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EL MUNDO A MITAD DEL SIGLO XIX
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En 1850, la población de los Estados Unidos de América superaba los 23 millones de habitantes (sin contar a los indios, claro). Era mayor que la de Gran Bretaña, aunque inferior a la de Francia en unos 10 millones de personas, y estaba aumentando a un ritmo vertiginoso, en gran parte por la "fiebre del oro" que se había desatado en California, pero también por la inmigración de irlandeses que huían del hambre, así como de exiliados políticos europeos. El sur del país era esenciamente agrícola, y se había convertido en el mayor productor mundial de algodón. Las plantaciones sureñas abastecían a la voraz industria textil británica, que a su vez saturaba los mercados mundiales con sus tejidos. La mano de obra de esas plantaciones de algodón era en su práctica totalidad mano de obra esclava. Se estima había entonces unos tres millones de esclavos. Gran Bretaña estaba presionando a todos los países occidentales para que abolieran la esclavitud, pero lo máximo que había conseguido con los Estados Unidos era que prohibieran el tráfico de esclavos. No era un grave inconveniente para los esclavistas, pues la población negra aumentaba a razón de unas 70.000 personas por año. No obstante, los Estados del norte eran los primeros en condenar la esclavitud, cada vez con más vehemencia. El Partido de la Tierra Libre había conseguido 9 representantes y 2 senadores en las últimas elecciones, y había más congresistas simpatizantes con el abolicionismo, aunque no militaran en dicho partido. Por su parte, la iniciativa ciudadana había organizado el "ferrocarril subterráneo", que ayudaba a escapar a casi un millar de esclavos al año.

La economía del norte de los Estados Unidos era radicalmente distinta de la sureña. Se sustentaba, por una parte, en pequeños granjeros y ganaderos, y por otra en una industria y un comercio cada vez más desarrollados. Era el norte el que estaba poniendo paulatinamente a los Estados Unidos a la altura de las potencias europeas: las líneas de ferrocarril y de telégrafos se iban extendiendo por el vasto territorio nacional y las universidades estadounidenses contaban cada vez con personal más cualificado. También era el norte el que recibía el grueso de la inmigración, pues un recién llegado poco podía hacer para ganarse la vida en un estado esclavista, donde los trabajos "fáciles" los hacían los negros con coste mínimo (y, además, los inmigrantes europeos eran mayoritariamente antiesclavistas). En suma, el norte era tierra de emprendedores y el sur tierra de oligarcas recelosos de los cambios.

El conflicto político-económico entre los estados del norte y del sur se había mantenido hasta entonces en un delicado equilibrio gracias a la paridad en el Senado, donde cada Estado contaba con dos representantes, y había exactamente 15 Estados esclavistas y 15 Estados libres. Otro de los pilares de ese equilibrio era el compromiso de Misuri, alcanzado treinta años atrás gracias a la diplomacia de Henry Clay, conocido por ello como el gran compromisario, o el gran pacificador, por el que los nuevos Estados situados al sur del paralelo 36° 30' serían esclavistas, y los situados al norte de dicha línea divisoria serían libres. Sin embargo, ahora se presentaba un problema, y era que se estaban realizando las gestiones para admitir a California como nuevo Estado y, aunque estaba situado al sur de la línea del compromiso de Misuri y, por consiguiente, debía ser un Estado esclavista, le faltaba algo esencial para que pudiera serlo: ¡no tenía esclavos!, ni sus habitantes tenían ningún interés en tenerlos. Más aún, los antiesclavistas seguían intentando que el Congreso aprobara la salvedad de Wilmot, por la que la esclavitud estaría prohibida en todo el territorio conquistado a México. Lo cierto era que los colonos que gradualmente estaban afluyendo a estos territorios provenían mayoritariamente del norte y eran antiesclavistas. Así, los Estados sureños habían promovido la guerra contra México esperando extender el número de Estados esclavistas —y, por consiguiente, su peso en el Senado— y ahora se encontraban con que todo su esfuerzo iba a redundar en beneficio de los abolicionistas.

