Textos de la revolución química
- Afinidades químicas - E.F. Geoffroy
- Agricola - Georgii Agrícolae, (1561), De re metallica
- AREJULA - Reflexiones sobre nomenclatura química
- BERGMAN - Afinidades químicas
- BERGMAN - Análisis de aguas
- BERTHOLLET - Arte del blanqueo
- Flogisto - en un libro de texto de Pierre Macquer
- GOETHE - Afinidades electivas
- GELLERT, C. E. - Metallurgic chymistry
- GUTIÉRREZ BUENO - Curso de química
- HALES - Vegetable Staticks
- LAVOISIER - Tratado elemental de química
- GUTIÉRREZ BUENO, P. - Nomenclatura química, para el uso de su escuela
- ORFILA - Obras completas
- Oxígeno - Procedente del Traité de Lavoisier
- PALACIOS BAYA - Palestra Farmacéutica
- PRIESTLEY - Experimentos sobre el aire
- PROUST - Anales del Laboratorio de Segovia
- SAN CHRISTOBAL y GARRIGA - Química aplicada
- SCHEELE - Ensayos químicos
- Tintes
- Alquimia
- Nomenclatura
- Enseñanza-Manuales
- Farmacia
- Medicina
- Industria y química aplicada a las artes
- Toxicología
- Obras de Orfila
Las tablas de afinidades
Diversos autores del siglo XVIII trataron de ordenar en las tablas de afinidad la información empírica disponible referente a la "afinidad" química de las diversas sustancias entre sí. La tabla expuesta fue realizada por Etienne François Geoffroy (1672-1731) y presentada en 1718 a la Académie des Sciences de París con el texto que se extracta a continuación:
Table des différens Rapports observés en Chimie entre différentes substances par M. Geoffroy l'aîné, Mém. de l'Académie, (1718)
"Se observa en química ciertas afinidades [rapports] entre diferentes cuerpos, que hacen que se unan fuertemente los unos con los otros. Estas afinidades tienen sus grados y sus leyes. Se observa sus diferentes grados en que, entre diferentes materias confundidas, y que tienen cierta disposición a unirse juntas, se percibe que una de estas sustancias se une siempre constantemente con cierta otra, preferiblemente a todas.
En lo que respecta a las leyes de estas afinidades, he observado que, entre las sustancias que tenían esta disposición a unirse juntas, si dos se encuentran unidas y otras se acercan o se mezclan, se unen a una de ellas y hacen que la otra deje de estar unida; y algunas otras también no se unirán ni a la una ni a la otra, ni las separarán de ningún modo. De lo cual, me ha parecedio que se podría concluir con bastante verosimilud, que aquellas que se unen a una de las dos, tenían más afinidad, unión o disposición a unirse con ella, que las otras que la que soltaban su presa tras su acercamiento. Y he creído que se podría deducir de estas observaciones la proposición siguiente, que es muy amplia, aunque no pueda darla como general, no habiendo podido examinar todas combinaciones posibles para asegurarme si se encontrará algo en contra:
"Todas las veces que dos sustancias que tienen cierta disposición a juntarse unas con otras, se encuentran unidas conjuntamente, si ocurre que una tercera que tenga más afinidad [rapport] con una de las dos, se unirá dejando libre a la otra"
Esta proposición se halla muy ampliamente difundida en química, donde se la encuentra, por así decirlo, a cada paso de los efectos de esta afinidad [rapport]. De esta propiedad dependen la mayor parte de los movimientos ocultos que siguen a las mezclas de los cuerpos y que serían casi impenetrables sin esta clave. Pero como el orden de estas afinidades es poco conocido, he creído que sería una cosa muy útil el marcar aquellas que las principales materias que se acostumbra a trabajar en química guardan entre ellas y el dibujar una tabla donde de un vistazo se pudiera ver las diferentes afinidades que tienen unas con otras.
La primera línea de esta tabla comprende diferentes sustancias que se emplean en química. Debajo de cada una de estas sustancias se han ordenado por columnas diferentes materias comparadas con la primera en orden de su afinidad [rapport] con esta primera sustancia; de modo que la que se encuentra más próxima es la que tiene más afinidad, o aquella que ninguna de las sustancias que se encuentran debajo podrían separar; pero que las separa a todas, cuando se encuentran unidades y las descarta para unirse a ella. Así, en la primera columna los espíritus ácidos son sustancias a las que he comparado los cuatro géneros siguientes que se encuentran debajo, a saber, las sales álcalis fijas, las sales álcalis volátiles, las tierras absorbentes y las sustancias metálicas.
