La Manchuela |
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Localización
Se encuentra al este de Castilla-La Mancha y comprende
buena parte del norte de la provincia de Albacete y el sur de la de
Cuenca. Toda esta comarca está enmarcada al Norte por la Serranía
conquense, al Sur por los llanos de La Mancha de Montearagón, al Oeste
por La Mancha central, y finalmente al Este por la parte castellana
de la provincia de Valencia, límite que viene marcado por el río Cabriel. Historia
Se trata de un lugar de antiquísimo poblamiento. Los
íberos fueron los primeros habitantes de estas tierras como demuestran
importantes yacimientos que hoy en día podemos contemplar en diferentes
museos nacionales (el tesoro de Abengibre, compuesto por varios platos
de plata se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, o el caballo
enjaezado de Casas de Juan Núñez en el Museo Arqueológico de Albacete).
De la época romana aún se encuentran un mayor número de yacimientos
ya que no hay rincón de toda esta comarca estudiada que no posea restos
(mosaicos y un puente romano en Tarazona, termas en Fuentealbilla,
restos de cerámica y vidrio en Madrigueras, etc.) incluso alguna de
las localidades se corresponden con ciudades romanas como Iniesta
que era la antigua Egelasta, o las importantísimas ruinas de Valeria,
no muy lejos de aquí se encuentran Saltigi, Libisosa, o Segóbriga.
Todo este terreno se encontraba atravesado por infinidad de rutas
comerciales romanas. De la época visigoda apenas quedan restos (Alarcón,
Valeria), sin embargo podemos decir que con la invasión de los árabes
en el año 711, toda esta zona llega a uno de sus períodos de máximo
explendor cultural, así se establecieron importantísimos núcleos de
población como Alcalá del Júcar, Jorquera, Almodovar del Pinar, La
Roda, Ves, Alarcón, Campillo de Altobuey, etc.) Toda la comarca quedó reconquistada por las tropas cristianas
tras la caída de Cuenca en el año 1177. Ese mismo año se reconquistó
Alarcón a la que se dotó del mismo fuero que Cuenca. Durante el siglo
XII, y parte del XIII se completó la reconquista bajo el reinado de
Alfonso VIII, siendo repoblados todos estos pueblos por vascos, aragoneses
y navarros. En el siglo XIV se crea el Marquesado de Villena (el
más antiguo de Castilla) al que pertenecerán todos estos pueblos.
Este título permanece en la familia Aragón hasta la muerte del último
descendiente de esta familia Don Enrique, el Nigromántico; momento
en que pasa el título a Don Juan Pacheco (uno de los personajes más
intrigantes y soberbios que ha dado la historia) que llega a establecer
un reino casi independiente para sí y sus descendientes. Será con
los Reyes Católicos cuando se comience a recuperar a estas localidades
para la corona, proceso que no acabará hasta el siglo XIX con la desaparición
de los Señoríos. Durante los siglos XVI-XVIII es cuando estos pueblos
comienzan a obtener el título de villas y con la independencia lograda
se alcanza un auge económico que produce la proliferación de la mayoría
de los monumentos que hoy en día podemos ver. Los últimos episodios que se viven en estas tierras
hasta la fecha de hoy son referentes a diversas batallas durante las
Guerras Carlistas, y la Invasión Napoleónica en el siglo XIX, así como el hecho de que durante la Guerra Civil varias de estas localidades
fueron sede de las Brigadas Internacionales (Tarazona de la Mancha,
Madrigueras, etc.). Pueblos y gente
Tierra de gran riqueza paisajística y monumental, los
pueblos de la zona se corresponden en la mayoría de los casos a la
fisonomía típica de población manchega: conjuntos de casas agrupadas
en torno a la plaza y a la iglesia del pueblo. La vivienda tradicional es de tapial (barro prensado)
y se componía alrededor de un patio central al que daban todas las
dependencias de la casa, y el acceso a las dependencias de los animales.
En la primera planta estaba situada el almacén, llamado por estos
pueblos cámara, en donde se guardaban los productos del campo. Las gentes de estos pueblos son tranquilos, acostumbrados
a llevar bastante vida social por lo que tienen un carácter abierto
y alegre que inunda todas las festividades que se celebran durante
el año, en especial los días de las fiestas patronales. La base económica de todos estos pueblos sigue siendo
hoy en día el sector primario, es decir, la agricultura y la ganadería.
