«Aquéllas
que
los árboles apenas
dejan ser torres hoy —dijo el cabrero
con muestras de dolor extraordinarias—
las estrellas nocturnas luminarias |
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eran de
sus almenas
cuando el que ves sayal fue limpio acero.
Yacen ahora, y sus desnudas piedras
visten piadosas yedras,
que a ruinas y a estragos |
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sabe el
tiempo hacer verdes halagos.» |
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- Prosificación: Aquéllas que
hoy los árboles apenas dejan ser torres —dijo el cabrero con
extraordinarias muestras de dolor— las estrellas nocturnas eran
luminarias de sus almenas cuando el que [ahora] ves sayal fue
limpio acero. Yacen ahora, y sus desnudas piedras visten
piadosas yedras, que el tiempo sabe hacer verdes halagos a
ruinas y a estragos.
- Observaciones: Las torres
están derruidas y algunos árboles son ya más altos que ellas,
por lo que la altura de los árboles impide llamar torres
propiamente a las ruinas. Notemos que hay un anacoluto:
"aquellas torres" no tiene predicado. No obstante, se trata de
un anacoluto usual en el lenguaje hablado, por otra parte
refuerza la idea de ruptura entre el pasado glorioso de las
torres y su actual estado ruinoso. Góngora parece considerar
lícita esta construcción, pues ya la había usado en un contexto
idéntico en Las firmezas de
Isabela. Hay que entender "cuando la ropa que visto, que
ahora es sayal, era acero". El cabrero está diciendo que antaño
fue soldado. En esa época, las torres eran tan altas que parecía
que las estrellas fueran luces en sus almenas.
Notemos el uso transitivo del verbo "vestir", típico de Góngora:
Las piedras visten yedras.
Comentarios:
Finalmente sabemos algo del acompañante del peregrino: es un
cabrero que en otro tiempo fue soldado, pero prefirió retirarse y
cambiar la vida militar por la sencilla vida de cabrero. Su
historia sugiere también la caducidad de la fuerza militar: el que
fue un castillo poderoso ahora está en ruinas y la vegetación se
apodera de él.