0. Construir la alternativa:
El impulso inicial que llevó
a la constitución de IU a partir del movimiento por la salida del
Estado Español de la OTAN se ha agotado. Pero dicho agotamiento
no niega la necesidad de un proceso de convergencia política y social
de la izquierda real, ni de que esta convergencia adopte la forma de un
movimiento político y social que vaya más allá de
la forma clásica de partido. De hecho, puede valorarse que un factor
importante del agotamiento de IU ha sido el no haber llegado a convertirse
en un tal movimiento político y social, reproduciendo por el contrario
en su seno muchos de los rasgos y de los esquemas clásicos de partido,
en buena parte heredados de las tradiciones que confluyeron en la formación
de IU.
Como salida a esta situación
lancé, en la reunión del 19 de
junio del Comité Federal del PCE y en la del 21 de junio del
Consell Polític d'EUPV, la propuesta de refundar IU, con
el propósito de provocar un debate que no se redujera a la realización
de cambios cosméticos o a simples relevos en la dirección.
Tal refundación requiere,
en efecto, desbordar el marco de lo que es actualmente Izquierda Unida
para abrir el debate a amplios sectores sociales, a los votantes de IU
pero también a los "abstencionistas de IU", así como a todos
los movimientos sociales emancipatorios. Un tal debate, naturalmente, no
puede cerrarse ni dentro de un Consejo Político Federal en este
mes, ni dentro de una Asamblea Extraordinaria en este año, cuya
convocatoria apresurada llevaría a interiorizar el debate.
Tal refundación requiere
reconocer humildemente que la construcción de la alternativa necesaria
no puede ser llevada a cabo en solitario por las personas que actualmente
estamos en Izquierda Unida. Requiere superar cualquier actitud de soberbia
y dirigirnos humildemente al conjunto de las personas y los movimientos
de izquierda reconociendo nuestras limitaciones, así como que todas
y todos son necesarias y necesarios para construir una alternativa emancipadora.No
se trata por tanto de llamarles a incorporarse a un proyecto predeterminado,
sino de construir un proyecto nuevo entre todas y todos. Un proyecto en
el que los actuales componentes de Izquierda Unida podremos jugar un papel
importante, asumiendo nuestra responsabilidad al respecto, pero en modo
alguno un papel ni un protagonismo exclusivo: el protagonismo ha de corresponder
a todo el mundo que confluya en su construcción. Este proceso debería
llevar, naturalmente, a una Asamblea de refundación, que
deberá ser Extraordinaria por su contenido, con independencia de
la fecha en que se celebre, fecha que deberá venir determinada por
el ritmo del proceso, y no condicionarlo de antemano.
De hecho, hace algunos años
se lanzó ya desde la dirección de Izquierda Unida una propuesta
con rasgos similares a los arriba esbozados, con el nombre de la "construcción
de la alternativa". Pero desgraciadamente, en vez de seguir por este camino,
Izquierda Unida se encerró en una serie de conflictos internos,
que lejos de superarse a través del desarrollo de un movimiento
político y social acabaron conduciendo a un desgarramiento interno
y posteriormente a una pérdida de influencia social que se expresó
en el hundimiento electoral del 13 de junio. En esta situación,
dicha propuesta es aún más necesaria, pero su forma ha de
ser necesariamente nueva.
Por un lado, tal propuesta
ha de venir acompañada de profundas transformaciones internas y
cambios de actitud. Por otro lado, ha de mantenerse abierta a cambios de
denominación que expresen los cambios reales en el proyecto (hemos
visto una experiencia semejante al norte de España). Y quizá
pudiéramos comenzar por salir del surrealismo de un país
donde el PP no es popular, el PSOE no es socialista y IU no está
unida. Podríamos comenzar adoptando el nombre de nuestro proyecto
europeo en ascenso: Izquierda Unitaria.
Sólo por este camino
podremos conseguir que nuestro proyecto renazca de sus cenizas.
Algunas propuestas:
Sin perjuicio de los cambios que puedan derivarse del debate abierto a la sociedad para la refundación de IU, hay una serie de propuestas cuya asunción en Izquierda Unida facilitaría el desarrollo de dicha proceso:
1. El sistema electoral interno:
La experiencia nos dice
que buena parte de los conflictos en IU se han producido en el marco de
procesos electorales internos, bien para escoger órganos de dirección,
bien para escoger candidaturas para elecciones externas.
