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LA SUCESIÓN DE CARLOS II |
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La reina de España, María Ana de Neoburgo, se estaba dedicando a hacerse con todo el dinero que podía y enviarlo a bancos de Amsterdam y Londres. La corte no había perdido la esperanza de que le diera descendencia al rey Carlos II, pero en Europa ya se estaban haciendo planes respecto a la sucesión española. En realidad, el rey Luis XIV de Francia y el emperador Leopoldo I ya habían llegado a un acuerdo veinticuatro años atrás, cuando pensaban que el rey español no duraría demasiado, pero desde entonces había llovido mucho, y cada cual esperaba contar en el momento decisivo con las mejores bazas. Sobre el papel, la situación era la siguiente:
Carlos II había tenido dos hermanas, María Teresa, que
se había casado con Luis XIV y le había dado un hijo, el
Gran Delfín Luis, y Margarita, que se había casado con
Leopoldo I y le había dado una hija, María Antonia, a la
que, tras un intento frustrado de casarla con Carlos II, la casaron con
el príncipe elector Maximiliano II de Baviera (hermano de
María Ana Cristina de Baviera, la esposa del Gran
Delfín). Maximiliano II, poco antes de partir hacia Bruselas
para ocupar su cargo de Gobernador General de los Países Bajos
españoles, había visitado la corte de Viena para celebrar
el cumpleaños de su esposa, y como consecuencia de dicha visita,
el 28 de octubre de 1692
nació su
hijo José Fernando.
Enferma a causa del parto, María Antonia murió
el 24 de diciembre.
Como requisito para la boda entre Maximiliano II y María
Antonia, Leopoldo I había exigido que ésta renunciara a
sus derechos de sucesión a la corona española, puesto que
así el propio emperador se convertía en el siguiente
heredero por la rama austríaca, como nieto del rey Felipe III de
España. En realidad Leopoldo I no pretendía hacer valer
personalmente su derecho, pues sabía perfectamente que en caso
de intentarlo se encontraría con la oposición directa de
Francia, Inglaterra, los Países Bajos y los príncipes
alemanes protestantes, que jamás consentirían de buen
grado una unión entre España y Austria que devolviera
Europa a los tiempos de Carlos V. Su plan era transmitir su derecho a
uno de los hijos que había tenido con Leonor de Neoburgo; no al
primogénito, el archiduque José,
pues entonces éste se convertiría en heredero de Austria
y España y estaríamos en el mismo caso, pero sí a
su segundo hijo, el archiduque Carlos.
Por su parte, el príncipe Maximiliano II había aceptado la renuncia de su esposa considerando en que carecía de valor si no la aprobaban las cortes españolas, y tenía la intención de reclamar en su momento la corona española. Ahora bien, María Antonia era consciente de que su marido se había casado con ella únicamente por esta ambición, y se había resignado a que éste pasara más tiempo con sus amantes que con ella. Pero en su testamento renunció nuevamente a sus derechos a la corona española y desheredó a su marido, que tampoco se preocupó mucho por ello, amparándose una vez más en que la renuncia carecía de valor sin la aprobación de las cortes españolas.
La situación era totalmente simétrica por la rama de los borbones: Luis XIV tenía tanto derecho a la sucesión como Leopoldo I, y su hijo, el Gran Delfín Luis, tenía tanto derecho como María Antonia y más aún que el joven archiduque Carlos. Por otra parte, Europa tampoco consentiría que Francia y España acabaran gobernadas por el mismo rey, lo que invalidaba tanto a Luis XIV, como al Gran Delfín, como al primogénito de éste, el Delfín Luis. Sin embargo, Luis XIV instó al Gran Delfín a que renunciara a sus derechos sobre España en favor de su segundo hijo, el duque Felipe de Anjou, que resultaba ser un candidato aceptable.
Había, pues, cuatro posibles candidatos: el duque Felipe de
Anjou, el príncipe elector Maximiliano II de Baviera, su hijo
José Fernando y el archiduque Carlos de Austria, enumerados
según su prioridad de acuerdo con las leyes usuales de
sucesión (con posibles discusiones sobre Maximiliano II, en
calidad de marido de María Antonia y sobre su hijo, por las
renuncias de ésta). No eran los únicos. El rey Pedro II
de Portugal también aspiraba al trono español, como
descendiente de los Reyes Católicos, y se había casado
con María Sofía de
Neoburgo, otra de las hermanas de María Ana de Neoburgo,
con el fin de aumentar su influencia sobre la decisión final que
debía tomar en algún momento el propio rey Carlos II.
