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Época clásica:

Como hemos dicho antes en su transcurso se distinguen tres subperíodos: etapa de transición o preclásica (480 – 450 a.C.), clasicismo pleno o estilo severo (450 – 400 a.C.) y manierismo o estilo bello (400 – 323 a.C.).

Etapa de transición o preclásica.

Se caracteriza por el dominio de la proporción de las figuras y una tentativa de dar movimiento a las esculturas. Sus ejemplos más representativos son el Auriga de Delfos (Museo de Delfos) y los Tiranicidas de Critios y Nesiotes (Estrasburgo, Museo del Instituto de Arqueología de la Universidad). El Auriga de Delfos ofrece las innovaciones de la técnica del bronce perdido, un pelo pegado al cráneo, naturalismo en el vestido que tiende a caer más de un lado que de otro, la sensación de volumen y un juego de líneas que marcan arrugas. Sin embargo aún presenta los rasgos arcaicos del tratamiento del rostro, la simetría y la naturaleza tan hierática y plana de la figura.

Los Tiranicidas representan a los asesinos del tirano ateniense Hiparco que se llamaban Harmodio y Aristogitón. Ofrece la impresión de movimiento por medio de una zancada de suerte que el pie apoya en los dedos y levanta el talón, una pierna de apoyo, una línea diagonal a través de la figura con el propósito de lograr dos planos, una tendencia a geometrizar, unos perfiles duros y la representación de los pelos para cubrir el cráneo.

Clasicismo pleno o estilo severo.

La terminología de estilo severo se debe al historiador del siglo XVIII Joseph Joachim Winckelmann quien lo caracteriza por la noble simplicidad y la sosegada grandeza . Abarca dos fases: la primera con Mirón y la segunda con Fidias y Policleto.


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