Henry Clay tenía ya 73 años, pero seguía en el Congreso y se embarcó por segunda vez en la difícil tarea de llegar a un compromiso. Para ello propuso cuatro pares de acuerdos:

El 5 y el 6 de febrero Clay intervino en el senado en favor del compromiso. No le faltaron fuerzas para defenderlo con vehemencia.

Había otra cuestión que estaba generando inquietud en ciertos sectores de los Estados Unidos, aunque mucho más minoritarios, y era la continua afluencia de católicos, especialmente de irlandeses, a consecuencia de la hambruna que afectaba a su país. Ello había dado lugar a la creación de pequeñas agrupaciones "nativistas", es decir, defensoras de los estadounidenses "de pura cepa" frente a los inmigrantes extranjeros, especialmente los católicos. Ese año Charles Allen fundó en Nueva York la Orden de la bandera estrellada, una sociedad secreta que exigía a sus miembros tener veintiún años cumplidos, ser protestante y estar dispuesto a obedecer los dictados de la orden sin cuestionarlos. Sus miembros fueron popularmente conocidos como "know nothings" (no-sé-nadas), porque entre los "dictados" estaba el de responder "no sé nada" ante cualquier interrogatorio policial sobre la sociedad secreta.

El 20 de febrero murió el emperador chino Daoguang, que fue sucedido por su hijo Xianfeng, de diecinueve años.

El 21 de febrero una asamblea general aprobó oficialmente la constitución de la colonia socialista de Étienne Cabet en Nauvoo. Durante los años siguientes recibió una gran afluencia de colonos, tanto estadounidenses como franceses. Durante la primera mitad del siglo XIX, diversos falansterios organizados según las ideas de Charles Fourier habían tenido destinos diversos: uno organizado en Brooklyn había durado unos meses, otro fundado en Northhampton había durado seis años, otro en Boston otros seis años, mientras que la North American Phalanx, fundada en Nueva Jersey por Albert Brisbane siete años atrás, seguía en marcha.

Entre los más radicales adversarios de Clay estaba John C. Calhoun, que a sus 68 años estaba demasiado enfermo para poder hablar, y el 4 de marzo otro senador tuvo que leer su discurso. Calhoun no estaba dispuesto a admitir una mayoría antiesclavista en el Senado. Si era necesario, para garantizar la igualdad de fuerzas habría que elegir dos presidentes de los Estados Unidos, uno esclavista y otro antiesclavista, con poder para vetarse mutuamente.

El 7 de marzo habló Daniel Webster, a la sazón secretario de Estado. Siempre se había opuesto a la esclavitud, pero ya había quienes hablaban de secesión y Webster consideraba que la desmembración de los Estados Unidos no era un precio aceptable por la abolición de la esclavitud:

¡Secesión! ¡Secesión pacífica! Señor, sus ojos y los míos no están destinados a ver ese milagro. ¡El desmembramiento de este vasto país sin convulsiones! No puede existir algo como una secesión pacífica. La secesión pacífica es totalmente imposible...

Fue su elocuencia en este discurso la principal responsable de que finalmente se llegara a un compromiso, para indignación de los abolicionistas, que hasta la fecha lo habían respetado, pero que a partir de ese momento lo consideraron un traidor a su causa.

Pero el compromiso de Clay también se encontró con la oposición vehemente de algunos abolicionistas. Entre ellos destacó el senador por Nueva York William Henry Seward, que el 11 de marzo pronunció un discurso en el que se oponía vehementemente a toda extensión de la esclavitud a nuevos Estados. Aunque admitía que, según la Constitución, el Congreso tenía autoridad para permitir la creación de nuevos Estados esclavistas, sostenía que eso no podía hacerse porque "hay una Ley superior a la Constitución". Se refería a la ley de Dios, pero cualquier esclavista no tenía más que abrir la Biblia, por ejemplo por Ex. XXI, para mostrarle la palabra de Dios:

Éstas son las normas que darás a los israelitas: Si compras un esclavo hebreo, él prestará servicios durante seis años, y al séptimo año, quedará en libertad sin pagar nada. [Por ser hebreo, si no, de libertad nada.] Si entró solo, saldrá solo; si tenía mujer, su mujer saldrá con él. Si su dueño le dio una mujer y ella le dio hijos o hijas, la mujer y los hijos serán para su dueño, y él se irá solo. Pero si el esclavo declara expresamente: "Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, y por eso no quiero quedar en libertad", su dueño lo presentará delante de Dios, lo acercará a la puerta de su casa o al poste de la puerta, y le perforará la oreja con una lezna. Así el esclavo quedará a su servicio para siempre. Si un hombre vende a su hija como esclava, ella no saldrá en libertad como salen los esclavos...