La prioridad teórica del duque de Anjou quedaba compensada
por el hecho de que España estaba en guerra contra Francia con
Austria como aliada: los franceses habían puesto sitio a Namur,
el duque de Luxembourg había obtenido en Flandes la victoria de Steinkerque y el duque de Noailles
seguía avanzando en Cataluña. No obstante, Leopoldo I
quería contar con el máximo apoyo posible a sus
aspiraciones, así que ese año, en parte como recompensa
por sus victorias contra los otomanos y en parte para asegurarse su
lealtad, el emperador creó un nuevo electorado en favor del
duque Ernesto Augusto I de Brunswick, que ahora pasaba a ser el
príncipe elector Ernesto Augusto I de Hannover. Así, el
número de príncipes electores pasaba a ser de nueve.
También Luis XIV empezó a tomar posiciones pensando en
la sucesión española. En 1693
decidió que Madrid bien valía una misa y puso fin
al conflicto que había abierto con el papado a raíz de la
promulgación de los cuatro artículos galicanos, once
años atrás. Derogó los artículos y
cedió Aviñón al Papa Inocencio XII. (Era
impensable que su nieto pudiera ser rey de la ultracatólica
España si no se llevaba bien con el Papa.) Mientras tanto, el
duque de Luxembourg obtenía una nueva victoria en Neerwinden en los Países
Bajos, y el duque de Noailles tomaba Rosas
en Cataluña. El duque Víctor Amadeo II de Saboya fue
derrotado en Marsala,
abandonó la liga de Augsburgo y solicitó la paz a Luis
XIV. En la batalla de Neerwinden destacó François de Neufville, el
duque de Villeroi, a
raíz de lo cual Luis XIV lo nombró mariscal.
El rey Carlos II de España sufrió una grave enfermedad
(una más) y delegó el gobierno en Fernando de Moncada y Moncada, el
duque de Montalto, que fue
nombrado presidente de los consejos de Flandes y de las Indias.
Éste nombró teniente general del rey a Juan Tomás Enríquez de
Cabrera, el almirante de Castilla.
El pastor puritano Cotton Mather trató de justificar en un
libro la caza de brujas de Salem, pero lo cierto es que había
perdido la credibilidad ante la opinión pública. No hubo
más cazas de brujas en Massachusetts y los puritanos tuvieron
que aprender las lecciones de tolerancia que se les trataba de inculcar
desde Londres desde hacía ya un tiempo.
En África, el jefe Changamira terminó de conquistar el
Imperio Monomotapa y expulsó definitivamente a los portugueses,
que sólo conservaron una pequeña presencia en la ciudad
de Manica.
Isaac Newton sufrió un ataque de nervios y decidió
abandonar la investigación científica. Por esa
época llevaba una vida acomodada como miembro del Parlamento.
En 1694 se fundó The Governor and Company of the Bank of
England, que más tarde sería conocido simplemente
como el Banco de Inglaterra,
el primer banco estatal moderno.
John Dryden estrenó la tragicomedia El amor triunfante.
Alessandro Scarlatti estrenó su ópera Il Pirro e Demetrio.
Ese año murieron:
El duque de Noailles conquistó Palamós y Gerona, en
Cataluña.
Luis XIV recibió en Versalles al corsario Jean Bart, al que recompensó
por sus servicios a la marina francesa atacando barcos ingleses y
neerlandeses.
El obispo Jacques Bénigne Bossuet publicó sus Maximes et réflexions sur la
comédie, en las que se declaraba enemigo acérrimo
del teatro, dada su inmoralidad manifiesta. Ese año se reunieron
varios eclesiásticos franceses, entre ellos Bossuet, para juzgar
si las doctrinas de Mme. Guyon incurrían en la herejía
quietista.
