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Subsecciones

3.1 Los Límites del Imperialismo

El mundo ya está parcelado, y lo que queda de él está siendo dividido, conquistado y colonizado. Pensar en esas estrellas que vemos sobre nuestras cabezas en las noches, esos vastos mundos que nunca alcanzaremos. Si pudiera anexaría los planetas; a menudo pienso en ello. Me pone triste verlos tan claramente y sin embargo tan lejanos.

Cecil Rhodes
Durante la mayor parte del siglo veinte la crítica al imperialismo ha sido una de las arenas más activas y urgentes de la teoría marxista.3.1 Muchos de estos argumentos están hoy ciertamente desactualizados, y la situación a la que se refieren totalmente transformada. Sin embargo, esto no significa que no nos quede nada para aprender de ellos. Estas críticas al imperialismo pueden ayudarnos a comprender el pasaje desde el imperialismo hacia el Imperio, porque en ciertos aspectos anticiparon este pasaje.

Uno de los argumentos centrales del pensamiento marxista tradicional sobre el imperialismo es que hay una relación intrínseca entre capitalismo y expansión, y que la expansión capitalista toma inevitablemente la forma del imperialismo. El propio Marx escribió muy poco sobre el imperialismo, pero sus análisis de la expansión capitalista ocupan un lugar central en toda la tradición de la crítica. Lo que Marx explicó con mayor claridad es que el capital opera constantemente mediante una reconfiguración de los límites entre lo interior y lo exterior. De hecho, el capital no funciona dentro de los confines de un territorio y población fijos, sino que siempre sobrevuela sus fronteras e internaliza nuevos espacios: ``La tendencia a crear el mercado mundial está determinada en el propio concepto del capital. Cada límite aparece como una barrera a superar''.3.2 Esta característica terca del capital constituye un siempre presente punto de crisis que pertenece a la esencia misma del capital: la constante expansión es su siempre inadecuado, pero sin embargo necesario, intento de saciar una sed insaciable. No pretendemos con esto sugerir que esta crisis y estas barreras conducirán necesariamente al capital hacia el colapso. Por el contrario, tal como para la modernidad en su conjunto, la crisis es para el capital una condición normal que indica no su fin sino su tendencia y modo de operar. La construcción del imperialismo por el capital y su tránsito más allá de él están dados, ambos, en el complejo juego entre los límites y las barreras.

3.1.1 La Necesidad de un Exterior

Marx analiza la necesidad constante de expansión del capital analizando primeramente el proceso de realización, y con ello la relación cuantitativamente desigual entre el trabajador como productor y el trabajador como consumidor de mercancías.3.3 El problema de la realización es uno de los factores que conduce al capital más allá de sus límites y afirma la tendencia hacia el mercado mundial. A fin de comprender el problema debemos comenzar por la explotación. ``Para comenzar'', leemos en los Grundrisse, ``el capital fuerza a los trabajadores más allá del trabajo necesario al plustrabajo'' (p. 421). El salario del trabajador (correspondiente al trabajo necesario) debe ser menor que el valor total producido por el trabajador. Sin embargo, la plusvalía debe hallar un mercado adecuado a fin de realizarse. Como cada trabajador debe producir más valor que el que él o ella consume, la demanda del trabajador en tanto consumidor no podrá ser nunca una demanda adecuada para la plusvalía. En un sistema cerrado, la producción capitalista y el proceso de intercambio están definidos, en consecuencia, por una serie de barreras: ``El capital, entonces, coloca al tiempo de trabajo necesario como la barrera al valor de cambio de la capacidad del trabajo viviente; al tiempo de trabajo excedente como la barrera al tiempo de trabajo necesario; y a la plusvalía como la barrera del tiempo de plustrabajo''. (p. 422). Todas estas barreras fluyen desde una única barrera definida por la relación desigual entre el trabajador en tanto productor y el trabajador como consumidor.

Ciertamente, la clase capitalista (junto con las otras clases que participan de sus ganancias) consumirá una parte de este valor excedente, pero no puede consumirlo todo, porque si lo hiciera no quedaría plusvalía restante para reinvertir. En vez de consumir toda la plusvalía, los capitalistas deben practicar abstinencia, lo que equivale a decir que deben acumular.3.4 El propio capital demanda que los capitalistas renuncien a los placeres y se abstengan en lo posible de ``gastar'' la plusvalía en su propio consumo.

Esta explicación cultural de la moral y abstinencia capitalista, sin embargo, es sólo un síntoma de las verdaderas barreras económicas alzadas dentro de la producción capitalista. Por un lado, si debe haber ganancia, los trabajadores tendrán que producir más valor que el que consuman. Por otro lado, si debe haber acumulación, la clase capitalista y sus dependientes no podrán consumir toda la plusvalía. Si la clase trabajadora junto con la clase capitalista y sus dependientes no logran formar un mercado adecuado y comprar todas las mercancías producidas, entonces, aunque haya tenido lugar la explotación y se haya extraído la plusvalía, este valor no podrá realizarse.3.5

Luego señala Marx que esta barrera se exacerba continuamente a medida que el trabajo se vuelve más productivo. Con el incremento de la productividad y el consiguiente aumento en la composición del capital, el capital variable (es decir, el salario pagado a los trabajadores) constituye una parte cada vez menor del valor total de las mercancías. Esto significa que la capacidad de consumo de los trabajadores es cada vez menor respecto de las mercancías producidas: ``Cuanto más productividad se desarrolla, más entra en conflicto con la estrecha base sobre la cual descansa la relación de consumo''.3.6 La realización del capital es así bloqueada por el problema de la ``estrecha base'' de la capacidad de consumo. Debemos señalar que esta barrera no tiene nada que ver con el poder absoluto de producción de una población o su poder absoluto de consumo (indudablemente el proletariado puede y desea consumir más), sino que se refiere al poder relativo de consumo de una población dentro de las relaciones de producción y reproducción.

