Glosario de términos químicos
- Acido de sal marina
- Acido vitriólico o espíritu de vitriolo
- Agua fuerte
- Aire de fuego
- Aire desflogisticado
- Aire fijo
- Aire inflamable
- Aire nitroso
- Aire vital
- Alcali
- Alcali fijo
- Alcali volátil
- Azoe
- Azogue
- Barrilla
- Cal
- Cal roja del mercurio
- Calamina
- Espíritu de sal fumante
- Espíritu de vinagre
- Eudiometría
- Magnesia alba
- Mercurius praecipitatus per se
- Natrón
- Nitro
- Oxígeno
- Potasa
- Precipitado rojo de mercurio
- Régulo de antimonio
- Sal álcali fijo
- Sal álcali volátil
- Sosa
- Tutía
El nombre "ácido de sal marina" procede del procedimiento de preparación habitual desde el siglo XVI: se obtenía por fuerte calentamiento de una mezcla de cloruro sódico (sal marina) y arcilla. En el siglo XVII, Glauber introdujo un nuevo método de obtención a partir de cloruro sódico y ácido sulfúrico. Su descubrimiento y uso generalizado fue bastante más tardío que los otros dos ácidos minerales (nítrico y sulfúrico).
Esta expresión designaba en el siglo XVIII lo que en la actualidad se conoce como "ácido sulfúrico". También se empleó el término "vitriolo" (lat. vitrum, vidrio) para designar una amplia variedad de sulfatos metálicos cristalizados como el vitriolo de Chipre (sulfato de cobre), el vitriolo de luna (de plata), el vitriolo de plomo, el vitriolo de Marte (de hierro), etc
En la nueva nomenclatura este término fue traducida como "ácido nitroso del comercio" (v. Aire nitroso). Se trata del último significado de una expresión que en el pasado había servido para designar sustancias que hoy consideramos muy diferentes. En los textos medievales se mencionan métodos de preparación de "aguas fuertes" obtenidas mediante el calentamiento de mezclas de vitriolo de cobre, nitro (v.) y alumbre. De este proceso se desprendían vapores que al combinarse con el agua daban lugar a una "aqua dissolutiva" o "aqua fortis" que, como indican estos términos, eran variantes del elemento agua, dotadas de una fuerte acción disolvente, incluso sobre los metales. Hacia el siglo XVII comienzan a aparecer descripciones del método de obtención del "espíritu de nitro" por reducción del nitro con ácido sulfúrico, estableciéndose así una relación entre el "agua fuerte" y el nitro, que hasta entonces no existía.
Carl W. Scheele empleó esta expresió ("Feuer-Luft", en alemán) para designar lo que más adelante se denominó oxígeno (v.).
v. Oxígeno
Se ha seńalado que la idea de que el aire podía ser "fijado" en los cuerpos sólidos fue defendida por Stephen Hales a principios del siglo XVIII. A mediados del siglo, sin embargo, los trabajos de Josep Black con la magnesia alba (v.) y otras cales (v.) introdujeron un significado más limitado a esta expresión. Black empleó la expresión "fixed air" para referirse a "una especie particular" que se encontraba difundida por toda la atmósfera y que era capaz de entrar en combinación con la cal viva (quick-lime) (v.). Black adoptó esta denominación a regańadientes: "La cal viva (quick-lime) no atrae el aire cuando éste se encuentra en su forma más ordinaria, sino que sólo se puede unir a una especie particular que se encuentra dispersa por la atmósfera, bien en forma de un polvo extremadamente sutil o bien, más probablemente, en forma de fluido elástico. A esto he dado el nombre de "aire fijo", quizás bastante inadecuadamente. Sin embargo, pienso que es mejor emplear una palabra familiar en la filosofía que inventar un nombre nuevo antes de tener pleno conocimiento de la naturaleza y propiedades de la sustancia" La expresión fue utilizada en los ańos siguientes con ambos significados, tanto para designar en general a los fluidos elásticos que eran capaces de fijarse en los cuerpos sólidos como para denominar al fluido elástico que Black había estudiado y descrito según las propiedades que han sido seńaladas en el capítulo II de este libro. La expresión alcanzó gran popularidad, no sólo en círculos académicos. A finales de la década de 1770, José Viera y Clavijo (1713-1813) impartió cursos sobre los "aires fijos" para el selecto público que asistía a las reuniones organizadas por el Marqués de Santa Cruz y publicó un poema didáctico sobre el tema. En 1783, en un popular libro de texto, el famoso boticario Antoine Baumé criticaba la denominación "aire fijo" y su empleo para designar un amplio grupo de sustancias elásticas obtenidas mediante diversos procesos (destilación, efervescencia, fermentación) y diferentes sustancias (álcalis, ácidos, materiales espirituosos). Lavoisier adoptó también inicialmente la expresión "aire fijo" en su sentido más general, aunque progresivamente fue limitando su uso para designar el fluido elástico que Black había identificado en sus estudios sobre los álcalis. Para éste último también empleó otras expresiones como "aire mefítico", "vapor ácido mefítico" o, simplemente, "ácido mefítico" que fueron también empleadas en la época, junto con otras como "ácido fijo" (Priestley), ácido aéreo (Bergman) o ácido de la creta (Guyton de Morveau). Finalmente, las investigaciones de Lavoisier mostraron que esta sustancia estaba formada por carbón y oxígeno y fue rebautizado con el nombre de "ácido carbónico".