El sacerdote Fénelon, amparándose en las buenas
relaciones que Luis XIV quería mantener con el Papado y su
reciente renuncia a los artículos del galicanismo,
dirigió al monarca una carta en la que lo acusa de
"haber introducido en la corte un
lujo monstruoso e incurable", de "haber empobrecido a Francia entera",
de "haber llevado a cabo guerras que
sólo tenían por razón un motivo de gloria y de
venganza", y prosigue:
Vuestro nombre se ha hecho odioso [...] mientras vuestros pueblos mueren de hambre, el cultivo de las tierras está casi abandonado, las ciudades y el campo se despueblan, todos los oficios languidecen, Francia entera no es más que un hospital desolado y desprovisto. La sedición se enciende poco a poco en todas partes; creen que ya no tenéis ninguna compasión por sus males, que sólo amáis vuestra autoridad y vuestra gloria. Esta gloria que endurece vuestro corazón os es más querida que la justicia, incluso que vuestra salvación eterna, incompatible con ese ídolo de gloria. [...] Sólo amáis vuestra gloria y vuestra comodidad. Todo lo centráis en vos, como si fuerais el dios de la Tierra y todo lo demás sólo hubiera sido creado para seros sacrificado.
No era una valoración aislada. Poco antes, La Bruyére
había descrito así a unos campesinos:
Vemos a ciertos animales feroces, machos y hembras, desperdigados por el campo, negruzcos, lívidos y requemados por el sol, atados a la tierra que hurgan y que remueven con una testarudez invencible; tienen como una voz articulada y, cuando se levantan sobre sus pies, muestran un rostro humano y, en efecto, son hombres. Al caer la noche se retiran a sus cubiles, donde viven de pan negro, de agua y de raíces.
Fénelon tenía buenos contactos en Roma y, aunque se
granjeó indudablemente el odio del rey, no
sufrió represalias por su osadía. Al contario, en febrero
de 1695 fue nombrado arzobispo de Cambrai y se unió a la
comisión que juzgaba a Mme. Guyon. Como abogó en su
defensa, Bossuet, que primeramente no había puesto objeciones
importantes, decidió —probablemente a instancias del rey—
condenar radicalmente su doctrina en particular y el quietismo en
general.
Ese año murieron:
El rey Guillermo III de Inglaterra logró tomar Namur a los
franceses, mientras el mariscal de Villeroi bombardeaba Amsterdam. Un
marino inglés llamado William
Kidd, asentado en Nueva Inglaterra, que había destacado
en su lucha contra los franceses en las Antillas, recibió el
rango de capitán y se le encargó combatir la
piratería. Sin embargo, no tardó en asociarse a los
principales piratas del momento.
El músico Giuseppe Torelli se trasladó a la corte de
Viena.
John Locke publicó un ensayo con el paradójico
título de On the
reasonableness of christianity (Sobre
la racionalidad del cristianismo, traducido habitualmente como El cristianismo racional). En
él sostiene que la esencia del cristianismo es el culto racional
de la divinidad, conocida a través de la revelación, y
propugna la tolerancia entre las distintas iglesias protestantes. Su Ensayo sobre el entendimiento humano
había recibido muy buena acogida en Europa y se habían
sucedido diversas reediciones. Tenía sus partidarios y sus
detractores, pero, en cualquier caso, habían convertido a su
autor en una celebridad.
Leibniz discrepaba de Locke en numerosos
puntos sustanciales y trató de entablar correspondencia con
él al respecto. A la sazón matenía una
fructífera
correspondencia con los principales intelectuales de la época.
Llegó a escribirse con unas seiscientas personas. Sin embargo,
no logró que Locke fuera una de ellas. Lo intentó con
diplomacia. Ese año envió a Thomas Burnett, un amigo de Locke
unas Observaciones sobre el Ensayo, con la esperanza de que
llegaran a manos de éste. Sin embargo, no obtuvo respuesta
alguna. Por otra parte, publicó un ensayo titulado Un nuevo
sistema de la naturaleza y comunicación entre sustancias, y
también de la unión que existe entre el alma y el cuerpo,
en el que explica más detalladamente las ideas sobre este tema
que ya había expuesto en su Discours
de métaphysique.
En 1696 murieron:
Isaac Newton ocupó un puesto directivo en la Casa de la
Moneda de Inglaterra.
