| ANTERIOR | LA
                  ARMADA INVENCIBLE | SIGUIENTE | 
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Los colonos ingleses de la isla de Roanoke decidieron que la civilización era preferible a la naturaleza salvaje, y en junio de 1586 fueron recogidos por sir Francis Drake, que regresaba a Inglaterra tras haber saqueado las Antillas y Florida. Así, el primer intento colonizador inglés terminó en fracaso. Los colonos se llevaron consigo tabaco, y sir Walter Raleigh logró popularizar su consumo en Inglaterra. Pedro Sarmiento de Gamboa también fue capturado por los piratas ingleses en su viaje de regreso a España desde el estrecho de Magallanes.
En Inglaterra estaban experimentando un gran auge las
      representaciones teatrales. La primera compañía
      teatral se había instalado en Londres hacía una
      década y desde entonces su número se había
      multiplicado. El autor de más éxito a la
      sazón era John Lyly, pero había muchos más,
      como el anónimo autor de Arden
        de Feversham, una pieza especialmente innovadora, o el de
      La tragedia española,
      inspirada en Séneca, que fue estrenada ese año como
      obra anónima, pero cuyo autor resultó ser Thomas Kyd, un joven
      dramaturgo de veintiocho años, considerado como el creador
      del melodrama. Dos años atrás, George Peele había
      estrenado El juicio de Paris.
      Ahora tenía treinta años.
    
En Florencia consiguió cierta fama un profesor de
      matemáticas de Pisa llamado Galileo Galilei. Tenía veintidós
      años y desde niño había mostrado gran
      interés por las matemáticas y las ciencias
      naturales. (Su padre no consiguió, pese a todo su
      empeño, que estudiara medicina.) Una vez, mientras estaba
      en la catedral de Pisa, se fijó en cómo inclinaban
      una lámpara para encenderla y cómo, al dejarla
      libre, se puso a oscilar. Galileo observó que, a medida que
      las oscilaciones se hacían más cortas, la velocidad
      de la lámpara disminuía también, de tal
      suerte que el tiempo de cada oscilación permanecía
      aproximadamente constante. A falta de un cronómetro, el
      joven usó como reloj los latidos de su corazón.
      Había descubierto la llamada ley del péndulo. Ahora se le
      conocía por un trabajo sobre balanzas y unos resultados
      sobre estática. No obstante, el interés suscitado
      por su trabajo no le permitió conseguir un puesto de
      profesor en la universidad de Bolonia.
    
Un tribunal de cuarenta y seis jueces condenó a muerte a
      María Estuardo y a todos los que participaron en la
      conjuración contra la reina Isabel I de Inglaterra. Los
      conspiradores fueron ejecutados en septiembre,
      excepto María, ya que Isabel I no estaba convencida de que
      ejecutarla fuera lo más conveniente. Durante el juicio,
      María Estuardo había negado la autenticidad de las
      pruebas presentadas contra ella y, con gran dignidad y
      energía, protestó alegando que no era súbdita
      de Isabel I y que no estaba sometida a las leyes inglesas.
    
Isabel I tenía un carácter muy difícil y
      temperamental. Sus más próximos tenían buenos
      motivos para temer sus cambios de humor, pero en cuestiones de
      Estado la reina era extremadamente cauta y calculadora. La
      cuestión no era si María Estuardo debía
      morir, sino si convenía ejecutarla. La ejecución
      comportaba obvias ventajas y, esencialmente, dos inconvenientes:
      una posible pérdida de popularidad de la reina y la guerra
      abierta con España. Respecto a lo primero, Isabel I
      pidió al Parlamento que estudiara si podía
      encontrarse una solución compatible con su seguridad que no
      implicara la muerte de María Estuardo, y el Parlamento
      contestó, tal y como la reina esperaba oír, que no
      la había. Así, Isabel I pudo ordenar la
      ejecución de María y, al mismo tiempo, lamentar el
      haberse visto obligada a tomar tal decisión. Esta
      "actuación" le permitió incluso mantener buenas
      relaciones con el hijo de María, el rey Jacobo VI de
      Escocia.
    
Por otra parte, Isabel I envió una expedición naval
      bajo el mando de Thomas
        Cavendish que tomó el mismo rumbo que había
      tomado sir Francis Drake unos años antes: atravesó
      el estrecho de Magallanes y saqueó las colonias
      españolas de la costa occidental de Sudamérica.
    
María Estuardo fue ejecutada en su prisión en febrero de 1587, tras casi veinte
      años de cautiverio. Cuando, tras haberla decapitado, el
      verdugo se dispuso a levantar su cabeza cogiéndola por el
      pelo, la cabeza quedó en el suelo y sólo
      levantó una peluca. La coquetería
      acompañó a María hasta la muerte.
    