La expresión fue introducida por Henry Cavendish en 1766 para referirse al fluido volátil que se desprendía de la acción del ácido vitriólico diluido o el espíritu de sal (v.) sobre los metales como el zinc, el hierro o el estańo. Tras las experiencias sobre el análisis y la síntesis del agua, que han sido analizadas en el capítulo ..., este fluido pasó a ser denominado hidrógeno, a partir de las raíces griegas que significan engendrador de agua. Sin embargo, "aire inflamable" e "hidrógeno" no son dos sinónimos perfectos. En realidad, la primera expresión se utilizó en el último tercio del siglo XVIII para designar lo que actualmente se consideran un grupo muy amplio de gases, con composición química muy diferente, pero que con la característica común de la inflamabilidad. De este modo, por ejemplo, Volta empleó la expresión "aria infiammabile nativa delle paludi" para referirse a un fluido combustible que se obtenía al remover las tierras pantanosas. Se trataba probablemente en este caso de una mezcla de gases cuyo principal componente era el metano. Volta distinguió entre los dos tipos de aire inflamable y realizó importantes experiencias mediante la acción de la chispa eléctrica que han sido brevemente descritas en los capítulos anteriores. También ha sido mencionado que algunos autores como Richard Kirwan identificaron en la década de 1780 al aire inflamable con el flogisto.
Este fluido fue obtenido en el verano de 1772 por Joseph Priestley mediante la acción del ácido nítrico (de ahí su nombre) sobre el latón. Hemos seńalado que este aire se transformó en una pieza clave de los métodos empleados para medir la calidad del aire (eudiometría). En el capítulo III se ha mencionado que este aire tenía la sorprendente propiedad de contraer el aire atmosférico contenido en un recipiente sobre agua. Cuanto mayor era la contracción producida, mayor se consideraba que era la calidad del aire. Las experiencias realizadas por Lavoisier en 1776, también descritas en el mencionado capítulo, le permitieron llegar a explicar este curioso comportamiento. Lavoisier concluyó que el aire nitroso podía combinarse con "la parte más pura del aire" (el oxígeno) para dar lugar al ácido nítrico, el cual se diluía fácilmente en agua, produciendo la aparente contracción de volumen que servía de base para los ensayos eudiométricos. En los ańos siguientes se descubrieron nuevos óxidos del nitrógeno, uno de ellos con sorprendentes propiedades fisiológicas, por lo que se le denominó "gas de la risa". Debido a su gran número, los óxidos del nitrógeno plantearon pronto un problema terminológico. En el capítulo V se ha seńalado que Lavoisier sólo introdujo dos sufijos ("-oso" e "-ico") para diferenciar entre compuestos formados por los mismos elementos en diferentes proporciones, por ejemplo, "óxido ferroso" y "óxido férrico". Este método no se podía aplicar a los óxidos del nitrógeno. A principios del siglo XIX, los libros de texto de química recogían cinco compuestos formados solamente por oxígeno y nitrógeno que denominaban con expresiones tales como "oxidulo de nitrógeno", "gas nitroso", "ácido nitroso", "gas ácido nitroso" y "ácido nítrico". En la nomenclatura desarrollada por Stock, que permite solucionar en parte estos problemas terminológicos, el "aire nitroso" se denomina óxido de nitrógeno (II).