Para poder realizar la plusvalía generada en el proceso de producción y evitar la devaluación resultante de la superproducción, Marx sostiene que el capital necesita expandir su territorio: ``Una precondición de la producción basada en el capital es, en consecuencia, la producción de un ámbito de circulación en constante expansión, ya sea este un ámbito directamente expandido o con múltiples puntos interiores creados como puntos de producción''. (p. 407). La expansión del terreno de la circulación puede ser lograda mediante la intensificación de mercados existentes dentro de la esfera capitalista, a través de nuevas necesidades y demandas; pero el monto salarial disponible para que gasten los trabajadores y la obligación de acumular de los capitalistas instalan una rígida barrera a esta expansión. Alternativamente, pueden crearse consumidores alternativos reclutando nuevas poblaciones dentro de la relación capitalista, pero esto no puede estabilizar la relación básicamente desigual entre oferta y demanda, entre el valor creado y el valor que puede ser consumido por la población involucrada de proletarios y capitalistas.3.7 Por el contrario, los nuevos proletarios serán siempre un mercado inadecuado para el valor que ellos producen, por lo que sólo reproducirán el problema en una escala mayor.3.8 La única solución efectiva para el capital es mirar fuera de sí y descubrir mercados no capitalistas en los cuales pueda intercambiar sus mercancías y realizar su valor. La expansión de la esfera de la circulación por fuera del reino capitalista desplaza la desestabilizante desigualdad.

Rosa Luxemburgo desarrolló los análisis de Marx del problema de la realización, pero cambió la inflexión del análisis. Luxemburgo conjeturó sobre el hecho que ``los consumidores exteriores en tanto otros-además-de-los capitalistas son esenciales'' (pp. 365-66) para que el capital pueda realizar su plusvalía, señalando esto como una indicación de la dependencia que el capital tiene de su exterior. El capitalismo es ``el primer modo de economía que es incapaz de existir por sí mismo, que necesita de otros sistemas económicos como medio y sustrato''.3.9 El capital es un organismo que no puede sustentarse a sí mismo sin mirar constantemente más allá de sus fronteras, alimentándose de su ambiente exterior. Su exterior es esencial.

Tal vez esta constante necesidad de expandir su esfera de control sea la enfermedad del capital europeo, o quizá sea también el motor que condujo a Europa a la posición de dominio mundial en la era moderna. ``Tal vez, entonces, el mérito de Occidente, confinado como estaba en su estrecho `Cabo de Asia','' supone Fernand Braudel, ``fue haber necesitado al mundo, haber necesitado aventurarse hacia fuera de su propia puerta delantera''.3.10 El capital ha tendido desde sus inicios a ser un poder mundial, o, realmente, el poder mundial.

3.1.2 Internalizando el Exterior

El capital se expande no sólo para satisfacer sus necesidades de realización y hallar nuevos mercados, sino también para cumplir los requerimientos del momento subsiguiente en el ciclo de acumulación, es decir, el proceso de capitalización. Luego que la plusvalía ha sido realizada en la forma de dinero (mediante mercados intensificados en el dominio capitalista y la confianza en los mercados no-capitalistas), esa plusvalía realizada debe ser reinvertida en la producción, es decir, volverse capital. La capitalización de la plusvalía realizada requiere ser efectuada para que el capitalista pueda asegurar el siguiente ciclo de producción necesario para obtener suministros adicionales de capital constante (materias primas, maquinaria, etc.) y capital variable adicional (o sea, fuerza de trabajo)-y eventualmente esto requerirá a su turno una extensión aún mayor del mercado para una realización ulterior.

La búsqueda de capital constante adicional (en especial más materiales y más nuevos) conduce al capital hacia un tipo de imperialismo caracterizado por el pillaje y el robo. El capital, asegura Rosa Luxemburgo, ``saquea todo el mundo, procura sus medios de producción en todos los rincones del planeta, obteniéndolos, si es preciso, por la fuerza, de todo nivel de civilización y de todas las formas de sociedad...Progresivamente se torna necesario para el capital el disponer cada vez más del mundo, adquirir una ilimitada opción de medios de producción, tanto en cantidad como en calidad, de modo de hallar empleo productivo para la plusvalía que ha realizado''.3.11 Para la adquisición de medios adicionales de producción el capital se relaciona y confía en su entorno no-capitalista, pero no internaliza dicho entorno-o, mejor dicho, no necesariamente torna capitalista a dicho entorno. Lo externo permanece externo. Por ejemplo, oro y diamantes pueden ser extraídos de Perú y Sudáfrica, o caña de azúcar de Jamaica y Java, perfectamente bien mientras esas sociedades y esa producción continúan funcionando mediante relaciones no-capitalistas.