El marqués de L'Hôpital publicó su libro Analyse des infiniment petits pour
l'intelligence des lignes courbes, un curso de cálculo
infinitesimal que Johann Bernoulli denunció como un plagio de
las lecciones que él le había impartido pocos años
atrás. Esta acusación no fue tomada muy en serio hasta
que en 1922 se encontró en Basilea una copia de un manuscrito de
Bernoulli que permitió comprobar que, en efecto, el libro de
L'Hôpital era un calco del trabajo de Bernoulli, salvo algunas
correcciones ocasionales. En particular, el libro contenía la
que hoy se conoce como regla de
L'Hôpital para el cálculo de límites de
cocientes de funciones, aunque, según lo dicho, es en realidad
un
descubrimiento de Bernoulli. L'Hôpital sólo menciona
vagamente a Bernoulli en una frase de agradecimiento en el Prefacio.
En junio, Johann Bernoulli
planteó como reto a los matemáticos de su época el
problema de la braquistócrona,
es decir, encontrar la forma que ha de tener una curva que una dos
puntos para que un cuerpo que caiga deslizándose sobre ella
tarde el menor tiempo posible en pasar de uno a otro. Leibniz lo
persuadió para que diera un plazo mayor del establecido en un
principio para que los matemáticos estranjeros pudieran
participar. Finalmente se presentaron cuatro soluciones correctas, de
Leibniz, Newton, L'Hôpital, y Jacob Bernoulli (además de
la de Johann).
Para evitar la reorganización de los mongoles en las
fronteras de China, el emperador Kangxi convirtió a toda
Mongolia en un protectorado chino.
En Brasil se encontró una importante mina de oro en Ouro Prêto.
Leibniz escribió una Exhortación
a los alemanes en la que denunciaba las agresiones francesas y
proponía despertar un nacionalismo alemán en torno a
Prusia.
Luis XIV firmó el generoso tratado
de Turín con el duque Víctor Amadeo II de Saboya.
Aunque éste se había rendido tres años
atrás, recibió algunos territorios que reclamaba desde
que entrara en la guerra contra Francia y además se
acordó el matrimonio de su hija Adelaida
con el
Delfín Luis. El matrimonio se celebró en 1697. La novia tenía entonces doce
años. Obviamente, la generosidad del
monarca francés se debía a su intención de reunir
apoyos en vistas a la sucesión del rey Carlos II de
España.
El 8 de enero fue ahorcado en
Edimburgo un estudiante de unos diecinueve años llamado Thomas Aikenhead. En la sentencia
que lo condenó figuraban los cargos siguientes:
Que [...] el prisionero había sostenido repetidamente en conversaciones que la teología es una rapsodia de tonterías mal inventadas, y remendadas en parte con las doctrinas morales de filósofos y en parte con ficciones poéticas y extravagantes quimeras; que ridiculizó las Sagradas Escrituras, llamando al Antiguo Testamento fábulas de Esdras, en alusión profana a las fábulas de Esopo; que faltó a Cristo diciendo que había aprendido magia en Egipto, lo que le permitió realizar esos trucos que fueron llamados milagros; que llamó al Nuevo Testamento la historia del Cristo impostor; que dijo que Moisés había sido el mejor artista y el mejor político, y que él prefería a Mahoma antes que a Cristo, y que las Sagradas Escrituras estaban llenas de tanta locura, tontería y contradicción, que le admiraba la estupidez del mundo, que se ha dejado engañar por ellas durante tanto tiempo; que rechazó el misterio de la Trinidad como algo que ni siquiera es digno de refutación y se burló de la encarnación de Cristo.
Pese a hechos como éste, algunos historiadores insisten en
que Europa salió de la Edad Media en el siglo XV.
El 9 de mayo se
iniciaron en Ryswick, en las
Provincias Unidas,
las negociaciones entre Francia, las Provincias Unidas, Inglaterra,
España y el emperador para poner fin definitivamente a la guerra de la Liga de Augsburgo.
Leibniz no había recibido ninguna respuesta por parte de
Locke de las objeciones que había planteado a su
filosofía. Había llegado a sus oídos que Locke no
acababa de entender sus objeciones, así que volvió a
redactarlas y procuró que llegaran a sus manos. Se conservan
cartas de Locke dirigidas a un amigo (no a Leibniz) en las que critica
muy desfavorablemente las observaciones de Leibniz, pero a éste
no le hizo llegar respuesta alguna, poniendo, eso sí, excusas
corteses siempre que era oportuno.