Finalmente se aprobó el llamado "compromiso de 1850". Texas se negó a ser fraccionada, pero por lo demás se acordó desarrollar las propuestas de Clay mediante leyes oportunas.

El crecimiento de California inmediatamente después de su anexión a los Estados Unidos había sido espectacular. La afluencia masiva de buscadores de oro, juntamente con la marcha al oeste de los mormones de Brigham Young, marcó una de las primeras etapas de "la conquista del lejano oeste", que se iniciaba a la sazón ante la disponibilidad de medio continente casi virgen que ofrecía posibilidades ilimitadas a los pioneros que aceptaran el reto. Uno de los mayores beneficiados por la colonización del lejano oeste fue Samuel Colt. Las patentes de sus revólveres le habían proporcionado prácticamente el monopolio de la fabricación de armas cortas, que vendía a precios muy económicos. Hay una conocida frase de la que han derivado múltiples variantes que al parecer proviene de uno de sus eslóganes publicitarios: Dios no hizo a los hombres iguales, Sam Colt sí. En los dos últimos años había vendido unos 7.000 revólveres, y en los años siguientes las ventas aumentarían sensiblemente, tanto en los Estados Unidos como en Europa.

No toda la emigración al oeste fue voluntaria. Los únicos indios que vivían sin control al este de Mississippi (es decir, en sus propias reservas, sin estar integrados en la sociedad estadounidense) eran los Semínolas de Florida. Eran unos pocos centenares, pero para los colonos eran todo un trastorno. Tras sobornar a algunos jefes, 74 indios habían embarcado hacia Nueva Orleans, pero estaba claro que el resto no consentiría en marcharse por las buenas y los incidentes sangrientos no dejaban de producirse de tanto en tanto.

Al sur de los Estados Unidos, las ex-colonias españolas, con sus constituciones y gobiernos republicanos, seguían siendo parodias de la federación estadounidense:

La situación política en España no estaba muy lejos de la de muchos países sudamericanos. Desde la muerte del rey Fernando VII España había sufrido dos guerras civiles que habían puesto a la reina Isabel II en manos de los militares, de tal modo que actualmente dominaban la política. El pretendiente carlista, el "rey" Carlos VI, o Carlos Luis de Borbón y Braganza, se casó ese año con Carlolina de Borbón-Dos Sicilias, hermana del rey Fernando II de las Dos Sicilias, y se estableció en el reino de su suegro. España contaba a la sazón con unos 15 millones de habitantes, de los cuales 12 millones no sabían leer ni escribir, y de los restantes, apenas 200.000 tenían derecho a voto. Recientemente se había creado un partido democrático, escindido del partido progresista, que demandaba el sufragio universal, la desamortización de todos los bienes de la Iglesia, la abolición del servicio militar obligatorio y el reconocimiento pleno de los derechos y libertades individuales, pero de momento no era más que una asociación clandestina sin ninguna repercusión práctica. Dos años antes se había inaugurado la primera línea ferroviaria del país, que unía Barcelona con Mataró (28 km) y actualmente estaba en construcción una segunda línea que uniría Madrid y Aranjuez.