Como señalaba en
un artículo publicado el
15 de junio en un diario local de València (LEVANTE-EMV), el sistema
electoral que se ha utilizado en general dentro de IU, proporcional con
listas cerradas, impide la marginación de las corrientes minoritarias,
pero deja en manos de sus cúpulas la negociación de las candidaturas,
dejando en segundo lugar el papel de los delegados y afiliados de base.
Y por muy formalmente democrático que sea este sistema, lo cierto
es que ha conducido a IU entre el Caribdis de la confrontación entre
corrientes y el Escila de los pactos en las alturas que incitan a la abstención
en las bases. Ese método puede ser muy adecuado para hacer ejercicios
de simulación interna de una democracia formal multipartidaria,
pero no para desarrollar un movimiento político y social participativo
y de base que debería ser la seña de identidad de IU como
una izquierda diferente.
La alternativa, claro, no
es un sistema abierto mayoritario con el cuál el 51% podría
marginar al 49%. De hecho, en una de las primeras Asambleas de IU ya se
planteó la disyuntiva entre el carácter participativo de
un sistema abierto mayoritario y el respeto a las minorías con un
sistema proporcional de listas cerradas, opción por la que se optó.
En dicha Asamblea defendí aceptar provisionalmente esta opción,
al tiempo que me comprometí a desarrollar matemáticamente
para la siguiente Asamblea un sistema electoral que conjugara el carácter
participativo de las listas abiertas con el respeto a las minorías
de los sistemas proporcionales. Efectivamente, cumplí dicho compromiso,
y envié la propuesta tanto al Coordinador General como a un compañero
de Madrid (Tomás Rodríguez Villasante) que me la pidió.
Dicho compañero presentó la propuesta a través de
su corriente, y así apareció como propuesta alternativa en
los documentos que se distribuyeron, ¡incluyendo el código
fuente en lenguaje C del programa para la realización del escrutinio!
Quizá el estupor de los que desconocían dicha lenguaje facilitó
que no se aprobara tal propuesta.
Posteriormente seguí
refinando el sistema proporcional con listas abiertas, que llegó
a recomendarse desde la dirección del PCE para la elección
de delegados a su XIV Congreso, y se ha aplicado posteriormente en distintos
procesos electorales tanto del PCE como de IU. Dicho sistema, en su versión
más simple (con factores de ponderación enteros consecutivos)
es equivalente al llamado Voto
Personal Transferible que se utiliza en las elecciones de algunos países.
Puede consultarse en web
la última versión del sistema, proporcional
de listas abiertas con cláusula de garantía, que permite
tanto simplificar parcialmente el escrutinio como evitar que estrategias
mayoritarias de dispersión controlada de voto distorsionen el resultado.
Tal sistema conjuga así el dar todas las garantías a las
minorías y toda la capacidad de decisión a las bases. Las
dificultades técnicas para su aplicación no justifican ya
no utilizar un sistema que es políticamente imprescindible: los
sistemas electorales internos no son la panacea, pero prefiguran el tipo
de organización a desarrollar.
2. El trabajo colectivo:
Resulta singular que algunas
de las recetas propuestas frente a la derrota de IU se centren en el cambio
del Coordinador General, cuando de hecho la misma existencia o no de un
"Coordinador General" debería estar sujeta al resultado del debate.
Sin embargo, no hay motivo
para extrañarse por tal propuesta. Pues lo cierto es que, por lo
menos desde que Julio Anguita fue entronizado como líder
de IU a raíz de haber sido elegido como secretario general del PCE
en su XII Congreso, su liderazgo personal ha marcado decisivamente la marcha
de IU. Lo que resulta harto dudoso es que tal dinámica personalizadora
del liderazgo se corresponda con el proyecto de construcción de
un movimiento político y social y de una nueva forma de hacer política.
Recordemos, para no llegar
a conclusiones falsas, la forma como se produjo la mencionada entronización:
Julio Anguita no se postuló como secretario general del PCE, sino
que por el contrario se resistió duramente a su nominación,
propugnada en su día principalmente por Rafael Ribó, a la
sazón secretario general del PSUC. La incompatibilidad entre el
cargo de secretario general del PCE y el de coordinador general de IU,
que había sido introducida por Gerardo Iglesias en su informe,
no se estableció en los Estatutos, y no se aplicó cuando
Gerardo Iglesias dejó de ocupar ambos cargos, en los que fue sustituído
por Julio Anguita. El mismo Gerardo denunció que los mismos que
le habían instado a introducir tal incompatibilidad en el informe
le pidieron que la retirara cuando se sabía que no iba a repetir
como secretario general del PCE.