Charles Perrault, que seguía aumentando y publicando su Comparación entre antiguos y
modernos, inició una argumentación paralela con Los hombres ilustres que han surgido en
Francia durante el siglo XVII. Por estas fechas publicaba
también un volumen de cuentos titulado Historias o cuentos de antaño,
aunque como autor figuraba el nombre de su hijo de diez años: Perrault d'Armancour. Muchas de sus
historias se han convertido en clásicos de la literatura
infantil: La bella durmiente del
bosque, Caperucita roja, Barba Azul, El gato con botas, Las hadas,
Cenicienta, Riquete el del copete y Pulgarcito.
Fénelon seguía aprovechándose de la buena
imagen que Luis XIV quería dar al mundo para seguir discrepando
impunemente: ahora publicaba una Explicación
de las máximas de los santos, en la que defendía
el misticismo de Mme. Guyon y que dio pie a una violenta
polémica con Bossuet, en la que la religión no
tardó en mezclarse con la política.
Un jesuita milanés llamado Juan María de Salvatierra fundó la primera colonia estable en la península de California. Se trataba de la misión de Loreto.
El duque de Vendôme conquistó Barcelona.
En España, el duque de Montalto había caído en
desgracia dos años atrás, en junio
volvió al gobierno, pero en septiembre
volvió a ser desterrado por su enemistad con la reina.
El 20 de septiembre se
firmó el tratado de Ryswick,
en el que Luis XIV se mostró con todos los países
involucrados tan generoso como se había mostrado
con Saboya, o incluso más, en el reciente tratado de
Turín. Su prioridad
principal era firmar la paz con España, ya que
difícilmente podía aspirar a que su nieto Felipe fuera
reconocido como heredero de la corona española en medio de un
estado de guerra en el que, además, Francia ganaba holgadamente.
Ahora bien, firmar la paz con España le obligaba a firmar la paz
con todos sus aliados, y casi cualquier precio era aceptable:
Las negociaciones con el emperador se prolongaron hasta el 30 de octubre. Finalmente, Luis XIV
aceptó devolver los territorios conquistados por el derecho de reunión excepto
Estrasburgo y se comprometió a destruir ciertas fortalezas junto
al Rin. También devolvía el ducado de Lorena al duque
Leopoldo. El emperador, por su parte, se comprometía a mantener
la religión católica en los territorios recuperados.
La guerra entre Francia e Inglaterra se había librado
también en Norteamérica. Allí, los colonos
ingleses habían logrado conquistar una amplia franja de terreno
alrededor de la bahía de Hudson, donde, en un principio, la Compañía de la Bahía
de Hudson sólo disponía de unas pequeñas
bases comerciales. Por otra parte, Nueva Inglaterra se había
adueñado de Nueva Escocia. De acuerdo con el tratado, todos
estos territorios fueron devueltos a Francia, lo cual causó
consternación entre los colonos ingleses: habían luchado
contra los franceses y sus aliados indios, no habían recibido
para ello prácticamente ninguna ayuda de la metrópolis
(mientras que Francia sí que había asistido a sus
colonos) y, después de todo el esfuerzo, ahora les llegaba la
orden de renunciar a todo lo conseguido.
Ciertamente, Inglaterra también estaba deseosa de terminar la
guerra a cualquier precio razonable, ya que la muerte de Carlos II de
España se esperaba de un momento a otro y no estaba claro si a
Inglaterra le convendría un posible acuerdo de reparto con Luis
XIV, o si habría guerra y, en este caso, si a Inglaterra le
convendría luchar en favor o en contra de Francia (dependiendo
de si la herencia española corría el riesgo de decantarse
hacia Alemania o hacia Francia). Pero estas consideraciones de alta
política internacional se les escapaban a los sencillos colonos
ingleses, en los que el resentimieno hacia su metrópolis
empezó a ganar terreno en sus corazones frente al odio que
sentían contra sus innobles vecinos, los franceses y los indios.
William Kidd, tras llevar unos años protegiendo a los
piratas, empezó a dedicarse él mismo a la
piratería alrededor de Madagascar. Fue conocido como el capitán Kidd.
