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Subsecciones

3.2 Gobernabilidad disciplinaria

Pareciera políticamente imposible para una democracia capitalista organizar gastos en la medida necesaria para realizar el gran experimento que probaría mi caso --excepto en condiciones de guerra.

John Maynard Keynes, Julio 29, 1940

El viejo imperialismo --la explotación para beneficio del extranjero-- no tiene cabida en nuestros planes.

Presidente Harry S. Truman, Enero 20, 1949
La primera gran oleada de análisis teóricos marxistas sobre el imperialismo aparece alrededor del período de la Primera Guerra Mundial. Este período fue también el comienzo de algunos cambios profundos en el sistema capitalista mundial. Habiendo ocurrido la Revolución Soviética de 1917 y la primera gran guerra interimperialista, era claro que el desarrollo capitalista no continuaría como antes. Había, como hemos dicho, una opción clara: o la revolución comunista mundial o la transformación del imperialismo capitalista hacia el Imperio. El capital debía responder a este desafío, pero las condiciones en todo el mundo no le eran muy favorables. En la década de 1920 el desorden del desarrollo capitalista en los países imperialistas había alcanzado su pico. El crecimiento y la concentración de la producción industrial, que la guerra había empujado hasta el extremo, continuaron aceleradamente en las naciones capitalistas dominantes, y la diseminación del Taylorismo condujo a niveles cada vez más altos de productividad. Esta organización racional del trabajo, sin embargo, no condujo a una organización racional de los mercados, sino que acentuó su anarquía. Los regímenes salariales en los países dominantes se volvieron aún más fuertes y rígidos con el modelo Fordista. Los regímenes fijos de altos salarios funcionaron en parte como respuesta a la amenaza conjurada por la Revolución de Octubre, una inoculación contra la diseminación de la enfermedad comunista. Mientras tanto, la expansión colonial continuaba sin tregua con la división de los despojos territoriales de Alemania, Austria y Turquía entre los victoriosos, bajo los trapos sucios de la Liga de la Naciones.

Este juego de factores subyacía a la gran crisis económica de 1929 --crisis tanto de sobreinversión capitalista como de subconsumo proletario en los países capitalistas dominantes.3.34 Cuando el ``Viernes Negro'' en Wall Street declaró oficialmente abierta la crisis, los dirigentes debieron enfrentar los problemas generales del sistema capitalista y hallar una solución, si alguna era aún posible. Lo que debían haber hecho durante las negociaciones de paz de Versalles --ocuparse de las causas de la guerra interimperialista en lugar de, simplemente, castigar a los vencidos3.35-- debía ahora ser hecho dentro de cada país individual. El capitalismo debería ser transformado radicalmente. Sin embargo, los gobiernos de las principales potencias imperialistas no estaban en condición de efectuar esto. En Gran Bretaña y Francia la reforma nunca sucedió realmente, y los pocos intentos se empantanaron ante la reacción conservadora. En Italia y Alemania el proyecto para reestructurar las relaciones capitalistas derivó eventualmente en el nazismo y el fascismo.3.36 También en Japón el crecimiento capitalista tomó la forma del militarismo y el imperialismo.3.37 Sólo en los Estados Unidos la reforma capitalista se puso en marcha, siendo propuesta como un Nuevo Acuerdo (New Deal) democrático. El Nuevo Acuerdo constituyó un desvío real de las formas burguesas previas de regulación del desarrollo económico. Para nuestro análisis, la importancia del Nuevo Acuerdo debe ser observada no sólo en términos de su capacidad para reestructurar las relaciones de producción y poder dentro de un país capitalista dominante, sino también en términos de sus efectos en todo el mundo-efectos que no fueron directos o de avanzada, pero, sin embargo, profundos. Con el Nuevo Acuerdo el verdadero proceso de superar al imperialismo comenzó a afirmarse.

3.2.1 Un Nuevo Acuerdo para el Mundo

En los Estados Unidos el Nuevo Acuerdo fue apoyado por una fuerte subjetividad política tanto entre las fuerzas populares como en la elite. La continuidad de las caras populista y liberal del progresismo americano, desde el principio del siglo, convergieron en el programa de Franklin Delano Roosevelt. Sería acertado decir que FDR resolvió las contradicciones del progresismo americano forjando una síntesis entre la vocación imperialista y el capitalismo reformista, representados por Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson.3.38 La subjetividad fue la fuerza conductora que transformó al capitalismo de Estados Unidos, renovando a la sociedad norteamericana en este proceso. El Estado fue celebrado no sólo como mediador de conflictos sino también como motor del movimiento social. Las transformaciones de la estructura jurídica del Estado pusieron en acción mecanismos de procedimiento que posibilitaron la fuerte participación y expresión de una amplia pluralidad de fuerzas sociales. El Estado también ocupó el rol central en la regulación económica, puesto que el Keynesianismo fue aplicado a las políticas laborales y monetarias. El capitalismo de los Estados Unidos fue lanzado hacia delante por estas reformas, y se desarrolló en un régimen de altos salarios, alto consumo y, también, alta conflictividad. De este desarrollo devino la trinidad que constituiría el moderno Estado de Bienestar: una síntesis de Taylorismo en la organización del trabajo, Fordismo en el régimen salarial y Keynesianismo en las regulaciones macroeconómicas de la sociedad.3.39 No fue un Estado de Bienestar producto de políticas económicas y sociales que mezclaron la asistencia pública y los incentivos imperialistas, como en el caso de Europa, sino uno que invistió en su totalidad las relaciones sociales, imponiendo un régimen de disciplina acompañado de una mayor participación en los procesos de acumulación. Fue un capitalismo que quiso ser transparente, regulado por un Estado que ejerció la planificación liberal.