En Europa la explosión de liberalismo conocida como "la primavera de los pueblos" estaba siendo contenida. A la cabeza de la reacción estaba el joven emperador Francisco José I de Austria, que había tomado firmemente las riendas de un imperio al que poco le había faltado para desmembrarse. El miedo a la anarquía había movido a los reyes alemanes a alinearse con Austria, dejando en una incómoda situación al rey Federico Guillermo IV de Prusia, que había tratado de canalizar en su beneficio las aspiraciones unionistas de los nacionalistas alemanes. Uno de los pasos que había dado y que ahora le resultaba más embarazoso (por lo difícil de dar marcha atrás) era el de apoyar la revuelta de los ducados de Schleswig-Holstein contra Dinamarca. El problema no eran tanto los daneses, más o menos inofensivos (incluso contando con el apoyo del rey Óscar I de Suecia), como el zar Nicolás I de Rusia. Defensor a ultranza de los derechos monárquicos, había ayudado a Austria a recuperar el control sobre Hungría y estaba igualmente dispuesto a ayudar al rey Federico VII de Dinamarca si éste se mostraba incapaz de contener la revuelta por sí solo. Por otra parte, el zar ya estaba disgustado con Federico Guillermo IV por la sumisión que había mostrado ante el parlamento de Frankfurt. Con lo tensas que estaban las relaciones entre Austria y Prusia, la guerra contra Dinamarca podía ser la excusa perfecta para que Austria y Rusia se aliaran contra Prusia, y eso era algo a lo que que Federico Guillermo IV prefería no tener que enfrentarse.

Pese a todo, el nacionalismo alemán seguía pujante, mucho menos abatido que los nacionalismos húngaro, bohemio, o italiano, que, no obstante, permanecían latentes. Garibaldi, tras perder a su esposa, se había visto obligado a exiliarse y ahora estaba en Nueva York. El rey Víctor Manuel II de Cerdeña parecía haber dado un giro radical a la política nacionalista de su padre Carlos Alberto. Se calcula que en Nápoles había unos 40.000 presos políticos. Las técnicas represivas del rey Fernando II escandalizaban a los diplomáticos británicos. Por esa época Gran Bretaña estaba especialmente interesada en controlar el reino de las Dos Sicilias porque la industria británica necesitaba los suministros de azufre que producían las minas de Sicilia.

En Gran Bretaña, la reina Victoria I tenía ya treinta y un años, y reinaba desde hacía trece. Se mantenía bien al corriente de la situación política e intervenía en ella con prudencia, dignidad y moderación. Su carisma le hizo contar en todo momento con el respeto y la reverencia de la clase política. Dejaba hacer a sus ministros, pero con frecuencia les remitía notas impersonales: "La reina cree que después de la discusión de la Cámara...", "Aunque la labor de conciliación parece difícil, la reina imagina que...", "La reina tiene que decir que...", y sus insinuaciones eran aceptadas como si fueran órdenes. Aunque Marx y Engels habían predicho que en Gran Bretaña no tardaría en estallar la revolución del proletariado, lo cierto es que fue uno de los países europeos (junto con España y Rusia, por motivos muy distintos) en los que apenas se habían producido disturbios en los últimos años. En general, el nacionalismo británico era un nacionalismo satisfecho. El próspero Imperio Británico tenía colonias distribuidas por todo el mundo, desde Canadá hasta Australia. Tras la reciente victoria sobre el Imperio Sikh su dominio sobre la totalidad de la India era ya indiscutible. La política británica tenía mucho que aprender de la democracia estadounidense, pero podía dar lecciones de estabilidad y respeto a la ley y a las instituciones a cualquier otro país del mundo, especialmente a Francia.

La muestra más patente de que el parlamentarismo británico distaba mucho del sistema político estadounidense estaba en Irlanda, que seguía sufriendo los efectos de la plaga que había arruinado las tres últimas cosechas de patatas. Como diría John Mitchel, un periodista irlandés miembro de la "Joven Irlanda", que entonces tenía treinta y cinco años, "Ciertamente, el Todopoderoso trajo la plaga de la patata, pero los ingleses crearon la hambruna", y es que en Gran Bretaña no faltaban alimentos y, mientras casi un millón de irlandeses había muerto de hambre, Gran Bretaña, no sólo no enviaba alimentos, sino que seguía exportándolos desde Irlanda.

