Lo que caracteriza a las propuestas alternativas en el
Ciberespacio es que, lejos de ser horizontes lejanos, consituyen
realidades presentes sustentadas en una lógica alternativa a la
del capitalismo. El desarrollo de redes de comunicación
horizontales y no jerárquicas no es un proyecto para un futuro
lejano pospuesto a una indeterminada toma del poder, sino algo
actualmente en construcción sustentada en la propia arquitectura
de Internet. Una programación libre y de código abierto
basada en la libre colaboración de informáticos de todo
el mundo que ponen a disposición pública el resultado de
sus trabajos, rechazando cualquier propiedad privada sobre los mismos,
no es un sueño fantástico producto de la
imaginación de algún visionario, sino una realidad actual
que podemos encontrar en Internet y en nuestros ordenadores, como
productos del
proyecto
GNU/Linux.
De este modo, la eliminación de la propiedad privada y la
disolución de las estructuras jerárquicas de poder son
para hoy, no un horizonte utópico ni un mero objetivo lejano.
Esta dinámica elimina la separación entre la actividad
cotidiana y los
objetivos últimos. Pero a diferencia de los proyectos
"utópicos" del siglo XIX de Saint Simon, Owen o Fourier, no se
dan en reductos cerrados en ámbitos locales ni pretenden
construir de inmediato colectividades
plenamente comunistas. Por el contrario, tales rasgos comunistas se
extienden por todo el mundo y se producen de forma parcial, en Internet
y
en el Ciberespacio, coexistiendo con el imperialismo y las
multinacionales capitalistas. Pero no son un producto del voluntarismo
de sus autores, sino que su viabilidad descansa en las
condiciones objetivas del medio que utilizan. Si "el medio es el
mensaje" como dijera
McLuhan,
el medio de Internet conlleva en sí una estructura de relaciones
en red incontrolable desde un centro dirigente. Y en la medida en que
el coste de la reproducción de la información es
mínimo, la misma "ley del valor" sustentado en el tiempo de
trabajo socialmente necesario para ella resulta inaplicable, y su
sujeción a las reglas del mercado resulta, esta vez sí,
utópica, como lo son los intentos de evitar la llamada
"piratería" informática.
Y la lucha por introducir rasgos comunistas en el presente, sin
remitirnos a un futuro finita o infinitamente lejano, se da
también fuera del Ciberespacio. Se da, en particular, en la
lucha por desmercantilizar la satisfacción de las necesidades
básicas, a través de servicios públicos gratuitos,
de manera que cada cuál pueda recibir, por ejemplo,
educación y sanidad según sus necesidades. También
aquí, no se trata de construir de forma aislada un proyecto
comunista íntegro, sino de contraponer en aspectos parciales la
lógica comunista a la lógica capitalista. Esta lucha se
da en ámbitos locales, pero también puede enmarcarse en
una acción internacionalista: el verdadero intervencionismo
humanitario se realiza con maestros o personal sanitario, y no con
unidades militares armadas que a lo que responden es a la lógica
imperialista.
Por ello, en el inicio del siglo XXI, podemos afirmar que la vanguardia
objetiva de la lucha por el comunismo la constituyen gentes como los
informáticos que desarrollan software libre o los médicos
cubanos que actúan solidariamente a lo largo y ancho del mundo.