Por el contrario, la adquisición de capital variable adicional, el empleo de nueva fuerza de trabajo y la creación de proletarios implican un imperialismo capitalista. La extensión de la jornada laboral de los trabajadores existentes en el ámbito capitalista puede, por supuesto, crear fuerza de trabajo adicional, pero hay un límite para dicho incremento. Para el resto de esta nueva fuerza de trabajo el capital debe crear continuamente y emplear nuevos proletarios entre grupos y países no-capitalistas. La progresiva proletarización del entorno no-capitalista se constituye en la continua reapertura de los procesos de acumulación primitiva-y, con ello, en la capitalización del propio entorno no-capitalista. Es esto lo que Luxemburgo considera la verdadera novedad histórica de la conquista capitalista: ``Todos los conquistadores han buscado la dominación y explotación de los países, pero ninguno se interesó en apoderarse de la gente de sus fuerzas productivas y destruir su organización social''.3.12 En el proceso de capitalización el exterior es internalizado.

E capital debe, entonces, no sólo abrir el intercambio con sociedades no-capitalistas o apropiarse de sus riquezas; tiene que transformarlas, también, en sociedades capitalistas. Esto es lo central en la definición de Rudolph Hilferding de la exportación de capital: ``Con `exportación de capital' me refiero a la exportación de valor que pretende generar plusvalor afuera''.3.13 Lo que se exporta es una relación, una forma social que se recreará o replicará a sí misma. Como un misionero o un vampiro, el capital toca aquello que le es extraño y lo vuelve propio. ``La burguesía'', escribieron Marx y Engels, ``obliga a todas las naciones, bajo pena de extinción, a adoptar el modo burgués de producción; los fuerza a introducir lo que llama civilización en su interior, es decir, a volverse burgueses también ellos. En una palabra, crea el mundo a su propia imagen''.3.14 En términos económicos, esta civilización y modernización significan capitalización, es decir, incorporación dentro del ciclo expansivo de la producción y acumulación capitalistas. De este modo el entorno no-capitalista (territorio, formas sociales, culturas, procesos productivos, fuerza de trabajo, etc.) es subsumido formalmente bajo el capital.

Debemos señalar aquí que el capital europeo no transforma realmente a los territorios no-capitalistas ``a su propia imagen'', como si todos estuvieran volviéndose homogéneos. De hecho, cuando los críticos marxistas del imperialismo reconocieron los procesos de internalización del capital en el exterior, subestimaron generalmente el significado del desarrollo desigual y de las diferencias geográficas implícitos en ellos.3.15 Cada segmento del exterior no-capitalista es transformado diferentemente, y todos son integrados orgánicamente dentro del cuerpo en expansión del capital. En otras palabras, los distintos segmentos del exterior son internalizados no según un modelo de similitud sino como diferentes órganos que funcionan juntos en un solo cuerpo coherente.

En este punto podemos reconocer la contradicción fundamental de la expansión capitalista: la confianza del capital en su exterior, en el entorno no-capitalista, que satisface la necesidad de realizar la plusvalía, entra en conflicto con la internalización del entorno no-capitalista, que satisface la necesidad de capitalizar a dicha plusvalía realizada. Históricamente, estos dos procesos han tenido lugar a menudo secuencialmente. Un territorio y población son primero vueltos accesibles en tanto exterior para el intercambio y la realización, y luego, incorporados adecuadamente al ámbito de la producción capitalista. Sin embargo, el punto importante es que, una vez que un segmento del entorno ha sido ``civilizado'', una vez que ha sido incorporado orgánicamente dentro de los recientemente expandidos límites del dominio de la producción capitalista, deja de ser el exterior necesario para realizar la plusvalía del capital. En este sentido la capitalización se alza como barrera a la realización y viceversa; o, mejor dicho, la internalización contradice la confianza en el exterior. La sed del capital deberá ser saciada con nueva sangre, debiendo buscar continuamente nuevas fronteras.

Es lógico suponer que llegará un momento en el que estos dos momentos del ciclo de acumulación, realización y capitalización, entrarán en conflicto directo y se socavarán mutuamente. En el siglo diecinueve el campo para la expansión capitalista (en recursos materiales, fuerza de trabajo y mercados) parecía prolongarse indefinidamente, tanto en Europa como en otros lados. En los tiempos de Marx la producción capitalista constituía una pequeña parte de la producción global. Sólo unos pocos países poseían una producción capitalista sustancial (Inglaterra, Francia y Alemania), e incluso estos países poseían aún extensos segmentos de producción no-capitalista (agricultura basada en los campesinos, producción artesanal, etc.) Luxemburgo argumentó, sin embargo, que, dado que la tierra es finita, el conflicto lógico se tornará eventualmente una contradicción real: ``Cuanto más violenta, cruel y acabadamente provoque el imperialismo el derrumbe de las civilizaciones no-capitalistas, más rápidamente socavará el piso bajo los pies de la acumulación capitalista. Como el imperialismo es el método histórico para prolongar la carrera del capitalismo, es también el medio más seguro para conducirlo a un dulce final''.3.16 Esta tensión contradictoria está presente durante todo el desarrollo del capital, pero se revela por completo en el límite, en el punto de crisis-cuando el capital se enfrenta con la finitud de la humanidad y de la tierra. Aquí el gran imperialista Cecil Rhodes aparece como el capitalista paradigmático. Los espacios del planeta se están cerrando, y la expansión imperialista del capital confronta sus límites. Rhodes, siempre aventurero, contempla deseoso y anhelante a las estrellas, frustrado por la cruel tentación de aquellas nuevas fronteras, tan próximas y, sin embargo, tan lejanas.

