¿Fadrique Furió?            Cuadernos
 
Un apunte sobre Furió Ceriol
Marcos Marco Abato (Universidad de Valencia)
[Publicado en Cuadernos Constitucionales de la Cátedra Fadrique Furió Ceriol, nº 1 (1992)]
 
Si un español pasea por Lovaina quizás le sorprenda encontrarse con el busto de Vives en la puerta de la Universidad. Como una reminiscencia de una época en la que los universitarios de nuestro país acudían a los focos culturales europeos con mayor vitalidad, la figura del erasmista valenciano es todavía respetada como uno de los principales afluentes del pensamiento católico y, por tanto, fundamento de la universidad flamenca. Sin embargo, la magnitud de la personalidad de Vives no debe ocultarnos la existencia de otros españoles, de otros valencianos, que una generación más tarde se situaron a la vanguardia del pensamiento político y religioso europeo.
Siguiendo un poco más abajo, por la arteria principal de la ciudad antigua, cuajada de colegios universitarios, se encuentra el Groot Begijnhof, un barrio medieval aislado por canales de agua. Las calles son empedradas, estrechas y están definidas por antiguas casas de ladrillo. Hoy estas casas albergan a profesores y estudiantes. En 1553, un grupo de españoles se reunía por la tarde, en un lugar muy parecido, con ese estilo tan característico de la arquitectura doméstica flamenca, y comentaban las lecciones que habían escuchado en la Universidad. El Rector estaba alarmado "por la sistemática oposición de la pequeña cuadrilla al magisterio de la Universidad" y algún español, que recién llegado acudía a opiniones que allí se exponían.
Entre estos estudiantes se encontraba un valenciano, descendiente de la pequeña nobleza que había desempeñado cargos al servicio de Alfonso el Magnánimo en su aventura italiana. Se trataba de Fadrique Furió Ceriol, quien hacía ya más de siete años que había abandonado España viajando por Francia, Flandes, Alemania, Dinamarca, Inglaterra, Austria e Italia. En París siguió las enseñanzas del antiaristotélico Petrus Ramus, al que en 1547 se le había levantado la prohibición de enseñar y que sostenía que no había que seguir más autoridad que la de la naturaleza y la razón. Influído, quizás, por estas ideas y especialmente por el legado de Erasmo, Furió escribió:
 
"me sublevo con la mayor vehemencia contra la detestable inercia de los hombres que a lo largo de su vida velan, penan y sudan para adquirir la teoría sin jamás llevarla a la práctica".
 
Furió Ceriol, cuatro años después de aquellas discusiones estudiantiles, escribió un dialogo en latín llamado "Bononia sive de libris sacris in vernaculam linguam convertendis". El libro recibía este título en razón del nombre de un canónico sardo de pensamiento ultramontano contra el que sostenía la bondad de traducir la Biblia a las lenguas vulgares. Frente al argumento de que la prohibición perseguía impedir que "hombres carnales y sin preparación la devoren cruda, so pretexto de alimentarse de ella", nuestro autor exhibe el ejemplo de los judíos que permitieron a Jesús, siendo niño, interpretar la palabra de Dios en el Templo. Como consecuencia de estas y otras afirmaciones Furió fué encarcelado, aunque posteriormente se le puso en libertad sin retractarse.
En 1559, en pleno ascenso del gran malestar político y económico que marcó el inicio del reinado de Felipe II, escribió el tratado que le ha proporcionado un discreto, aunque relevante, segundo plano en la historia del pensamiento político español: "El Concejo y consejeros del Príncipe". En esta obra, en la que se percibe una lectura crítica de Maquiavelo a la luz del pensamiento erasmiano, se ofrece un modelo constitucional influido por la tradición política de la Corona de Aragón que, aunque muy debilitada ya en el Siglo XVI, no dejaba de ofrecer soluciones a los más importantes problemas que planteaban los estados de los primeros austrias españoles.
En el "Concejo" se establece un principio de organización funcional del Estado en siete Consejos que atienden la Hacienda, la Paz, la Guerra, los Mantenimientos, las Leyes, el Castigo y las Mercedes. Esta pluralidad de Consejos se encuentra, obviamente, alejada de la moderna arquitectura constitucional, pero revela la creciente complejidad de una actividad estatal, que impone la especialización de los órganos y las personas. Se trata de un incipiente proceso de racionalidad jurídica que tiende a despersonalizar la decisión política y a crear una voluntad intersubjetiva por parte del poder.
Otro aspecto relevante de la obra de Furió es, a nuestro juicio, el de la distinción entre los aspectos públicos y privados de los actores políticos. Es aquí donde se produce 'la paradoja de Furió" que consiste en que su gran interés por la problemática religiosa se ve acompañado por un deslinde entre el universo político y el de la religión. Es, precisamente, en este punto en el que se oye el eco lejano y clandestino de la obra de Maquiavelo. En el Concejo llegamos a encontrar citas literales del "Príncipe", aunque su origen se oculta en pro de la seguridad del autor. Al fin y al cabo aquel mismo año los jesuitas habían quemado la imagen del florentino y su obra fue incluida en el Indice. Sin embargo, Furió logra superar ese indiferentismo moral, partiendo del convencimiento de que existe una moral de lo público y otra de lo privado en la medida que en el gobernante coinciden una persona pública y otra privado. Es en la idea del interés público donde converge la ética y la actividad política, de tal manera que la maldad o bondad de los actos estatales hay que valorarla desde esa perspectiva. La ética de lo público no es contradictoria con la existencia de unos valores privados puesto que, como el mismo afirma:
 