La calma política que vivía Gran Bretaña la convirtió en el refugio ideal para Marx y Engels. El primero se estableció en Londres, donde vivió en la pobreza, mientras que Engels volvió a trabajar en Manchester, en la compañía de la que su padre era accionista y en la que había trabajado ya de joven. Desde allí ayudaba económicamente a Marx. Ese mismo año un espía alemán llamado Wilhelm Stieber logró entrar en la casa de Marx y se hizo con una lista de miembros de la Liga comunista, lista que fue enviada a Francia y Alemania, donde sus miembros fueron arrestados y condenados a largas penas de cárcel.

La mayor cicatriz de las recientes revueltas liberales se veía en Francia, donde la monarquía de julio había sido derrocada y sustituida por una frágil y convulsa "Segunda República Francesa", actualmente en las manos un tanto demagógicas del "príncipe presidente", Luis Napoleón Bonaparte.

Los liberales también habían conseguido bastante poder en los Países Bajos, gracias a los temores del recientemente fallecido monarca Guillermo II. Su hijo, Guillermo III, estaba totalmente en contra de las concesiones liberales que había hecho su padre. De hecho, se había propuesto no aceptar el trono tras la muerte de su padre, pero su madre lo hizo cambiar de idea. Ahora tenía que soportar al primer ministro Johan Rudolph Thorbecke, arquitecto de la constitución liberal neerlandesa, al que el rey aborrecía. Durante el pasado cuarto de siglo, los Países Bajos se habían visto obligados por la presión internacional a reconocer la independencia de Bélgica, ahora bajo la soberanía del rey Leopoldo I.

En Rusia también existía una burguesía liberal con deseos de reformas políticas, pero el gobierno la tenía bien controlada. Mientras el zar Nicolás I se aseguraba de mantener la estabilidad del absolutismo ruso, al tiempo que velaba por la estabilidad política en Europa, su ambición era destruir el Imperio Otomano, desmembrarlo y afianzar el protectorado ruso sobre los cristianos de los Balcanes y de Tierra Santa. Tomar Constantinopla era una histórica aspiración rusa que, al parecer, Nicolás I no veía excesivamente utópica. Sin embargo, en esa época el Imperio Otomano distaba mucho de ser el enemigo irreconciliable que fue en la Edad Media. En realidad hacía mucho que había dejado de serlo, pues siembre había habido una u otra potencia europea dispuesta a aliarse con los turcos contra otra potencia rival. Pero ahora el Imperio Otomano estaba más próximo a Europa que nunca. Al margen de que las potencias europeas temían al gigante ruso y no estaban dispuestas a consentir que acrecentara su poder a costa de los otomanos, el sultán Abdulmecit I, que tenía entonces veintisiete años, había emprendido un enérgico proceso de occidentalización, similar al que el zar Pedro I el Grande había iniciado en Rusia tiempo atrás.

El Imperio Otomano no era el único vecino de Rusia que sufría su influencia política. Durante el último siglo, la expansión rusa hacia oriente se había consolidado, y ahora San Petersburgo centralizaba con energía el gobierno de un vasto territorio que llegaba hasta el extremo oriental de Asia y más allá, hasta Alaska, en Norteamérica. Rusia rivalizaba con Francia y, sobre todo, con Gran Bretaña en su empeño por contrlolar a los países de su entorno: China, Afganistán, Persia, etc.

En Afganistán, Dost Mohammad Khan se encontraba en una situación delicada, pues había apoyado a los Sikhs contra los británicos y sus aliados habían sido estrepitosamente derrotados. No obstante, los británicos no parecían interesados de momento en llevar la guerra a Afganistán y Dost Mohammad aprovechó el ejército que tenía movilizado para afianzar su dominio sobre algunas ciudades y tribus afganas que eran prácticamente independientes.

Entre la India y el Tíbet (ocupado por China desde el siglo anterior) conservaba su independencia el reino de Nepal, donde el joven monarca Surendra, que estaba a punto de cumplir los veintiún años, conservaba su trono gracias a la labor del primer ministro Jung Bahadur, que a la sazón había entregado todos los cargos de responsabilidad a familiares suyos, de modo que su autoridad no tenía contestación. Ese año realizó un viaje por Gran Bretaña y Francia con el que logró afianzar buenas relaciones internacionales. Al mismo tiempo, pudo apreciar el poderío de la Europa industrial, y se convenció de la necesidad de modernizar el país.

