Y es que la sociedad de la comunicación -si así convenimos en llamarla- no por serlo supone un avance. Nos podemos comunicar más pero ¿acaso supone mejor? En esto, como en tantas otras cosas, lo cuantitativo no es causa de lo cualitativo...La estupidez, la injusticia, el fanatismo, el sectarismo, el egoísmo, la manipulación, todos esos males endémicos de nuestra sociedad han encontrado nuevos canales para seguir infectándola y dejarla tuerta. No se iba muy lejos Madariaga con la metáfora del tuerto que ve por un ojo, el derecho o el izquierdo. Todo, supongo, para que el ciudadano (¿qué digo? ¡la persona!) no pueda ver y calibrar con ambos ojos...Pásalo.

Dijo M. Castells que existe una lucha social que persigue la asignación de metas a las redes. Creo que no existe tal lucha social (y si existiera está muy desigualada) porque para una lucha se entiende que hay dos partes (o más) enfrentadas...y no creo que todos los actores sociales de los que venimos hablando hasta ahora (las personas de a pie frente a los intereses político-económicos) sean conscientes de que esto es así y está sucediendo aquí y allá, ahora y luego. Unos son conscientes y la gran mayoría de los otros (que yo llamaría nosotros) no lo son y los primeros "trabajan" en que siga siendo así, muy probablemente.

¿Qué se exige para el cambio de paradigma, de procedimiento? Pues, a ojo de buen cubero, diría que exige salir del amodorramiento comunicativo, de la pasividad relacional y del coma de la auto-crítica en la que se ha modelado al trabajador de antes, al consumidor de hace poco, o sea, a lo que ahora las corrientes ¿pensantes? de las agencias de prensa convienen en llamar (es la moda) "usuarios". Exige reconocer que nos basamos en conexiones, en hipervínculos (diacrónicos y sincrónicos) de conocimiento e información que podríamos explotar hasta niveles que ahora podemos atisbar (por su importancia y por los efectos que esto tendría), gracias a los nuevos caminos que la ciencia de la telecomunicación aplicada nos ofrece (por cierto, gratuitos y sin cánones en el momento de su nacimiento pero cargados de cuotas cuando llega a manos de tu puerta). Exige, también, admitir que el mero hecho de tener acceso al conocimiento no implica riqueza, poder y/o crecimiento social, sino es el acto de compartir el acceso y lo que él contiene y con lo que él la persona puede crear, lo que hace que el proceso de enriquecimiento comience. Proceso que debería suponer que esa información que nos llegue, se cuestione, se analice, se modifique si es necesario y se comparta en un flujo continuo de retroalimentación. Pero como proceso nodular complejo que es, esto último implica también un desaprendizaje-reaprendizaje, un aprender a aprender.

Son muchos, pues, los desafíos que resultan de sumar las nuevas vías de comunicación (con una clara carga semántica de compartir) con nuestra habilidad para relacionarnos y relacionar nuestras opiniones.  Me parece que nos encontramos en el umbral de un posible cambio, ante el cruce donde o bien se da el cambio hacia una sociedad activamente crítica, colaboracionista y generadora o bien se afianza el sistema actual de conocimiento y de virtualidad...virtualidad porque nos quieren hacer ver que se está produciendo algo que no está sucediendo (aún). Sobre todo hay que desconfiar precisamente cuando las voces que proclaman cambios y libertades comunicativas del individuo vienen de las propias redes económicas (compañías de telecomunicaciones y servicios). Ciertamente, estamos inmersos en un proceso lleno de contradicciones y ambivalencias.

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