La nobleza polaca
aceptó como nuevo rey al
príncipe
elector Federico Augusto I de Sajonia. Éste también
pensó que Varsovia
bien valía una misa, pues Polonia era mayoritariamete
católica y para
ser aceptado tuvo que abjurar del protestantismo (y es que no hay como
una corona para reconocer la fe verdadera). Así se
convirtió en el rey Augusto II
de Polonia.
El poeta inglés John Dryden compuso su Oda para la fiesta de santa Cecilia,
a la vez que publicaba sus traducciones en verso de Virgilio.
En la guerra contra los turcos estaba destacando un sobrino de Manuel Filiberto, el príncipe de Carignan. Se llamaba Eugenio, y era conocido como el príncipe Eugenio. Ese año obtuvo una victoria en Zenta e incendió Sarajevo.
En Suecia murió el rey Carlos XI, que fue sucedido por su hijo Carlos XII. Tenía entonces quince años, pero fue declarado mayor de edad.
El zar Pedro I de Rusia obligó a enviar cincuenta muchachos
de las
mejores familias rusas a las Provincias Unidas, Inglaterra y Austria y
una embajada a las naciones de Europa Occidental para solicitar ayuda
contra los turcos. Lo extraordinario fue que entre los marineros iba de
incógnito el propio zar, con el nombre de Pedro Mijáilov, lo que le
dio la oportunidad de visitar arsenales y astilleros. Además
pudo admirar las técnicas cartográficas y de
navegación, las fortificaciones, la arquitectura y otros muchos
avances europeos. Ya en 1698
se presentó en París en calidad de zar de Rusia. Louis de Rouvroy, el duque de Saint-Simon, describe así la
visita:
El zar, en París, se hacía admirar por su curiosidad extremada, siempre fija en sus ideas de gobierno, de comercio, de construcción y de política. Atendía a todo y no desdeñaba nada que pudiese serle útil. Estimaba todo lo merecedor de estima, dando así prueba de la justa apreciación de su espíritu. Todo mostraba en él la vasta extensión de sus miras y revelaba una consecuencia continuada.
La admiración era mayor por el contraste de su actitud con su
simple vestimenta y sus modales bárbaros. Por otra parte, su
propósito de recabar ayuda europea para la lucha contra los
turcos no tuvo mucho éxito. Al contrario, Austria trataba de
llegar a un acuerdo de paz con los turcos
para tener las manos libres en vistas a la sucesión de la corona
española.
Pedro I tuvo que regresar precipitadamente a Moscú cuando
recibió la noticia de la sublevación en julio de un regimiento de la guardia, que
trataba de traspasar el gobierno a su hijo, el zarevich Alejo. Cuando llegó, ya
había sido sofocada, pero le sirvió de excusa para
impulsar enérgicamente un proyecto de reformas. Al día
siguiente de su llegada, convocó a los principales miembros de
la corte y, cuando los tuvo reunidos, apareció con unas grandes
tijeras y les cortó a todos la barba y las largas cabelleras.
Fue el primer paso (simbólico) para la occidentalización
de Rusia. El zar había recibido una educación muy
descuidada. Lo poco que había aprendido durante su infancia lo
había aprendido por su propia curiosidad, y su principal fuente
de conocimiento habían sido los europeos residentes en
Moscú. Su viaje a Occidente había acabado de convencerlo
de que la cultura occidental era la cultura del futuro, y estaba
dispuesto a obrar en consecuencia para que Rusia no quedara al margen.
Ya puestos a hacer reformas, se divorció de su esposa, Eudoxia Elena, con la que se
había casado nueve años atrás por decisión
de su madre. (Fue acusada de participar en la conspiración, al
igual que Sofía, la hermanastra del zar, que fue encarcelada. El
zarevich no sufrió represalias, pero las relaciones con su padre
no eran nada buenas.)
En el transcurso de su polémica con Fénelon, Bossuet
publicó su Relación
acerca del quietismo, un libelo difamatorio en el que
ridiculizaba a Fénelon y Mme. Guyon, que impresionó a la
opinión pública. El Papa Inocencio XII no se
decidía a intervenir en la polémica, pues no veía
con buenos ojos el quietismo, pero tampoco el galicanismo de Bossuet.
Finalmente, Mme. Guyon fue acusada de quietismo y encarcelada en la Bastilla,
una fortaleza situada al este de París que, desde la
época de Richelieu
se había convertido en prisión. En ella sólo se
encerraba a
personalidades importantes, normalmente acusadas de oponerse al Estado.