Aunque sus críticas al imperialismo y a la expansión capitalista sean presentadas con frecuencia en términos estrictamente cuantitativos, en términos económicos, los objetivos de los teóricos marxistas son principalmente políticos. Esto no implica que los cálculos económicos (y sus críticas) no deban ser tomados seriamente en cuenta; significa, en realidad, que las relaciones económicas deben ser consideradas, dado que se hallan realmente articuladas en el contexto histórico y social, como parte de las relaciones políticas de mando y dominación.3.17 El objetivo político más importante para estos autores en la cuestión de la expansión económica es demostrar la ineluctable relación entre capitalismo e imperialismo. Si el capitalismo y el imperialismo están esencialmente relacionados, siguiendo está lógica, entonces cualquier lucha contra el imperialismo (y las guerras, la miseria, el empobrecimiento y la esclavización que derivan de él) deberá ser también una lucha directa contra el capitalismo. Toda estrategia política dirigida a reformar la configuración contemporánea del capitalismo a fin de volverlo no-imperialista es vana y superficial, puesto que el núcleo de la reproducción y acumulación capitalistas implica necesariamente expansión imperialista. El capital no puede comportarse de otro modo-es esta su naturaleza. Los demonios del imperialismo no podrán ser confrontados salvo mediante la destrucción del propio capitalismo.

3.1.3 Ecualización y Subsunción

El libro de Lenin sobre el imperialismo es concebido principalmente como una síntesis de los análisis de otros autores a fin de hacerlos accesibles a un público más amplio.3.18 Sin embargo, el texto de Lenin efectúa sus propias contribuciones originales, de las cuales la más importante es sostener la crítica al imperialismo desde el punto de vista subjetivo, ligándola así a la noción marxista del potencial revolucionario de las crisis. Nos brinda así un conjunto de herramientas, un equipo de máquinas para la producción de subjetividad antiimperialista.

A menudo Lenin presenta sus argumentos en forma de polémica. Su análisis del imperialismo se articula principalmente desafiando las tesis de Rudolph Hilferding y Karl Kautsky. A fin de desarrollar sus críticas, sin embargo, Lenin considera cuidadosamente, y a veces asume como propias, las afirmaciones teóricas de estos autores. Y más importante aún, Lenin adopta la tesis fundamental de Hilferding, que dice que como el capital se expande mediante la construcción imperialista del mercado mundial, emergen allí obstáculos aún mayores a la Ausgleichung (ecualización) de las tasas de ganancia entre las diversas ramas y sectores de la producción. Sin embargo, el desarrollo capitalista pacífico depende de, al menos, una tendencia hacia condiciones económicas ecualizadas: iguales precios para iguales mercancías, igual ganancia para igual capital, igual salario e igual explotación para igual trabajo, etc. Hilferding reconoce que el imperialismo-que estructura las naciones y territorios del desarrollo capitalista de un modo cada vez más rígido y le asigna autoridad a los monopolios nacionales-impide la conformación de una tasa de ganancia ecualizada, socavando así la posibilidad de una mediación capitalista exitosa del desarrollo internacional.3.19 Efectivamente, la dominación y división del mercado mundial por los monopolios ha vuelto casi imposible el proceso de ecualización. Sólo mediante la intervención de los bancos centrales nacionales, o, mejor aún, si interviniera un banco internacional unificado, podría ecualizarse y aplacarse esta contradicción, que presagia guerras tanto comerciales como armadas. En síntesis, Lenin adoptó la hipótesis de Hilferding acerca de que el capital ha entrado en una nueva fase del desarrollo internacional definida por los monopolios, y que esta lleva tanto a un aumento de las contradicciones como a una crisis de ecualización. Sin embargo, no aceptó que la utopía de un banco internacional unificado pueda ser tomada en cuenta seriamente y que una Aufhebung (subsunción) aún capitalista de la crisis pueda ocurrir.

Lenin consideró la posición de Kautsky, quien también tomó a la obra de Hilferding como punto de partida, como aún más utópica y dañina. Kautsky propuso, efectivamente, que el capitalismo podría alcanzar una unificación política y económica real del mercado mundial. Los violentos conflictos del imperialismo podrían ser seguidos por una nueva fase pacífica del capitalismo, una fase ``ultra-imperialista''. Los magnates del capital podrían unirse en un único trust mundial, substituyendo a la competencia y luchas entre capitales financieros nacionales por un capital financiero internacionalmente unificado. Podemos entonces imaginar, sostiene, una fase futura en la cual el capital alcance una subsunción y resolución pacíficas, en la que no un banco unificado sino las fuerzas del mercado y los monopolios más o menos regulados por los Estados tengan éxito en la determinación de la ecualización global de la tasa de ganancia.3.20 Lenin acordó con la tesis básica de Kautsky según la cual existe una tendencia en el desarrollo capitalista hacia la cooperación internacional de los diversos capitales financieros nacionales, y, posiblemente, hacia la construcción de un trust mundial único. Lo que objetó enérgicamente fue el hecho que Kautsky utilizara esta visión de un futuro pacífico para negar la dinámica de la realidad presente; por ello, Lenin denunció su ``deseo profundamente reaccionario de calmar las contradicciones'' de la situación actual.3.21 En lugar de aguardar por algún tipo de pacífico ultraimperialismo que debería llegar en el futuro, los revolucionarios deberían actuar ahora sobre las contradicciones derivadas de la actual organización imperialista del capital.

