| Las partículas 
                            atmosféricas (aerosoles) pueden ser emitidas por una gran variedad 
                            de fuentes tanto de origen natural como antropogénico. Respecto 
                            a los mecanismos de formación, las partículas pueden 
                            ser primarias, emitidas como tales a la atmósfera, 
                            o secundarias, generadas por reacciones químicas. 
                            Dichas reacciones químicas pueden consistir en la 
                            interacción entre gases precursores en la atmósfera 
                            para formar una nueva partícula por condensación, 
                            o entre un gas y una partícula atmosférica para dar 
                            lugar a un nuevo aerosol por adsorción o coagulación 
                            (Warneck, 1988). Como resultado de esta variabilidad de fuentes 
                            y transformaciones, los aerosoles atmosféricos son 
                            una mezcla compleja de compuestos de naturaleza orgánica 
                            e inorgánica con diferentes distribuciones de tamaño 
                            y composición química, ambas características condicionadas por la 
                            composición de los gases que los rodean. Se estudian 
                            bajo dos perspectivas independientes 
                            (WMO, 2003):
 
                               como uno de los principales factores responsables 
                                del cambio climático (tanto por sus efectos 
                                directos como indirectos), y 
                               como los principales responsables de la calidad 
                                del aire (y por lo tanto desencadenantes de numerosos 
                                efectos relacionados con el medio ambiente, y 
                                en particular la salud humana). 
                             
 
  Está demostrada la influencia que los aerosoles 
                            ejercen sobre el balance de energía en la atmósfera 
                            a través de los procesos de transferencia radiativa 
                            (Hansen y col., 2000). Como efectos directos podemos 
                            señalar los procesos de dispersión y absorción de 
                            la radiación, que influyen en el albedo planetario 
                            y el sistema climático. Un forzamiento radiativo directo
							total de los aerosoles, combinando todos los tipos
							de aerosoles se puede cuantificar en un – 0.5 Wm-2,
							con una incertidumbre de 0.4 Wm-2. Las propiedades
							de aerosoles varían considerablemente y afectan a la
							magnitud con la que captan y difunden la radiación,
							así los diferente tipos de aerosoles pueden tener un
							efecto diferente de calentamiento o enfriamiento neto.
							Los aerosoles industriales, compuestos principalmente 
							por una mezcla de azufres, carbono organico y negro,
							nitratos y polvo industrial se distinguen claramnte
							en muchas regiones industriales del hemisferio norte.
							El forzamiento radiativo directo para especies individuales
							continúa siendo menos cierto y se calcula a partir de
							modelos. Los efectos indirectos están desencadenados por
							la influencia de los aerosoles antropogénicos sobre los núcleos de condensación de 
                            nubes (CNN), que originan un aumento del albedo de 
                            las mismas, y por lo tanto modifican el balance radiativo 
                            del sistema tierra-atmósfera. Un aumento en la concentración 
                            de aerosoles en la columna atmosférica podría dar 
                            lugar a modificaciones en la vida media de las nubes 
                            y las frecuencias de las precipitaciones, lo que a 
                            su vez influirá en el ciclo hidrológico.
                           El cáculo de este forzamiento radiativo proviene
						  de varios modelos de estudio. A pesar de los avances
						  en los calculos de este forzamiento, existen todavía
						  grandes incertidumbres en los procesos de medición 
						  y modelización para su cálculo.
                             
 
 Además de esta influencia sobre el clima, los aerosoles 
                            actúan sobre múltiples aspectos del medio ambiente 
                            y la salud humana, como agentes contaminantes. La 
                            contaminación atmosférica por aerosoles se define 
                            como la alteración de la composición natural de la 
                            atmósfera como consecuencia de la entrada en suspensión 
                            de partículas, ya sea por causas naturales o por la 
                            acción del hombre (Mészáros, 1999).
                           Los efectos de los aerosoles tanto en el medio 
                            ambiente como sobre la salud de la población dependen, 
                            en gran medida, de su distribución de tamaños (WHO, 
                            1999). En la actualidad se supone que están compuestos 
                            por tres tipos diferentes: 
 
                              Sin embargo, desde un punto de vista práctico normalmente 
                            se distinguen únicamente dos tipos de partículas: partículas Aitken, 
                               partículas finas (o de acumulación), 
                               partículas gruesas (o mecánicas), que tienen 
                                fuentes, velocidades de deposición, tamaños y 
                                composiciones químicas diferentes e independientes 
                                entre sí (Whitby, 1979). 
                             
