El dinero como mucho puede ser un lubricante.
Pero es el trabajo el que genera valor económico, como planteó en su
día
Ricardo y recogió
Marx. Así, en una economía de
mercado simple, en el que cada trabajador vende el producto de su
propio trabajo, se alcanzaría un equilibrio al intercambiarse productos
del mismo tiempo de trabajo, bien directamente o bien por la
intermediación de dinero como medio de cambio. Y entonces el precio de
cada producto coincidiría con su "valor de cambio", determinado por
dicho tiempo de trabajo (concepto que Marx distingue del "valor de uso"
que sería la utilidad intrínseca del producto).
La aportación central de Marx fue considerar que, en un sistema
capitalista, la fuerza de trabajo es también una mercancía, y en la
medida en que su valor de cambio sea inferior al valor de cambio de lo
que produce, la diferencia entre dichos valores, a la que llamó
"plusvalía", sería lo que ganaría el capitalista propietario de los
medios de producción necesarios para trabajar, por lo que el trabajador
debe venderle su fuerza de trabajo por una cantidad inferior al valor
de cambio de lo que produce.
Ahora bien, como explicó Marx en el tercer volumen de "El Capital", el
capitalismo introduce una distorsión, debido a que el equilibio no se
alcanza cuando se intercambian productos generados por el mismo tiempo
de trabajo (es decir, cuando el precio coincide con el valor de
cambio), sino cuando se intercambian productos para cuya obtención los
capitalistas han invertido el mismo dinero, es decir, cuando se igualan
las "tasas de ganancia" (el cociente entre la ganancia del capitalista
y el dinero invertido por él), en cuyo caso el precio no coincide con
el valor, sino con lo que denominó "precio de producción".
Además, la evolución de los precios de producción y de las tasas de
ganancia reviste una especial complejidad, debido a que se produce en
situaciones de desequilibio generadas por las innovaciones
tecnológicas. En la época de Marx no existían instrumentos matemáticos
para estudiar la evolución de sistemas fuera de la posición de
equilibio, por lo que la teoría de dicha evolución no pudo ser resuelta
correctamente en el tercer volumen de "El Capital". Actualmente sí
disponemos de dichos instrumentos matemáticos, mediante la Dinámica de
Sistemas, tal como se expone en mi trabajo "
A Dynamical Model of Evolution of the Mean
Gain Rate" (
http://www.uv.es/pla/models/GainEvol.htm
).
Ahora bien, ello no quita validez al núcleo central de la "teoría del
valor" de Marx, que permite explicar la generación de plusvalía y así
la misma existencia del capitalismo. Como mucho, habría que introducir
una pequeña rectificación, planteando que el valor de cambio de un
producto viene determinado por el tiempo de trabajo necesario para su
reproducción, en vez de simplemente
para su "producción", teniendo así en cuenta los límites ecológicos
para reponer lo consumido y el trabajo de cuidado de las personas, que
ha sido minusvalorado como trabajo no pagado asignado mayoritariamente
a mujeres (ver al respecto mi trabajo "
La
naturaleza del capitalismo" en
http://www.uv.es/pla/naturcap.htm
).
El dinero, en este contexto, es una mercancía más, cuyo valor de uso es
servir como instrumento de intercambio. Y en todo caso, cuando adopta
la forma de "papel moneda", es un representante del valor de cambio.
El problema es que el desarrollo del capital financiero basado en el
crédito tiende a desvincular el dinero nominal de la riqueza real
generada por el trabajo. Y ello se exacerbó a raíz de la crisis del
petróleo de los años 70 del siglo XX, que al revelar los límites del
crecimiento cuantitativo basado en el consumo de recursos naturales
llevó a sustituir parcialmente dicho crecimiento por el crecimiento del
crédito desvinculado de la riqueza real. Ello impulsó un predominio del
capital financiero que a su vez impulsó el neoliberalismo que sacraliza
el dinero al tiempo que menosprecia el trabajo.