Deseamos aclarar que nuestra apología del Estado de Bienestar de Roosevelt está exagerada aquí a fin de demostrar nuestra tesis central: que el modelo del Nuevo Acuerdo (en respuesta a la crisis común a todos los Estados capitalistas dominantes tras la Primera Guerra Mundial) fue la primera instancia de una nueva subjetividad que apuntó en dirección al Imperio. El Nuevo Acuerdo produjo la forma más elevada de gobierno disciplinario. Y cuando hablamos de gobierno disciplinario no nos referimos simplemente a las formas jurídicas y políticas que lo organizan. Nos referimos principalmente al hecho que en una sociedad disciplinaria, toda la sociedad, con todas sus articulaciones productivas y reproductivas, es subsumida bajo el comando del capital y el Estado, y que la sociedad tiende, gradualmente pero de modo indetenible, a ser dirigida únicamente por criterios de producción capitalista. Una sociedad disciplinaria es, por ello, una sociedad-factoría.3.40 El disciplinamiento es al mismo tiempo una forma de producción y una forma de gobierno, de modo tal que la producción disciplinaria y la sociedad disciplinaria tienden a coincidir completamente. En esta nueva sociedad-factoría, las subjetividades productivas son forjadas como funciones unidimensionales del desarrollo económico. Las figuras, estructuras y jerarquías de la división del trabajo social se vuelven aún más diseminadas y mínimamente definidas en la medida en que la sociedad civil es cada vez más absorbida por el Estado: las nuevas reglas de subordinación y los regímenes capitalistas disciplinarios se extienden por todo el terreno social.3.41 Es precisamente cuando el régimen disciplinario es empujado a su más alto nivel y su más completa aplicación que se revela como el límite extremo de un orden social, una sociedad en proceso de ser superada. Ciertamente, esto se debe en gran medida al motor detrás del proceso, las dinámicas subjetivas de resistencia y rebelión, a las cuales regresaremos en la próxima sección.

El modelo del Nuevo Acuerdo, entonces, fue un desarrollo propio de la política de Estados Unidos, una respuesta a la crisis económica doméstica, pero fue también una bandera que las fuerzas armadas de Estados Unidos flamearon durante todo el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Se han dado múltiples explicaciones al motivo del ingreso de Estados Unidos a dicha guerra. Roosevelt siempre sostuvo que fueron empujados contra su voluntad por la dinámica de la política internacional. Keynes y los economistas pensaron, en realidad, que las necesidades del Nuevo Acuerdo-confrontado como estaba en 1937 por un nuevo tipo de crisis, desafiado por la presión política de las demandas de los trabajadores-habían obligado a los Estados Unidos a elegir el camino de la guerra. Enfrentados a una lucha internacional por un nuevo reparto del mercado mundial, los Estados Unidos no pudieron evitar la guerra, en especial porque con el Nuevo Acuerdo, la economía norteamericana había entrado en una nueva fase expansiva. En cualquier caso, el ingreso de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial ató indisolublemente al Nuevo Acuerdo con la crisis de los imperialismos europeos y proyectó al Nuevo Acuerdo en la escena del gobierno mundial como un modelo sucesor, alternativo. Desde ese punto de vista, los efectos de las reformas del Nuevo Acuerdo iban a ser sentidos sobre todo el terreno mundial.

Ante las consecuencias de la guerra, muchos vieron al modelo del Nuevo Acuerdo como el único camino para la recuperación mundial (bajo el pacífico poder hegemónico de Estados Unidos). Como escribió un comentarista norteamericano, ``Sólo un Nuevo Acuerdo para el mundo, más extenso y consistente que nuestro titubeante Nuevo Acuerdo, podrá evitar que ocurra una Tercera Guerra Mundial''.3.42 Los proyectos de reconstrucción económica lanzados tras la Segunda Guerra Mundial impusieron de hecho en todos los países capitalistas dominantes, tanto los Aliados vencedores como las potencias derrotadas, la adhesión al expansivo modelo de sociedad disciplinaria según el marco construido por el Nuevo Acuerdo. Así fueron transformadas sustancialmente las formas previas, europeas y japonesas, de asistencia-pública basada en el Estado y el desarrollo del Estado corporativista (tanto en su forma liberal como en la nacional-socialista). Había nacido el ``Estado social'', o en verdad el Estado disciplinario global, que tomó en cuenta más amplia y profundamente los ciclos vitales de las poblaciones, ordenando su producción y reproducción dentro de un esquema de contrato colectivo fijado por un régimen monetario estable. Al extenderse la hegemonía de Estados Unidos el dólar se volvió rey. La iniciativa del dólar (mediante el Plan Marshall en Europa y la reconstrucción económica en Japón) fue el camino ineludible para la reconstrucción de posguerra; el establecimiento de la hegemonía del dólar (mediante los acuerdos de Bretón Woods) se unió a la estabilidad de todos los patrones de valor; y el poder militar de Estados Unidos determinó el ejercicio final de la soberanía respecto de cada uno de los paises capitalistas dominantes y subordinados. Hasta la década de 1960 este modelo fue expandido y perfeccionado. Fue la Era Dorada de la reforma del Nuevo Acuerdo del capitalismo en el estadio mundial.3.43

