A FRUTOS Y LLAMAZARES
Rafael Pla López
miembro del Comité Federal del PCE y del Consell Polític d'EUPV

        En el Comité Federal del PCE del 21 de octubre os dije: "si tenéis diferencias políticas, ¿por qué no las habéis explicitado en el documento o en enmiendas, para permitir al conjunto de IU pronunciarse sobre ellas? Y si no las tenéis, ¿por qué os confrontáis?".
        El 27 de octubre leo en El Mundo vuestros respectivos artículos, donde parecen traslucirse vuestras diferencias políticas de forma relativamente articulada, más allá de las pinceladas que pudimos vislumbrar en la reunión del Comité Federal. ¡A buenas horas, un día antes de la Asamblea de IU!
        La forma como habéis actuado me ha impedido presentar enmiendas en tiempo y forma a vuestras propuestas, pero a pesar de lo tardío no quiero privarme de analizarlas y eventualmente criticarlas (como hice en su día con el Manifiesto que dio lugar a la llamada Plataforma Crítica). Pues el texto de dichos artículos es significativo, aunque paradójico.
        El artículo de Llamazares, titulado "Una nueva etapa", habla insistentemente de la necesidad de cambio y transformación de IU, pero sin embargo el discurso repite lo que ha venido siendo habitual en los documentos de IU: alternativa, movilización, participación... escasamente llevados a la práctica. La postura de Llamazares en temas concretos, como el del voto de los natos en la Asamblea de IU, no augura un destino mejor (aunque, debo reconocerlo, los 10 que parece proponer Llamazares es una involución más moderada que los 78 propuestos por Frutos; a tal respecto he leído que asombrosamente piensa dejarse a Julio Anguita fuera de la Mesa de la Asamblea con el argumento de que no tiene voto, olvidando que no es un invitado, sino un delegado con pleno derecho a voz; esperemos que los delegados no permitan ese dislate, que parece un efecto dramático destinado a convencerlos de reintroducir el voto de los natos).
        En cambio, el artículo de Frutos, titulado "Es necesaria, hagámosla útil", contiene un discurso notoriamente diferente. Aunque, debo decirlo, un discurso cuya tónica me recuerda intensamente el tacticismo del PCE en su última época con Santiago Carrillo. Pero sería injusto quedarme en esa impresión general.
        Porque, ciertamente, el texto de Frutos es mucho más arriesgado: se compromete, dice cosas, avanza tesis. Al de Llamazares, que se pierde en generalidades, poco tengo que objetar; pero dice poco de nuevo, aunque repita muchas veces la palabra "nuevo". Voy a centrarme por ello en las cuestiones concretas que plantea Frutos.
        En el segundo párrafo de su artículo Frutos afirma que "los avatares de Izquierda Unida en el último período están sembrados de programas sin concreción política". Y como ejemplos pone la supresión de las ETTs y la Ley de 35 horas. Dicha afirmación es asombrosa: ¿qué mayor concreción política puede haber que plantear tal supresión y presentar una proposición de Ley, además, mediante el procedimiento participativo de una Iniciativa Legislativa Popular? Se diría que Frutos quiere justificar el criticado tratamiento de estos temas en el frustrado Programa de Gobierno con el PSOE, cuando precisamente dicho tratamiento era un ejemplo de ambigüedad, inconcreción y falta de compromiso, lo que permitía, por ejemplo, que Joaquín Almunia interpretara que se trataba de dar incentivos fiscales a las 35 horas en la Ley de Presupuestos del Estado. Se diría que Frutos confunde "concreción" con "viabilidad", olvidando que la "viabilidad" depende, en todo caso, de la obtención de una mayoría electoral, y precisamente esa inconcreción no estimulaba a votar a los jóvenes que abominan de las ETTs y a los parados que reclaman 35 horas por ley, muchos de los cuáles, efectivamente, se abstuvieron (y la mayoría de los otros jóvenes y parados votaron presumiblemente al PP). Para concreción y viabilidad, el compromiso de la izquierda francesa con una Ley de 35 horas, que le ayudó a ganar las elecciones con la ilusión generada y ya se ha puesto en práctica.
        En su explicación, Frutos plantea el discurso del "mientras tanto": mientras no se consiga la Ley de 35 horas o la supresión de las ETTs, habrá que luchar por mejorar las condiciones laborales, etc. Claro. Quienes hemos hecho sindicalismo (y mi práctica sindical es más reciente que la de Frutos) sabemos que a la hora de negociar hay que bregar muchas veces por conquistas parciales, en función de la correlación de fuerzas y de la capacidad de presión. Pero se diría que Frutos confunde la acción política con la acción sindical, y unas elecciones generales con la negociación de un convenio colectivo, olvidando que presentarse a tales elecciones con el discurso del "mientras tanto" equivale a darse por derrotado de antemano. Y tales "previsiones" se autoconfirman.
        En el tercer párrafo de su artículo Frutos afirma que "Izquierda Unida debe acabar asimismo con una política errática, sin rumbo preciso, en asuntos básicos como el Estado, el federalismo, el terrorismo y la paz." Dicha afirmación es también asombrosa, y sólo se explicaría por una mala redacción. Sobre cuestiones como el Estado y el federalismo puede haber habido indefiniciones, pero no falta de rumbo preciso, hacia un Estado Federal. Pero IU ha tenido siempre una posición contundente e inequívoca en contra del terrorismo y a favor de la paz, y cualquier insinuación en sentido contrario sería una ruindad, especialmente si se pretendiera dar a entender que quienes en IU apoyábamos el Pacto de Lizarra durante la tregua de ETA teníamos alguna ambigüedad frente a sus acciones terroristas.