También el sha de Persia, Naser al-Din, estaba haciendo un esfuerzo por modernizar y occidentalizar su país. Se dedicaba a crear escuelas que impartían enseñanza occidental, introdujo el telégrafo, construyó carreteras, creó un servicio postal, así como el primer periódico persa, y además era un fotógrafo experto.

China estaba atravesando una de las peores crisis de su historia. A una serie de desastres naturales que azotaba el país desde principios de siglo tenía que sumar las presiones internacionales, que habían llegado a su apogeo con la victoria británica en la guerra del opio. A los daños que ésta había ocasionado por sí misma, incluidas la pérdida de Hong Kong y la vía libre que habían obtenido los occidentales para introducir opio en el país, había que sumar el desprestigio que había sufrido la monarquía manchú. En efecto, los manchúes, que gobernaban China desde mediados del siglo XVII (la dinastía Qing), constituían una minoría étnica en el país y los han, la etnia mayoritaria, empezaba a ver el gobierno Qing como un gobierno corrupto e ineficiente. En el sur, los descontentos se agruparon alrededor del segundo hijo de Dios, un hermano de Jesucristo llamado Hong Xiuquan. Provenía de una familia de granjeros de la provincia de Guandong, y su vocación inicial no había sido la de hijo de Dios, sino la más modesta de oficial del ejército imperial, pero tras fallar su primer examen, conoció a un misionero cristiano que le dio las primeras noticias sobre la que sería su futura familia. Cuando falló su segundo intento de superar el examen (de esto hacía trece años, cuando Hong tenía veintitrés), sufrió una crisis nerviosa y Dios empezó a aparecérsele en sueños. Seis años después estaba ya convencido de que era el segundo hijo de Dios y de que había sido enviado a la tierra para erradicar el culto al demonio. Como buen cristiano, empezó destruyendo estatuas y libros confucianistas y budistas. Esto le acarreó ciertas enemistades y tuvo que retirarse a una zona donde no fuera muy conocido. Entonces entró en contacto con un misionero baptista estadounidense llamado Issachar Jacox Roberts, y entre ambos fundaron la secta de los Adoradores de Dios, cuyo objetivo principal era destruir todos los iconos profanos en la provincia de Guandong. Hong Xiuquan no tardo en determinar que el gobierno manchú era el principal protector de los demonios, así que se propuso fundar un reino celestial en la tierra, para lo cual era preciso derrocar al gobierno imperial. Por ello, en los últimos años había reconvertido su secta en una organización paramilitar. Todos sus miembros estaban obligados a entregar todas sus posesiones, con las cuales los adoradores de Dios estaban acumulando un respetable arsenal.

Aunque el shogun Tokugawa Ieyoshi se había visto obligado a ordenar el trato civilizado  a los barcos extranjeros que se acercaran a sus costas, Japón se resistía a abrir sus puertas a las potencias occidentales. Tras la doblegación de China, éstas tenían ahora la vista puesta en el imperio nipón. Las principales iniciativas en esta dirección se estaban gestando en los Estados Unidos, donde a lo largo del año anterior había causado sensación la historia de los prisioneros rescatados por el capitán James Glynn y su exitosa negociación con las autoridades japonesas. Glynn sugirió al gobierno estadounidense que estableciera relaciones con el gobierno japonés, por medios diplomáticos o, en caso de ser necesario, por la fuerza.

Siam era uno de los reinos asiáticos que mejor había sabido canalizar las presiones extranjeras. El rey Rama III había establecido buenas relaciones diplomáticas con Gran Bretaña y con los Estados Unidos. Durante la guerra anglobirmana, Siam fue aliado de los británicos, aunque se las arregló para no intervenir apenas en los enfrentamientos. Entre las personalidades occidentales en la corte siamesa destacaba el médico y misionero estadounidense Dan Beach Bradley, quien, además de la medicina occidental (incluyendo la vacunación), había introducido en el país la primera imprenta que usaba el alfabeto siamés, con la que inició la publicación de un periódico en la lengua local. También confeccionó el primer diccionario siamés.