3.2.2 Descolonización, Descentramiento y Disciplina

Como resultado del proyecto de reforma económica y social iniciado bajo la hegemonía de Estados Unidos, las políticas imperialistas de los países capitalistas dominantes se transformó en el período de posguerra. La nueva escena global fue definida y organizada principalmente alrededor de tres mecanismos o aparatos: (1) el proceso de descolonización que recompuso gradualmente al mercado mundial a lo largo de líneas jerárquicas ramificadas desde los Estados Unidos; (2) la descentralización gradual de la producción; y (3) la construcción de una red de relaciones internacionales que distribuyen por todo el planeta el régimen productivo disciplinario y la sociedad disciplinaria en sus sucesivas evoluciones. Cada uno de estos aspectos constituye un paso en la evolución del imperialismo al Imperio.

La descolonización, el primer mecanismo, fue ciertamente un proceso amargo y feroz. Ya lo hemos tratado brevemente en la Sección 2.3, y vimos sus momentos convulsivos desde el punto de vista de los colonizados en lucha. Aquí debemos historizar el proceso desde el punto de vista de los poderes dominantes. Los territorios coloniales de los derrotados, Alemania, Italia y Japón, fueron, por supuesto, completamente disueltos o absorbidos por las otras potencias. Sin embargo, en este tiempo los proyectos coloniales de los vencedores (Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Holanda) también habían llegado a un alto.3.44 Además de enfrentar a los crecientes movimientos de liberación en las colonias, se hallaban obstaculizados por la división bipolar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. También los movimientos de liberación se vieron atrapados en las quijadas de esta guerra fría, y aquellos que se habían abocado a su independencia fueron forzados a negociar entre los dos campos.3.45 Lo que dijo Truman en 1947, durante la crisis de Grecia siguió siendo cierto para las fuerzas decolonizadoras y postcoloniales durante la Guerra Fría: ``En el actual momento de la historia mundial toda nación debe elegir entre modos de vida alternativos''.3.46

La trayectoria lineal de la descolonización fue así interrumpida por la necesidad de elegir un adversario global y de alinearse detrás de uno de los modelos de orden internacional. Los Estados Unidos, que eran muy proclives a la descolonización, se vieron forzados por las necesidades de la Guerra Fría y la derrota de los antiguos imperialismos a asumir el papel primario de guardianes internacionales del capitalismo, y con ello, ambiguos herederos de los viejos colonizadores. Así, tanto del lado de los Estados Unidos como del de los sujetos anticoloniales la descolonización fue distorsionada y desviada. Los Estados Unidos heredaron un orden mundial, pero cuyas formas de gobierno entraban en conflicto con su propio proyecto constitucional, con su forma imperial de soberanía. La Guerra de Vietnam fue el episodio final de la ambigua herencia por parte de Estados Unidos del viejo manto imperialista, y corrió el riesgo de bloquear toda apertura posible de una ``nueva frontera'' imperial (ver Sección 2.5). Esta fase fue el obstáculo final a la maduración del nuevo diseño imperial, que se construiría eventualmente sobre las cenizas del viejo imperialismo. Poco a poco, tras la Guerra de Vietnam, el nuevo mercado mundial fue organizado: un mercado mundial que destruyó los límites fijos y los procedimientos jerárquicos de los imperialismos europeos. En otras palabras, la terminación de los procesos de descolonización señaló el momento de llegada de una nueva jerarquización mundial de las relaciones de dominación-y las claves estuvieron firmemente en manos de los Estados Unidos. La amarga y feroz historia del primer período de descolonización se abrió a una segunda fase en la cual el ejército de comando ejerció su poder menos por las armas militares que mediante el dólar. Este fue un enorme paso adelante hacia la construcción del Imperio.

El segundo mecanismo se define por un proceso de descentralización de los sitios y flujos de producción.3.47 Aquí, como en la descolonización, dos fases dividieron el período de posguerra. Una primera fase, neocolonial, involucró la continuidad de los viejos procedimientos jerárquicos imperialistas y el mantenimiento, si no la profundización, de los mecanismos de intercambio desigual entre regiones subordinadas y Estados-nación dominantes. Este primer período, sin embargo, fue una breve fase transicional, y, efectivamente, en el arco de veinte años la escena cambió radicalmente. Para fines de los '70, o, en verdad, en el final de la Guerra de Vietnam, las corporaciones transnacionales comenzaron a establecer firmemente sus actividades en todo el planeta, en cada rincón del mundo. Las transnacionales se volvieron el motor fundamental de la transformación económica y política de los países postcoloniales y las regiones subordinadas. En primer lugar, sirvieron para transferir la tecnología que era esencial para construir el nuevo eje productivo de los países subordinados; en segundo lugar, movilizaron la fuerza de trabajo y las capacidades productivas locales en aquellas naciones; y, finalmente, las transnacionales colectaron los flujos de riqueza que comenzaron a circular cada vez más por todo el mundo. Estos múltiples flujos comenzaron a converger esencialmente hacia Estados Unidos, que garantizó y coordinó, cuando no comandó directamente, el movimiento y la operación de las transnacionales. Esta fue una fase constituyente decisiva del Imperio. Mediante las actividades de las corporaciones transnacionales, la mediación y ecualización de las tasas de ganancia fueron desvinculadas del poder de los Estados-nación dominantes. Más aún, la constitución de los intereses capitalistas unidos a los nuevos Estados-nación postcoloniales se desarrolló en el terreno de las propias transnacionales y tendió a formarse bajo su control. Mediante la descentralización de los flujos productivos, nuevas economías regionales y una nueva división mundial del trabajo comenzó a ser determinada.3.48 Aún no había un orden mundial, pero se estaba formando un orden.