Dado que era de dominio público que María Estuardo
      había abdicado en favor del rey Felipe II de España,
      éste consideró que su honor exigía declarar
      finalmente la guerra a Inglaterra. La disparidad intelectual entre
      Felipe II e Isabel I había permitido a ésta demorar
      el enfrentamiento veinte años. Si se hubiera producido al
      comienzo de su reinado, la victoria Española habría
      sido casi segura, pues los católicos ingleses lo
      habrían tenido fácil para derrocar a la reina; pero
      ahora Isabel I era adorada por sus súbditos y su seguridad
      estaba poco menos que garantizada. Además, en estos
      años los piratas ingleses habían aprendido a
      enfrentarse a los barcos españoles. Inglaterra
      disponía de buenos barcos, ligeros, modernos,
      diseñados específicamente para combatir a los
      pesados galeones españoles, así como de excelentes
      marinos. Nada de esto pareció importar mucho a Felipe II,
      que ordenó a Álvaro de Bazán, el
      marqués de Santa Cruz, que reuniera y organizara una
      poderosa armada.
    
Miguel de Cervantes tuvo un modesto a la vez que desagradable
      papel en los preparativos: fue enviado a Andalucía como
      comisario real de abastos, encargado de requisar cereales y aceite
      para financiar la armada. En los últimos años
      había escrito algunas obras de teatro que se habían
      representado en Madrid.
    
Un error más de Felipe II fue haber declarado la guerra a
      Inglaterra cuando todavía no estaba preparado para el
      combate. Inglaterra sí lo estaba y no dudó en atacar
      primero. Sir Francis Drake recibió el mando de una escuadra
      de treinta navíos con la que atacó exitosamente el
      puerto de Cádiz, donde destruyó varios buques
      recién llegados de América, después de
      hacerse con su valioso cargamento.
    
 Inglaterra envió una
      nueva expedición de colonos a la isla de Roanoke. Estaba
      compuesta por unos cien hombres y entre veinticinco mujeres y
      niños, bajo el mando de John
        White. El 8 de agosto
      nació una niña, nieta de White, que recibió
      el nombre de Virginia Dare,
      la primera inglesa nacida en América.
Inglaterra envió una
      nueva expedición de colonos a la isla de Roanoke. Estaba
      compuesta por unos cien hombres y entre veinticinco mujeres y
      niños, bajo el mando de John
        White. El 8 de agosto
      nació una niña, nieta de White, que recibió
      el nombre de Virginia Dare,
      la primera inglesa nacida en América.
    
Mientras tanto, John Davis seguía buscando el paso del
      Noroeste y exploró la bahía de Cumberland, al norte de la
      bahía de Frobisher. 
    
En Londres se estrenó la tragedia Tamerán el Grande, la
      primera obra de un joven de veintitrés años llamado
      Christopher Marlowe.
      Acababa de graduarse en Cambridge y se había hecho actor,
      pero al poco tiempo había dejado la escena para dedicarse a
      escribir. En esta pieza utilizó por primera vez de forma
      sistemática el endecasílabo blanco (sin rima).
    
En los Países Bajos, Robert Dudley, el conde de Leicester,
      no pudo evitar que Alejandro Farnesio tomara Sluis y
      Güeldres. Finalmente regresó a Inglaterra. Los
      neerlandeses nombraron entonces gobernador y capitán
      general a Mauricio de Nassau. Su hermana Ana se casó con su
      primo Guillermo Luis,
      hijo del conde Juan I de Nassau.
    
En Francia, el duque Enrique I de Guisa obtuvo la victoria de Auneau, tras la cual
      trató de derrocar al rey Enrique III de Francia. No
      obstante, su intentó fracasó y Enrique III le
      prohibió entrar en París.
    
Los polacos eligieron finalmente como rey a Segismundo III Vasa, hijo del
      rey Juan III de Suecia y de Catalina
        Jagellón, hermana del rey Segismundo II Augusto,
      el último rey polaco de la dinastía Jagellón.
      Como en el caso de sus dos predecesores, la propuesta había
      partido del canciller Jan Zamoyski. Debido a la deserción
      del que ahora era Enrique III de Francia, Segismundo III tuvo que
      jurar que no regresaría a Suecia sin el consentimiento de
      la dieta polaca. El nuevo rey confirmó la libertad de culto
      decretada por su antecesor, Esteban I, pero éste
      había favorecido la Contrarreforma y el catolicismo
      siguió avanzando en el país.
    
El año anterior, los rusos habían construido un
      fuerte en Tiumén,
      en Siberia, y ahora construían otro en Tobolsk. 
    
Ese año murió Francisco de Médicis, el gran duque de Toscana. Como no dejó descendencia, el ducado pasó a su hermano Fernando I, que tuvo que renunciar para ello a su rango de cardenal. Mientras Francisco se había reconocido vasallo de España, Fernando I buscó el entendimiento con Francia.
También murió el sha Muhammad Judabanda, que fue
      sucedido por su sobrino de dieciséis años Abbas I. Desde el primer
      momento se esforzó por consolidar su poder, para lo cual
      tuvo que vencer la oposición de los gobernadores de
      provincias y la de los grandes nobles, a los que acalló con
      unas cuantas ejecuciones. Abbas I organizó un
      ejército de esclavos convertidos al islam a los que
      dirigía personalmente.
    