v. oxígeno
Desde la antigüedad se conocía que la ceniza de algunas plantas, tras ser purificada mediante la disolución en agua, el filtrado y evaporación, tenían propiedades tan importantes como la de disolver el aceite (para producir jabón), avivar algunos colorantes vegetales o formar vidrio en combinación con sustancias cuarzosas. además de ser esenciales en la fabricación del vidrio. En los textos árabes, las cenizas de estas plantas eran designadas con la expresión al-gali, de la que procede el término "álcali". Hasta el siglo XVIII no se distinguió entre los dos tipos de sustancias alcalinas diferentes contenidas en las cenizas vegetales. Fueron los trabajos de Henri Louis Duhamel du Monceau sobre las sales formadas por la acción de los ácidos sobre los álcalis los que permitieron distinguir entre la potasa (v.), el componente principal de las cenizas de las plantas y la sosa (v.), presente en muchas especies minerales y mayoritaria sólo en las cenizas de plantas costeras o marinas. Aunque durante mucho tiempo las plantas fueron la principal fuente de obtención de ambos álcalis, la presencia de la sosa en el reino mineral y la supuesta exclusividad de la potasa en el vegetal llevaron a denominar "ácali mineral" al primero y "álcali vegetal" al segundo. Por último, estos dos álcalis sólidos fueron también denominados "álcalis fijos" para diferenciarlos del "álcali volátil", o "álcali animal" que se obtenía principalmente de la putrefacción de cuerpos orgánicos de origen animal. Estos tres álcalis, el mineral, el vegetal y el volátil podían ser también calificados de "suaves" o "cáusticos", según el estado en que estuviesen y debido a las diferentes propiedades que en cada uno de ellos presentaban. Como "álcalis suaves" (lo que nosotros llamaríamos carbonatos de sódico, potásico o amónico), se combinaban con los ácidos desprendiendo gas ácido carbónico (v. Aire fijo) y formando sales. Sin embargo, cuando estos álcalis se trataban con cal cáustica (v. Cal) (para formar lo que nosotros llamaríamos hidróxidos sódico, potásico y amónico) presentaban una reactividad mucho mayor y eran capaces de disolver materias vegetales y animales.
v. Alcali, sosa y potasa
v. Alcali. Bajo este término se designaban indistintamente al menos dos de las formas en las que se presentaba el gas obtenido de la putrefacción de las materias orgánicas animales y algunas vegetales. En forma gaseosa o disuelto en agua se designaba como "álcali volátil" o "álcali volátil cáustico", mientras que unido al ácido carbónico (v. Aire fijo) formaba una sustancia sólida identificada como "álcali volátil concreto", "álcali volátil no cáustico" o "álcali volátil aireado". El nombre de "amoníaco", con el que actualmente designamos a este gas procede, del término "sal ammoniacum" con el que diversos autores latinos nombraron las sales de cloruro de amonio formadas en el oasis de Ammon, en el Alto Egipto.
Expresión empleada por Lavoisier para designar al nitrógeno. La partícula "az(o)" se emplea todavía en química orgánica para designar a compuestos nitrogenados.
Conocido desde la antigüedad, el azogue o mercurio se obtenía generalmente a partir del mineral cinabrio (un sulfuro de mercurio). Debido a que los metales fundidos tenían un brillo o color parecido al mercurio se le consideró como base (materia primigenia) de todos ellos y no propiamente un metal. Su papel en la alquimia es importante y se relacionaba con el planeta que hoy lleva el mismo nombre. La palabra "azogue" (procedente del árabe) fue progresivamente reemplazada para ser sustituida por el nombre del planeta.