En la agricultura coexisten tanto el cultivo de secano (cereal, vid,
girasol, etc.) junto con el regadío en el que se cultiva todo tipo
de producto hortícola como el tomate, la cebolla, la patata, el maíz,
etc. Con el tiempo se han ido introduciendo otros cultivos como el
champiñón. En ganadería son el porcino y el ovino los dos más importantes. Patrimonio
Es muy numeroso el patrimonio monumental y arquitectónico
de los pueblos de toda esta zona. Muchos tienen importantes restos
de época romana (Iniesta, Las Valeras), otros conservan un importante
patrimonio árabe (las murallas almohades de Jorquera), y sobre todo,
monumentos medievales como Alarcón, La Roda, Alcalá del Júcar, Ves,etc. Muchas pueblos conservan un importante patrimonio tanto
civil (casonas de los siglos XVI-XVIII) como religioso (iglesias,
conventos santuarios). Este rico patrimonio se puede contemplar en
Sisante, Campillo de Altobuey, Tarazona de la Mancha, La Roda, Villanueva
de La Jara, Iniesta, Jorquera, Alarcón, etc. También hay bellísimas
iglesias góticas (Jorquera, La Gineta, Mahora, Villanueva de la Jara,
etc.) o renacentistas (Tarazona, Campillo, La Roda, Almodovar del
Pinar, Alarcón, Motilla, Casas Ibáñez), incluso algunas ya con
retazos barrocos (Madrigueras, Fuentealbilla, Alborea, camarín de
la iglesia de Villanueva de la Jara, etc.). Varias son las plazas
mayores de gran belleza (Iniesta, Villanueva de la Jara, Alarcón y
sobre todo la de Tarazona de la Mancha). Muchos son también los castillos
que salpican toda la zona (Alarcón, Carcelén, Villa de Ves, Jorquera
o Alcalá del Júcar). Es por tanto una zona en la que rara es la localidad
en la que no merece la pena pararse para admirar algunos de sus monumentos
que en muchos casos se ven realzados por el entorno natural en el
que se encuentran, este es el caso de Alcalá del Júcar, Jorquera y
Alarcón, pueblos situados en roquedales rodeados por el río Júcar
que hace de foso natural alrededor de sus murallas y castillos. Naturaleza
Estamos en La Mancha, por lo que el paisaje predominante
es la llanura ondulante cubierta de cultivos y pinares. Los dos ríos
que caracterizan esta comarca (Júcar y Cabriel) han labrado con el
paso del tiempo un entorno natural de gran belleza, dando lugar a
una variante climática algo más húmeda. El Júcar ha formado un espectacular foso de abrupto
relieve conocido como la Hoz del Júcar en la que los pueblos se han
adaptado a la orografía, colocándose sobre los estratos (Jorquera),
bajo ellos (La Recueja, Cubas) o encaramándose a ellos (Alcalá del
Júcar y su pequeña aldea Tolosa). La Hoz del Cabriel también está formada por farallones
de roca poco erosionable, creando otro cañón que tiene su mejor exponente
en el paraje de "Los Cuchillos", donde las rocas alcanzan
su mayor verticalidad y agudeza. Esta zona del río Cabriel ha merecido
la denominación de Reserva Natural. La flora de toda la comarca es de tipo mediterráneo,
siendo las plantas y árboles más comunes el romero, el esparto, el
chopo, las encinas, nogales, pinos piñoneros, sabinas, almendros,
etc. Entre la fauna merece la pena destacar al jabalí, el
lince, la liebre, el conejo, perdices, mochuelos, búhos, lechuzas,
cuervos, urracas, cernícalos, torcaces, abubillas, gavilanes, etc. La
Manchuela albaceteña
En Madrigueras encontramos a los últimos artesanos de "romanas", una bonita
fachada Rococó en la iglesia parroquial de San Pedro y San Pablo del
s. XVIII, templo de grandes proporciones y planta única. El interior
es de gran sobriedad y sobre el frontón se encuentra una estatua de
San Pedro. El arquitecto, según reza una inscripción, fue el turolense
José Martín de Aldehuela, que en el s. XVIII trabajaba en Cuenca para
el Cabildo de la catedral. También encontramos una destacada industria
cuchillera y una gran concentración de cooperativas y bodegas.. En Las Navas
de Jorquera se pueden ver las reliquias de San Eleuterio y San
Liberato, albergadas en su iglesia, o, de camino a Cenizate, al "chozo
roscao" una de las más claras muestras de la arquitectura tradicional
de La Manchuela. En Cenizate conviene visitar la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Nieves,
declarada monumento de interés cultural, en cuyo interior se encuentra
un precioso retablo barroco de San Antonio (siglo XVII), con pilastras
de formas humanas y realizado en madera tallada y policromada, colocado
en el altar mayor tras su restauración, además unos frescos pertenecientes
a la pintura ornamental mediterránea de los siglos XVIII y XIX, y
dos óleos sobre madera del XVII: Crucifixión (único resto conservado
del antiguo retablo mayor de la iglesia) y el Retablo de San Martín. Próxima a Fuentealbilla se encuentra la llamada Cueva del Niño, de interés espeleológico,
y el llamado "Galayo", cazadero prehistórico. Del mismo
modo se han encontrado yacimientos de origen ibérico. Es una
población de antiguos orígenes, destaca desde el punto de vista arqueológico
por una construcción romana del s. III conocida como Fuente Grande
o Fuente de la Mora. Merece la pena visitar su iglesia parroquial
de Santiago, barroca del s. XVII, con un aire exterior levantino.