Las sales álcalis fijas se encuentran dispuestas en la columna inmediatamente debajo de los espíritus ácidos porque no conozco ninguna materia que, uniéndose a los espíritus ácidos, los despegue y los separe una vez que están unidos. Por el contrario, cuando cualquiera de los tres tipos de sustancias que se encuentran debajo, se encuentra unida a los espíritus ácidos, dejan su lugar a las sales álcalis fijas cuando se aproiamn, para dejarle la libertad de unirse a los ácidos.
En la tercera casilla se encuentran las sales álcalis volátiles que tienen más afinidad con los espíritus ácidos que las sustancias terrosas o metálicas que se encuentran debajo, pero menos que las sales álcalis fijas que se encuentran encima. De modo que, cuando haya alguna de estas dos sustancias juntas a los espíritus ácidos, le harán dejar su presa y tomarán su lugar, uniendo a estos mismos ácidos. Estas mismas sales álcalis volátiles tienen asimismo menos afinidad con los espíritus ácidos que las sales álcalis fijas, lo que hace que no tengan ninguna acción sobre estas dos sustancias unidas conjuntamente. Al contrario, cuando estas sales álcalis volátiles se encuentran unidas con los espíritus ácidos, los abandonan al encuentro de las sales álcalis fijas, a las que ceden su lugar.
A pesar de que esta tabla contiene un número muy grande de sustancia de las que se estudia sus afinidades, no dudo en absoluto que se pueda añadir todavía muchos otros, de los que se conocerán sus afinidades a fuerza de experiencias.
Es necesario señalar que, en muchas de estas experiencias, la separación de las materias no es siempre perfectamente exacta y precisa. Lo que procede de muchas causas que no es posible evitar, como la glutinosidad del líquido, su movimiento, la figura de las partes precipitantes o precipitadas, y otras cosas por el estilo, que no permiten un descenso rápido o una separación exacta de todas las partes; lo que es, no obstante, tan poco importante que no debe evitar considerar a esta regla como constante.
Georgii Agrícolae,(1561), De re metallica, Libri XII, Basileae.
Una de las obras fundamentales sobre la tecnología en el siglo XVI.
Incluye numerosos grabados y datos sobre industrias relacionadas con la química como el ensayo de metales, la cerámica, la vidriería, la metalurgia y la minería.
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ARÉJULA, J. M., (1788), Reflexiones sobre la nueva nomenclatura química, Madrid, Imprenta de Sancha.
Para este autor, la voz "oxígeno" era incorrecta le atribuía la supuesta propiedad de "engendrar ácidos" a esta sustancia, lo cual estaba lejos de ser probado. De ser cierta dicha característica distintiva, seńalaba Aréjula, deberían cumplirse los siguientes corolarios: "10 todos los ácidos contienen oxígeno, 20 todo cuerpo que se une a la porción de oxigeno, que es capaz de recibir, se vuelve ácido, 30 La acidez y las propiedades de ácido serán tanto mayores cuanto la porción de oxígeno sea mayor, 40 El cuerpo capaz de recibir más oxígeno será el más terrible ácido". Aréjula dedicó numerosas páginas de su obra a mostrar la falsedad de todos y cada uno de estos corolarios.
Utilizó con habilidad los recientes trabajos de Berthollet que habían puesto en cuestión la teoría de la acidez de Lavoisier al mostrar la existencia de ácidos sin oxígeno, tales como el ácido muriático o el ácido prúsico. También recordó que, de los diecisiete metales conocidos, sólo cuatro formaban ácidos al combinarse con el oxígeno y, finalmente, recordó que la combinación de oxígeno con el hidrógeno producía "un fluido, no ácido, el mas abundante en la naturaleza, y del que hacemos mayor uso, como es el agua". Una vez demostrada la impropiedad del término "oxígeno", Aréjula propuso denominar a esta sustancia "arxicayo", a partir de voces griegas que significan aproximadamente "principio quemante", dado que consideraba que era esta propiedad, el ser agente de la combustión, la característica "exclusiva y constante" que definía al oxigeno. De haber triunfado su propuesta, lo que actualmente se denominan "óxidos" hubieran sido denominados "cayos".
Uno de los pocos autores que siguió las recomendaciones de Aréjula fue Andrés Manuel del Río que en sus obras empleó durante algún tiempo expresiones como "cayo de hierro rojo" o "cayo de hierro negro" para designar a óxidos de este metal.
