UNA CARTA INFAME
Crítica a la declaración de Aznar, Blair, Belusconi y otros dirigentes.

Febrero/2003
Pedro A. García Bilbao

Para Rebelión

El día 30 de Enero se ha publicó en toda la prensa una carta firmada por ocho jefes de estado o primeros ministros europeos, tanto de países miembros de la Unión como de otros a punto de entrar a formar parte de ella. Los sres. Blair, Berlusconi y Aznar, primeros ministros de Gran Bretaña, Italia y España, encabezan lo que es un llamado a la unidad en torno a Washington en estos momentos previos a la guerra en Iraq. Claman estos dirigentes por el reconocimiento a la generosidad de los Estados Unidos quienes historicamente (sic.) libraron a Europa del nazismo y el comunismo. Existiría una deuda de gratitud con esta nación, a quien compete liderar la actual batalla contra la amenaza que representa Iraq y el terrorismo internacional. Los firmantes hablan en nombre de sus países y declaran actuar cn la responsabilidad debida a sus ciudadanos. En la práctica esta carta es una declaración de fidelidad a los Estados Unidos y de reconocimiento de su caudillaje por encima de cualquier otra consideración, justificándo tal posición por la deuda histórica de Europa con los norteamericanos.

Surgió de Madrid

La génesis de este texto es claro. Se redactó en Madrid un primer borrador, pasó a Londrés y se transmitió de nuevo a Madrid, Roma y las otras capitales, dejando fuera de las consultas expresamente a Paris y Berlín. Es un texto de origen quizá muy cercano al propio Aznar que resume lo esencial de la posición más revisionista en lo histórico y de total sometimiento a Washington. En la práctica es un torpedo en la línea de flotación del proyecto de una Europa Unida y democrática capaz de trazar de forma autónoma su propio camino en el mundo.

Respuesta a Paris y Berlín

Tras la Declaración conjunta de Francia y Alemania apostando por la Unión política y la consolidación de la Unión Europea como un proyecto autónomo y democrático, y por devolver a la ONU la iniciativa de las operaciones a seguir en la crisis de Iraq, la política imperial de Washington quedó maltrecha. La valiente posición de Chirac y Schroeder obligaba a Bush a desafiar abiertamente a la ONU si decidía atacar sin un nuevo mandato, explícito, del Consejo de Seguridad. Frente a estas voces europeas partidarias de una solución que excluyera la guerra unilateral iniciada por Washington, los portavoces de la Junta gobernante en Estados Unidos atacaron verbalmente la iniciativa de Paris y Berlín y les acusaron de ser la Vieja Europa, frente a la Nueva Europa que reconocía el Nuevo Orden Mundial y el papel de Estados Unidos en él. Tras algunas escaramuzas verbales, la siguiente jugada ha partido de las marionetas de Washington con esta iniciativa de una declaración que marca con claridad la profunda división en la que se encuentra la Europa de la Unión.

El mismo día en que el texto de Aznar, Blair y sus amigos se hacía público, el Parlamento Europeo, elegido por sufragio universal, aprobaba en Estrasburgo y por aplastante mayoría una declaración contra la guerra y en favor de una solución en el marco de Naciones Unidas; votaron a favor todos los grupos parlamentarios a excepción del Partido Popular Europeo. La opinión pública de todo el continente es un clamor continuo por la Paz y por la resolución pacífica de un conflicto que es visto con claridad como la ocasión buscada por Estados Unidos para hacerse con el control militar de hecho de las principales reservas de petroleo mundiales.

La responsabilidad de Aznar

La carta firmada por el sr. José María Aznar ha sido firmada de forma ilegítima. No es un ciudadano cualquiera que pueda dar su opinión libremente; está obligado por su cargo a no comprometer su firma con actuaciones que dejen a su país en entredicho. Hoy en día, el Estado español aparece ante el mundo como un país entregado por completo a los designios del gobierno norteamericano, si esa es la posición personal del sr. Aznar y su equipo de gobierno tendremos ocasión de comprobarlo, pero desde luego no se correspnde con el sentir mayoritario de la población española. Lo tenía realmente muy fácil: hubiera bastado con respetar la legalidad internacional, mantenerse acorde con la resolución del Consejo Europeo de Atenas (contraria a acciones unilaterales fuera de la ONU)y abogar en el Consejo de Seguridad por una solución pacífica o en cualquier caso pactada en el propio Consejo. Sin embargo, el sr. Aznar ha acudido a situarse de forma vergonzosa al margen de la legalidad internacional y dispuesto a secundar a Washington en su pretensión de reescribir la historia y el derecho internacional.