Por ello, aunque adoptó en general las proposiciones analíticas de estos autores, Lenin rechazó sus posturas políticas. Aunque acordó básicamente con los análisis de Hilferding sobre la tendencia hacia un mercado mundial dominado por los monopolios, negó que dicho sistema pudiera accionar de modo tal de lograr mediar y ecualizar la tasa de ganancia. Esto lo negó no tanto teóricamente como políticamente. Lenin sostuvo que el desarrollo capitalista en la fase monopólica estaría plagado por una serie de contradicciones, y que los comunistas tenían que actuar sobre ellas. Era responsabilidad del movimiento obrero oponerse a cada intento capitalista de organizar una ecualización efectiva de las tasas imperialistas de ganancia, y era la función del partido revolucionario intervenir en y profundizar las contradicciones objetivas del desarrollo. Lo que más debería evitarse era la realización de la tendencia hacia el ``ultraimperialismo'', que podría incrementar monstruosamente el poder del capital y eliminar por un largo período la posibilidad de luchas sobre los eslabones más contradictorios, y por ello más débiles, de la cadena de dominación. Lenin escribió, ya sea como deseo o predicción, ``Este desarrollo sucede en tales circunstancias, en tal medida, mediante tales contradicciones, conflictos y sublevaciones-no sólo económicas sino políticas, nacionales, etc.-que, inevitablemente el imperialismo habrá de estallar y el capitalismo se verá transformado en su opuesto mucho antes que se materialice el trust mundial, antes que la amalgama mundial `ultraimperialista' de los capitales financieros nacionales tenga lugar''.3.22

Las contramarchas lógicas de Lenin entre propuestas analíticas y posiciones políticas son realmente tortuosas. Sin embargo, su razonamiento fue muy efectivo desde el punto de vista subjetivo. Como dijo Ilya Babel, el pensamiento de Lenin corre a lo largo ``de la misteriosa curva de la línea recta'' que conduce el análisis de la realidad de la clase trabajadora hacia la necesidad de su organización política. Lenin reconoció el elemento intemporal de la definición de imperialismo y reconoció en las prácticas subjetivas de la clase trabajadora no sólo el obstáculo potencial a la solución lineal de las crisis de la realización capitalista (también enfatizado por Luxemburgo), sino también la posibilidad concreta y existente de que estas prácticas-luchas, insurrecciones y revoluciones-pudieran destruir al mismo imperialismo.3.23 En este sentido, Lenin tomó la crítica del imperialismo desde la teoría hasta la práctica.

3.1.4 Desde el Imperialismo al Imperio

Uno de los aspectos más destacables del análisis de Lenin es su crítica del imperialismo como concepto político. Lenin unió la problemática de la soberanía moderna con la del desarrollo capitalista bajo la lente de una crítica unificada, y al entrelazar las diferentes líneas de crítica, logró vislumbrar más allá de la modernidad. En otras palabras, mediante su reelaboración política del concepto de imperialismo, Lenin, más que ningún otro marxista, fue capaz de anticipar el pasaje hacia una nueva fase del capital, más allá del imperialismo, e identificar el lugar (o, en verdad, el no-lugar) de emergencia de la soberanía imperial.

Cuando Lenin estudió al imperialismo, enfocó su atención no sólo en la obra de varios autores marxistas recientes sino que también recurrió al trabajo de John Hobson y su versión populista burguesa de la crítica del imperialismo.3.24 Lenin aprendió mucho de Hobson-que, incidentalmente, también habría podido aprender igualmente bien de las teorías populistas alemanas, francesas o italianas sobre el imperialismo. En particular, aprendió que los Estados-nación europeos modernos utilizan al imperialismo para transferir fuera de sus límites las contradicciones políticas que aparecen dentro de cada país. El Estado-nación le pide al imperialismo que resuelva o, en verdad, desplace la lucha de clases y sus efectos desestabilizantes. Cecil Rhodes expresó con la mayor claridad la esencia de esta función del imperialismo: ``La idea que acaricio es una solución para los problemas sociales, por ejemplo, a fin de evitar a los 40.000.000 de habitantes del Reino Unido una sangrienta guerra civil, nosotros, hombres de Estado coloniales, debemos adquirir nuevas tierras para asentar al excedente de población y proveer de nuevos mercados para los bienes producidos por ellos en las fábricas y las minas. El Imperio, como siempre he dicho, es cuestión de pan y manteca. Si usted desea evitar la guerra civil, debe volverse imperialista.''3.25 Mediante el imperialismo los Estados modernos exportaron la lucha de clases y la guerra civil a fin de preservar el orden y la soberanía en su casa.