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BERGMAN, T. O.,(1788), Traité des affinités chymiques, ou attractions électives, París, Buisson.
Una de las obras más importantes sobre la teoría de afinidades del siglo XVIII en su versión francesa.
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SCHEELE, C.; BERGMAN, T. O. (1777), Chemische Abhandlung von der Luft und dem Feuer, Upssala.
Elementos fisico-matemáticos de la análisis general de las aguas, traducidos del latín al francés por Mr. de Morveau, y de éste al castellano por el Capitán de caballería don Ignacio Antonio de Souto, Madrid, Imprenta Real. Se trata de un importante tratado sobre análisis de aguas que incluye las novedades introducidas por la química pneumática.
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BERTHOLLET, C. L., (1796), Arte del blanqueo por medio del ácido muriático oxigenado, traducido por Domingo García Fernández, Madrid, Imprenta Real.
Una de las obras más importantes escritas por Berthollet sobre las propiedades blanqueadoras del "ácido muriático oxigenado", actualmente denominado "cloro".
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Pierre Joseph Macquer es un buen representante de los médicos franceses del siglo XVIII que impartieron clases de química y realizaron importantes contribuciones a esta ciencia. Después de graduarse en la Facultad de Medicina de París, estudió química con Guillaume F. Rouelle (1703-1770), en el Jardin des Plantes de París y, poco después, en 1745, fue elegido miembro de la Académie des Sciences. Más adelante, impartió cursos de química en diversas instituciones hasta acabar ocupando la cátedra de Rouelle en el Jardin des Plantes, donde impartió clases hasta poco antes de su muerte. Realizó diversas investigaciones sobre la solubilidad de las grasas en el alcohol y las propiedades de diversos compuestos minerales del arsénico y desarrolló un nuevo tinte basado en el empleo del "azul de Prusia".
Una de sus más importantes contribuciones fueron sus Elémens de chymie theórique y sus Élémens de chymie pratique aparecidos en 1749 y 1751 respectivamente. La obra tuvo un gran éxito y fue reeditada en varias ocasiones en Francia. Fue traducida al castellano en 1784 y reeditada en 1788 en Valencia, donde fue utilizada para la enseñanza de la química que se impartió en la Universidad. El texto contiene una selección de los saberes químicos de la segunda mitad del siglo XVIII, con explicaciones basadas en la teoría del flogisto, tal y como puede comprobarse a través del texto que hemos seleccionado. El grabado que se expone representa un alambique de metal (derecha), donde se puede observar la presencia de un sistema de refrigeración en la parte superior. Las otras figuras representan dos alambiques de vidrio y una retorta (centro).
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GOETHE, J. W. Von, (1809), Die Wahlverwandtschaften, Tübingen.
Versión original del texto de Goethe basado en la teoría de afinidades del siglo XVIII. Se trata de una trama amorosa en la que se produce una "doble descomposición" entre las dos parejas de protagonistas. En términos químicos de la época, estas "atracciones electivas dobles" tenían lugar en casos en los que se producía una separación y una nueva composición de los ingredientes de dos compuestos, es decir, cuando un compuesto "AB" se une con otro "CD" para dar lugar a los compuestos "AC" y "BD" Un ejemplo sería cuando el nitrato de plata se combina disolución acuosa con el cloruro de potasio para producir nitrato de potasio y cloruro de plata. Como apunta uno de los personajes de la obra de Goethe, parece que los ingredientes de los primeros compuestos prefieran la segunda relación a la primera.
Goethe aplicó estos principios a la relación entre las dos parejas de su relato. Su reunión casual provocará una "doble descomposición" y una nueva "combinación" amorosa.
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GELLERT, C. E., (1776), Metallurgic chymistry, London, Adelphi.
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GUTIÉRREZ BUENO, P., (1802) Curso de química dividido en lecciones para la enseñanza del Real Colegio de San Carlos, Madrid, Villalpando.
Se trata de uno de los primeros cursos de química escritos en castellano realizado por el traductor de la nueva nomenclatura química.
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HALES, S. (1727), Vegetable Staticks or, An account of some statical experiments on the sap in vegetables, London, Innys.
Una de las obras fundamentales de la química pneumática del siglo XVIII que permitió el hallazgo de un gran número de "aires", "fluidos elásticos" o, como son denominados en la actualidad, "gases".
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LAVOISIER, A.L., (1798), Tratado elemental de química, traducido por J. M. Munárriz, Madrid, Imprenta Real.
Versión castellana del famoso manual de química de A. Lavoisier.
