó a éstos a escapar y se ganó su
confianza.
Ese año, los españoles descubrieron la isla de Barbados, al sureste de las Antillas.
Pedrarias Dávila, el gobernador de Castilla del Oro,
había enviado una nueva expedición al mar del Sur bajo el
mando de Gaspar de Espinosa,
con la misión de establecer un asentamiento permanente en la
costa meridional. El 15 de agosto, Espinosa
fundó la ciudad de Nuestra
Señora de la Asunción de Panamá, que no
tardaría en convertirse en la nueva capital de Castilla del Oro.
Allí obtuvo una encomienda Sebastián Belalcázar.
También acudieron ese mismo año Gil González Dávila y Andrés Niño, con una
capitulación para explorar el mar del Sur. Pronto se
descubrió que era rico en perlas. Por ello, el
archipiélago situado en el golfo de Panamá recibió
el nombre de islas de las Perlas.
Mientras tanto, Martín Fernández de Enciso publicaba
un tratado de geografía que en su momento fue de gran valor. A
partir de este momento no se sabe qué fue de él.
En septiembre, Hernán
Cortés aumentó sus efectivos al aliarse con los indios de
Tlaxcala,
acérrimos enemigos de los aztecas. Allí recibió
emisarios de Moctezuma II, que estaba dispuesto a reconocerse vasallo
del rey de España si Cortés renunciaba a conquistar su
imperio. Además lo invitaba a visitar la capital.
El 20 de septiembre, Fernando de Magallanes zarpaba, dispuesto a llegar a las Molucas por occidente, al mando de cinco naves: Trinidad, San Antonio, Victoria, Concepción y Santiago, tripuladas por doscientos cuarenta y un hombres, bajo las órdenes de Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada, Luis de Mendoza y Juan Rodríguez Serrano, además del propio Magallanes.
En Cholula, Hernán
Cortés realizó una sangrienta matanza de
indígenas por la sospecha de una conjuración. Unos
días
después, el 8 de noviembre,
entró en Tenochtitlan, donde fue recibido por el propio
Moctezuma II, acompañado de 200 de sus nobles. La ciudad
sobrecogió a los españoles. Desde sus humildes
orígenes, la capital azteca había ido
extendiéndose y enriqueciéndose a lo largo de sus dos
siglos de historia. Se calcula que tenía entre 75.000 y 300.000
habitantes. Estaba edificada sobre el lago Texcoco, de manera que sus
calles eran canales de agua por los que circulaban canoas, y estaba
unida a tierra por tres grandes calzadas. En el centro se alzaban los
edificios públicos. Había muchos palacios suntuosos,
rodeados de jardines, entre los que destacaban el de Moctezuma y el de
Axayácatl, en el que fueron alojados los recién llegados.
El recinto del templo mayor era un rectángulo pavimentado de 400
por 300 metros, que albergaba los principales edificios de culto, entre
ellos la pirámide mayor, dedicada a los dioses Tlaloc y
Huitzlilopochtli. Los aztecas habían resuelto los problemas de
saneamiento y de abastecimiento de la ciudad. En la zona oriental
había un dique que evitaba el desbordamiento del lago en las
épocas de lluvia. Además contaban con dos acueductos.
Bernal Díaz del Castillo, que era el lugarteniente de
Cortés, escribiría más tarde: "Creíamos ver las maravillas del
Amadís de Gaula".
Los invitados fueron tratados como dioses, y los altares no dejaban
de chorrear la sangre de los sacrificios humanos realizados en su
honor, pero entre españoles y aztecas reinaba la desconfianza.
Cortés
se valió de su esclava Malinche como intérprete y
consejera en
sus relaciones con los aztecas (Hernández de Portocarrero
había
marchado a España y Cortés se había hecho cargo
personalmente de ella).
Ese mismo mes, Fernando de Magallanes tocó la costa
brasileña, y desde allí empezó a recorrerla hacia
el sur.
En España cundía la preocupación, ya que estaba
claro que las deudas que había contraído el rey para
convertirse en emperador
tendrían que acabar pagándolas los españoles. El
partido antiflamenco castellano cobró nuevas fuerzas. Estaba
encabezado por
Hernando Dávalos y Pedro Lasso de la Vega, y ahora se
les unía Juan de Padilla,
disgustado con Carlos V porque no le había concedido un cargo
que había disfrutado su padre. En Toledo se produjeron
revueltas, en las que participaron Pedro y su hermano García, más conocido
como Garcilaso de la Vega. Un
pariente de ambos, llamado Sebastián
Garcilaso de la Vega, estaba en América, participando en
la conquista del Imperio Azteca bajo las órdenes de Pedro de
Alvarado.
También en Valencia surgieron disturbios. Una epidemia de
peste había llevado a buena parte de la nobleza a abandonar las
costas y refugiarse en sus dominios del interior, por lo que los
gremios de las ciudades costeras, preocupados por la posibilidad de
ataques berberiscos, pidieron permiso al rey para formar una germanía o hermandad armada
que les sirviera de defensa. El rey tenía prisa por marchar a
Alemania a recibir su título imperial y accedió a la
petición. En Valencia se reunió la Junta de los trece, llamada
así por el número de representantes gremiales que la
componían, y que fue presidida por Joan Llorenç. El movimiento
pronto adquirió un marcado carácter antinobiliario, y
Carlos V envió a Valencia a Adriano de Utrecht, quien
trató de contener los disturbios con medidas que
favorecían los intereses de los agermanados. Sin embargo, la
nobleza valenciana se dirigió al rey para presionarlo a que
atendiera sus intereses.