Lenin vio al imperialismo como un estadio estructural en la evolución del Estado moderno. Imaginó una progresión histórica lineal y necesaria desde las primeras formas del Estado europeo moderno hacia el Estado-nación y luego al Estado imperialista. En cada estadio de este desarrollo el Estado debió inventar nuevos medios para construir consenso popular, y, por ello, el Estado imperialista debe hallar una vía para incorporar a la multitud y sus formas espontáneas de lucha de clases dentro de las estructuras estatales ideológicas; debe transformar a la multitud en pueblo. Este análisis es la articulación política inicial del concepto de hegemonía que luego sería central en el pensamiento de Gramsci.3.26 Por ello Lenin interpretó al populismo imperialista como simplemente otra variante de la propuesta de soberanía en tanto solución para la crisis de la modernidad.

Sobre la base de esta interpretación del imperialismo como elemento hegemónico de la soberanía, Lenin pudo explicar los efectos estructurantes y las consecuencias totalitarias de las políticas imperialistas. Entendió con gran claridad la dinámica centrípeta del imperialismo que socavaba progresivamente la distinción entre el ``interior'' y el ``exterior'' del desarrollo capitalista. El punto de partida de la crítica al imperialismo de Luxemburgo se basaba en el ``exterior'', es decir, en las resistencias que podrían reorganizar los valores de uso no-capitalistas de la multitud, tanto en los países dominantes como en los subordinados. Desde la perspectiva de Lenin, sin embargo, ese punto de partida y esa estrategia no son defendibles. Las transformaciones estructurales impuestas por las políticas imperialistas tienden a eliminar toda posibilidad de estar afuera, tanto en países dominantes como subordinados. El asentamiento de la crítica debe localizarse no en el exterior sino dentro de la crisis de la soberanía moderna. Lenin creía que con la Primera Guerra Mundial, en la cual el estadio imperialista de la soberanía moderna había llevado directamente a un conflicto mortal entre los Estados-nación, el punto de la crisis había llegado.

Lenin reconoció finalmente que, aunque el imperialismo y la fase monopólica eran expresión de la expansión global del capital, las prácticas imperialistas y las administraciones coloniales mediante las cuales eran a menudo aplicadas se habían vuelto obstáculos al desarrollo ulterior del capital. Enfatizó el hecho, observado por numerosos críticos del imperialismo, de que la competencia, esencial para el funcionamiento y expansión del capital, declina necesariamente en la fase imperialista, proporcionalmente al crecimiento de los monopolios. El imperialismo, con sus intercambios exclusivos y tarifas protectoras, sus territorios nacionales y coloniales, está alzando y reforzando continuamente fronteras fijas, bloqueando o encauzando flujos económicos, sociales y culturales. Como hemos visto antes en términos culturales (en la Sección 2.3), y como Luxemburgo sostuvo en términos económicos, el imperialismo se apoya pesadamente sobre estas fronteras fijas y en la distinción entre interior y exterior. El imperialismo crea realmente una camisa de fuerza para el capital-o, más precisamente, en un cierto momento los límites creados por las prácticas imperialistas obstruyen el desarrollo capitalista y la plena realización del mercado mundial. El capital deberá eventualmente superar al imperialismo y destruir las barreras entre el interior y el exterior.

Sería una exageración afirmar que, sobre la base de estas intuiciones, los análisis de Lenin acerca del imperialismo y la crisis conducen directamente a la teoría del Imperio. Es verdad, sin embargo, que su revolucionario punto de vista reveló el nudo fundamental del desarrollo capitalista-o, mejor, el nudo Gordiano que debería deshacerse. Aún cuando las propuestas prácticas y políticas de Lenin para la revolución mundial fueron derrotadas (y pronto analizaremos las razones de esa derrota), algo como la transformación que él anticipó fue, sin embargo, necesario. El análisis de Lenin de la crisis del imperialismo posee la misma fuerza y necesidad que el análisis de Maquiavelo sobre la crisis del orden medieval: la reacción debería ser revolucionaria. Esta es la alternativa implícita en la obra de Lenin: o revolución mundial comunista o Imperio, y hay una profunda analogía entre estas dos opciones.

3.1.5 Los Volúmenes faltantes de El Capital

A fin de comprender el pasaje desde el imperialismo hacia el Imperio, además de mirar el desarrollo del propio capital, debemos entender la genealogía desde la perspectiva de la lucha de clases. Este punto de vista es, de hecho, probablemente más central a los movimientos históricos reales. Las teorías de los pasajes hacia y dentro del imperialismo que privilegian la crítica pura de la dinámica del capital corren el riesgo de subestimar el poder del motor realmente eficiente que conduce el desarrollo capitalista desde su núcleo más profundo: los movimientos y luchas del proletariado. Este motor puede ser difícil de reconocer, a menudo porque está oculto por la ideología del Estado y las clases dominantes, pero aún cuando aparezca sólo esporádicamente o veladamente, no por ello es menos efectivo. La historia posee una lógica sólo cuando la subjetividad la dirige, sólo cuando (como decía Nietzche) la emergencia de la subjetividad reconfigura causas eficientes y causas finales en el desarrollo de la historia. El poder del proletariado consiste precisamente en esto.