Junto con el proceso de descolonización y la descentralización de los flujos, un tercer mecanismo involucró a la diseminación de las formas disciplinarias de producción y gobierno por todo el mundo. Este proceso fue muy ambiguo. En las naciones poscoloniales, la disciplina requirió, primeramente, transformar la movilización popular masiva para la liberación en una movilización para la producción. En todo el planeta los campesinos fueron arrancados de sus campos y villas y arrojados a la forja ardiente de la producción mundial.3.49 El modelo ideológico que era proyectado desde los países dominantes (en especial desde los Estados Unidos) consistió en regímenes salariales Fordistas, métodos Tayloristas de organización del trabajo, y un Estado de Bienestar que podía ser modernizante, paternalista y protector. Desde el punto de vista del capital el sueño de este modelo era que eventualmente cada trabajador en el mundo, suficientemente disciplinado, sería intercambiable en el proceso productivo global-una sociedad-factoría global y un Fordismo global. Los altos salarios de un régimen Fordista y la asistencia estatal fueron señalados como las recompensas de los trabajadores por aceptar el disciplinamiento, por entrar a la factoría global. Sin embargo, debemos ser cuidadosos en señalar que estas relaciones de producción específicas, desarrolladas en los países dominantes, nunca fueron realizadas en las mismas formas en las regiones subordinadas de la economía global. El régimen de altos salarios que caracterizó al Fordismo y la amplia asistencia social que caracterizó al Estado de Bienestar fueron realizados sólo en forma fragmentaria y para poblaciones limitadas en los países capitalistas subordinados. Todo esto no iba a ser realizado: su promesa funcionó como la zanahoria ideológica que debía asegurar suficiente consenso para el proyecto modernizador. La verdadera sustancia del esfuerzo, la marcha hacia la modernidad, que de hecho se logró, fue la diseminación del régimen disciplinario en todas las esferas sociales de la producción y la reproducción.

Los dirigentes de los estados socialistas acordaron básicamente con este proyecto disciplinario. El conocido entusiasmo de Lenin con el Taylorismo fue más tarde superado por los proyectos de modernización de Mao.3.50 La receta socialista oficial para la descolonización siguió también la lógica esencial dirigida por las transnacionales capitalistas y las agencias internacionales: cada gobierno poscolonial debía crear una fuerza de trabajo adecuada al régimen disciplinario. Numerosos economistas socialistas (especialmente aquellos que estaban en posición de planificar las economías de los países recientemente liberados del colonialismo) sostuvieron que la industrialización era el camino ineludible al desarrollo3.51 y enumeraron los beneficios de la extensión de las economías ``Fordistas periféricas''.3.52 Los beneficios eran en realidad una ilusión, y esa ilusión no duró demasiado, pero ello no alteró significativamente el curso de estas naciones poscoloniales en el camino de la modernización y el disciplinamiento. Este pareció el único camino abierto ante ellas.3.53 El disciplinamiento era en todas partes la regla.

Estos tres mecanismos --descolonización, descentramiento de la producción y disciplinamiento-- caracterizaron al poder imperial del Nuevo Acuerdo, y demostraron cuan lejos se había ido más allá de las viejas prácticas del imperialismo. Ciertamente los formuladores originales de las políticas del Nuevo Acuerdo en los Estados Unidos, en la década de 1930, nunca imaginaron una aplicación tan extensa de sus ideas, pero ya alrededor de los '40, en medio de la guerra, los líderes mundiales comenzaron a reconocer su papel y poder en el establecimiento del orden económico y político mundial. Para la época de la asunción de Harry Truman, él entendió que, finalmente, el imperialismo en el viejo estilo europeo ya no podía entrar en sus planes. No. La nueva era escondía algo nuevo en la trastienda.

3.2.3 Entrar y Salir de la Modernidad

La Guerra Fría fue la figura dominante en la escena mundial durante el período de descolonización y descentralización, pero desde el punto de vista actual tenemos la impresión que su papel fue realmente secundario. Aunque las oposiciones especulares de la Guerra Fría estrangularon tanto el proyecto imperial de Estados Unidos como el proyecto stalinista de modernización socialista, estos fueron en verdad elementos menores de todo el proceso. El elemento realmente importante, cuyo significado va mucho más allá de la historia de la Guerra Fría, fueron las gigantescas transformaciones poscoloniales del Tercer Mundo bajo la apariencia de la modernización y el desarrollo. Finalmente, ese proyecto fue relativamente independiente de las dinámicas y restricciones de la Guerra Fría, y uno puede afirmar, post factum, que en el Tercer Mundo la competencia entre las dos potencias mundiales meramente aceleró los procesos de libración.