La flota española, capitaneada por Hugo de Moncada, (que había
combatido en Italia a las órdenes del Gran Capitán y
había sido gobernador de Sicilia hasta hacía tres
años) trató de desembarcar en Argel, pero fue rechazado
por Barbarroja.
Nicolás Maquiavelo terminó sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde expuso una teoría cíclica de la historia: la monarquía engendra la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía; entonces surge de nuevo la monarquía.
Tiziano pintó su Bacanal,
en la que, para describir el ambiente festivo hasta el último
detalle, llega a pintar incluso la partitura de una canción
popular, en la que se lee la letra: "Qui
boit et ne reboit, ne sait que boire soit". También es de
ese año su Ofrenda a la diosa
de los amores, en la que aparece un coro de amorcillos desnudos
que han dado la fama a Tiziano como uno de los mejores pintores de
niños.
El pintor Hans Holbein se instaló en Basilea, donde se
casó y fundó un taller. De esta época es su
retrato de Bonifacius Amerbach.
Gonzalo Fernández de Oviedo publicó Don Claribalte, una novela de caballerías, de las que cada vez estaban más de moda. Unos meses después, ya en 1520, regresó a Castilla del Oro como veedor y regidor de Santa María la Antigua. Le acompañaba el último compañero de viaje que hubiera elegido: Bartolomé de las Casas, que pretendía fundar una comundad en la costa Venezolana en la que pudieran convivir españoles e indios, de manera que éstos terminaran siendo evangelizados de forma pacífica.
Ese año murió Selim I, el sultán otomano, que
fue sucedido por su hijo Solimán
I, de veintiséis años.
El islam había llegado a la isla de Java a principios de
siglo, y finalmente los musulmanes se impusieron sobre los
hindúes, que se refugiaron en la isla de Bali.
Al trono de Lan Xang accedió un nuevo monarca fuerte, Pothisarat, que reconstruyó
el país y lo liberó de la dominación vietnamita.
Baltasar de Castiglione compuso el poema De morte Raphaelis pictoris, a
raíz, como indica su título, de la muerte del pintor
Rafael. Apenas había cumplido los treinta y siete años.
Recientemente había terminado varios retratos: La Fornarina (la panadera que fue
su amante y modelo), La donna Velata,
enigmática y sensual, un triple
retrato del Papa León X junto a dos cardenales, en un
sorprendente sesgo diagonal y un doble
retrato de él mismo con su maestro de esgrima, entre
otros. Dejó inacabado un óleo titulado La transfiguración, que fue
terminado por sus discípulos. También realizó
varios proyectos arquitectónicos, como la villa Madama, para el cardenal
Julio de Médicis, o el palacio
Branconio dell'Aquila.
León X dio su visto bueno a la Biblia políglota
complutense, que finalmente fue publicada.
Nicolás Maquiavelo seguía al servicio del cardenal
Julio de Médicis. Ese año terminó un ensayo
histórico titulado La vida de
Castruccio Castracani di Luca, así como La mandrágora, tal vez una
de las mejores comedias del teatro italiano. Puede verse en ella una
versión alegórica de la teoría política que
Maquiavelo había defendido en El
príncipe. El protagonista, Calímaco, es el
príncipe que, en la comedia, no persigue un estado, sino una
mujer, la honestísima Lucrecia,
y para lograrla se vale de una astucia "maquiavélica": logra la
complicidad de fray Timoteo,
el confesor de la dama, que convence a su esposo, Nicias, "el hombre más necio
y simplón de Florencia", de que la única forma de curar
la esterilidad de Lucrecia es darle a beber una poción de
mandrágora, cuyo único inconveniente es que el primer
hombre que tenga contacto carnal con ella morirá a los ocho
días. Nicias decide entonces entregar a su esposa al primer
joven que encuentren por la calle, al que amordazarán unos
criados y lo llevarán a palos a la alcoba de Lucrecia. Lo
más difícil es convencer a Lucrecia para que acepte, pero
ésta termina cediendo, ante la insistencia de Nicias, de fray
Timoteo, y de su propia madre, Sostrata,
que le hace ver la triste suerte espera a las viudas sin hijos. Por
supuesto, el joven que llevan a la alcoba de Lucrecia no es sino
Calímaco, que así consigue su propósito. Luego le
revela toda la trama a Lucrecia, que digiere el engaño con estas
palabras:
Ya que tu astucia, la estupidez de mi esposo, la simpleza de mi madre y la perversidad de mi confesor me obligaron a hacer lo que por mí misma jamás hubiera realizado, juzgo, pues, que todo se debe a un decreto celestial y no puedo rechazar lo que el Cielo quiere que acepte. Te tomo por señor, amo y guía; eres mi padre y mi defensor, y deseo que seas todo mi bien, ya que te amo, y lo que mi marido dispuso para una noche, se prolongue para siempre.
Maquiavelo no juzga a sus personajes, cada uno de los cuales busca únicamente su propio beneficio, sino que los presenta fríamente, con la resignación de que el mundo es como es y cada cual hace lo que le conviene hacer, y que esto no puede cambiarse.
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