v. Sosa
Se trata de un término extremadamente polisémico y afectado de importantes cambios de significado. Se ha utilizado como término genérico para designar los diferentes productos resultantes de la acción del fuego sobre metales y minerales (calcificación o calcinación), generalmente óxidos y carbonatos metálicos. Así, entre los nombres tradicionales recogidos por Gutiérrez Bueno en su traducción de la nueva nomenclatura de 1787 se pueden encontrar términos como "cal de arsénico", "cal de antimonio vitrificada" o "cal blanca de manganesa". También fue utilizado con un significado más restringido para referirse a un grupo de compuestos derivados de un tipo de "tierra", la "tierra calcárea", que era el componente principal de las "piedras calizas". Las piedras calizas como las gredas, mármoles, yesos o espatos (mezclas más o menos puras de carbonato cálcico) podían ser calcinadas por la acción del fuego, provocando la separación de los que se consideraban sus tres componentes principales: el aire fijo (v.), el agua y la "tierra calcárea". Es a esta tierra artificial no existente en la naturaleza en estado puro (formada principalmente por óxido de calcio) a la que se denominaba "cal". El procedimiento para la obtención de la cal era conocido desde muy antiguo y con ella se preparó tradicionalmente el mortero o argamasa (una mezcla de cal, arena y agua) utilizado en la construcción. Recién obtenida, la cal presentaba un aspecto blanquecino, un sabor acre y un comportamiento extremadamente cáustico. Estas propiedades desaparecían rápidamente cuando la cal entraba en contacto con el aire o con el agua. La cal se calentaba, se hinchaba, se hacía más blanca y perdía su causticidad. Era como si se apagara o muriera, por lo que a la cal pura se le llamó "cal viva", "cal corrosiva" o "cal calcinada" y a la cal resultante de la acción del aire o del agua, "cal muerta", "cal apagada" o "cal desleída en agua". En este último estado la cal es una mezcla de hidróxido de calcio, formado por la reacción del óxido de calcio con el agua, y de carbonato cálcico, formado al combinarse el hidróxido con el anhídrido carbónico del aire.
v. mercurius praecipitatus per se
La piedra calaminar o calamina designaba en la antigüedad a una gran variedad de minerales y mezclas de carbonatos y silicatos de cinc. También fue designada en los textos grecorromanos con el nombre de "cadmia". Se empleó para la fabricación de azófar o latón (una aleación de cobre y cinc) y también con fines terapéuticos. Otro material semejante, también formado principalmente por óxido y carbonato de cinc, se denominó "tutía" (que también ha dado la forma en castellano "atutía"), de donde viene la expresión "no hay tutía" (por sus usos medicinales en una variedad de ungüentos y colirios).
En la tradición alquímica, el término "espíritu" designaba la parte vital de un cuerpo, su "espíritu vital", el cual podía extraerse por medio de operaciones como la destilación, la sublimación o la digestión. Al igual que el "espíritu de vino" obtenido de la destilación del vino, términos como "espíritu de nitro" o "espíritu de vitriolo" designaban los fuertes, ácidos y corrosivos líquidos obtenidos a partir del nitro (v.) y del vitriolo (v. ácido vitriólico), que debieron ser disoluciones más o menos concentradas y puras de ácido nítrico y ácido sulfúrico, respectivamente. Este es también el significado del término "espíritu de sal fumante", que en la época de Nicolas Lemery designaba un ácido obtenido de la sal marina mediante destilación y otros procedimientos. Corresponde aproximadamente a una disolución acuosa de lo que más adelante fue denominado "ácido de la sal marina", "ácido marino" o "ácido muriático". La denominación moderna más aproximada es "ácido clorhídrico" que fue creada tras las investigaciones sobre la composición de este ácido, las cuales se convirtieron, como hemos visto, en una de las más importantes críticas a la teoría de la acidez de Lavoisier.
El vinagre es conocido desde la antigüedad porque puede ser fácilmente producido a partir de la acción de ciertas bacterias en mezclas de alcohol y agua, obtenidos a partir de manzana, de remolacha, de patata, de arroz o, como es lo más habitual, del vino. Sus usos han sido muy variados, desde la conservación de frutos y alimentos, hasta el refresco o con fines medicinales. A partir de la destilación del vinagre, los alquimistas aprendieron a fabricar el "espíritu del vinagre", formado principalmente por ácido acético.
