Johann Joachim Becher

(1635-1682), suele ser citado como el inspirador de una de las teorías químicas más importantes del siglo XVIII: la teoría del flogisto. Según su propio testimonio, Becher no siguió los cursos de ninguna escuela sino que aprendió a través de su propia experiencia y mediante la conversación con personas sabias. Esta formación autodidacta y práctica no le impidió, sin embargo, publicar, con tan sólo diecinueve anos, su primera obra relacionada con la alquimia. A partir de ese momento, inició su relación con las cortes centroeuropeas en busca del mecenazgo de príncipes alemanes interesados por sus conocimientos, lo que finalmente consiguió al ser nombrado médico y matemático de la corte del elector de Mainz en 1660. Al ano siguiente, Becher decidió obtener el título de profesor de medicina, para lo que redactó un tratado sobre la epilepsia que defendió ante los miembros de la Facultad de Medicina, donde fue acogido como profesor durante tres anos. Más adelante, en 1664, dejó su puesto como profesor en favor de un nuevo cargo como médico y matemático cortesano en Munich, donde estableció un laboratorio y una factoría de seda. En los anos siguientes publicó la mayor parte de sus obras importantes, que no sólo tuvieron relación con la química sino también con la religión y con los métodos de ensenanza y, muy especialmente, con la economía política, un área en la que sus escritos tuvieron una influencia duradera. Fue posteriormente nombrado consejero comercial de la corte imperial de Viena y allí realizó en 1675 una famosa transmutación alquímica de plomo en plata, con la que se acunó un medallón conmemorativo que todavía se conserva. A la vista de este amplio y variado espectro de actividades, resulta posible intuir, sin necesidad de mayores conocimientos lingüísticos, el significado del adjetivo "polypragmon" con el que el famoso filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) describió a Becher en su correspondencia. Es cierto que Becher fue un espíritu inquieto y un incansable buscador de conocimientos pero su tortuosa carrera fue, más bien, una consecuencia de la necesidad de obtener los apoyos necesarios para desarrollar sus investigaciones.

La obra por la que Becher suele ser citado en la historia de la química fue publicada en 1669 y recogía sus experiencias en el laboratorio de Munich. El texto es habitualmente conocido por su subtítulo, Physica Subterranea, gracias a la edición que realizó Georg Ernst Stahl, en 1703. Al igual que algunos autores estudiados en el apartado anterior, Becher propuso una versión particular de la teoría de los cuatro elementos. En este caso, el papel fundamental estaba reservado a la tierra y al agua, mientras que el fuego y el aire eran considerados como simples agentes de las transformaciones. Todos los cuerpos, tanto animales como vegetales y minerales, estaban formados según Becher por mezclas de agua y tierra. Defendió también que los verdaderos elementos de los cuerpos debían ser investigados mediante el análisis y, en coherencia, propuso una clasificación basada en un orden creciente de composición. Becher creía que los componentes inmediatos de los cuerpos minerales eran tres tipos diferentes de tierras, cada una de ellas portadora de la propiedad de adquirir aspecto vítreo, el carácter combustible y el aspecto fluido o volátil. La tierra que más nos interesa es la que denominó "terra pinguis" y que consideraba portadora del principio de la inflamabilidad. Esta expresión podría traducirse como "tierra grasa" o "tierra oleaginosa" y Becher empleó también otras expresiones para designarla, entre ellas "azufre flogisto".