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Los planetas del Sistema Solar comenzaron a formarse posteriormente a partir de este disco circumstelar, mediante un proceso de acreción gravitatoria. Las partículas de polvo de ese disco se atraían entre sí por la fuerza de la gravedad. Cuando quedaban unidas, se había formado en su lugar una partícula más grande, de más masa (y por tanto con mayor gravedad) que atraía a otras más, generándose así un proceso en cadena que acabaría en la formación primero de cuerpos de pequeño tamaño, llamados planetesimales, y después, conforme estos planetesimales se agrupaban a su vez, en la formación de varias enormes bolas de masa, llamadas protoplanetas. Finalmente los protoplanetas irían acretando hacia ellos el resto de la materia del disco. Con el tiempo, el disco quedaría casi limpio, terminando prácticamente todo su material en unos cuantos planetas girando alrededor del Sol. Pero este no fue un proceso tranquilo, sino muy violento: cuando los primitivos planetas, todavía sumamente calientes y en formación, atraían tales "escombros" a la deriva por el Sistema Solar, éstos no se posaban tranquilamente en el suelo del planeta, sino que impactaban de manera explosiva. La propia Luna se originó como resultado del impacto de un planetoide gigantesco con nuestra Tierra. De hecho, a la época en la que el Sistema Solar se acababa de configurar, se la conoce también como el Gran Bombardeo. Terminó hace aproximadamente 3800 millones de años, y la mayor parte de los cráteres que encontramos en los cuerpos del Sistema Solar provienen de aquella época.


Imagen artística de la época del Gran Bombardeo. Observamos el Sol y los planetas ya formados con el disco protoplanetario aun insinuado. Una gran cantidad de escombros pululan por el Sistema Solar y acabarán cayendo en su mayoría sobre los planetas recién formados.

¿Qué tiene que ver todo esto con el título de este artículo? Pues que no todo el material del disco primordial acabó formando planetas, sino que todavía quedan pululando por ahí restos de aquella fase. Esos restos de la formación del Sistema Solar son precisamente los cometas y los asteroides, los últimos recuerdos de nuestro tormentoso pasado. Son los objetos más grandes de nuestro Sistema Solar después de los planetas y sus satélites, y poseen masas del orden de 10.000 o 100.000 toneladas. Tienen al menos 4600 millones de años de antigüedad, más que cualquier roca de nuestro planeta. Y su existencia nos recuerda, de paso, que los impactos no terminaron con el final del Gran Bombardeo. La gravedad sigue funcionando, y todavía quedan muchos cuerpos que pueden impactar contra el Sol o su corte de planetas.


Discos protoplanetarios observados por el telescopio Hubble en la nebulosa de Orión.

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