Técnica que mide la calidad del aire. V. Aire nitroso. El interés por conocer la salubridad del aire se remonta a la medicina clásica griega, por lo que no resulta sorprendente la gran expectación que despertaron las investigaciones de Priestley sobre el aire nitroso a finales del siglo XVIII. Este nuevo aire tenía la fascinante propiedad de absorber el aire atmosférico cuando ambos se agitaban sobre agua, de modo que, cuanto mayor era la "calidad" o la "respirabilidad" del aire atmosférico, mayor era la absorción observada en este proceso. De este modo, la operación parecía ofrecer una medición cuantitativa de la calidad del aire. Más adelante, Priestley comprobó que el "aire desflogisticado" tenía la propiedad de absorber en mucha mayor proporción al aire nitroso en experiencias similares. Los trabajos de Priestley fueron continuados en otros países, sobre todo en Italia, donde Marsilio Landriani (1751-1815), profesor de física experimental en Milan, publicó en 1775 una investigaciones sobre la "salubridad del aire" y acuńó el nombre de un nuevo instrumento, "eudiómetro", a partir de raíces griegas que indican "medida de la bondad" o calidad del aire. Con este instrumento, Landriani pensaba que resultaría posible estudiar con rigor la calidad del aire y fundar una "medicina aérea", que permitiría emplear la acción terapéutica de los diferentes fluidos elásticos sobre el cuerpo humano. Otro italiano, Alessandro Volta (1745-1827), desarrolló un popular eudiómetro basado en otra propiedad del "aire inflamable", su capacidad para de contraer muestras de "aire desflogisticado" bajo la acción de la chispa eléctrica. Sin embargo, como comentaremos, Volta no ideó inicialmente este instrumento con la finalidad de estudiar la salubridad del aire, un asunto sobre el que tenía serias dudas, sino para estudiar las características del aire inflamable.
A principios del siglo XVIII se acuńó el término "magnesia alba" para diferenciar este carbonato básico de magnesio, probablemente mezclado con carbonato de calcio, de los compuestos equivalentes de manganeso denominados desde entonces "magnesia nigra".
También se conocía como "cal roja del mercurio", si bien, a lo largo del siglo XVIII, los químicos discutieron en torno a si realmente podía considerarse como una auténtica cal. En el capítulo II del libro "La revolución química..." se ha ofrecido una descripción de los procesos de obtención de esta sustancia que contenía principalmente lo que, más adelante, fue denominado óxido rojo de mercurio u óxido mercúrico. Esta sustancia jugó un papel muy importante en la revolución química, tanto por los experimentos realizados por Lavoisier (capítulo II) como por la respuesta que dieron los químicos alemanes a principios de la década de 1790 (capítulo VI).
Sosa
Aunque conocido por las civilizaciones babilónicas, el nitro no aparece en los textos griegos y romanos, ni tampoco en los latinos medievales anteriores al siglo XIII. La principal fuente para su obtención fueron las "tierras nitrosas" que se recogían en establos, corrales y mataderos. A través de un complejo proceso de lixiviación podían lograrse los cristales incoloros y traslúcidos de lo que en la nueva nomenclatura se tradujo como nitrato de potasa.
La aparición de este término está relacionada con la consolidación de la teoría de la acidez de Lavoisier y sus estudios sobre la combustión, la calcinación y la respiración, tal y como ha sido discutido en los capítulos II y III del libro "La revolución química...". La variedad de nombres que adoptó Lavoisier reflejan el lento proceso de maduración y clarificación de sus ideas. A mediados de la década de 1770, Lavoisier comenzó a interpretar los procesos anteriores como operaciones de fijación de una parte del aire común, a la que inicialmente denominó "la parte más pura del aire" o el "aire eminentemente respirable". En una memoria de 1778, indicaba que "el principio que se une a los metales durante su calcinación, que aumenta su peso y que los transforma en estado de cal, no es otra cosa que al porción del aire más salubre y más pura". Recordemos también que, por esas mismas fechas, los partidarios de la teoría del flogisto empleaban la denominación "aire desflogisticado" para designar un aire donde las operaciones de desprendimiento de flogisto (calcinación, respiración, etc.) podían producirse más fácilmente y durante un tiempo más largo. Solo a partir de 1779, con una más elaborada versión de su teoría de la acidez, Lavoisier adoptó una nueva denominación. En una memoria depositada en la Academia de Ciencias en febrero de 1780, Lavoisier seńalaba que, a partir de ahora, cambiaría la denominación del "aire deslfogisticado" o del "aire eminentemente respirable" por la de "principio acidificante" o, traducido en una nueva expresión basada en raíces griegas, "principe oxygine". Aunque la expresión fue criticada por autores contemporáneos, como el gaditano J.M. Aréjula (capítulo VII), se ha mantenido hasta nuestros días, a pesar de que la teoría de la acidez sobre la que está basada ha sido abandonada.
