LA ESCALADA
Los orificios a los que me adhiero
salvan mi vida cada vez, por cada centímetro de ascensión.
Concentro mi energía en
cada recoveco y hundo las yemas de mis dedos en el fondo pétreo,
donde otras manos me darán cobijo.
Así fue siempre, así
es ahora.
Cada vez introduzco más
mi ser en cada rendija. Me guío por cada reflejo por cada luz. Las
verdes siguen esperanzadas de poder volcar tinteros rojos sobre una anodina
trayectoria vital.
Buscar en ascenso la luz y el
color. Todos los arco iris están por las nubes. El dilema es alcanzarlos
sin perecer en el intento. Deslizarse en el color y vivir para contarlo.
La cumbre está cada vez
más cerca.
Un ascenso que es el descenso
a los infiernos. El vértice de la mole es el principio del fin. Tierra
escasa, tierra de nadie. Un escaso casi metro cuadrado desde donde, y si
no hay nubes (siempre hay), divisar la tierra de promisión y oportunidades.
Me dejo las últimas virutas
de piel reptilinea sobre las aristas de la montaña de mi vida y sí,
llego a la cumbre.
Las instrucciones eran correctas,
un metro cuadrado de inestable terreno me sustenta, al fondo la linea del
mar de mi vida y de la muerte de otras que ya no están.
Abajo, como esperaba, como temía,
las nubes de mi incertidumbre y de tu indecisión.
No hay más certeza en mí
que el próximo movimiento, no hay más verdad en el tiempo
que el avance al vacio.
Salto.