En la plaza se conserva una fuente del s. XVIII. Existen unas importantes
salinas que fueron muy explotadas durante la Edad Media y Felipe II
se la cambió a la familia propietaria por el señorío de la villa de
Alpera en siglo XV. El
pueblo surgió en torno a un nacimiento de agua salada y un "caput
aquae" o distribuidor de agua, también de origen romano. Para los amantes del arte, la visita a Golosalvo es obligada. En este pueblo
está ubicada la iglesia parroquial de San Jorge (siglo XVIII) donde
se conserva la única estatua ecuestre de Salzillo, un San Simeón del
mismo autor y una Virgen del Rosario barroca. Mahora nos traslada a un mundo pretérito cargado de esplendor
durante los siglos XVII y XVIII, donde se entremezclan los más diversos
estilos: gótico, renacimiento, rococó. Destacan la parroquia de la
Asunción, levantada con el patronazgo del Marqués de Villena. Es una
construcción del s. XVIII y lo más característico es su torre de planta
cuadrada que se remata con un cuerpo octogonal con chapitel y la combinación
de estilos desde el gótico al barroco. La sacristía conserva unas
grisallas de los ss. XVI-XVII, y un crucificado de marfil hispanofilipino
del s. XVII y un bello Niño Jesús, parte del convento franciscano
de la Concepción de Nuestra Señora, en las afueras. Hay numerosas
casas nobiliarias con portadas de sillería y labras heráldicas y una
casa-palacio con portada y torre de finales del seiscientos. En el término municipal de Abengibre se han hallado importantes restos ibéricos como los platos
de plata de Abengibre. Estos fueron hallados en 1934 en el llamado
Vallejo de las Viñas, tienen una antigüedad de más 2.500 años y sus
inscripciones todavía no están totalmente descifradas. Aunque la vajilla
original permanece en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, actualmente
hay ocho réplicas de distintos tamaños de los 22 platos que componen
la colección expuestas en la Casa de la Cultura de Abengibre. En
Casas Ibáñez, eje de toda la comarca de
La Manchuela, está la iglesia parroquial; obra barroca del s. XVII
y comienzos del XVIII, con sucesivas reformas y que alberga un notable
Cristo de marfil. En las afueras se levanta la Ermita de la Virgen
de la Cabeza. A
seis kilómetros de Casas Ibáñez se encuentra Alborea,
del árabe Al-Burayat, "la torrecilla", cuyo origen proviene
de una torre del s. VIII que fue construida para vigilar la calzada
de Chinchilla a Requena; fue una de las aduanas del Señorío de Villena
en el camino al reino de Valencia.
Su iglesia parroquial de la Natividad, conocida como la Catedral
de La Manchuela, es una curiosa construcción iniciada en el s. XVI
en estilo gótico, aprovechando una de las paredes de la torre árabe
que todavía se conserva, continuada a finales del XVI y ampliada en
el XVII. Destaca una capilla lateral decorada con frescos del s. XVIII. Villatoya, junto al río Cabriel, está
en un paraje de gran belleza, y en sus inmediaciones encontramos dos
balnearios de aguas medicinales, al parecer ya utilizados desde tiempos
de los romanos. El de la Concepción data de 1.848 y sus aguas termales
tienen excelentes propiedades terapéuticas. En la aldea de CILANCO
podemos ver muestras típicas de la arquitectura tradicional como uno
de los lavaderos y un cuidado sistemas de distribución de aguas para
riego y, entre frondosos pinares, restos de la calzada romana. En
la comarca que se conoce como el Rincón de Ves, el primer pueblo que
encontramos es Casas de Ves con una iglesia barroca,
bajo la advocación de Santa Quiteria. Más abajo de Casas de Ves, la
antigua Villa de Ves, es un despoblado situado
en lo alto de una montaña sobre el Júcar, dominando un excepcional
paisaje sobre el embalse del Molinar. Fue nombrada villazgo por Alfonso
X en 1.272. El castillo es de origen árabe y sus murallas se restauraron
en las Guerras Carlistas, el interior está ocupado por un viejo cementerio.
