¿POR QUÉ?
Javier León Poveda
29 de noviembre de 2001

Muchas veces me he planteado la cuestión de ETA, de sus seguidores, de por qué siguen anclados en los tiempos de Franco, en los que sus acciones, sino justificables, sí eran comprensibles. Del mismo modo entiendo y respeto la necesidad de preservar la riqueza cultural de Euskadi, tradiciones, costumbres, idioma, etc... al igual que lo hacemos el resto de Comunidades y países.
 
Lo que no entiendo, o mejor, me resisto a entender, es el significativo atraso político y social del País Vasco. ¿En qué les hemos fallado? ¿Por qué razón el tiempo no ha pasado en la misma medida allí que en el resto del Estado? ¿Por qué siguen teniendo un concepto tan obsoleto de los términos España, español, nacional? ¿Porqué cierta parte de la sociedad vasca no se ha enterado todavía de la tremenda evolución del resto hacia una sociedad sana y feliz?
 
Así, podría plantear un número infinito de preguntas sin respuesta comprensible, salvo realizar otras consideraciones no políticas, es decir, humanas. Lo que más me asusta de todo esto es lo extraordinariamente convencido que hay que estar de una idea como para ser capaz de matar por ella. Eso sí da miedo: Matar no es fácil para nadie salvo que padezca una enfermedad mental. En primer lugar, hay que pensar que es bueno y necesario, sino, ¿cómo sobrevivir a los inevitables remordimientos? No me vale decir que no tienen conciencia, que son desalmados, eso es imposible.
 
Ahí está la fuerza: En la idea, desarrollada y cultivada desde luego por otros, en la manipulación mental, el la formación-deformación, en una educación condicionada y sin otras opciones de juicio, sin datos suficientes para decidir, y por lo tanto, sin libertad.
 
La persecución poítica y policial no hace más que reforzar el sentimiento de tener razón, el morbo de la clandestinidad (en mis tiempos, era asistir a un concierto de Lluis Llach o provocar a los grises, la diferencia es que entonces sí que teníamos razón). Para mí, este error es crucial para todo el proceso. Estoy de acuerdo en perseguir al asesino como al chorizo y al delincuente común por igual. Pero sin la rimbombancia ni de lucha armada ni preso político ni otros términos que en sí son apológicos, puesto que despues de lo que hemos avanzado social, cultural, económica y políticamente, sencillamente esos términos no existen. Creo que basta con el término delincuencia, y me da igual que sea un asesinato planificado.
 
Aquí llego a la conclusión: Me gustaría que alguien se ocupara de que el proceso de formación y educación fuese amplio, diversificado y libre en el Pais Vasco. Es evidente que es la raiz de todo el problema. Los adolescentes, que llevan desde la infancia oyendo una única versión, que son fáciles de ilusionar, de manipular, no pueden llegar a tener una prespectiva libre de la realidad. Están dispuestos e defender a tiros la injusticia de la que están convencidos. Lo demás, lo que se ve y contra lo que se lucha es sólo la punta del iceberg, ¿o es que habría que preguntarse quién(es) se beneficia(n) de esta situación? Pero este es ya un terreno demasiado resbaladizo para mi, un modesto ciudadano de a pié.


RESPOSTA:
Ni tan sana, ni tal feliz, Rafael Pla López, 2-12-1