Con su firma ha comprometido la posición de un estado cuyas posiciones en materia de política internacional no están sometidas al capricho de su Primer Ministro. Olvida el sr. Aznar que su propia posición como presidente del Consejo de Ministros es muy peculiar. En primer lugar no es un presidente elegido de forma directa por los ciudadanos, el grado de su representatividad es por tanto no de primer grado sino de segundo. En el sistema español es el Jefe del Estado, el Rey, quien –casi como un trámite- hace consultas entre los grupos parlamentarios para escoger un candidato entre los electos al Parlamento que pueda obtener en votación parlamentaria los apoyos precisos para formar gobierno. Si función del gobierno es diseñar y dirigir la política exterior, en materias que afectan a las obligaciones internacionales como firma de Tratados, la guerra y la paz, es el Parlamento —y el Jefe del Estado– quienes deben ser informados primero para luego debatir y aprobar en su caso posiciones que por su gravedad afectan a toda la Nación.

La carta se ha hecho pública días antes de la comparecencia parlamentaria del presidente, en un acto de control que, además, no implica votación del parlamento, sino que es una simple sesión de preguntas. Estamos ante un acto solemne de desprecio al parlamento y a la soberanía popular. Al firmar esa carta José María Aznar se ha extralimitado en sus funciones y ha dado su aval como dirigente político a afirmaciones absolutamente falsas que son además infames para el pueblo español.

Una carta infame

Afirmar que España debe a Estados Unidos respeto y consideración por la ayuda prestada en la lucha contra el nazismo y el comunismo es sencillamente falso, además de indecente. Los Estados Unidos de Norteamérica apoyaron durante la Guerra Civil española a las fuerzas fascistas, boicoteando la ayuda a la República Española, y proporcionando combustible, créditos y apoyo diplomático a los golpistas. Es más, las fuerzas expedicionarias de la Alemania Nazi que lucharon en España entre 1936 y 1939, la tristemente célebre Legión Cóndor, emplearon la gasolina generosamente surtida por los Estados Unidos de Norteamérica. Guernica fue arrasada por aviones nazis que volaban con gasolina norteamericana.

Es más, si durante el transcurso de la 2ª Guerra Mundial las tropas norteamericanas contribuyeron a la liberación de Europa, lo cierto es que hubo países como España y Portugal, sometidos a dictaduras fascistas, que fueron mantenidos al margen de tal liberación. El apoyo norteamericano a la dictadura franquista, explícito desde 1953, constituye una colosal prueba de cargo contra la supuestamente política prodemocrática de Washington en Europa. España hubo de soportar una dictadura fascista decadente, un régimen terrorista y antidemocrático, durante décadas por la repugnante actuación de Washington. Afirmar por tanto que los españoles mantienen algún tipo de deuda moral con los Estados Unidos por su supuesto papel libertador no sólo es una impostura y faltar a la verdad, es moralmente repugnante.

¿Y el fascismo qué?

La carta incluye una pavorosa matización: declara que la ayuda norteamericana permitió librar a Europa y la mundo de dos totalitarismos; el nacional-socialismo y el comunismo. ¿Y el fascismo, nos preguntamos? ¿es un olvido, una simplificación, o se deja al margen este movimiento? Al olvidar al fascismo, se abre la puerta para considerar el régimen franquista como algo al margen y por ello, quizá, salvable o necesario históricamente. Una posición que se corresponde sin duda con el sentir y la práctica del neofranquismo español gobernante tan bien encarnado en el sr. José María Aznar. Suponer con estos antecedentes, que se iba a reconocer el papel jugado por la Unión Soviética en la derrota del nazismo y su combate en el bando de las democracias con el sacrificio de casi veinte millones de sus ciudadanos en la lucha hubiera sido esperar demasiado. Si la Unión Soviética instauró regímenes socialistas en Europa Oriental tras 1945, lo hizo extendiendo su propio modelo social y político. ¿Qué hizo Estados Unidos en España después de 1953? ¿favorecer la recuperación de la democracia y los derechos humanos, su supuesto modelo ideal? En absoluto, apoyaron y consolidaron a un régimen fascista y genocida, condenando a todo un pueblo que había sabido luchar por sus libertades a la dictadura,