Es verdad que las elites del Tercer Mundo que dirigieron las luchas anticoloniales y antiimperialistas durante este período se aliaron ideológicamente a una de las dos divisiones de la Guerra Fría, y en ambos casos definieron el proyecto de masas de la liberación en términos de modernización y desarrollo. Sin embargo, para nosotros, ubicados como estamos en el extremo más lejano de la modernidad, no es difícil reconocer la trágica falta de perspectiva involucrada en el traslado de la liberación hacia la modernización. El mito de la modernidad --y por lo tanto de la soberanía, la nación, el modelo disciplinario, etc.-- fue, virtualmente, la ideología exclusiva de las elites, pero éste no es el factor más importante.

Los procesos revolucionarios de liberación determinados por la multitud realmente empujaron más allá de la ideología de la modernización, y en este proceso revelaron una enorme producción de nueva subjetividad. Esta subjetividad no podía ser contenida en la relación bipolar USA-URSS, ni en los dos regímenes competidores, quienes meramente reproducían las modalidades de dominación de la modernidad. Cuando Nehru, Sukarno y Chou En-lai se reunieron en la Conferencia de Bandung en 1955, o cuando se formó en los '60 el Movimiento de Países No Alineados, lo que se expresaba no era tanto la magnitud de sus miserias nacionales ni la esperanza de repetir las glorias de la modernidad, sino el enorme potencial para la liberación que producían las poblaciones subalternas.3.54 Esta perspectiva no-alineada permitió una primera visión de un nuevo y generalizado deseo.

La pregunta sobre que hacer tras la liberación para no caer bajo la dominación de uno u otro campo permaneció sin respuesta. Lo que estaba claro y pleno de potencial, en contraste, era la subjetividad que empujaba más allá de la modernidad. La imagen utópica de las revoluciones soviética y china como alternativas al desarrollo se desvaneció cuando aquellas revoluciones no pudieron avanzar más, o, en realidad, cuando fracasaron en encontrar un camino para ir más allá de la modernidad. El modelo de desarrollo de Estados Unidos parecía igualmente cerrado puesto que durante todo el período de la posguerra los Estados Unidos se presentaban a sí mismos como la fuerza policial de los viejos imperialismos más que como agentes de una nueva esperanza. La lucha de las poblaciones subalternas por su liberación permanecía como una mezcla explosiva e incontenible. Para fines de los '60 las luchas de liberación, cuya influencia se hacía sentir en cada intersticio del espacio mundial, asumieron una fuerza, una movilidad y una plasticidad de forma tal que condujeron al proyecto de modernización capitalista (tanto en su variante liberal como en la socialista) hacia un mar abierto, donde perdió sus apoyos. Tras la fachada de la división bipolar Estados Unidos-Soviet se pudo discernir un único modelo disciplinario, y contra este modelo lucharon los enormes movimientos, en formas más o menos ambiguas, más o menos mistificadas, pero muy reales. Esta gigantesca nueva subjetividad estaba referida a y hacía necesario un cambio de paradigma.

En este momento se hizo evidente lo inadecuado de la teoría y práctica de la soberanía moderna. Durante los '60 y los '70, aún cuando el modelo de modernización disciplinaria se había impuesto en todo el mundo; aún cuando las políticas de bienestar se habían vuelto indetenibles y eran promocionadas livianamente por los dirigentes de los países subordinados; y aún en este nuevo mundo de medios y redes comunicativos, los mecanismos de la soberanía moderna ya no eran suficientes para gobernar a las nuevas subjetividades. Debemos señalar aquí que así como el paradigma de la soberanía moderna perdió su efectividad, también las teorías clásicas sobre el imperialismo y el antiimperialismo perdieron sus fuerzas explicativas, cualesquiera que estas fueran. En general, cuando estas teorías concibieron la superación del imperialismo, la vieron como un proceso que estaría en perfecta continuidad con el paradigma de la modernización y la soberanía moderna. Sin embargo, lo que sucedió fue exactamente lo opuesto. Las subjetividades masificadas, las poblaciones, las clases oprimidas, en el exacto momento en que ingresaron a los procesos de modernización comenzaron a transformarlos e ir más allá de ellos. Las luchas de liberación, en el mismo momento en que eran situadas y subordinadas dentro del mercado mundial, reconocieron insuficientes y trágicas a las claves de la soberanía moderna. La explotación y la dominación ya no pudieron seguir siendo impuestas en sus formas modernas. A medida que estas enormes fuerzas de la nueva subjetividad emergían de la colonización y alcanzaban la modernidad, reconocieron que el objetivo primario no es entrar sino salir de la modernidad.

3.2.4 Hacia un Nuevo Paradigma Global

Estaba teniendo lugar un cambio de paradigma en el orden económico y político mundial. Uno de los elementos significativos de este pasaje era el hecho que el mercado mundial en tanto estructura de jerarquía y comando se volvía más importante y decisivo en todas aquellas zonas y regiones en la que los viejos imperialismos habían operado previamente. El mercado mundial comenzó a aparecer como la pieza central de un aparato que podría regular las redes globales de circulación. Esta unificación era todavía instalada sólo a nivel formal. Los procesos que emergieron en el terreno conflictivo de las luchas de liberación y la circulación capitalista expansiva no eran necesariamente o inmediatamente compatibles con las nuevas estructuras del mercado mundial. La integración ocurrió irregularmente y a diferentes velocidades. En distintas regiones y a menudo dentro de una misma región, coexistieron formas diversas de trabajo y producción, como asimismo diferentes regímenes de reproducción social. Lo que pudo parecer un eje central coherente de la reestructuración de la producción mundial se despedazó en mil fragmentos particulares, y el proceso unificador fue experimentado singularmente en todas partes. Lejos de ser unidimensional, el proceso de reestructuración y unificación del comando sobre la producción fue realmente una explosión de innumerables sistemas productivos diferentes. Paradójicamente, los procesos de unificación del mercado mundial operaron a través de la diversidad y la diversificación, pero su tendencia era, sin embargo, real.