Volumen I
Volumen II
GUYTON DE MORVEAU, L.B. et al. (1788), Método de la nueva nomenclatura química, traducido por p. Gutiérrez Bueno, Madrid, Imprenta de Sancha. Se trata de la primera edición en castellano del la obra Méthode de nomenclature chimique realizada por cuatro de los más relevantes químicos franceses de ese período: Antoine Laurent Lavoisier (1743-1794), Antoine Fourcroy /1755-1809), Claude Louis Berthollet (1748-1822) y, su principal impulsor, el abogado y químico de Dijon, Louis Bernard Guyton de Morveau (1737.1816).
Su propuesta contenía un conjunto sistemático de reglas para nombrar las sustancias, basado en las nuevas ideas sobre la composicíón que se consolidaron en esos ańos. El punto de partida era la lista de sustancias simples elaborada por Lavoisier entre los que se encontraban la luz y el calórico, algunos de los nuevos gases (nitrógeno, oxígeno, hidrógeno) y los diecisiete metales conocidos en la época, así como un conjunto de cinco "tierras" que pronto serían analizadas y pasarían a formar parte del grupo de los compuestos, tal y como ya preveía el propio Lavoisier.
La reforma se basaba en la idea de atribuir nombres simples y únicos para este grupo de sustancias simples, mientras que las sustancias compuestas eran nombradas mediante expresiones binarias (semejantes a las de Lineo) que indicaban los elementos constituyentes. De este modo, lo que anteriormente había sido denominado, según su aspecto y color, como "vitriolo azul", "vitrio verde", "vitriolo de luna" o "vitriolo blanco" pasaban a denominarse "sulfato de cobre", "sulfato de hierro", "sulfato de plata" y "sulfato de cinc", respectivamente. Del mismo modo, el nombre de Ťaceyte de vitrioloť (basado en su consistencia y en su modo de obtención) se transformaba en Ťácido sulfúricoť y "sal de la Higuera" en "sulfato de magnesia".
La segunda edición puede consultarse en GUTIÉRREZ BUENO, P. (1801), Nomenclatura química, para el uso de su escuela [Real Colegio de San Carlos], Madrid, Imprenta de Sancha.
Ver
Edición electrónica de las obras de Mateu Orfila i Rotger (1787-1853)
Enlace
El siguiente texto procede del libro de Antonie Lavoisier,
Traité élémentaire de chimie, Paris, Cuchet, 1789, 2 vols.
Capítulo III: Análisis del aire de la atmósfera.
"La química presenta en general dos medios para determinar la naturaleza de las partes constituyentes de un cuerpo, la composición y la descomposición. Cuando, por ejemplo, se combina el agua y el espíritu de vino o alcohol, y a través de esta mezcla, se obtiene el licor que lleva en el comercio por nombre "aguardiente" (eau-de-vie), se debe concluir que el aguardiente está compuesto de alcohol y de agua. Se puede llegar a la misma conclusión mediante la descomposición y, en general, no se alcanza plena satisfacción en química mientras no se ha podido reunir estos dos tipos de pruebas.
Se dispone de esta ventaja en e l caso del análisis del aire atmosférico: se le puede descomponer y recomponer. Me limitaré aquí a describir las experiencias más concluyentes que han sido hechas a este respecto. Apenas se puede citar alguna que no me sea propia, bien porque la hice el primero, bien porque la he repetido desde un punto de vista nuevo, el del análisis del aire de la atmósfera.
Tomé (fig. 2) un matraz A de 36 pulgadas cúbicas aproximadamente de capacidad cuyo cuello BCDE era muy largo y tenía de seis a siete líneas de grosor interior. Lo curvé, tal y como aparece en la figura, de modo que pudo ser colocado en un horno MMNN y su extremidad E de su cuello se unió a al campana FG, colocada en un baño de mercurio RRSS.
Introduje en este matraz cuatro onzas de mercurio muy puro. Más tarde, succionando con un sifón que introduje en la campana FG, elevé el mercurio hasta LL. Marqué cuidadosamente esta altura con una banda de papel y observé exactamente el barómetro y el termómetro.
Estando así dispuestas las cosas, encendí el fuego del horno MMNN y lo mantuve casi continuamente durante doce días, de modo que el mercurio fue calentado hasta el grado necesario para hacerlo hervir.