Fénelon rehusó firmar la condena.
El 11 de octubre se firmó
un acuerdo secreto entre las potencias europeas sobre el reparto del
Imperio Español. Se aceptaba al pequeño Juan José
de Austria como heredero de la corona a cambio de que el archiduque
Carlos recibiera el milanesado y el duque Felipe de Anjou recibiera los
Países Bajos, Nápoles y Sicilia. No obstante, el rey
Carlos II conoció el acuerdo y, herido en su dignidad,
dictó un testamento en el que reconocía como único
heredero a Juan José de Austria. No era el candidato más
inteligente, porque era el más débil (y por eso lo
apoyaban todas las potencias), pero contaba con el beneplácito
de la reina, María Ana de Neoburgo. Ésta, que
había llegado a fingir un embarazo para mantener su influencia
en la corte, había decidido ahora vender suascendiente sobre el
rey a los distintos
sectores de la corte partidarios de uno u otro candidato a la
sucesión. Primeramente había ofrecido sus servicios al
partido
austríaco, y luego había pasado al bávaro.
Ese año murió el príncipe elector Ernesto
Augusto I de Hannover, y fue sucedido por su hijo Jorge I Luis.
En Quebec murió a los setenta y ocho años el conde de
Frontenac, el gobernador de Nueva Francia. Mientras tanto, los hermanos
Pierre y Jean-Baptiste le Moyne exploraban el
Mississippi inferior, y llegaron hasta su delta. Como respuesta, los
españoles fundaron la colonia de Pensacola, en Florida, para detener
un posible avance francés.
También murio Andrea Guarnerius, el constructor de violines
cremonés. Sus hijos Pietro
Giovanni y Giuseppe Giovanni
Battista Guarnerius continuaron el negocio.
El duque Leopoldo I de Lorena se casó con Isabel Carlota, hija del duque
Felipe de Orleans. El duque Federico V de Holstein-Gottorp se
casó con Eduvigis Sofía,
hermana del rey Carlos XII de Suecia. El 24
de diciembre se celebró la coronación del joven
monarca. La ceremonia tuvo lugar en la catedral de Estocolmo, presidida
por el arzobispo de Uppsala. Después de ungir al monarca, el
arzobispo tomó la corona para posarla sobre su cabeza, pero
Carlos XII se la quitó de las manos y se coronó él
mismo mirando al prelado con orgullo.
El 26 de enero de 1699, el
sultán otomano Mustafá II tuvo que firmar la paz de Karlowitz con el emperador, Venecia,
Rusia y Polonia. Reconoció la pérdida de Azov frente a
los rusos, entregó Hungría y Transilvania al emperador,
devolvió a Polonia Ucrania y los restantes territorios que le
había conquistado, y cedió Morea y Dalmacia a los
venecianos. Era la primera vez que los turcos tenían que firmar
la paz en condiciones desventajosas con las potencias europeas, y,
ciertamente, las condiciones eran muy desventajosas.
El 6 de febrero murió de
viruela el príncipe de Asturias, José Fernando de
Baviera, antes de cumplir los siete años, con lo que la herencia
española volvía a quedar en el aire. Los partidarios del
archiduque Carlos estaban dirigidos por el almirante de Castilla,
Enríquez de Cabrera, mientras que los partidarios del duque
Felipe de Anjou se alineaban con el cardenal Portocarrero. La reina
empezó a negociar con los austríacos la posibilidad de
influir en su favor sobre su esposo. El conde de Oropesa, que
había sido partidario de José Fernando, pasó ahora
a apoyar al archiduque Carlos. Por su parte, el príncipe elector
Maximiliano II de Baviera, el padre de José Fernando,
buscó el apoyo francés para asegurarse una parte del
botín español.
La corte española ya había asumido que el rey Carlos
II no iba a tener
descendencia, pero faltaba determinar las causas. En realidad
sólo
había una explicación razonable: el rey debía de
estar hechizado. El
propio Carlos II (recordado desde ese momento en la historia como Carlos II el Hechizado),
aterrorizado y convencido de que así era, decidió
consultar a fray Antonio
Álvarez.
El fraile encontró unas monjas endemoniadas que, debidamente
interrogadas (o, mejor dicho, interrogado el Maligno a través de
ellas), revelaron el hechizo y le dieron las claves para conjurarlo.