Numerosos e importantes efectos derivaron de la tendencia hacia la unificación del mercado mundial. Por un lado, la diseminación del modelo disciplinario de organización del trabajo y la sociedad por fuera de las regiones dominantes produjo en el resto del mundo un extraño efecto de proximidad, aproximándolo y simultáneamente aislándolo en un ghetto. Es decir, las luchas de liberación se vieron a sí mismas ``victoriosas'' pero sin embargo consignadas al ghetto del mercado mundial-un vasto ghetto con límites indeterminados, un caserío, una favela. Por otro lado, grandes poblaciones ingresaron a lo que podría denominarse emancipación salarial como resultado de estos procesos. La emancipación salarial significa la entrada de grandes masas de trabajadores dentro del régimen disciplinario de la moderna producción capitalista, ya sea en las fábricas, los campos u otro sitio de producción social, por lo que estas poblaciones fueron liberadas de la semi-servidumbre que el imperialismo había perpetuado. El ingreso al sistema de salarios puede ser sangriento (y lo fue); puede reproducir sistemas de feroz represión (y lo hizo); pero aún en las chozas de las nuevas villas y favelas, la relación salarial determina la constitución de nuevas necesidades, deseos y demandas. Por ejemplo, los campesinos que se volvieron trabajadores asalariados y quedaron sujetos a la disciplina de la nueva organización del trabajo sufrieron en muchos casos de peores condiciones de vida, y no puede decirse que sean más libres que los trabajadores territorializados tradicionales, pero se vieron infundidos de un nuevo deseo de liberación. Cuando el nuevo régimen disciplinario construyó la tendencia hacia el mercado global de la fuerza de trabajo, construyó también la posibilidad de su antítesis. Construyó el deseo de escapar del régimen disciplinario y, tendencialmente, una indisciplinada multitud de trabajadores que quieren ser libres.

La creciente movilidad de grandes porciones del proletariado global es otra consecuencia importante de la unificación tendencial del mercado mundial. En contraste con los antiguos regímenes imperialistas en los cuales las corrientes de movilidad laboral eran reguladas primariamente en forma vertical entre la colonia y la metrópoli, el mercado mundial abre amplios caminos horizontales. La constitución de un mercado global organizado mediante un modelo disciplinario está atravesada por tensiones que abren la movilidad en toda dirección: es una movilidad transversal rizomática antes que arborescente. Nuestro interés no es sólo dar una descripción fenomenológica de la situación existente, sino también reconocer las posibilidades inherentes a dicha situación. La nueva movilidad transversal de la fuerza de trabajo disciplinada es significativa porque indica una búsqueda real y poderosa de libertad, y la formación de nuevos deseos nomádicos que no pueden ser contenidos ni controlados dentro del régimen disciplinario.3.55 Es cierto que muchos trabajadores en todo el mundo están sujetos a migraciones forzadas en horribles circunstancias que difícilmente sean liberadoras de por sí. También es verdad que esta movilidad rara vez aumenta el costo de la fuerza de trabajo; de hecho, con más frecuencia lo disminuye, aumentando la competencia entre trabajadores. Sin embargo, la movilidad conlleva una alto precio para el capital: el deseo incrementado de liberación.

Algunos efectos macroeconómicos significativos derivan de la nueva movilidad producida por el paradigma disciplinario global del capital. La movilidad de las poblaciones vuelve cada vez más difícil administrar los mercados nacionales (en especial los mercados laborales nacionales) individualmente. El dominio adecuado para la aplicación del comando capitalista ya no está delimitado por las fronteras nacionales o por los límites internacionales tradicionales. Los trabajadores que abandonan el Tercer Mundo para ir al Primero en busca de trabajo o riqueza contribuyen a socavar los límites entre los dos mundos. El Tercer Mundo no desaparece realmente en el proceso de unificación del mercado mundial, sino que entra en el Primero, se instala en su corazón como ghetto, villa, favela, siempre producido y reproducido nuevamente. A su vez, el Primer Mundo se transfiere al Tercero bajo la forma de bolsas y bancos, corporaciones transnacionales y rascacielos de dinero y comando. Tanto la geografía económica como la política son desestabilizadas de modo tal que los límites entre las diversas zonas se tornan fluidos y móviles. Como resultado, la totalidad del mercado mundial tiende a ser el único dominio coherente para la aplicación efectiva de la administración y comando capitalistas.

En este punto los regímenes capitalistas deben iniciar un proceso de reformas y reestructuraciones a fin de asegurar su capacidad para organizar el mercado mundial. Esta tendencia emerge claramente sólo en los '80 (y se establece definitivamente tras el colapso del modelo soviético de modernización), pero ya en el momento de su primera aparición sus rasgos principales están claramente definidos. Debe ser un mecanismo nuevo del control general de los procesos globales, y por ello un mecanismo que pueda coordinar políticamente las nuevas dinámicas del dominio global del capital y las dimensiones subjetivas de los actores; debe ser capaz de articular la dimensión imperial del comando y la movilidad transversal delos sujetos. Veremos en la próxima Sección cómo se realizó históricamente este proceso, y así comenzaremos a analizar directamente los procesos de constitución de un aparato global de gobierno.