Los turcos fracasaron en un intento de conquistar Marruecos.
    
Torquato Tasso terminó El
rey
        Turismundo, un poema de estilo aparatoso y recargado.
    
En 1588 estaba lista en Lisboa
      la que fue bautizada como Armada
        Invencible, con la que el rey Felipe II de España
      pensaba restaurar el catolicismo en Inglaterra. En realidad el
      sobrenombre se lo dieron los ingleses con cierta ironía. En
      España era fue conocida con el no menos irónico
      nombre de la Grande y felicísima armada. Constaba
      de 130 barcos de distintos tipos: galeras, galeones, fragatas,
      naves de carga, etc. En ellos se hacinaban unos ocho mil
      marineros, diecinueve mil soldados y dos mil quinientos
      cañones. Hasta el Papa Sixto V había contribuido a
      financiarla.
    
El primer contratiempo se produjo en 9
        de febrero, cuando murió Álvaro de
      Bazán, el Marqués de Santa Cruz, que había
      organizado la armada y debía dirigirla. La segunda
      desgracia fue que Felipe II, con su habitual acierto,
      decidió sustituirlo por Alonso
        de Guzmán, el duque de Medinasidonia, que trató de renunciar
      confesando que se mareaba en los barcos y que no sabía a
      qué lado caía el estribor, pero Felipe II
      consideró que saber algo de navegación no era
      importante para dirigir una gran flota de barcos de guerra, y
      rechazó su renuncia.
    
El año anterior, el Papa Sixto V había autorizado
      una edición del texto griego de la Biblia de los Setenta, y ahora hacía
      otro tanto con la versión latina.
    
El jesuita Piotr Skarga fue nombrado predicador de la corte del
      rey Segismundo III de Polonia, desde donde continuó su
      lucha contra la Reforma.
    
En abril murió el rey
      Federico II de Dinamarca, que fue sucedido por su hijo de once
      años Cristián IV.
      Tycho Brahe perdió entonces la subvención de la
      Corona, y tuvo que convertir su observatorio de Uraniborg en una
      especie de universidad. Ese año publicó De mundi aetherei recentioribus
        phaenomenis, donde extrae conclusiones sobre sus
      observaciones de un cometa llevadas a cabo diez años
      atrás. Sus cálculos demostraban que el cometa no
      estaba más cerca de la Tierra que la Luna. De hecho,
      tenía que estar como mínimo más lejos que
      Venus. Esto era una prueba más en contra de la
      teoría aristotélica según la cual todas las
      variaciones celestes correspondían a fenómenos
      sublunares, ya que el mundo más allá de la Luna
      obedecía a leyes inmutables.
    
En Lisboa murió el escritor fray Luis de Granada.
    
También murió el pintor Paolo Veronés. 
    
En Rusia, Borís Godunov tomó oficialmente el
      título de regente de su cuñado, el zar Fiódor
      I, que tenía ya treinta y un años.
    
Juan Torres de Vera había sido rehabilitado como
      gobernador del Río de la Plata, y ahora fundaba la ciudad
      de Vera de las Siete
        Corrientes. 
    
El 9 de mayo empezó a
      zarpar de Lisboa la Armada
        Invencible. En ella se había enrolado el poeta
      Lope de Vega, que acababa de ser desterrado de la Corte tras haber
      discutido el año anterior con su antes amada Elena Osorio.
      Tras la ruptura, había escrito unos libelos difamatorios
      contra ella y su familia, que terminaron en un proceso y en la
      orden de destierro. Poco después, había secuestrado
      a Isabel de Urbina y se
      había casado con ella por poderes. En su obra
      poética alude a ella con el nombre de Belisa. 
    
El duque Enrique I de Guisa entró en París entre
      aclamaciones, a pesar de la prohibición real. Cuando
      Enrique III llamó a sus tropas, el pueblo se rebeló
      en la jornada de las Barricadas (12 de
        mayo), y el rey tuvo que huir a Chartres. 
    
La Armada Invencible se encontró con varias
      tormentas que impidieron su avance provocando algunos destrozos,
      por lo que a mediados de junio
      se encontraba todavía en las costas de Galicia.
    
En julio, tras una
      inspección del obispo, Luis de Góngora fue acusado
      de asistir poco al coro, hablar durante el oficio, murmurar de
      vidas ajenas, ir a los toros, tratar con comediantes y escribir
      coplas livianas. Góngora se defendió con gracia,
      alegando que en el coro no podía hablar porque estaba entre
      un sordo y uno que no dejaba de cantar; que, no siendo viejo, no
      podía vivir sino como mozo "y en cuanto a lo de las corridas de toros, fui por
        saber si iban a ellas personas de más años y
        órdenes que yo, y que tendrían más
        obligación de temer y de entender las prohibiciones de Su
        Santidad." (El Papa había prohibido al clero la
      asistencia a las corridas de toros.)
    