Arribamos así al delicado pasaje mediante el cual la subjetividad de la lucha de clases transforma al imperialismo en Imperio. En esta tercera parte del libro trazaremos la genealogía del orden económico del Imperio de modo de revelar la naturaleza global de la lucha de clases proletaria y su habilidad para anticipar y prefigurar los desarrollos del capital hacia la realización del mercado mundial. Necesitamos todavía identificar, sin embargo, un esquema teórico que pueda apoyarnos en esta búsqueda. Los viejos análisis del imperialismo no serán suficientes ahora porque finalizan deteniéndose ante el desafío del análisis de la subjetividad, concentrándose en las contradicciones del propio desarrollo del capital. Necesitamos identificar un esquema teórico que instale la subjetividad de los movimientos sociales del proletariado en el centro del escenario de los procesos de globalización y constitución del orden mundial.

Hay una paradoja en el pensamiento de Marx que puede ser particularmente ilustrativa para resolver los problemas que enfrentamos. En sus borradores sobre el esquema del Capital, Marx planeó tres volúmenes que nunca fueron escritos: uno sobre el salario, un segundo sobre el Estado, y un tercero sobre el mercado mundial.3.27 Podríamos decir que el contenido del volumen sobre el salario, en tanto iba a ser un volumen sobre los salarios devengados, estaba incluido en parte en los escritos políticos e históricos de Marx, tales como El Dieciocho de Brumario, La Lucha de Clases en Francia, y los escritos sobre la Comuna de París.3.28 La situación de los volúmenes sobre el Estado y el mercado mundial, sin embargo, es completamente diferente. Las diversas notas de Marx sobre estos temas están diseminadas y son insuficientes; ni siquiera existen bosquejos de estos libros. Los comentarios que efectuó Marx sobre el concepto del Estado están dirigidos menos a una discusión teórica general que a análisis específicos de políticas nacionales: sobre el parlamentarismo inglés, el bonapartismo francés, la autocracia rusa, etc. Los límites nacionales de estas situaciones son los que tornan imposible hacer una teoría general. Las características constitucionales de cada Estado-nación fueron, en la visión de Marx, condicionadas por la diferencia en las tasas de ganancia en las diferentes economías nacionales, junto con las diferencias en los regímenes de explotación-en suma, por la sobredeterminación de los Estados particulares de los procesos de valorización en los diferentes sitios nacionales de desarrollo. El Estado-nación era una organización singular del límite. En estas condiciones una teoría general del Estado sólo podía ser aleatoria y concebida en los términos más abstractos. Las dificultades de Marx para escribir los volúmenes de El Capital sobre el Estado y el mercado mundial estuvieron, por tanto, conectadas fundamentalmente: el volumen sobre el Estado no podría haberse escrito hasta que el mercado mundial se hubiera realizado.

El pensamiento de Marx, sin embargo, estaba orientado hacia un momento en el que la valorización capitalista y los procesos políticos de comando convergieran y se superpusieran a nivel mundial. El Estado-nación juega apenas un rol efímero en su obra. Los procesos de desarrollo capitalista determinan la valorización y la explotación como funciones de un sistema global de producción, y cada obstáculo que aparezca en ese terreno tiende a ser superado finalmente. ``La tendencia a crear el mercado mundial'', escribió, ``está contenida en el propio concepto del capital. Cada límite aparece como una barrera a ser superada''.3.29 Una teoría marxista del Estado podrá ser escrita sólo cuando todas esas barreras fijas sean superadas y cuando el Estado y el capital coincidan efectivamente. En otros términos, la declinación del Estado-nación es, en un sentido profundo, la plena realización de la relación entre el Estado y el capital. ``El capitalismo sólo triunfa'', como dice Fernand Braudel, ``cuando se identifica con el Estado, cuando es el Estado''.3.30 Tal vez ya sea hoy posible (si aún se siente la necesidad) bosquejar los dos volúmenes faltantes de Marx; o mejor aún, siguiendo el espíritu de su método y reuniendo los apuntes de Marx sobre el Estado y el mercado mundial, podría intentarse escribir una crítica revolucionaria del Imperio.

Los análisis del Estado y del mercado mundial también se vuelven posibles en el Imperio por otra razón: porque en este punto del desarrollo la lucha de clases actúa sin límites en la organización del poder. Habiendo alcanzado el nivel mundial, el desarrollo capitalista se enfrenta directamente con la multitud, sin mediaciones. Por ello la dialéctica, o, en realidad la ciencia del límite y su organización, se evapora. La lucha de clases, empujando al Estado-nación hacia su abolición y avanzando más allá de las barreras alzadas por él, propone la constitución del Imperio como el lugar del análisis y el conflicto. Sin esa barrera, entonces, la situación de lucha es completamente abierta. El capital y el trabajo se oponen de un modo directamente antagónico. Esta es la condición fundamental de toda teoría política del comunismo.