Nada destacable pasó durante el primer día. El mercurio, aunque no hervía, estaba en un estado de evaporación continua. Tapizaba el interior de los recipientes con pequeñas gotas, al principio muy finas, que fueron progresivamente aumentando de tamaño. Cuando estas gotas alcanzaban un cierto volumen, caían al fondo del vaso y se reunían con el resto del mercurio. El segundo día, comencé a ver nadar sobre la superficie del mercurio unas pequeñas laminillas rojas que, durante cuatro o cinco días, aumentaron en número y volumen. Pasado ese tiempo, dejaron de aumentar y permanecieron exactamente en el mismo estado. Al cabo de doce días, viendo que la calcinación del mercurio no hacía ningún progreso, apagué el fuego y dejé enfriar los recipientes. El volumen del aire contenido tanto en el matraz como en su cuello y en la parte vacía de la campana, reducido a una presión de 28 pulgadas y a 10 grados del termómetro, era antes de la operación de 50 pulgadas cúbicas aproximadamente. Cuando la operación acabó, este mismo volumen a igual presión y temperatura, no era más que 42 o 43 pulgadas. Se produjo, por lo tanto, una disminución de una sexta parte del volumen aproximadamente. Por otra parte, tras recoger con cuidado todas las laminillas rojas formadas y separarlas en la medida de lo posible del mercurio líquido en el que se encontraban sumergidas, su peso ascendía a 45 granos. Repetí varias veces esta calcinación del mercurio en un recipiente vacío, porque es difícil en una sola y misma experiencia conservar el aire con el que se ha operado y las moléculas rojas o cal de mercurio que se forman. A menudo, confundiré, por ello, el resultado de dos o tres experiencias del mismo género.
El aire que quedó tras esta operación y que había sido reducido a 5/6 de su volumen, por la calcinación del mercurio, no era adecuado ni para la respiración ni para la combustión: los animales que se introdujeron en él murieron en pocos instantes y las llamas se extinguieron rápidamente, como si se las hubiera introducido en agua. Por otra parte, tomé los 45 granos de materia roja que se había formado durante la operación, la introduje en una muy pequeña retorta de vidrio a la que había adaptado un aparato preparado para recibir los productos líquidos y aeriformes que pudieran separarse. Tras encender el fuego del horno, observé que, a medida que la materia roja era calentada, su color aumentaba de intensidad. Cuando se llevaba la retorta próxima a la incandescencia, la materia roja comenzaba a perder poco a poco su volumen y, en algunos minutos, desaparecía totalmente. Al mismo tiempo, se condensó en este pequeño recipiente 41 granos y medio de mercurio líquido y pasaron a la campana de 7 a 8 pulgadas de un fluido elástico mucho más adecuado que el aire atmosférico para mantener la combustión y la respiración de los animales.
Tras pasar una parte de este aire a un tubo de vidrio de una pulgada de diámetro e introducir en él una vela, ésta ofreció un brillo deslumbrante. El carbón en lugar de consumirse lentamente como en el aire ordinario ardía con llama y fuerte decrepitación, a la manera del fósforo, y con una vivacidad de luz que los ojos apenas podían soportarlo. Este aire que descubrimos casi al mismo tiempo, M. Priestley, M. Schéele y yo, fue nombrado, por el primero, "aire desflogisticado" y, por el segundo, "aire empireal". Yo le di primero el nombre de "aire eminentemente respirable" y, más tarde, este nombre fue substituido por el de "aire vital". Veremos más adelante qué es lo que se debe pensar acerca de estas denominaciones.
Reflexionando sobre las circunstancias de esta experiencia, se ve que el mercurio al calcinarse absorbe la parte salubre y respirable del aire o, hablando de modo más riguroso, la base de esta parte respirable; que la porción del aire que queda es una especie de mofeta, incapaz de mantener la combustión y la respiración. El aire de la atmósfera está, por lo tanto, compuesto de dos fluidos elásticos de naturaleza diferente y, por decirlo de algún modo, opuesta.
Una prueba de esta importante verdad es que, al recombinar los dos fluidos elásticos que se obtuvieron de modo separado, es decir, las 42 pulgadas cúbicas de mofeta, o de aire no respirable, y las 8 pulgadas cúbicas de aire respirable, se vuelve a formar aire, idéntico en todo al que existe en la atmósfera y que es adecuado, en la misma medida, a la combustión, a la calcinación de los metales y a la respiración de los animales".
NOTA: Unidades de medida empleadas por Lavoisier y equivalencias con el S.I.:
Peso: 1 libra = 16 onzas = 16 x 8 x 72 granos = 489 g. 1 grano = 0,053 g.