Conocida con términos como álcali fijo vegetal (v. álcali), álcali del tártaro, álcali del nitro o álcali delicuescente, la potasa es un álcali obtenido tradicionalmente de las cenizas vegetales y formado principalmente de carbonato potásico. Tras su purificación con cal se obtenía el hidróxido de potasio o "potasa cáustica", considerada como la potasa pura.
v. Mercurius praecipitatus per se.
El antimonio es conocido desde la Antigüedad en sus diversas combinaciones naturales. Se empleaba en cosmética (bajo el nombre de origen árabe kohl) y en medicina, aunque sus virtudes terapéuticas fueron muy controvertidas. Entre los derivados que se empleaban en los antiguos laboratorios químicos figura la "manteca de antimonio" (un cloruro), los "polvos de Algaroth" (una mezcla de óxidos y oxicloruros) y las "flores de antimonio" (sulfuros). La obtención del antimonio metálico se remonta también hasta épocas muy antiguas y, como ocurría en otros casos, se denominaba bajo el apelativo de "régulo" (que significa "pequeńo rey"), generalmente empleado para designar sustancias con aspecto metálico obtenidas mediante reducción.
Desde la antigüedad se conocía que la ceniza de algunas plantas, convenientemente tratada, tenían propiedades tan importantes como la de disolver el aceite (para producir jabón), avivar algunos colorantes vegetales o formar vidrio en combinación con sustancias cuarzosas. Además de ser esenciales en la fabricación del vidrio. En los textos árabes, las cenizas de estas plantas eran designadas con la expresión al-gali, de la que procede el término "álcali". Hasta el siglo XVIII no se distinguió entre los dos tipos de sustancias alcalinas diferentes contenidas en estas cenizas: la sosa (que acabó denominándose "álcali mineral") y la potasa (o "álcali vegetal") en el vegetal (v.). Además, se impuso también la distinción en sus dos formas: "suaves" o "cáusticos", según su estado y las propiedades. Los "álcalis suaves" corresponden a los actuales carbonatos de sódico, potásico o amónico, mientras que los "álcalis cáusticos" son nuestros hidróxidos sódico, potásico y amónico, los cuales presentan una reactividad mucho mayor y son capaces de disolver materias vegetales y animales. Esta distinción ha permanecido de algún modo en expresiones como "cal muerta" o "cal viva".
Bajo este término se designaban indistintamente varias sustancias y mezclas en las que se encontraba el gas que ahora denominamos amoníaco, general obtenido de la putrefacción de las materias orgánicas animales y algunas vegetales. El nombre de "amoníaco" procede, del término "sal ammoniacum" con el que diversos autores latinos nombraron las sales de cloruro de amonio formadas en el oasis de Ammon, en el Alto Egipto.
v. (Alcali). Antes de que Nicolas Leblanc ideara el procedimiento industrial para la fabricación del carbonato de sodio o sosa artificial, ésta se obtenía a partir de vegetales como la barrilla, planta del género Salsola L., abundante en las costas alicantinas y cartageneras. También se encuentra en la naturaleza en forma de eflorescencias o capas formadas en lagos al desecarse total o parcialmente en verano. Estos depósitos fueron conocidos desde la Antigüedad y la sustancia en ellos recogida aparece como "neter" en el Antiguo Testamento, como "nitron" en los textos griegos y "nitrum" en los romanos. Esto último hizo que en algunos textos se confundiera con el "nitro" (v.). La sosa obtenida de cualquiera de estos modos es un carbonato de sodio que tratado con la cal cáustica (v. cal) se transforma en el hidróxido de sodio que tradicionalmente se ha conocido como "sosa cáustica".
La tutía o atutía es una mezcla formada principalmente por óxido de cinc. Lla expresión "no hay tutía" procede de sus usos medicinales en una gran variedad de ungüentos.