Una trompa de sonido profundo anuncia nuestra llegada y somos agasajados por infinidad de instrumentos de brisa y de tierra. En el núcleo la música es la materia del alma y se nos enrolla a las piernas elevándonos del suelo.
La vuelta al principio, al origen terreno de la vida y al final último de la muerte genera en Antonio y en mi el éxtasis de estar más cerca de la solución de la incertidumbre esencial. Es imposible, no existe.
Me doblego ante ti que eres bella y perfecta, pues aquí llegamos mi compañero y yo para dar testimonio de tu máxima perfección. Al final y en el fondo como no podía ser de otra manera una mujer nos corrige la trayectoria indicándonos el camino hacia la belleza. Por supuesto le obedecemos, ¿que otra cosa podríamos hacer?