Realizadas las reparaciones pertinentes y reagrupadas las naves,
      la Armada Invencible
      zarpó el 22 de julio en
      dirección al canal de la Mancha. Allí debían
      encontrarse con Alejandro Farnesio, que aportaría otros
      veintiséis mil hombres que desembarcarían en
      Inglaterra.
    
Los ingleses, por su parte, habían reunido también
      una flota en Plymouth,
      bajo el mando de lord Charles
        Howard, el barón de Effingam. Sir Francis Drake fue nombrado
      vicealmirante y dirigía una de las divisiones de la armada
      inglesa. También estaban allí Robert Dudley, sir
      Walter Raleigh, sir Martin Frobisher, sir John Hawkins y muchos
      otros expertos navegantes.
    
El 31 de julio la Armada Invencible llegaba al
      canal de la Mancha. La flota inglesa estaba encerrada en el
      puerto, por lo que los oficiales del duque de Medinasidonia le
      recomendaron atacarla, ya que la victoria era segura. Sin embargo,
      el duque se negó, aduciendo que sus órdenes eran
      reunirse primero con Alejandro Farnesio. Cuando los ingleses
      detectaron la presencia de la flota española, salieron del
      puerto rápidamente en su persecución, y antes de que
      los españoles pudieran virar y presentar combate, ya
      habían perdido más de treinta naves.
    
En los primeros días de agosto
      se produjeron nuevos enfrentamientos. Las bajas españolas
      fueron relativamente escasas: 167 muertos, unos 400 heridos y
      otros tantos prisioneros. Medinasidonia se refugia en Calais y
      manda avisar a Farnesio. Durante la noche, sir Francis Drake, buen
      conocedor de las corrientes marinas de la zona, toma algunos de
      los barcos de su flota que habían resultado dañados,
      los incendia, y los lanza contra las naves españolas. El
      duque, espantado, manda levar anclas y salir del puerto, pero
      entonces se encuentra con una tempestad que lanza unas naves
      contra otras. Al amanecer los españoles combaten fieramente
      durante doce horeas. Al atardecer, otra tormenta dispersa lo que
      quedaba de la Armada
        Invencible, cuyo nombre ya empezaba a resultar un tanto
      incómodo. 
    
El duque de Medinasidonia decide entonces regresar a
      España, pero, para evitar un nuevo encuentro con la flota
      inglesa, lo hace dando un rodeo por Escocia. Durante el viaje de
      vuelta, los españoles se encontraron con varias tormentas
      más, junto con muchas otras dificultades que mermaron
      considerablemente la flota. Los restos maltrechos y dispersos de
      la expedición fueron llegando a España a partir de septiembre y a lo largo de varios
      meses. Sólo llegaron a puerto sesenta y tres naves. Algunos
      marineros contaban historias muy "verosímiles" sobre unos
      caníbales que habían devorado a parte de la
      tripulación en las costas de Irlanda. Entre los
      supervivientes estuvo Lope de Vega, que se instaló en
      Valencia con su esposa.
    
La tradición ha puesto en boca de Felipe II la famosa
      frase: "Yo mandé mis
        naves a luchar contra los hombres, no contra los elementos",
      aunque parece ser que el rey nunca dijo tal cosa. (Idear una frase
      que ha pasado a la historia hubiera sido un rasgo de ingenio por
      su parte.) Lo que dijo en realidad fue algo más propio de
      su carácter, a saber, que construiría otra flota
      más potente, costara lo que costara. Otra de sus brillantes
      ideas fue que no sólo no apartó del agua al duque de
      Medinasidonia, sino que le confió el supremo mando naval en
      el litoral andaluz.
    
Por estas mismas fechas regresaba a Plymouth la expedición
      de Thomas Cavendish, que, después de haber saqueado la
      costa occidental de América, había atravesado el
      Pacífico hasta las Filipinas, luego había pasado a
      Java y finalmente había doblado el cabo de Buena Esperanza
      para poner rumbo a Inglaterra.
    
Robert Dudley, el conde de Leicester, murió poco
      después de la derrota de la Armada Invencible. Era uno de los favoritos de
      Isabel I, y otros dos, Walter Raleigh y Robert Devereux, el duque
      de Essex, rivalizaban cada vez más abiertamente por el
      favor de la reina, y se convirtieron en el centro de los cotilleos
      de la corte.
    
El inglés fue impuesto como lengua oficial en el
      principado de Gales, pero, al mismo tiempo, William Morgan publicaba la
      primera traducción de la Biblia al galés, que dio
      lugar a un renacimiento religioso y lingüístico.
    