Así nos encontramos
con Julio Anguita entronizado como líder a pesar de sí mismo,
de su profundo rechazo a los personalismos y de insistir una y otra vez
en que la izquierda necesita dirigentes, pero no "líderes".
Tampoco hemos de caer, claro,
en un culto a la personalidad a la inversa, creyendo que Julio Anguita
era el único inmune a la dinámica personalista de IU. De
hecho, no hubiera sido humano si no se hubiera visto también arrastrado
por dicha dinámica. Pero la cuestión es que tal dinámica
era profundamente nociva para el proyecto de IU, tanto por su incompatibilidad
con su proyectada naturaleza como movimiento político y social como
por la fragilidad que provocaba ante ataques de los adversarios de IU,
atentos a ensañarse con cualquier desliz de la persona que "personificaba"
el tal proyecto.
Lo singular es que un proyecto
que pretendía cuestionar el sistema político y social vigente
asumiera como propios usos y costumbres de tal sistema yendo incluso más
allá de lo previsto en la normativa vigente, tanto en la Constitución
y las Leyes como en sus propios Estatutos.
Nada exige, por ejemplo,
que una misma persona sea quien presida los órganos de una formación
política, quien actúe como primer portavoz en el Parlamento
y quien sea candidato a la Presidencia de Gobierno. De hecho, la misma
figura de candidato a la Presidencia de Gobierno no existe formalmente
como tal antes de la constitución del Parlamento. Y menos se requiere
que el tal candidato sea quien encabece la lista por Madrid al Congreso
de los Diputados. Ha sido la práctica "consuetudinaria" la que ha
introducido esa dinámica presidencialista y centralista que no está
inserta en la Constitución. Y IU se ha dejado arrastrar por la misma.
La superación de
tal dinámica es por tanto una necesidad para desarrollar la nueva
forma democrática de hacer política que debe servir de base
a la construcción de un movimiento político y social.
Se trata, en esencia, de
superar los personalismos potenciando el trabajo colectivo con una adecuada
distribución de funciones que evite cuidadosamente su acumulación.
Habría, en primer
lugar, que separar formalmente la función de coordinar y presidir
los órganos de dirección de IU y la función de presidir
el grupo parlamentario y acaso actuar como portavoz principal del mismo.
De hecho, la acumulación de ambas funciones supone implícitamente
que IU centre su actuación político-social en la esfera institucional,
en contradicción con lo que propugnan los documentos aprobados,
pero en consonancia con lo que ha sido hasta ahora su práctica real.
Tal acumulación es un factor esencial de la personalización
del "liderazgo" de IU.
La práctica seguida
hasta ahora ha venido influída por una cierta "servidumbre" mediática,
al suponer que dicho "liderazgo personalizado" era una necesidad para el
reflejo de la imagen de una formación política en los medios
masivos de comunicación, y una condición para el éxito
electoral. Quizá los magníficos resultados obtenidos por
el PSOE en las recientes elecciones en condiciones, ya no de "bicefalia",
sino de ausencia de "liderazgo", contribuyan a desmontar ese mito. Pero
en todo caso es la misma naturaleza del proyecto político-social
que queremos construir lo que debería llevarnos a no aceptar la
sumisión a dicha "servidumbre".
En esa línea, resulta
claro que la figura de Coordinador General deberá desaparecer en
cuanto al contenido de "liderazgo" que ha tenido hasta ahora, aunque siga
existiendo formalmente en la forma actual mientras no se modifiquen los
Estatutos: el Coordinador "General" es quien coordina y preside los órganos
de dirección de IU (y ya discutiremos en su momento el sentido del
adjetivo "General" que parece una reminiscencia de otros cargos, así
como la dinámica presidencialista en la formación de la Permanente),
pero no debe ser quien encabece el grupo parlamentario. En particular,
Julio Anguita podrá desempeñar una de dichas funciones, pero
no ambas.