"Todo príncipe es compuesto casi de dos personas. La una es obra salida de manos de la Naturaleza, en cuanto se le comunica un mismo ser con todos los otros hombres. La otra es hecha para el gobierno y amparo del bien público, a cuya causa le nombramos persona pública".
 
De Maquiavelo recoge Furió el concepto de "virtú" cuando al criticar los viejos manuales medievales de educación de príncipes, sostiene:
 
"ellos piensan que un buen príncipe es un ombre que sea bueno, i este mesmo que sea príncipe; i asi concluien que tal es un buen Príncipe. Io digo que la mejor pieza del arnés en el Príncipe, la más señalada, i aquella que ha de poner toda su esperanza, es la bondad; pero no se habla entre ombres de grande espíritu y de singular gobierno, dessa manera, sino como de un buen músico, el qual aunque sea gran vellaco, por saber perfectamente su profesión de músico es nombrado mui buen músico.......i esto quiso dezir el sotil Sanazaro quando hablando de un Papa de sus tiempos, dixo que era mui buen príncipe, pero mui ruin ombre".
 
La obra política de Furió Ceriol se vió completada con varios informes sobre la paz en los Países Bajos. El fracaso del Duque de Alba produjo un cambio en la política exterior española, que se ve pilotada en adelante por los miembros del partido moderado. Furió propone abandonar el estricto camino de la reducción por las armas y opta por lo que denomina "el buen gobierno", proponiendo hasta catorce medidas que, combinando la apertura con una política de fuerza, lograrán establecer la paz en los Países Bajos.
El fracaso de Requesens en poner en práctica estos principios conlleva el eclipse de la influencia de nuestro autor en la vida pública y, consecuentemente, le son denegadas sus peticiones para ocupar puestos más relevantes en la administración de la Corona. Quizás este pase a segundo plano le preservó de las dificultades que la heterodoxia política y religiosa iba a sufrir en los últimos años del reinado de Felipe II, aunque le empujó a un período de dificultades económicas y de decadencia física que terminará con su muerte en Valladolid en 1592.
Recientemente se ha descubierto un Memorial en el que, seis años antes de esa fecha, daba testimonio de su profunda decrepitud:
 
"Al haberse encogido un nervio de la mano derecha que muy poco a poco se me va alargando la cura que le hago de continuo, el dolor que a ratos me causa que con gran pena puedo escribir tres renglones sin que se me abra todo el brazo..."
 
Con él desaparecen los últimos vestigios de un pensamiento político que, en adelante, permanecerá fosilizado en algunos textos jurídicos. Cuando Bodino en los "Seis libros sobre la República" establezca las bases teóricas del imparable ascenso de la monarquía absolutista, citará a esos autores tan sólo para poner de relieve la obsolescencia de sus ideas.