La antigua iglesia es hoy el Santuario del Cristo de la Vida, cuya
romería se celebra el 14 de septiembre. Es obra de finales del gótico,
del s. XVI, bello interior con retablos de los ss. XVI y XVIII. En
este santuario, a través de una trampilla abierta en el suelo, se
desciende a unas profundas criptas con algunas momias. Desde aquí hacia Alcalá del Júcar, el paisaje en torno al río es muy agreste y corre entre cañones de una belleza extraordinaria. Retornamos a Casas de Ves para tomar la carretera que nos lleva a Alcalá del Júcar, sin duda uno de los pueblos más espectaculares y pintorescos de toda la Manchuela; su situación y el excepcional paisaje de la hoz, hace que en cuanto aparece ante nuestros ojos, sintamos la necesidad de detener la marcha para poderlo contemplar en toda su grandiosidad. Sus casas trepan hacia el castillo que se asoma a la hoz formada a sus pies por el río; calles estrechas y empinadas que se adaptan al terreno y un caserío popular bien conservado, con algunas casas excavadas en la roca. Es un importante núcleo turístico y símbolo de la comarca. Alcalá
del júcar
Las
primeras noticias documentales son de 1.552 y de épocas anteriores
datan algunas leyendas como la del rey moro Garadén, que habitaba
en una de las cuevas naturales tan frecuentes en estos parajes. En
una de las paredes verticales de la hoz se encuentra la cueva fortificada
por los árabes y que ha dado lugar a la leyenda. Fue aduana en el
Camino real de Castilla a Levante. El castillo es de origen almohade,
reconstruido en época cristiana, y todavía sirvió de baluarte en las
Guerras Carlistas; ha sido restaurado recientemente. En
unas crónicas escritas en el año 1579 por el Señor Francisco Jiménez,
por encargo de Don Diego Velázquez, gobernador y justicia mayor del
Marquesado de Villena y en orden de su Majestad el Rey Don Felipe
II de Castilla, aumentadas más tarde por los escritores Joaquín Ros
y Erostarbe, dicen, que, en sus orígenes ibéricos, este pueblo existió
con el nombre de Villar de Piedra en el paraje denominado hoy Los
Villares, muy cerca del llamado Cerro Redondo bautizado más tarde
con el término musulman ALCARRA que significa "Casa de Dios"
o "Casa de Oración". Luego con el asentamiento musulmán
y la construcción del Castillo el pueblo bajó a vivir dentro de él
y así bajando poco a poco la ladera de la montaña hasta llegar al
margen del río pasando a denominarse Alcalá del río (Al=El y Cala=Castillo).
Posteriormente, al haber coincidencia de nombres con otro pueblo de
Sevilla llamado como éste Alcalá del río, se pasó a llamar Alcalá
del río Júcar, hasta llegar a hoy como Alcalá del Júcar. Según aparece
reflejado en el Código de Alarcón, esta villa fue despojada del dominio
musulman por el Rey Don Alfonso de Castilla en el año 1211. Luego
de ser conquistado Alcalá, quedó como aldea de Jorquera, pasando luego
a pertenecer a los Reyes de Castilla y al infante Don Manuel Alonso
Pérez de Viveros, a quien hizo matar Don Álvaro de Luna, condestable
de Castilla y también de Don Juan Pacheco, Marqués de Villena. Posteriormente
a su conquista y sin dejar de pertenecer a los Reyes de Castilla pasó
a ser del Marqués de Villena. A partir de ese momento sabemos que
se le concedió el nombramiento de Villa a petición del propio marqués,
independizándola así de Jorquera, pasando a ser villa de la provincia
de Cuenca. Fernando
VI, luego de reunir cortes por primera vez en Madrid en el año 1329,
le concedió como escudo de armas la aspas de San Andrés. La
eclesiástica era ejercida por el Arcipreste de Jorquera, siendo obispado
de Cartagena. Era puerto seco y casa de aduana para el Reino de Valencia.