Longitud: 1 pulgada = 12 líneas = 27 mm.
PALACIOS BAYA, F., (1763), Palestra pharmaceutica chimico-galenica, Madrid, Joachin Ibarra. Se trata de una de las principales obras de química y farmacia de la primera mitad del siglo XVIII en castellano. Contiene láminas de instrumentos y una tabla con nombres y símbolos químicos antiguos. Ver
PRIESTLEY, J, (1790), Experiments and observations on different kinds of air and other branches of natural philosophy, connected with the subject, Birmingham London, T. Pearson. Se trata de la obra donde Priestley describe sus trabajos sobre los "diferentes tipos de aire" que incluyen el "aire desflogisticado", lo que ha hecho que se le considere uno de los descubridores del oxígeno. Vol. 1 Vol. 2
PROUST, L., (1791), Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia, ó Colección de memorias sobre las artes, la artillería, la historia natural de Espańa, y Américas, la docimástica de sus minas, etc , v.1, Segovia, Anonio Espinosa. Vol. 1
SAN CHRISTOBAL, J. M.; GARRIGA BUACH, J., (1804),Curso de química general aplicada a las artes, París, Imprenta de Carlos Crapelet, 1804. Se trata del primer volumen de este importante tratado de química aplicada a la industria, realizado por dos pensionados espańoles en París. Vol. 1
SCHEELE, C.; BERGMAN, T. O. (1777), Chemische Abhandlung von der Luft und dem Feuer, Upssala. Se trata de la publicación realizada por Wilhelm Carl Scheele (1742-1786), farmacéutico sueco, quien, entre 1770 y 1773 identificó un fluido elástico que inicialmente denominó "Vitriol-Luft" ("aire de vitriolo") y, más adelante, "Feuer-Luft" (o, en sueco, "elds luft", que también significa "aire de fuego") y que había obtenido a través del calentamiento de varias sustancias como el precipitado rojo de mercurio o compuestos de plata y arsénico. Scheele anotó que el gas carecía de olor y podía servir mejor que el aire normal para mantener la combustión de una vela. Estos trabajos le han permitido ser considerado como uno de los descubridores del oxígeno. Ver
FERNÁNDEZ, L., (1778), Tratado instructivo y práctico sobre el arte de la tintura: reglas experimentadas y metódicas para tintas sedas, lanas, hilos de todas clases y esparto en,Madrid, Román. Se trata de uno de los más importantes tratados sobre la fabricación de tintes escrito en castellano en el siglo XVIII.
(1661), Theatrum chemicum, Praecipuos selectorum auctorum tractatus de chemiae et lapidis philosophici antiquitate, veritate, jure, praestantia & operationibus continens : volumen secundum, Argentorati : sumptibus Heredum Eberh. Zetzneri.
Ver
LEMERY, N., (1721), Curso química, traducido por F. Palacios, Madrid, Manuel Román.
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GUYTON DE MORVEAU, L.B., (1788), Método de la nueva nomenclatura química, traducido por p. Gutiérrez Bueno, Madrid, Imprenta de Sancha. Ver
COMPAGNONI, G. (1802), Cartas fisico-quimicas y traducidas al castellano por Don Josef Antonio Sabater y Anglada, Pablo Nadal, Barcelona.
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Vol. I
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CARBONELL BRAVO, F., (1796), Pharmaciae elementa chemiae recentioris: fundamentis inmixa, Barcelona, Joannes Franciscus Piferer. Ver
BERGMAN; T. O. (1794), Elementos fisico-matemáticos de la análisis general de las aguas, traducidos del latín al francés por Mr. de Morveau, y de éste al castellano por el Capitán de caballería don Ignacio Antonio de Souto, Madrid, Imprenta Real.
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AREJULA, J. M. de, (1806), Breve descripcion de la fiebre amarilla padecida en Cadiz y pueblos comarcanos en 1800, en Medinasidonia en 1801, en Malaga en 1803, y en esta misma plaza y varias otras del reyno en 1804, Madrid, Imprenta Real.
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GUTON DE MORVEAU, L.B., (1803), Tratado de los medios de desinficionar el ayre, precaver el contagio y detener sus progresos, traducido por don Antonio de la Cruz, Madrd, Imprenta Real.
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ORFILA, M., (1818), Socorros que se han de dar á los envenenadas ó asfixiados : y medios propios para conocer los venenos y los vinos adulterados y para distinguir la muerte real de la aparente, Madrid, Imprenta de la calle de la Greda.
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Vol. I