Muchas veces me he planteado la cuestión
de ETA, de sus seguidores, de por qué siguen anclados en los tiempos
de Franco, en los que sus acciones, sino justificables, sí eran
comprensibles. Del mismo modo entiendo y respeto la necesidad de preservar
la riqueza cultural de Euskadi, tradiciones, costumbres, idioma, etc...
al igual que lo hacemos el resto de Comunidades y países.
Lo que no entiendo, o mejor, me resisto
a entender, es el significativo atraso político y social del País
Vasco. ¿En qué les hemos fallado? ¿Por qué
razón el tiempo no ha pasado en la misma medida allí que
en el resto del Estado? ¿Por qué siguen teniendo un concepto
tan obsoleto de los términos España, español, nacional?
¿Porqué cierta parte de la sociedad vasca no se ha enterado
todavía de la tremenda evolución del resto hacia una sociedad
sana y feliz?
Así, podría plantear
un número infinito de preguntas sin respuesta comprensible, salvo
realizar otras consideraciones no políticas, es decir, humanas.
Lo que más me asusta de todo esto es lo extraordinariamente convencido
que hay que estar de una idea como para ser capaz de matar por ella. Eso
sí da miedo: Matar no es fácil para nadie salvo que padezca
una enfermedad mental. En primer lugar, hay que pensar que es bueno y necesario,
sino, ¿cómo sobrevivir a los inevitables remordimientos?
No me vale decir que no tienen conciencia, que son desalmados, eso es imposible.
Ahí está la fuerza:
En la idea, desarrollada y cultivada desde luego por otros, en la manipulación
mental, el la formación-deformación, en una educación
condicionada y sin otras opciones de juicio, sin datos suficientes para
decidir, y por lo tanto, sin libertad.
La persecución poítica
y policial no hace más que reforzar el sentimiento de tener razón,
el morbo de la clandestinidad (en mis tiempos, era asistir a un concierto
de Lluis Llach o provocar a los grises, la diferencia es que entonces sí
que teníamos razón). Para mí, este error es crucial
para todo el proceso. Estoy de acuerdo en perseguir al asesino como al
chorizo y al delincuente común por igual. Pero sin la rimbombancia
ni de lucha armada ni preso político ni otros términos que
en sí son apológicos, puesto que despues de lo que hemos
avanzado social, cultural, económica y políticamente, sencillamente
esos términos no existen. Creo que basta con el término delincuencia,
y me da igual que sea un asesinato planificado.
Aquí llego a la conclusión:
Me gustaría que alguien se ocupara de que el proceso de formación
y educación fuese amplio, diversificado y libre en el Pais Vasco.
Es evidente que es la raiz de todo el problema. Los adolescentes, que llevan
desde la infancia oyendo una única versión, que son fáciles
de ilusionar, de manipular, no pueden llegar a tener una prespectiva libre
de la realidad. Están dispuestos e defender a tiros la injusticia
de la que están convencidos. Lo demás, lo que se ve y contra
lo que se lucha es sólo la punta del iceberg, ¿o es que habría
que preguntarse quién(es) se beneficia(n) de esta situación?
Pero este es ya un terreno demasiado resbaladizo para mi, un modesto ciudadano
de a pié.