Más imprudente era el rey vietnamita, Tu Duc, cuya política radical anticristiana le estaba creando muchos enemigos, especialmente en Francia, pues Tu Duc no había vacilado en desairarla despreocupadamente mientras el país europeo estaba envuelto en la crisis del 48 y no estaba en condiciones de reaccionar. La opinión pública francesa era en general partidaria de una intervención enérgica en Vietnam.

Por esas fechas, la dominación francesa sobre Argelia ya era un hecho. El año anterior la colonia había sido dividida en departamentos a imagen de la metrópoli. Colonos franceses empezaban a establecerse en la región, algunos a la fuerza, pues un numeroso grupo de presos políticos franceses acababa de ser deportado a Argelia por razones de "seguridad nacional". Mientras tanto, en contra de lo acordado tras su rendición, Abd Al-Qádir seguía prisionero en Francia. El año anterior Luis Napoleón Bonaparte había tratado de que el gobierno aprobara su liberación, pero la tradicional oposición entre el parlamento y el rey se había traducido en una oposición similar entre el parlamento (que ahora tenía al gobierno de su parte) y el presidente de la república, por lo que el intento no prosperó.

Gran Bretaña recelaba de la expansión francesa por el norte de África, pero no puso muchas objeciones porque, si Francia se extendía por Argelia, Gran Bretaña tenía la mirada puesta en Egipto. La diplomacia británica había logrado, no sin dificultad, establecer buenas relaciones con Mohammed Alí y ahora tenía todo a su favor para convertir a su sucesor, Abbas I, en una marioneta. En efecto, el sobrino de Mohammed Alí no tenía gran interés por la política, por lo que era relativamente manejable. Una de sus principales aficiones (iniciada por su tío) era la cría de caballos. Hasta entonces, Egipto no había destacado por sus caballos, pero Abbas I estaba creando una reputada raza de caballos egipcios. Mehmet Alí había extendido notablemente hacia el sur las fronteras de Egipto, que ahora se extendían de nuevo hasta la región que los antiguos llamaban Nubia, ahora más conocida como Sudán. Al este se encontraban los restos del antiguo reino de Abisinia, donde distintos caudillos locales competían por el poder. El que en un momento dado dominaba la capital, Gondar, imponía un rey. En los últimos diez años, el trono se lo disputaban Juan III y Sahla Dengel. De momento lo ostentaba el primero, si bien el poder real lo ejercía un regente llamado Alí II, que había casado a Juan III con su madre, Menen Liben Amede, y en realidad era quien mandaba.

En general, el África subsahariana era una gran desconocida para los europeos, si bien cada vez había más exploradores dispuestos a adentrarse en ella. Desde la colonia británica de Sudáfrica, un médico y misionero de treinta y siete años llamado David Livingstone había partido recientemente hacia el norte hasta adentrarse en el desierto de Kalahari, donde el año anterior había descubierto el lago Ngami. Livingstone relató que los habitantes de la zona tenían una leyenda similar a la de la torre de Babel.

La tecnología se extendía paulatinamente por Europa y América. Ese año se probaba, en fase experimental, el primer cable telegráfico submarino que conectaba Gran Bretaña con Francia a través del canal de la Mancha. Entre los principales focos de investigación teórica estaba la electricidad y el magnetismo y su conexión con la luz. El físico francés Léon Foucault estableció que la velocidad de la luz en un medio es inversamente proporcional a su índice de refracción, lo que confirmaba la teoría ondulatoria de la luz frente a la teoría corpuscular.

El médico francés Casimir Davaine descubrió unos pequeños cuerpos filiformes en la sangre de animales enfermos de carbunco. En realidad estos corpúsculos habían sido descubiertos el año anterior por un médico alemán llamado Aloys Pollender, aunque no publicó su descubrimiento hasta unos años más tarde. No obstante, fue Davaine quien interpretó sus observaciones como la primera prueba del origen microbiano de una enfermedad.