El dramaturgo inglés Christopher Marlowe terminó su
      tragedia más importante: La
trágica
        historia del doctor Fausto. Su amigo Thomas Kyd
      publicó Solimán y
        Perseda. 
    
El Greco pintó en Toledo otra de sus obras más
      famosas: El entierro del conde
        Orgaz, en el que retrata a famosos caballeros toledanos.
    
El rey Enrique III de Francia nombró al duque Enrique I de
      Guisa lugarteniente general del reino y lo convocó a Blois
      para los estados generales. El duque acudió confiado en
      compañía de su hermano, el cardenal Luis de Lorena.
      Allí, el 23 de diciembre,
      Enrique I fue asesinado por orden del rey, su hermano fue
      encarcelado y murió en prisión al día
      siguiente. París quedó en manos de la Santa Liga,
      dirigida por Carlos de Lorena,
      el duque de Mayenne, otro
      de los hermanos de Enrique I de Guisa, que se negó a
      reconocer la autoridad de Enrique III. Pocos días
      después, ya en 1589,
      murió Catalina de Médicis, la reina madre.
    
En Lovaina murió el teólogo Michel de Bay. Aunque
      había abjurado de su doctrina condenada por Roma, lo cierto
      es que tenía muchos seguidores (bayanistas) que la defendían, frente a
      los cuales se alzaban, naturalmente, las voces de los jesuitas,
      defensores de la ortodoxia tridentina.
    
El rey Jacobo VI de Escocia se casó con Ana, la hermana del rey
      Cristián IV de Dinamarca. Jacobo VI tenía entonces
      veintitrés años, y su esposa quince.
    
En abril, Enrique III de
      Francia se alió con Enrique III de Navarra, al que
      designó como heredero, y ambos se dispusieron a asediar
      París.
    
Tras la derrota de la Armada Invencible, los ingleses
      pasaron a la ofensiva: Antonio, el prior de Crato y pretendiente
      de la corona portuguesa, atacó Lisboa con barcos ingleses,
      pero fue rechazado. En mayo,
      Francis Drake, al frente de ciento veinte barcos, bombardeó
      La Coruña, aunque
      también sin éxito. En la defensa de la ciudad se
      distinguieron varias mujeres, especialmente Mayor Fernández de la
        Cámara y Pita, más conocida como María Pita, a la que
      Felipe II concedió como agradecimiento el grado y el sueldo
      de alférez del ejército, sueldo que cobró
      hasta su muerte.
    
Christopher Marlowe terminó La famosa tragedia del rico judío de Malta,
      la primera tragedia histórica del teatro inglés. Al
      mismo tiempo, Thomas Kyd terminaba su Fratricidio castigado, del que sólo se
      conserva una versión en alemán, y está basado
      en la leyenda danesa de Hamlet,
      recogida ya en el siglo XIII por Saxo
        Grammaticus. 
    
Alonso de Ercilla, que llevaba una década trabajando como
      censor de libros para el consejo de Castilla, publicó la
      tercera y última parte de La araucana. 
    
El 1 de agosto, un monje de la
      Santa Liga llamado Jacques
        Clement asestó una puñalada mortal al rey
      Enrique III de Francia. Con él se extinguía la casa
      de Valois, pero no la dinastía capeta: Enrique III de
      Navarra reclamó la corona francesa, de acuerdo con las
      disposiciones del difunto rey, que lo convertían en Enrique IV de Francia, pero,
      aunque el 4 de agosto
      prometió instruirse en la religión católica,
      la mayoría de los católicos realistas lo
      abandonó. La Santa Liga, con el apoyo del rey Felipe II de
      España, proclamó rey a su tío, el anciano
      cardenal Carlos de Borbón, ahora Carlos X de Francia. Sin embargo, Carlos X
      había sido capturado un poco antes por Enrique IV, que se
      replegó hacia el canal de la Mancha para recibir ayuda de
      Inglaterra. Fue atacado por el duque de Mayenne, pero lo
      derrotó en Argues y luego trató de dirigirse de
      nuevo hacia París, pero tuvo que retirarse a
      Normandía. La Santa Liga contaba, naturalmente, con el
      apoyo del duque Carlos II de Lorena, y también con la del
      duque Carlos Manuel I de Saboya, que intervino en Provenza.
    
El año anterior, Galileo Galilei había destacado en
      unas lecciones sobre las dimensiones y la localización del
      Infierno de Dante en la
      Academia de Florencia. Ello debió de influir en la
      decisión de concederle una cátedra en la universidad
      de Pisa. Por esta época escribió un tratado titulado
      De motu. Se trata de una
      serie de ensayos sobre el movimiento que contienen serios errores,
      herencia del aristotelismo. Parece ser que el propio Galileo nunca
      acabó de estar satisfecho con este trabajo, y por eso nunca
      llegó a publicarlo. No obstante, en él hay algunas
      ideas valiosas, como la de que las teorías sobre la
      caída de los cuerpos podían estudiarse a
      través de planos inclinados. Esta idea ya había sido
      expuesta por Simon de Brujas unos años atrás, aunque
      parece que Galileo no estaba al tanto.
    