En este pueblo se producía seda de calidad superior a la del Reino
de Murcia. Contaba con un puente de "cal y canto" de cinco
arcadas muy rico y muy bien edificado, siendo el mejor del río Júcar. El
puente sobre el río, de origen romano y reconstruido en el s. XVIII,
nos ofrece una magnífica vista y nos da acceso a la cercana e interesante
iglesia parroquial de San Andrés, de los s. XVI y XVIII, con pórtico
de entrada neoclásico. Al otro lado del río, en el cerro, se encuentra
una curiosísima plaza de toros, única por su situación, construcción
y forma irregular. Algunas de las cuevas se han convertido en mesones
y alguna se asoma a la otra parte de la hoz; mantienen todo el año
la misma temperatura de forma natural. Para
disfrutar de una magnífica vista, subir hasta de las Casas del Cerro
o las Eras de Alcalá. La vista nocturna con la ciudad iluminada es
un gran espectáculo. Remontando
el Júcar en un paseo por la hoz, a tres kilómetros, se encuentra la
Ermita de San Lorenzo, del s. XVIII, a donde se trae la estatua del
santo, en andas, el nueve de agosto. Los danzantes bailan las típicas
danzas como la "Jota de Tres". En frente se encuentra la
citada cueva fortificada del moro Garadén. Sin dejar el curso del
río llegamos a La Recueja, donde podremos disfrutar del paisaje. Seguimos
río arriba y tras un recodo de la carretera aparece Jorquera, encaramada en la roca, con el río circundándola a sus pies
y mostrándonos una imagen excepcional. Toda la zona estuvo ya poblada
en época ibérica y romana como atestiguan los yacimientos de Los Villares,
la Asomá y el Cerro Pelao, y las mismas ruinas del castillo y las
tumbas del s. VI encontradas en los alrededores. En época árabe es
cuando se convierte, con los otros poblados del Júcar, en fortalezas
inexpugnables y de gran valor estratégico. Es
la antigua Xurquera, capital administrativa y señorial de este estado
y dependiente del Señorío de Villena, jugó un importante papel en
la Edad Media. El conjunto urbano presenta una traza de origen medieval
y es posible que la antigua población estuviera en lo más alto del
cerro para, a partir del s. XV, extenderse por la ladera, época en
la que se volvió a fortificar. Conserva restos de la alcazaba almohade
y de la muralla; del s. XV, las puertas de la Villa, la Nueva y la
Blanca, o de Doña Blanca, que ha dado lugar a muchísimas leyendas
acerca de una dama o reina prisionera. En la realidad es una construcción
de planta pentagonal y forma prismática encargada por el Marqués de
Villena al artífice Martín Sánchez de Bonifacio y su hijo. Destacar en la población su iglesia parroquial de Nuestra Señora
de la Asunción, del s. XVI, transición del gótico al renacimiento.
En el interior algunas pinturas de calidad y sobre todo una cruz manierista
de plata del s. XVI, de taller murciano. En buena parte de la población
aún perviven edificios medievales y numerosas casas blasonadas. A
pocos kilómetros de la población, en un bello paraje junto al Júcar,
se encuentra la pedanía de Cubas, donde se venera la patrona de Jorquera,
en la ermita que se encuentra al pie de un imponente paredón. La romería
se celebra el penúltimo domingo de abril, llevando a la Virgen hasta
Jorquera en procesión por toda la hoz del río. El 22, día de la fiesta
grande, se devolverá la imagen a Cubas en medio de la fiesta de Moros
y Cristianos. Aquí podremos ver gran número de casas-cueva. Seguimos
camino por la hoz hasta Valdeganga donde podremos ver su iglesia barroca de la Concepción. La visita de algunos pueblos del llano representan
una alternativa para cambiar de paisaje y contemplar estupendas panorámicas
desde la planicie. Así dejando la Hoz del Júcar a su paso por Jorquera
y tomando la carretera que conduce a Casas de Juan Núñez, es
obligado hacer un alto en el camino para asomarse a los miradores
mencionados anteriormente. Una vez llegados al pueblo merece la pena
pasear por el barrio de casas-cueva. Pozo
Lorente, por sus cotos de caza con abundantes especies, ofrece
a todos los aficionados a este deporte un notable interés cinegético. En Alatoz
podemos visitar su iglesia dieciochesca de San Juan Bautista,
declarada de interés cultural, con retablo neoclásico. Los alrededores
de este pueblo son motivo y excusa para detenerse y realizar alguna
excursión a pie. En Carcelén (uno de los pueblos del llano más interesantes) destaca especialmente
el castillo fortaleza, del que se tiene escasa información, sabiendo
únicamente que fue antigua mansión señorial y que está fechado hacia
el s. XV. En el ámbito festivo y tradicional, la celebración de la
noche de "Los Montones" es visita obligada para cualquier
curioso. Se celebra en el mes de Agosto y da comienzo a las fiestas
mayores de Carcelén. Consiste en una desesperada carrera de antorchas
a través del monte que culmina con una gran hoguera en honor al Cristo.
Los orígenes ancestrales de esta fiesta nos remiten a la persecución
y quema de brujas. |
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