Y por lo que se refiere
a la Presidencia del Gobierno, mientras la correlación de fuerzas
en el Parlamento no nos lleve a presentar una candidatura a la misma, ¿qué
sentido tiene la previa nominación de un candidato o candidata?
¿Y por qué tal candidato o candidata ha de ser el cabeza
de lista por Madrid y no, por ejemplo, por Córdoba?
Y, claro, hay que cambiar
otras dinámicas de funcionamiento interno. En particular, en un
movimiento político y social los principales debates de sus órganos
no pueden centrarse en la aprobación o rechazo global de un informe
complejo presentado por quien preside el órgano con las incorporaciones
aceptadas por el mismo después del debate. Tal procedimiento, extraño
a cualquier movimiento democrático participativo, de base asamblearia,
pone la capacidad real de decisión, en condiciones ordinarias, en
manos de una sóla persona (por cierto, en ésto también
estoy de acuerdo con Julio Anguita), provocando en el caso extraordinario
de un rechazo, por su carácter global, una crisis en la organización.
El funcionamiento normal
de una organización democrática, participativa y plural debería
ser que después de cada debate se sustancien un conjunto de propuestas,
complementarias o alternativas, y que el órgano en cuestión
se pronuncie sobre cada una de las mismas. Si el debate ha comenzado con
un documento global, las propuestas contradichas o no asumidas deberían
votarse previamente a la votación global del documento.
Sólo por este camino
la personalidad colectiva de IU podrá trascender a la personalidad
de sus dirigentes.
3. Clarificar el discurso:
3.1.
Clarificar
la estrategia:
3.1.1. Sistema socioeconòmico.
3.1.2. Sistema político.
3.2. Clarificar la táctica.
Después de
la desafortunada expresión de "no tocar ni una coma" del discurso
de IU, diversos hermeneutas, dentro y fuera de IU, se han dedicado a interpretar
en qué sentido habría que entender lo de "discurso". En particular,
se ha dicho que el diccionario admite una doble acepción, como "estrategia"
o como "mensaje", entendiendo que no habría que modificar la primera,
pero sí el segundo.
Sin entrar en interpretaciones
hermenéuticas, habría que decir que, en todo caso, un discurso
político tiene diversos componentes, estratégicos y tácticos;
siendo la forma de comunicar el mensaje una parte de los componentes tácticos,
pero no la totalidad de los mismos.
Pues bien, si la estrategia
es, por su propia naturaleza, relativamente duradera, y sólo procede
cambiarla como resultado de reflexiones teóricas de fondo o de procesos
históricos de gran alcance, la táctica es, también
por su propia naturaleza, esencialmente mudable, y debe adaptarse a cada
cambio de situación, o como resultado inmediato de los éxitos
o fracasos cosechados.
En efecto: si la estrategia
se justifica por consideraciones de fondo sobre los objetivos a largo plazo
o la estructura de la sociedad que se quiere cambiar, la táctica
sólo se justifica por su éxito, es decir, por su capacidad
de hacer avanzar la estrategia. Esta última precisión es
fundamental: sólo en relación a la estrategia puede valorarse
el éxito o fracaso de una táctica, que lo es en la medida
en que acerca o aleja de los objetivos estratégicos.
En particular, si una formación
política como IU tiene una estrategia esencialmente democrática,
que necesita del concurso de la mayoría social para los cambios
que propugna, los aumentos o disminuciones en influencia y movilización
social hay que valorarlos como éxitos o fracasos de la táctica
seguida. En particular, un retroceso electoral (que expresa, aunque sea
de forma distorsionada, una disminución de influencia social) es
una prueba incontestable de que se ha seguido una táctica equivocada:
la referencia a las causas supuestamente "objetivas" o "externas" de tal
retroceso no debe servir más que como una forma de acopiar elementos
de análisis para el necesario cambio de táctica.
3.1. Clarificar la estrategia:
Ahora bien, algunos de los
errores o vacilaciones tácticas tienen posiblemente su raíz
en confusiones estratégicas. Por ello, clarificar la estrategia
es una condición previa para desarrollar una táctica adecuada
a la realidad social.
Y lo cierto es que la estrategia
de IU no es precisamente un prodigio de claridad. Con frecuencia se recurre
a expresiones nebulosas, o a lemas cuyas implicaciones pueden quedar indefinidas.
Así, se resumen a
veces los objetivos estratégicos de IU como
València, Julio de 1999