 El jesuita Matteo Ricci había editado un mapamundi
      titulado Gran mapa de diez mil
        países, el primer mapa que mostraba con exactitud
      la posición de China en el mundo. Por estas fechas
      empezó a enseñar matemáticas (europeas) a
      alumnos chinos. Para integrarse, había adoptado el nombre
      de Li Matou. 
    
Dos jesuitas españoles llamados Antonio de Monserrat y Pedro Páez partieron de Goa, en la India,
      con la intención de llegar al reino cristiano de Abisinia.
      Sin embargo, fueron capturados por los árabes y vendidos
      como esclavos a los turcos.
    
En 1590, sir John Hawkins y
      Martin Frobisher dirigieron un nuevo ataque inglés contra
      Portugal.
    
El poeta Edmund Spenser abandonó Irlanda y regresó
      a Londres, donde publicó los tres primeros cantos del poema
      La reina de las hadas,
      dedicado a la reina Isabel I, que fue acogido con entusiasmo.
    
Isabel I liberó al navegante español Pedro
      Sarmiento de Gamboa, pero fue capturado de nuevo en Francia por un
      grupo de hugonotes, que pidieron por él un elevado rescate.
    
Los hugonotes habían interceptado un mensaje cifrado con
      instrucciones del rey Felipe II de España. El rey Enrique
      IV de Francia encargó la tarea de descifrarlo al
      matemático François Viète, que no
      tardó en interpretar algunos fragmentos. Finalmente, el 15 de marzo envió a Enrique
      IV el mensaje completamente descifrado. Esta información
      proporcionó cierta ventaja a Enrique IV, que derrotó
      nuevamente al duque de Mayenne, esta vez en Evry, tras lo cual se dispuso
      a asediar París. Cuando Felipe II descubrió que los
      hugonotes estaban al tanto de sus planes militares, enseguida
      comprendió lo sucedido con su habitual sagacidad: en una
      carta al Papa se lamentaba de que los franceses estaban usando
      magia negra contra él.
    
 La derrota de la Armada Invencible había debilitado la
      posición de Alejandro Farnesio en los Países Bajos.
      Mauricio de Nassau había conquistado Breda y, por si no tuviera ya
      bastantes problemas, el rey Felipe II ordenó a Farnesio que
      marchara en auxilio de París. La ciudad estaba a punto de
      rendirse por falta de víveres cuando llegaron los
      españoles. Farnesio obligó a Enrique IV a retirarse
      y después lo derrotó en Ligny. Sin embargo, a continuación tuvo que
      volver precipitadamente a los Países Bajos porque Mauricio
      de Nassau había puesto sitio a la ciudad de Nimega.
La derrota de la Armada Invencible había debilitado la
      posición de Alejandro Farnesio en los Países Bajos.
      Mauricio de Nassau había conquistado Breda y, por si no tuviera ya
      bastantes problemas, el rey Felipe II ordenó a Farnesio que
      marchara en auxilio de París. La ciudad estaba a punto de
      rendirse por falta de víveres cuando llegaron los
      españoles. Farnesio obligó a Enrique IV a retirarse
      y después lo derrotó en Ligny. Sin embargo, a continuación tuvo que
      volver precipitadamente a los Países Bajos porque Mauricio
      de Nassau había puesto sitio a la ciudad de Nimega. 
    
El rival de Enrique IV, el rey Carlos X de Francia, murió
      a la edad de sesenta y siete años. Los católicos de
      la Santa Liga propusieron como sucesor a otro de sus sobrinos, Carlos de Borbón, de
      veintiocho años, que acababa de ser nombrado arzobispo de
      Ruan.
    
Miguel de Cervantes continuaba en su cargo de comisario real de
      abastos, un trabajo muy desagradecido. En dos ocasiones tuvo que
      embargar trigo propiedad de eclesiásticos, y por dos veces
      fue excomulgado. Solicitó un cargo en América, pero
      recibió una seca negativa de Felipe II: Busque por acá en qué
        se le haga merced. 
    
Navegantes portugueses llegaron por primera vez a una isla
      cercana a las costas de China a la que llamaron Ilha Formosa (isla Hermosa),
      pero la isla estaba bajo dominio chino desde hacía tres
      siglos y los recién llegados no consiguieron asentarse en
      ella.
    
En Japón, Toyotomi Hideyosi derrotó al
      último de los señores rebeldes que no acataban su
      autoridad.
    
El sha de Persia, Abbas I, tras sufrir una serie de derrotas ante
      los turcos, tuvo que firmar el tratado
de
        Constantinopla, por el que renunciaba a una extensa
      región que se incorporó al Imperio Otomano.
    