 
                              No obstante las fronteras que marcan los límites 
                            entre estos tipos de partículas varían según los campos 
                            de estudio. Así, en química atmosférica y en salud, 
                            la clasificación puede ser ligeramente distinta, marcándose 
                            límites de 1 micra (PM1.0), 2.5 micras (PM2.5), y 
                            10 micras (PM10). De hecho según su capacidad de penetración 
                            en las distintas zonas del aparato respiratorio, las 
                            partículas se clasifican en inhalables (que pueden 
                            entrar en el sistema respiratorio), torácicas (que 
                            alcanzan la región traqueobronquial) y respirables 
                            (las que tienen el potencial de entrada en la región 
                            de intercambio de gas) (Wilson, 1998). partículas finas (de radio inferior a una micra) 
                                originadas en procesos de condensación y de conversión 
                                gas-partícula, 
                               partículas gruesas (de radio superior a una 
                                micra) que tienen su origen en procesos de tipo 
                                mecánico, tanto sobre la superficie marítima como 
                                la terrestre. 
                             
 
 Las partículas en suspensión representan uno de 
                            los indicadores de contaminación atmosférica que ha 
                            sido más claramente relacionado con la salud. En la 
                            mayoría de estudios epidemiológicos, la contaminación 
                            por partículas viene indicada por la masa de una fracción 
                            determinada de las partículas.Los primeros estudios
							utilizaban el total de partículas 
                            en suspensión como indicador de la contaminación. 
                            En estos estudios los niveles de material particulado 
                            han sido caracterizados de diferentes formas, incluyendo 
                            la concentración en masa total (Partículas en Suspensión 
                            Totales, PST), la composición química o la concentración 
                            de black carbon (BC). En la actualidad se utilizan 
                            otros indicadores, específicos del calibre de las 
                            partículas, como las PM10 o las PM2.5, mejores indicadores 
                            del impacto en salud. 
                          La Organización Mundial de la Salud en su informe 
                            de Enero de 2003 recomienda el desarrollo de la directiva 
                            europea de Calidad del Aire en lo referente al PM2.5. 
                            Asimismo, debido a la evidencia existente que demuestra 
                            los efectos adversos de la fracción gruesa (PM2.5-10) 
                            sugiere garantizar la vigencia de la normativa respecto 
                            a PM10 (WHO, 2003).
                            El sistema respiratorio constituye la principal 
                            vía de entrada del material particulado en el organismo. 
                            La deposición de las partículas en diferentes partes 
                            del cuerpo humano depende del tamaño, forma y densidad 
                            de las partículas, así como de la respiración del 
                            individuo (nasal u oral). Posteriormente, los efectos 
                            que pueden inducir en el organismo dependen de la 
                            granulometría, la morfología y la composición química 
                            de las partículas, el tiempo de exposición y la susceptibilidad 
                            de cada persona. Todas las partículas de diámetro 
                            <10 µm (PM10, partículas torácicas) tienen un tamaño 
                            suficiente para penetrar en la región traqueobronquial, 
                            pero sólo aquellas de diámetro <2.5 µm (PM2.5, partículas 
                            respirables) pueden alcanzar la cavidad alveolar y, 
                            por tanto, provocar mayores afecciones. Éstas últimas 
                            además presentan en su composición un mayor contenido 
                            en sustancias con capacidad tóxica como los sulfatos, 
                            nitratos, sílice o metales en transición (Schwartz 
                            y Neas, 2000).
                          En la actualidad, existe gran interés por examinar 
                            el papel tóxico de las partículas ultrafinas o nanopartículas 
                            (las de diámetro aerodinámico menor de 0,1 m) en el 
                            aire de las ciudades. Más que por su masa, se sospecha 
                            que sería el número de partículas ultrafinas en el 
                            aire y su composición las características que determinarían 
                            el impacto en salud de las poblaciones expuestas.(Wichman 
                            y col., 2000).
                           Está comprobado que la exposición a material particulado 
                            inhalable puede provocar: aumento de la mortalidad 
                            debido a problemas respiratorios y cardiacos, descenso 
                            de los niveles de la función pulmonar en niños y adultos, 
                            aumento de síntomas respiratorios y aumento de las 
                            visitas a urgencias. La evidencia de que la contaminación 
                            por aerosoles atmosféricos está asociada con impactos 
                            adversos sobre la salud humana está corroborada por 
                            los datos epidemiológicos existentes. Los grupos más 
                            sensibles que parecen presentar un mayor riesgo a 
                            la contaminación por aerosoles atmosféricos incluyen 
                            las personas de edad avanzada, fumadores, niños y 
                            aquellas personas con problemas respiratorios o cardiopulmonares, 
                            como asma (Houthuijs y col., 2001). 
 
