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Formación (II). Manos mágicas y huellas humeantes.

Recuerde que, para que todo esto sucediera, hemos supuesto que por arte de magia contraíamos una pequeña parte de la Nebulosa. ¿Qué puede inducir en nuestro Universo real a una mole de diez mil masas solares a comenzar a contraerse? ¿Cuáles han sido las manos mágicas que han llevado a cabo en la naturaleza nuestro experimento mental? Bien, afortunadamente candidatos no faltan. El proceso puede haberse iniciado, por ejemplo, por un aumento local de la densidad debido a la propia dinámica de la Galaxia (es decir, a la colisión fortuita entre dos nebulosas), o puede haber sido inducido por grandes explosiones (cuásares, supernovas o los misteriosos estallidos de rayos gamma) cuyas ondas de choque hayan comprimido la materia interestelar.

Detengámonos en el caso de las supernovas. Cuando en el núcleo de una estrellas muy masiva, en su última etapa de vida, cesan por fin las reacciones nucleares que las sustentan, la presión interna disminuye de forma brutal y el colapso gravitatorio de la estrella se hace imparable. La estrella se derrumba bajo su propio peso a una velocidad de vértigo hasta chocar violentamente con su propio núcleo. Las capas interiores, que están más cerca del núcleo, caen más deprisa y son las primeras en sufrir esa tremendo colisión contra el núcleo. Cuando esto ocurre, el material "rebota" violentamente hacia arriba, colisionando brutalmente con las capas exteriores de la estrella que todavía siguen cayendo. La energía gravitatoria liberada por esta explosión revienta la estrella, dando origen a una supernova. La explosión de una supernova es uno de los acontecimientos más violentos del universo. La explosión es tan intensa que en menos de un segundo la estrella moribunda emite más energía que todas las estrellas de su galaxia juntas, exhibiendo temperaturas inalcanzables de otra forma, excepto durante el Big Bang. Su energía es tan alta que, durante la colisión de las capas internas en expansión con las externas en colapso, el material en colisión es forzado a fusionarse, generándose toda clase de núcleos atómicos. Durante la anterior vida de la estrella, los procesos de fusión en su interior pueden producir sólo elementos más ligeros que el hierro. Es justo en el momento de la supernova cuando se forman los elementos químicos más pesados, como el oro, el plomo o el uranio. La propia explosión esparce el material de la estrella por el espacio, fecundando el medio interestelar y enriqueciéndolo con su aporte de elementos pesados.

Supernova

Foto: (a) Una supernova explota cerca de la nube molecular en donde se gestó el Sol. (b) El remanente de la supernova alcanza la nube molecular. (c y d) Nacen las estrellas -entre ellas el Sol- en estas condensaciones.


En el caso del Sistema Solar, las investigaciones parecen apuntar a que fue la onda de choque de una supernova (o quizá de más de una) el motor que inició el proceso de su nacimiento. El corpus delicti lo tenemos en el meteorito de Allende, una roca espacial que en 1969 cayó sobre el pueblo de Allende, Chihuahua, Méjico, muy cerca de donde murió Pancho Villa. El meteorito de Allende es de un tipo conocido como condrita carbonácea de tipo CV3, de los más antiguos que conocemos. Tales meteoritos son fósiles vivientes de la formación de nuestro Sistema Solar, reliquias que han permanecido inalteradas desde sus inicios. En las inclusiones de color blanco típicas de estos meteoritos se encontraron cantidades anormalmente altas del isótopo magnesio-26. Este isótopo proviene de la desintegración de aluminio-26, que tiene una vida media de desintegración muy baja. La única explicación que han podido encontrar los investigadores a su presencia es que ese aluminio-26 se incorporara de manera repentina, explosiva, en dichas inclusiones. Pero, y aquí reside la clave, una de las pocas ocasiones en que se sintetiza aluminio-26 en el Universo es, justamente, durante la explosión de una supernova. ¡La huella humeante de la explosión que dio inicio a nuestro Sistema Solar!




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