José María Aznar ha cometido un grave error al prestarse a esta maniobra norteamericana. Compromete a toda la Nación en lo que no son sino sus opiniones personales de antiguo falangista vergonzante y da por válidas afirmaciones infames a la memoria democrática del pueblo español; solamente un parlamento sometido a su dictado y el predominio de un sistema Falsimedia controlado ad nauseam le podrán permitir escapar indemne a tales acciones. Los grupos parlamentarios de la Oposición están en la obligación moral y política de promover una Moción de Censura parlamentaria que busque su revocación como presidente del Consejo de Ministros y la formación de un nuevo gobierno.

Contra los intereses de España y de la Unión Europea

Por otra parte, la posición expresada por José María Aznar oculta deliberadamente que la acción norteamericana en la Crisis de Iraq busca el control efectivo de las mayores reservas petrolíferas mundiales a través de la ocupación militar del territorio. Roza por tanto la traición a los intereses nacionales y europeos, al plegarse a entregar al gobierno de Washington el control del petróleo del que España y Europa se abastecen.

Acusaciones sin sentido

Las acusaciones vertidas contra el Régimen iraquí son ridículas. Si existe una nación en el Golfo Pérsico que haya consentido y promovido actividades de los grupos terroristas islámicos relacionados con el 11-S ésta no es otra que Arabia Saudita. Pero motivos estrictamente estratégicos de la camarilla gobernante en Washington, aconsejan desencadenar una invasión en Iraq, único país laico de la zona y que se ha enfrentado con éxito a los integristas en numerosas ocasiones. Es más, si Iraq tuviera armas de destrucción masiva operativas la agresión no se produciría; es la indefensión de Iraq y la extraordinaria riqueza de su subsuelo lo que va a provocar la invasión.

La democracia en peligro

España no necesita comprometerse con Washington más de lo que ya lo está por sus tratados y políticas de alianza. El presidente Bush es alguien de dudosa legitimidad democrática a raíz de su fraudulenta elección. La libertad de expresión, la democracia representativa, los derechos humanos están en grave peligro en los Estados Unidos. Como ocurriera con la quema del Reichstag en la agonizante República de Weimar, los atentados del 11-S están siendo utilizados por el gobierno Bush para blindar al poder y vaciar de contenido las instituciones democráticas de una gran Nación. Apoyar desde Europa a quienes están comportándose como una junta golpista que de hecho ha tomado el poder en Washington es un error monstruoso.

Münich otra vez no…

Si como en Münich en 1938, las potencias europeas democráticas le conceden al déspota un triunfo fácil, le permiten saltarse a la ONU y obtener su espacio vital en el Golfo Pérsico aniquilando un país y a un pueblo para apropiarse de sus riquezas y su territorio con cualquier excusa, estaremos poniendo las bases de nuestra futura dominación. El futuro de la democracia en el mundo exige firmeza en Europa y respeto a la Legislación internacional. Si Bush ataca, que lo haga despojándose de la careta de una vez; las potencias democráticas no deben ceder a su chantaje, hacerlo es suicida para todos.

En los días próximos la carrera hacia la guerra prosigue imparable. Ya sabemos al menos que el principal enemigo de las libertades, de los derechos humanos, de la democracia no está en ningún lejano país, sino en el mismo corazón del mundo occidental. Y que no faltan en Europa Quislings capaces de ponerse a su servicio. Sólo nos resta confiar en la movilización de la población y la opinión pública contra la guerra y en una posición firme de Francia y Alemania. Ante nosotros tenemos el espectro atroz de una horrenda masacre en Iraq y el del nacimiento de un Orden Mundial donde la ONU y el derecho internacional estén sometidos al imperio de la Fuerza de los nuevos déspotas.

Pedro A. García
refundacion@silente.net


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