El Papa Sixto V promulgó la bula Aeternus ille, por la que fijaba una nueva edición de la Vulgata como la única versión latina autorizada de la Biblia. El Papa murió poco después, y el 15 de septiembre fue elegido como sucesor el cardenal Giovan Battista Castagna, de sesenta y nueve años, que adoptó el nombre de Urbano VII, pero el Espíritu Santo no estuvo muy inspirado con la elección, ya que Urbano VII murió el 27 de septiembre, antes incluso de que tuviera lugar la ceremonia de su coronación. Fue sucedido por Niccolò Sfondrati, de cincuenta y seis años, que adoptó el nombre de Gregorio XIV.

    
Otros fallecidos ese año fueron:
    
En España seguía pendiente el proceso contra
      Antonio Pérez, el antiguo secretario de Felipe II. Llevaba
      preso once años, en parte por la proverbial
      indecisión del rey, en parte porque escondía
      comprometedores documentos de estado. Finalmente, Felipe II
      ordenó que se le torturara para que los devolviera. Sin
      embargo, Pérez hizo una única declaración:
      cuanto había hecho en el pasado respondía a
      órdenes directas del rey. Los jueces, temiendo que el rey
      pudiera ser lo suficientemente estúpido como para que eso
      fuera verdad (y, en parte, lo era), le permitieron regresar a su
      domicilio para evitar que su testimonio pudiera salpicar al
      monarca. Pérez consideró que era mejor marcharse un
      poco más lejos, y huyó a Aragón disfrazado de
      mujer. Allí se presentó ante el Justicia Mayor, Juan de Lanuza, y pidió
      asilo político.
    
Se inició entonces un forcejeo legal entre las autoridades
      castellanas y aragonesas. Para entender la situación
      debemos recordar que en la época no existía
      realmente ningún país llamado "España", sino
      que éste era tan sólo el nombre del conjunto de
      reinos independientes de la península Ibérica, que
      conservaban sus propias leyes y no tenían más
      conexión que la soberanía del rey Felipe II.
      Así, Castilla reclamaba la extradición de
      Pérez y los aragoneses veían en el incidente una
      excusa para reafirmar su independencia de Castilla.
    
Felipe II hubiera podido ordenar un proceso contra Pérez
      en Aragón, pero se había hecho demasiado popular
      allí para que una condena hubiera sido posible o, siquiera,
      recomendable. En su lugar decidió recurrir a una argucia
      legal. En realidad, los reinos españoles sí que
      tenían una institución común además de
      la figura del rey: la Santa Inquisición. En 1591 Antonio Pérez fue
      reclamado por el Santo Tribunal bajo una absurda acusación
      de herejía. Juan de Lanuza estuvo a punto de ceder ante la
      presión del rey, pero en mayo
      el pueblo se amotinó y liberó a Pérez de la
      cárcel.
    
François Viète publicó su Isagoge in artem analyticum,
      el primer tratado de álgebra lineal.
    
Alejandro Farnesio regresó a Francia y derrotó
      nuevamente al rey Enrique IV, esta vez en Ruán,
      circunstancia que aprovechó Mauricio de Sajonia para
      conquistar Nimega y otras
      ciudades. Además obtuvo una victoria ante los
      españoles en Hulst.
      Del lado de Enrique IV luchó Robert Devereux, el conde de
      Essex y favorito de la reina Isabel I.
    
El poeta Edmund Spenser, viendo frustradas sus esperanzas de
      medrar en la corte, regresó a Irlanda, donde publicó
      el Cuento de la tía
        Hubbard, una resentida y violenta sátira contra la
      corte isabelina y sus inmoralidades. John Lyly publicó el
      drama Endimión. 
    
John White, el fundador de la nueva colonia de Virginia,
      había regresado a Inglaterra para hacerse con suministros,
      pero la guerra contra España había demorado su
      regreso. El 15 de agosto estaba
      de regreso en la isla de Roanoke, pero la colonia había
      desaparecido. Nunca se encontró a ninguno de los colonos.
      No puede decirse a ciencia cierta qué fue de ellos, pero lo
      más probable es que tuvieran un encuentro poco cordial con
      los indios.
    
Francis Drake volvió a ocupar la ciudad de Nombre de Dios,
      en Panamá.
    
El emperador Rodolfo II inició una guerra con el fin de
      apoderarse de Transilvania, donde los ejércitos imperiales
      sembraron el terror.
    
El justicia mayor de Aragón, Juan de Lanuza, había
      hecho apresar nuevamente a Antonio Pérez, y cuando
      nuevamente estaba a punto de entregarlo a la Santa
      Inquisición, le sobrevino la muerte. Le sucedió en
      el cargo su hijo y tocayo Juan
        de Lanuza, que no había cumplido aún los
      treinta años. (Era frecuente que los cargos públicos
      se transmitieran de padres a hijos. El cargo de justicia mayor de
      Aragón lo disfrutaba la familia Lanuza desde la
      época del rey Fernando I de Antequera, hacía ya
      siglo y medio.) Estaba dispuesto que Antonio Pérez fuera
      entregado el 24 de septiembre,
      pero en Zaragoza se extendió la idea de que la entrega de
      Pérez significaba el fin de los fueros aragoneses. Un nuevo
      motín liberó de nuevo al prisionero.
    
