viene de la pág: 4

En nuestras letras aparece una tendencia profemenina. Dos motivos la explican. Uno es religioso con el auge del culto a Nuestra Señora cuyos momentos estelares son la declaración del Dogma de su Maternidad Divina por el Concilio de Éfeso en 431, el reinado de Justiniano en Constantinopla, el triunfo final de la Iconodulia en las Querellas de las Imágenes al ser los iconodulos fervientes devotos de la Virgen (vg. San Juan Damasceno), la reforma del Císter sobre todo con San Bernardo de Claraval y la génesis de las Órdenes Mendicantes de manera que San Francisco de Asís inaugura la costumbre del Belén Navideño y proclama a la Virgen María Reina de la Orden Franciscana y Abogada de la Familia Seráfica y Santo Domingo inventa el Santo Rosario aunque su sistematización en Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos sea obra del Beato Alano de la Roche en el siglo XV (época en la que San Francisco de Paula cuando reforma la vida conventual de índole contemplativa nombra a Nuestra Señora corregidora de sus monasterios ). La otra causa de la aparición en la Península Ibérica de una literatura que simpatiza con las mujeres es más mundana. Su germen se halla en El caballero Cifar . Su autor localiza todas las virtudes en la dama a la que aspira el protagonista.

En la literatura hispánica y hasta el período renacentista tienen simpatía por las mujeres Alfonso X el Sabio ( Las Siete Partidas ), Fray Hernando de Talavera, el Condestable Álvaro de Luna ( De las claras y virtuosas mujeres ) y Suero de Ribera ( Coplas en defensa de las mujeres ). Una postura intermedia es la representada por Don Juan Manuel y el Arcipreste de Hita (Juan Ruiz) en el siglo XIV y Pérez de Guzmán en el XV: el primero distingue entre mujeres buenas y perniciosas; el segundo demuestra una envidiable ternura filial a la Virgen en el Libro de Buen Amor y alaba a la mujer chiquita pese a considerar a las féminas objetos de reprobación agentes del mal amor; el tercero no muestra una antipatía absoluta al género femenino en la Relación a las señoras grandes e dueñas aunque insiste en la pretendida incapacidad científica de sus representantes.

Inclasificable resulta el Corbacho o Reprobación del Amor Mundano de Alfonso Martínez de Toledo (el Arcipreste de Talavera) quien vive en el siglo XV. A primera vista el libro parece un brutal alegato misógino. Pero su maldición en la última página a quien jamás yació con mujer rompe el esquema. Se ha interpretado o como retractación o a manera de una supina hipocresía o bien a que el Arcipreste de Talavera pensó que se había propasado en sus críticas. Dentro de la literatura renacentista de índole profeminista es necesario referirse a las novelas past oriles, las novelas caballerescas donde las heroínas empujan a sus protagonistas a la acción y la defensa de las virtudes de las mujeres que aparece en Juan Luis Vives ( De institutione feminae christianae) y Fray Luis de León ( La perfecta casada ). En ese escrito postrero Fray Luis de León se anticipa a Sigmund Freud cuando constata que las hijas tienden al padre y los hijos a la madre.


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