Para ello se llamó al mejor exorcista de la época, el
austríaco fray Mauro Tena,
que aplicó al rey toda suerte de mejunjes repugnantes, lo
intimidó con
voces estridentes y, en definitiva, lo dejó con un pie en la
tumba.
Finalmente, los implicados en todo este montaje acabaron respondiendo
ante la Santa
Inquisición.
En Francia, Bossuet consiguió que el rey Luis XIV presionara
al Papa Inocencio XII para que se pronunciara sobre el quietismo. Hasta
entonces, el rey no había querido hacer nada que pudiera
deteriorar sus buenas relaciones con Roma, necesarias para sus
aspiraciones a que su nieto consiguiera la corona española, pero
el Papa estaba tan interesado como él en mantener esas buenas
relaciones y se atrevió a intervenir. El 12 de marzo, Inocencio XII emitió
el breve Cum alias, que
condenaba (levemente) veintitrés afirmaciones de las Máximas de los santos, de
Fénelon. Esto bastó para que Luis XIV pudiera desterrarlo
a su diócesis y privarlo de sus títulos y pensiones.
Fénelon no se resistió, pero un librero publicó,
anónimamente y, al parecer, sin su consentimiento, Las aventuras de Telémaco,
escritas unos años atrás cuando Fénelon estuvo a
punto de ser encargado de la educación del duque Carlos de Borgoña (el tercer
hijo del Gran Delfín Luis). Se trataba de una novela
alegórica, inspirada en la Odisea,
que encubría una dura crítica a las prácticas de
Luis XIV. La obra gozó de gran popularidad y fue objeto de
numerosas traducciones y reediciones.
En abril se produjo en Madrid el
llamado motín de los gatos,
en el que, a media mañana, una multitud se dirigió contra
el corregidor de la ciudad para protestar por la falta de
abastecimientos. Los amotinados marcharon ante el palacio real,
exigieron la destitución del corregidor y acusaron al conde de
Oropesa, el presidente del Consejo de Castilla, de acaparar trigo. El
rey nombró corregidor a Francisco
Ronquillo, que era profrancés, y aprovechó para
azuzar a los amotinados contra el conde de Oropesa y, ya de paso,
contra Enríquez de Cabrera. Sus domicilios fueron saqueados,
pero ambos lograron huir y se refugiaron en la casa del inquisidor
general. Allí acudió la muchedumbre pidiendo sus cabezas,
mientras el cardenal Portocarrero acudía al palacio real
para gestionar la destitución de ambos, que a mediados de mayo fueron desterrados de la corte junto
con otros miembros de la camarilla de la reina, acusados de complicidad
en los hechizos del rey. De este modo,
Portocarrero y los profranceses lograron la hegemonía en la
corte.
El 11 de junio, el rey Luis XIV
de Francia y el rey Guillermo I de Inglaterra firmaron un nuevo acuerdo
secreto por el que acordaban entregar España al archiduque
Carlos a cambio de que el duque Felipe de Anjou recibiera los
Países Bajos, Nápoles, Sicilia y el ducado de Lorena, a
cambio del cual se le daría el Milanesado al duque Leopoldo I de
Lorena, como compensación.
El capitán Kidd había regresado a las Antillas, donde
se enteró de que era buscado por piratería. Trató
de defenderse alegando que había cometido actos de
piratería obligado por una tripulación que amenazaba con
amotinarse si no recibía su paga. Su defensa no resultó
convincente y el 6 de julio fue
llevado preso a Boston.
Ese año murió el dramaturgo francés Jean Racine.
Siguiendo con su programa de reformas, el zar Pedro I de Rusia
impuso el calendario juliano (vigente aún en los estados
europeos protestantes) en detrimento del calendario tradicional ruso,
que empezaba el 1 de septiembre y empezaba a contar los años
desde el año de la creación del mundo (meticulosamente
calculado a partir de la Biblia).
Los hermanos Le Moyne fundaron un asentamiento en el golfo de
México, a unos cien kilómetros al oeste de la
desembocadura del Mississippi. Fue la primera colonia francesa estable
en el territorio de Luisiana.
Isaac Newton fue nombrado director de la Casa de la Moneda de
Inglaterra.
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