        Pero a continuación Frutos afirma: "El federalismo solidario no es que cada uno organice su vida en la federación pertinente (Comunidad Autónoma) como mejor le plazca, sino que haya leyes básicas federales para todas las partes". ¿Sólo eso, Frutos? ¿No sería más correcto decir "no es sólo... sino también"? ¿O es que cuando piensas en federalismo sólo piensas en centralidad, por no decir centralismo? "Que cada uno organice su vida como mejor le plazca" no es más que autonomía (del griego auto-nomos, capacidad de dictar las propias leyes, como decía la poesía de Vicent Andrés Estellés), y no puede haber federalismo sin autonomía, sin perjuicio de que haya también leyes comunes. Olvidar ésto es jugar con las palabras, y hablar de "federalismo" cuando se está pensando en otra cosa.
        Y sigue con varios ejemplos: "una misma caja de la seguridad social" (de acuerdo), "unas mismas pensiones, unas mismas leyes laborales" (sería mejor añadir "básicas": ¿o es que vamos a renunciar a que la lucha social pueda arrancar mejoras en una u otra Comunidad Autónoma, que luego deberíamos luchar por generalizar?), "una misma posibilidad de disponer del agua necesaria desde la austeridad en su uso": y ésta sí que es de nuevo una afirmación asombrosa. ¿Piensa Frutos que puede tenerse la misma posibilidad de disponer de agua en Galicia que en Cuenca? ¿Piensa que puede hacerse tabla rasa de las diferencias geográficas, y que los seres humanos, en vez de convivir armoniosamente con su entorno, y cultivar, por ejemplo, la tierra con métodos adecuados a sus características en cada lugar, deben pasar por encima de tales diferencias? ¿Cómo? ¿Con obras faraónicas, con grandes trasvases ecológicamente destructivos y que IU siempre ha rechazado? Y lo digo desde el País Valenciano, que sería presuntamente "beneficiario" (a costa de pagar más cara el agua, claro) del megatrasvase del agua del Ebro. Porque, claro, en este terreno las "solidaridades" suelen plantearse de las zonas pobres a las zonas "ricas", cuyo mayor desarrollo agroindustrial les hace tener mayores "necesidades" de agua. No tiene ni pies ni cabeza.
        Y más adelante, en el quinto párrafo, Frutos afirma que "La línea política y programática y la identidad de Izquierda Unida no se defienden desde la ética o el programa, sino desde la propuesta política y desde la demostración de la utilidad de IU". De nuevo asombra la maniquea redacción que parece despreciar la ética y el programa, en vez de utilizar la fórmula "no sólo... sino también". Quizá estos lapsus deriven de una redacción apresurada y unipersonal, lo que demostraría, en todo caso, la ventaja de la elaboración colectiva y la presentación de documentos previos que puedan ser debatidos y enmendados por el conjunto de la organización. Pero si la contraposición entre "programa" y "propuesta política" parece improcedente (¿qué es un programa sino una propuesta política, estratégica o táctica?), la contraposición entre "ética" y "utilidad" es especialmente peligrosa. Parece olvidar que cuando se habla pragmáticamente de "utilidad" hay que precisar, no sólo "para quién", sino también "para qué", y este "para qué" conlleva precisamente los valores que remiten a la ética.
        Debo señalar, no obstante, que si a Frutos le preocupa el discurso "utópico", incluso autoproclamado como tal, que hace descansar la ética en principios abstractos y no en los intereses materiales de la clase trabajadora y de la humanidad, comparto, como bien sabe, dicha preocupación, que me ha llevado a oponerme, frecuentemente en solitario en el Comité Federal, a que la revista teórica del PCE lleve el título de "Utopías" (aunque también debo decir que si él compartía mi preocupación hubiera sido de agradecer que hubiera apoyado mi posición al respecto). Pero la manera como plantea la cuestión en su artículo no puede ser más desafortunada. O quizá sí.
        Camaradas, sabéis que en el proceso previo no he querido decantarme por ninguno de vosotros (cosa que puede haber influido en que ahora no esté asistiendo a la Asamblea de IU y pueda estar redactando este artículo), sino que por el contrario os llamé a uniros, y en ese sentido apoyé la Resolución aprobada en el Comité Federal del PCE del 21 de octubre, que poco parecéis haberos esforzado en aplicar. Y no me decanté, entre otras cosas, porque lo que se sabía hasta entonces públicamente de vuestras posiciones daba poca base para ello, y no quería entrar en el juego personalista en el que habíais caído.
        No obstante, a estas alturas, y si elegir entre vuestras propuestas es la única opción real que me queda (ya sabéis que tampoco comparto la posición del llamado Documento Crítico, aunque coincidimos en oponernos a la reintroducción del voto de los natos), debo decir que aunque las de Llamazares no me parezcan especialmente ilusionantes, las de Frutos sí me parecen especialmente peligrosas. Por ello, y aunque no voy a poder participar personalmente en la decisión, te deseo suerte, Gaspar.

València, 28 de octubre de 2000
Refundar/Superar IU