 Los ecosistemas también sufren los efectos directos 
                            o indirectos de los aerosoles atmosféricos, tanto 
                            por deposición seca como húmeda. Estos efectos adversos 
                            se producen bajo la acción de las partículas atmosféricas 
                            pero también cuando éstas actúan como soporte para 
                            otros contaminantes. Las partículas de mayor diámetro 
                            (partículas gruesas) tales como el polvo mineral, 
                            al depositarse sobre las hojas de las plantas pueden 
                            reducir la capacidad de intercambio gaseoso así como 
                            afectar a la fotosíntesis, lo cual limita el crecimiento 
                            (WBG, 1998).
                           Cuando las partículas se depositan sobre la superficie 
                            terrestre, las concentraciones de metales presentes 
                            en los aerosoles pueden afectar a las características 
                            edáficas e inhibir funciones como la toma de nutrientes 
                            por parte de las plantas. Asimismo, la deposición 
                            de aerosoles atmosféricos puede suponer la acidificación 
                            y eutrofización de suelos y aguas superficiales, lo 
                            cual a su vez puede repercutir sobre la composición 
                            de las aguas subterráneas. 
 
 Al margen de estos efectos, en los entornos urbanos, 
                            los aerosoles pueden contribuir a la alteración de 
                            los materiales de construcción y recubrimientos, debido 
                            al depósito de las partículas en la superficie de 
                            los materiales y su interacción con ellos. La transformación 
                            de estos materiales puede estar relacionada tanto 
                            con las partículas atmosféricas como con los principales 
                            gases asociados (Alastuey, 1994). 
                           Una de las formas más frecuentes de alteración 
                            de los materiales de construcción es la formación 
                            de costras de yeso (denominadas “costras negras”) 
                            como resultado de la interacción en medio acuoso entre 
                            SO2 y el carbonato cálcico presente en los materiales 
                            pétreos. La formación de estas costras negras se produce 
                            esencialmente en zonas protegidas del lavado, en las 
                            que se favorece la acumulación de humedad, ya que 
                            bajo estas condiciones la velocidad de reacción es 
                            máxima (Camuffo, 1998). 
                            Además del oscurecimiento de estas superficies, 
                            la reacción de las partículas depositadas con el substrato 
                            puede dar lugar a graves problemas de corrosión de 
                            los materiales, especialmente en el caso de estructuras 
                            metálicas. Todo ello puede redundar en la reducción 
                            de la vida útil de las edificaciones y pérdidas importantes 
                            para los enclaves de interés histórico. Finalmente, 
                            la alteración de los materiales de construcción conlleva 
                            importantes gastos económicos en las intervenciones 
                            necesarias para paliar estos efectos adversos. 
 
 Ya 
                            que el tiempo de residencia de los aerosoles en la 
                            atmósfera en muy pequeño (de días a semanas en la 
                            troposfera y de meses en la estratosfera) es necesario 
                            un gran número de estaciones a nivel del suelo para 
                            su seguimiento. 
                          Recientemente el GAW (Global Atmosphere Watch) de 
                            la OMM ha establecido una serie de recomendaciones 
                            que deberían cumplir estas estaciones, entre las que 
                            se encuentran las medidas a llevar a cabo en las mismas 
                            (WMO, 2001). Además existen Directivas Europeas que 
                            establecen la metodología de referencia y los requisitos 
                            que deben cumplir las estaciones de medición de las 
                            redes de contaminación atmosférica. 
                            
                            Al margen de iniciativas institucionales de este 
                            tipo, siempre lentas en su puesta en marcha, en los 
                            últimos años se han llevado a cabo un gran número 
                            de campañas experimentales intensivas de corta duración, 
                            al tiempo que se ha desarrollado nuevos instrumentos 
                            para satélites (King y col., 1999), y se han implementado 
                            redes de medida a nivel del suelo que proporcionan 
                            algunos parámetros básicos de los aerosoles (en particular 
                            espesor óptico y distribución de tamaños) de una manera 
                            sistemática y bastante precisa (Holben y col., 1998). 
                            A estas redes de medida se unen aquellas diseñadas 
                            tanto para la medición de partículas en las denominadas 
                            “aglomeraciones” como las 
                            dedicadas a conocer las concentraciones de fondo nacionales 
                            de partículas PM10 y PM2.5 (EMEP, 2001).  |