Claro que dicha desvinculación del dinero circulante respecto de la
riqueza real generaba una burbuja financiera global que no era
sostenible, y de hecho era una forma de "esquema de Ponzi" (el sistema
piramidal que sólo permite pagar a los inversores anteriores con el
dinero obtenido de nuevos inversores). Como sabemos, dicha burbuja
estalló en la crisis de 2008. Y cuando tras la aparente recuperación ha
continuado inflándose amenaza con un nuevo y mayor estallido.
Pero el culto neoliberal al dinero ha contaminado también a posiciones
favorables a los parias de la tierra.
Una de dichas contaminaciones es la que se manifiesta en la propuesta
de "Renta Básica" universal e incondicional, que pretende superar la
miseria no mediante la extensión de servicios públicos universales y
gratuitos y la garantía del derecho al trabajo, sino pagando una renta
en dinero a todas las personas, independientemente de sus otros
ingresos y sin contraprestaciones, ignorando la naturaleza real y no
imaginaria del dinero como intrumento de intercambio. Y ello se
justifica con una teoría de "muerte del trabajo" por la robotización,
que no entiende que éste lo que genera potencialmente es un
desplazamiento del trabajo humano a actividades de control,
investigación, innovación, formación y cuidado de las personas. Y un
desarrollo cualitativo basado en la Investigación científica, el
Desarrollo tecnológico y la innovación en el trabajo, el único
desarrollo compatible con los límites ecológicos del planeta, lo que
posibilita es prescindir de los capitalistas y su reinversión
cuantitativa de plusvalía, no de trabajadores y trabajadoras de cuyas
innovaciones cualitativas depende (ver al respecto mi conferencia sobre
"
Innovation and growth in the
Economics of Information" en
https://www.youtube.com/watch?v=3COId6eeTHE
).
Pero dicha contaminación afecta también a la llamada "Teoría Monetaria
Moderna" que contempla el dinero como una manifestación del crédito en
vez de como una representación de la riqueza real generada por el
trabajo, asumiendo así la distorsión introducida por el desarrollo del
capital financiero. Ello le lleva a afirmar que el dinero puede crearse
de forma ilimitada, obviando la burbuja que ello genera.
Claro que el límite del 3% del déficit respecto del PIB es arbitrario.
Pero debemos entender que a medio plazo la economía real no puede
basarse en la generación de déficit, que es en última instancia
insostenible en un mundo ecológicamente limitado, y aunque pueda
recurrirse a déficits a corto plazo para atender necesidades urgentes,
a medio plazo hay que buscar el equilibrio presupuestario, claro que no
mediante la reducción de gastos sociales, sino a través de una drástica
reducción de gastos socialmente improductivos como los militares, y del
aumento de impuestos a los ricos.
Igualmente, hay que impulsar la implantación de un sistema de Trabajo
Garantizado, el cual "
consiste en que
el Estado tiene la obligación de garantizar un puesto de trabajo en
condiciones dignas y de carácter indefinido a toda aquella persona que
quiera y pueda trabajar", como explica
Eduardo Garzón en el Mundo Obrero de
septiembre de 2017. Pero no puede afirmarse que "
nunca nos deberíamos preocupar por la
financiación, teniendo en cuenta que esta se consigue siempre de forma
ilimitada porque el dinero es una invención del ser humano".
Hay que tener en cuenta que, aunque parte del Trabajo Garantizado pueda
generar producción para el mercado y recuperar así directamente el
dinero invertido en él, en buena medida iría dirigida a actividades
socialmente útiles pero precisamente no cubiertas por el mercado
laboral, sino generadoras de servicios públicos gratuitos, por lo que
necesariamente tendrá que financiarse mediante impuestos. Puede
encontrarse un análisis de su sostenibilidad en mi trabajo "
Treball Garantit versus Renda Bàsica"
en
http://www.uv.es/pla/tregavrb.htm