3.2.5 La Subsunción Real y el Mercado Mundial

Antes de avanzar, el desarrollo expositivo de nuestro estudio nos demanda que veamos más detalladamente las relaciones entre esta tendencia hacia la realización del mercado mundial y el paradigma del gobierno y la producción disciplinaria. ¿Porqué la extensión de los regímenes disciplinarios por todo el mundo representan un momento genealógico fundamental del Imperio? Podemos explicar porqué esto es así uniendo la descripción que hace Marx de las fases de subsunción capitalista de la sociedad con sus análisis de la tendencia hacia el mercado mundial. Ambos movimientos coinciden en un punto, es decir, la subsunción capitalista de la sociedad tiende a completarse en la construcción del mercado mundial.

Antes dijimos que las prácticas del imperialismo involucran a la internalización del exterior por parte del capital, siendo así procesos del la subsunción formal del trabajo bajo el capital. Marx utilizó la expresión ``subsunción formal'' para denominar a aquellos procesos en los que el capital incorpora bajo sus propias relaciones de producción a prácticas laborales originadas fuera de sus dominios.3.56 Los procesos de subsunción formal están por ello intrínsicamente relacionados con la extensión del dominio de la producción capitalista y los mercados capitalistas. En cierto momento, cuando la expansión capitalista alcanza sus límites, los procesos de subsunción formal ya no pueden desempeñar el papel principal. Los procesos de subsunción real del trabajo bajo el capital no se basan en el exterior, y no involucran los mismos procesos de expansión. A través de la subsunción real, la integración del trabajo al capital se vuelve más intensiva que extensiva y la sociedad va siendo diseñada cada vez más acabadamente por el capital. Hay, ciertamente, procesos de subsunción real sin mercado mundial, pero no puede haber un mercado mundial plenamente realizado sin los procesos de subsunción real. En otras palabras, la realización del mercado mundial y la ecualización general, o al menos la administración de tasas de ganancia a escala mundial, no pueden ser un simple resultado de factores financieros o monetarios, sino que deben provenir de una transformación de las relaciones sociales y productivas. La disciplina es el mecanismo central de esta transformación. Cuando se está formando una nueva realidad social, integrando tanto al desarrollo del capital como a la proletarización de la población en un único proceso, la forma política del comando debe también ser modificada y articulada en un modo y escala adecuados a este proceso, un quasi-Estado del régimen disciplinario.

Las intuiciones de Marx sobre los procesos de subsunción real no nos proveen de la clave que necesitamos. El pasaje desde la subsunción formal a la real debe ser explicado mediante las prácticas de las fuerzas subjetivas activas. En otras palabras, el disciplinamiento empujado a sus extremos, impuesto por la Taylorización global de los procesos laborales, no puede determinar la necesidad de una nueva forma de comando, salvo mediante la expresión de subjetividades sociales activas. La globalización de los mercados, lejos de ser nada más que el horrible fruto del empresariado capitalista, es realmente resultado de los deseos y demandas de fuerzas laborales disciplinadas, Tayloristas y Fordistas de todo el mundo. En este sentido, los procesos de subsunción formal anticiparon y llevaron a la maduración a la subsunción real no porque esta última fuera producto de la primera (como el mismo Marx pareció creer), sino porque en la primera se construyeron condiciones de liberación y de lucha que sólo la segunda podría controlar. Los movimientos de subjetividades deseantes forzaron el desarrollo para avanzar-y proclamaron que ya no sería posible retornar. En respuesta a estos movimientos, tanto en los países dominantes como en los subordinados, debía instalarse una nueva forma de control a fin de establecer el comando sobre aquello que ya no podría controlarse en términos disciplinarios.

3.2.6 Acumulaciones Primitivas

Justo cuando el proletariado parece estar desapareciendo de la escena mundial, el proletariado se está volviendo la figura universal del trabajo. Esta afirmación no es realmente tan paradójica como pareciera. Lo que ha desaparecido es la posición hegemónica de la clase trabajadora industrial, que no ha desaparecido ni siquiera disminuido en número-simplemente ha perdido su posición hegemónica y cambiado geográficamente. Sin embargo, utilizamos el concepto ``proletariado'' para referirnos no sólo a la clase trabajadora industrial sino a todos aquellos que están subordinados, explotados y produciendo bajo el mando del capital. Desde esta perspectiva, entonces, como el capital globaliza cada vez más sus relaciones de producción, todas las formas de trabajo tienden a proletarizarse. En cada sociedad y a lo ancho de todo el planeta el proletariado es la figura cada vez más general del trabajo social.