El rey Felipe II perdió la paciencia y envió un
      ejército a Aragón. Al conocer la noticia, los
      juristas aragoneses declararon que la entrada en el reino de un
      ejército extranjero era contrafuero,
      es decir, ilegal, y aconsejaron reunir un ejército para
      hacer frente a la invasión castellana. El 31 de octubre el propio Juan de
      Lanuza denunció el contrafuero y el 8 de noviembre se puso a la cabeza del
      ejército aragonés. El ejército castellano
      contaba con unos 14.000 hombres, mientras que el aragonés
      apenas sumaba los 2.000. Ante estas cifras, Juan de Lanuza no
      tardó en abandonar a los fueristas y volvió a
      Zaragoza, donde publicó un manifiesto en el que
      pedía al pueblo que no ofreciera resistencia. El 10 de octubre Antonio Pérez
      escapó a Francia y el 12 de
        octubre el ejército castellano entraba en
      Zaragoza.
    
Antes de cumplir un año de pontificado, murió el
      Papa Gregorio XIV, y el 29 de octubre
      fue sucedido por el cardenal Giovanni
Antonio
        Facchinetti, de setenta y dos años, que
      adoptó el nombre de Inocencio
        IX. 
    
Ese año murieron también los poetas fray Luis de
      León y san Juan de la
        Cruz. Ninguno de los dos publicó nada de su obra
      poética (cualquiera se atrevía). Entre las obras del
      primero (estas obreziellas que
        se me cayeron de las manos, como él las
      llamó una vez) destacan Vida
        retirada, la Oda a Salinas o La profecía del Tajo, además de
      traducciones de Virgilio y Horacio. Las obras de san Juan de la
      Cruz consisten en tres poemas mayores: Noche oscura, Llama de amor viva y Cántico espiritual,
      junto con cuatro libros con extensas explicaciones
      teológicas en prosa sobre los mismos.
    
También murió el duque Cristián I de
      Sajonia, que fue sucedido por su hijo Cristián II. 
    
En Rusia murió Demetrio Ivanovich, el hermano de ocho
      años del zar Fiódor I. No está claro si
      murió accidentalmente o si fue asesinado por orden del
      regente, Borís Godunov.
    
Juan de Lanuza se negó a firmar una declaración de
      que la entrada del ejército real no había sido
      contrafuero, así que fue decapitado el 20 de noviembre por orden de Felipe II, que
      consideró innecesario un juicio previo.
    
El 30 de diciembre
      murió el Papa Inocencio IX, que, ya en 1592, fue sucedido por el cardenal Ippolito Aldobrandini, de
      cincuenta y cinco años, que adoptó el nombre de Clemente VIII. Se ocupó
      de la edición de la Vulgata.
    
Las cortes de Tarazona aprobaron una modificación de los
      fueros aragoneses presentada por Martín
Bautista
        de Lanuza, un pariente del ajusticiado Juan de Lanuza,
      que había permanecido en todo momento leal al rey Felipe
      II. Obviamente, la reforma reforzaba la autoridad real.
    
Ese año murieron:
    
Poco antes de morir, Robert Greene aludía en una
      acusación de plagio a un tal William Shakespeare, del que no se sabe gran cosa
      con anterioridad a esta fecha. Tenía veintiocho años
      y debía de llevar ya dos o tres en Londres, donde, a juzgar
      por las palabras de Greene, había alcanzado cierto renombre
      en los ambientes teatrales. Aunque la datación de sus obras
      es problemática, por esta época parece que ya
      había escrito Enrique
        VI, La comedia de las equivocaciones, La fierecilla domada, Los
        dos hidalgos de Verona, Ricardo III, El rey Juan, Tito
        Andrónico y Trabajos de Amor perdidos. 
    
Thomas Kyd estrenó Jerónimo, mientras John Lyly publicaba
      el drama Midas. Un joven
      de veintidós años llamado Thomas Heywood compuso la comedia Los cuatro aprendices de Londres.
      
    
Sir Walter Raleigh, hasta entonces uno de los favoritos de la
      reina Isabel I de Inglaterra, dejó de serlo en cuanto
      ésta se enteró de que había dejado embarazada
      a una de sus damas de compañía. Raleigh pasó
      una temporada en las mazmorras de la torre de Londres.
    
En Vietnam, la dinastía Le logró recuperar el poder
      frente a los Mac, después de más de sesenta
      años. No obstante, el reino de los Nguyen, que en principio
      apoyaba a los Le, permaneció independiente.
    
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