3.1.6 Ciclos

Desde el imperialismo al Imperio y desde el Estado-nación a la regulación política del mercado mundial: estamos siendo testigos, considerándolo desde el punto de vista del materialismo histórico, de una pasaje cualitativo en la historia moderna. Mientras que somos incapaces de expresar adecuadamente la enorme importancia de este pasaje, a veces definimos pobremente lo que está sucediendo como la entrada en la posmodernidad. Reconocemos la pobreza de esta descripción, pero a veces la preferimos a otras porque, al menos, la posmodernidad indica el cambio de época de la historia contemporánea.3.31 Otros autores, sin embargo, parecen minimizar la diferencia de nuestra situación y retornar el análisis hacia las categorías de una comprensión cíclica de la evolución histórica. Lo que estamos viviendo hoy, desde su punto de vista, sería otra simple fase en los ciclos repetitivos regulares de las formas del desarrollo económico o las formas de gobierno.

Estamos familiarizados con las numerosas teorías de los ciclos históricos, desde aquellas concernientes a las formas de gobierno que hemos heredado de la antigüedad greco-romana a las del desarrollo y declinación cíclicos de la civilización, de autores del siglo veinte como Oswald Spengler y José Ortega y Gasset. Hay, por supuesto, enormes diferencias entre la evaluación cíclica de Platón de las formas de gobierno y la apología de Polibio del Imperio Romano, o entre la ideología nazi de Spengler y el fuerte historicismo de Fernand Braudel. Nosotros hallamos completamente inadecuado a todo este modo de razonamiento, porque cada teoría de los ciclos parece reírse del hecho que la historia es producto de la acción humana, imponiendo una ley objetiva que gobierna sobre las intenciones y las resistencias, las derrotas y las victorias, las alegrías y el sufrimiento de los humanos. O peor aún, hacen danzar a las acciones humanas al ritmo de las estructuras cíclicas.

Giovanni Arrighi adoptó la metodología de los ciclos largos para escribir un análisis rico y fascinante del ``largo siglo veinte''.3.32 El libro se aboca principalmente a entender cómo la crisis de la hegemonía y acumulación de los Estados Unidos en la década de 1970 (indicada, por ejemplo, por el desenganche del dólar del patrón oro en 1971 y por la derrota militar norteamericana en Vietnam) es un punto de inflexión fundamental en la historia del capitalismo mundial. A fin de aprehender este pasaje contemporáneo, sin embargo, Arrighi cree que debemos volver atrás y situar esta crisis dentro de la larga historia de ciclos de la acumulación capitalista. Siguiendo la metodología de Fernand Braudel, Arrighi construye un enorme aparato histórico y analítico de cuatro grandes ciclos sistémicos de acumulación capitalista, cuatro ``largos siglos'', que sitúan a los Estados Unidos en línea después del ciclo genovés, el holandés y el inglés.

Esta perspectiva histórica lleva a Arrighi a demostrar cómo todo vuelve, o específicamente cómo el capitalismo siempre vuelve. Entonces, la crisis de los '70 no es en verdad nada nuevo. Lo que hoy le está sucediendo al sistema capitalista dirigido por Estados Unidos le sucedió a los británicos cien años atrás, a los holandeses antes y, más atrás, a los genoveses. La crisis indica un pasaje, que es el punto de inflexión de cada ciclo sistémico de acumulación, desde una primera fase de expansión material (inversión en producción) a una segunda fase de expansión financiera (incluyendo especulación). Este pasaje hacia una expansión financiera, que, Arrighi sostiene, ha caracterizado la economía de los Estados Unidos desde principios de los '80, posee siempre un carácter otoñal; señala el fin de un ciclo. Indica específicamente el fin de la hegemonía de Estados Unidos sobre el sistema capitalista mundial, porque el fin de cada ciclo largo indica siempre un cambio geográfico del epicentro de los procesos sistémicos de acumulación de capital. ``Cambios de este tipo'', escribe, ``han sucedido en todas las crisis y expansiones financieras que marcaron la transición de un ciclo sistémico de acumulación a otro''.3.33 Arrighi afirma que Estados Unidos le ha pasado la antorcha a Japón para que conduzca el próximo ciclo largo de acumulación capitalista.

No nos interesa discutir si Arrighi tiene razón al adelantar esta hipótesis sobre la declinación de los Estados Unidos y el alza de Japón. Lo que más nos concierne es que en el contexto del argumento cíclico de Arrighi es imposible reconocer una ruptura del sistema, un cambio de paradigma, un evento. En lugar de ello, todo debe volver siempre atrás, y la historia del capitalismo se convierte así en el eterno retorno de lo mismo. Finalmente, tal análisis cíclico enmascara el motor del proceso de crisis y reestructuración. Aunque el propio Arrighi ha efectuado extensas investigaciones sobre las condiciones y movimientos de la clase trabajadora en todo el mundo, en el contexto de este libro, y bajo el peso de sus aparatos históricos, pareciera que la crisis de 1970 fue sólo parte de los ciclos objetivos e inevitables de la acumulación capitalista, antes que el resultado del ataque proletario y anticapitalista, tanto en los países dominantes como en los subordinados. Fue la acumulación de estas luchas el motor de la crisis, y la que determinó los términos y naturaleza de la reestructuración capitalista. Y más importante que cualquier debate histórico sobre la crisis de los '70, sin embargo, son las posibilidades de ruptura hoy en día. Debemos reconocer dónde, en las redes transnacionales de la producción, los circuitos del mercado mundial y las estructuras globales del mando capitalista, existe el potencial para la ruptura y el motor para un futuro que no esté simplemente condenado a repetir los ciclos pasados del capitalismo.


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