Marx describió los procesos de proletarización en términos de acumulación primitiva, la acumulación inicial o previa necesaria antes que la producción y reproducción capitalista puedan comenzar a tener lugar. Lo necesario no es simplemente una acumulación de riqueza o propiedades, sino una acumulación social, la creación de capitalistas y proletarios. El proceso histórico esencial, entonces, incluye primeramente divorciar al productor de los medios de producción. Para Marx fue suficiente describir el ejemplo inglés de esta transformación social, pues Inglaterra representaba el ``punto más alto'' del desarrollo capitalista en aquel tiempo. En Inglaterra, explicó Marx, la proletarización fue alcanzada primeramente mediante los cercamientos de las tierras comunes y la eliminación de los campesinos de las haciendas, y luego por las brutales penalizaciones del vagabundeo y la vagancia. Así los campesinos ingleses fueron ``liberados'' de todo medio previo de subsistencia, arriados hacia las nuevas ciudades fabriles, y preparados para la relación salarial y la disciplina de la producción capitalista. Por contraste, el motor central para la creación de capitalistas vino desde afuera de Inglaterra, del comercio-o, en verdad, de la conquista, el tráfico de esclavos y el sistema colonial. ``Los tesoros capturados fuera de Europa por saqueos, esclavizaciones y asesinatos indisimulados'', escribe Marx, ``fluyeron hacia la madre patria y aquí se volvieron capital''.3.57 El enorme influjo de riqueza saturó la capacidad de las antiguas relaciones feudales de producción. Los capitalistas ingleses brincaron para encarnar al nuevo régimen de comando que podría explotar esta nueva riqueza.

Sin embargo sería un error tomar la experiencia inglesa de volverse-proletario y volverse-capitalista como representativa de todas las otras. Durante los últimos trescientos años, en la medida que las relaciones capitalistas de producción y reproducción se han esparcido por el mundo, aunque la acumulación primitiva ha involucrado siempre separar al productor de los medios de producción, creando así clases de proletarios y de capitalistas, cada proceso de transformación social ha sido, sin embargo, único. En cada caso las relaciones sociales y productivas preexistentes fueron diferentes, los procesos de la transición fueron diferentes, e incluso la forma de las relaciones capitalistas de producción y especialmente las de reproducción resultantes fueron diferentes, en consonancia con las diferencias culturales e históricas específicas.

Pese a estas importantes diferencias, aún resulta útil agrupar los procesos modernos de acumulación primitiva bajo dos modelos generales que ilustran la interrelación entre riqueza y comando, y entre interior y exterior. En todos los casos la acumulación primitiva de capital requiere una nueva combinación de riqueza y comando. Lo distintivo del primer modelo, que Marx describió para Inglaterra y se aplica para Europa en general, es que la nueva riqueza para la acumulación primitiva de capital proviene del exterior (de los territorios coloniales) y el comando surge internamente (mediante la evolución de las relaciones de producción inglesas y europeas). Según el segundo modelo, que caracteriza a la mayoría de los procesos modernos de acumulación primitiva fuera de Europa, los términos se revierten, de modo que la nueva riqueza emerge del interior y el comando proviene del exterior (usualmente el capital europeo). Esta inversión de riqueza / comando e interior / exterior en ambos modelos conduce a toda una serie de diferencias en las formaciones económicas, políticas y sociales del capital a través del mundo. Muchas de estas diferencias, derivadas de los dos modelos, fueron adecuadamente descriptas por los teóricos del subdesarrollo en términos de formaciones capitalistas centrales y periféricas.3.58

A medida que pasamos de la modernidad a la posmodernidad, los procesos de acumulación primitiva aún continúan. La acumulación primitiva no es un proceso que ocurre una sola vez; en realidad las relaciones capitalistas de producción y las clases sociales deben ser reproducidas continuamente. Lo que ha cambiado es el modelo o modo de acumulación primitiva. Primeramente, el juego entre interior y exterior que distinguió a los dos modelos modernos ha declinado progresivamente. Más importante aún, la naturaleza del trabajo y la riqueza acumulada está cambiando. En la posmodernidad la riqueza social acumulada es crecientemente inmaterial; involucra relaciones sociales, sistemas de comunicación, información y redes afectivas. Correspondientemente, el trabajo social es crecientemente inmaterial; simultáneamente produce y reproduce directamente todos los aspectos de la vida social. Como el proletariado se está convirtiendo en la figura universal del trabajo, el objeto del trabajo proletario se vuelve igualmente universal. El trabajo social produce la vida.

Debemos enfatizar el papel central que la acumulación informacional juega en los procesos de acumulación primitiva posmoderna y la cada vez mayor socialización de la producción. Mientras emerge la nueva economía informacional, es necesaria una cierta acumulación de información antes que la producción capitalista pueda tener lugar. La información transporta por sus redes tanto la riqueza como el comando de producción, interrumpiendo las concepciones previas de interior y exterior, pero reduciendo también la progresión temporal que definió anteriormente a la acumulación primitiva. En otras palabras, la acumulación informacional (como la acumulación primitiva analizada por Marx) destruye o al menos desestructura los procesos productivos previos, pero (a diferencia de la acumulación primitiva de Marx) integra de inmediato a aquellos procesos productivos en sus propias redes, generando en los diferentes reinos de producción los más elevados niveles de productividad. La secuencia temporal de desarrollo es así reducida a la inmediatez, en tanto la totalidad de la sociedad tiende a integrarse de algún modo en las redes de la producción informacional. Las redes de información tienden hacia algo parecido a la simultaneidad de la producción social. Por ello la revolución de la acumulación informacional requiere un enorme salto adelante en la mayor socialización de la producción. Esta socialización incrementada, junto con la reducción del espacio social y la temporalidad, es un proceso que sin dudas beneficia al capital con una productividad aumentada, pero también en un proceso que apunta más allá de la era del capital, hacia un nuevo modo social de producción.


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