Guglielmo Libri, el matemático que había arrebatado la cátedra a Cauchy y a Liouville siete años atrás, había sido acusado de robar libros y manuscritos valiosos, y antes de ser arrestado había huido a Gran Bretaña, donde se presentó como refugiado político por la revolución que había tenido lugar en Francia. Antes de huir había organizado que unos 30.000 libros y manuscritos le fueran enviados a Gran Bretaña, entre ellos manuscritos de Galileo, Copérnico, Kepler, Cardano y otros. Vendiendo una parte de ellos se hizo con una fortuna que le permitió vivir holgadamente el resto de su vida. En Francia fue condenado a diez años de cárcel. Cauchy y Liouville volvieron a competir por la cátedra que Libri había dejado vacante, y esta vez la obtuvo Liouville. Cauchy impugnó en vano y Liouville se unió al numeroso grupo de sus enemigos.

A sus setenta y tres años, Gauss seguía dando clases en la universidad de Gotinga, si bien explicaba únicamente matemáticas elementales en los primeros cursos. Entre sus alumnos estaban Richard Dedekind, de diecinueve años, que acababa de ingresar en la universidad, y Bernhard Riemann, de veinticuatro, a quien le dirigía la tesis doctoral. El nivel de la universidad de Gotinga era muy bajo por esa época, y estaba orientado más bien a formar profesores de enseñanza secundaria. Riemann había realizado una estancia de dos años en la universidad de Berlín, donde había tenido ocasión de recibir clases de Jacobi, Dirichlet y Eisenstein, entre otros.

Charles Dickens terminó la publicación por fascículos de una de sus novelas más reputadas: David Copperfield, con muchos elementos autobiográficos. Los Estados Unidos se acercaban cada vez más a Europa en fecundidad literaria. En los últimos años se habían hecho muy populares las novelas de Herman Melville, un neoyorkino de treinta y un años que a los diecinueve se había embarcado en un ballenero con el que llegó a las islas del Pacífico. Había abandonado el barco en las islas Marquesas y vivió un mes entre caníbales, de donde escapó en un mercante australiano. Su primera novela fue Taipi, un edén caníbal, y ahora publicaba La chaqueta blanca, en la que relataba sus experiencias en el ejército. Un amigo suyo llamado Nathaniel Hawthorne publicó uno de los grandes éxitos del año, La letra escarlata, ambientada en la Nueva Inglaterra puritana del siglo XVI. Hawthorne había escrito hasta entonces varios relatos breves que habían sido alabados por Edgar Allan Poe en sus reseñas.

La música europea estaba dividida esencialmente en dos tendencias: una más innovadora, con Berlioz y Liszt a la cabeza, y otra más conservadora (y crítica con la primera), representada por (el recientemente fallecido) Mendelsohn o Schumann. Ese año Berlioz decidió tenderles una trampa a sus críticos, y estrenó una pieza titulada La despedida del pastor, que presentó como obra de un ficticio Pierre Ducré. Los críticos alabaron la obra y la pusieron como el ejemplo que Berlioz debía seguir. Al parecer, uno llegó a decir: "Berlioz nunca podría componer esto". Por esa época Liszt estaba dando sus primeros pasos con la música orquestal, para lo cual tomó como ayudante al compositor Joachim Raff. Si no se le puede considerar estrictamente el creador del género, Liszt fue uno de los principales impulsores de los llamados poemas sinfónicos, que son como sinfonías concentradas en un único movimiento, y con un cierto contenido programático. Por esa época escribió varios artículos en defensa de Berlioz y de Wagner, que a la sazón estaba exiliado en Suiza, receloso de volver a Alemania tras haber participado en la rebelión de Dresde en el 48. Desde entonces que tenía terminada su ópera Lohengrin, y apeló a Liszt para que organizara su representación, que finalmente se estrenó en Weimar bajo la dirección del propio pianista húngaro, que tampoco tenía mucha experiencia en la dirección orquestal. Mientras tanto, Wagner estaba escribiendo él mismo el libreto de una ópera que inicialmente pensaba titular La muerte de Sigfrido, pero sobre la marcha decidió que había excesivo material y planeó una ópera previa que se titularía El joven Sigfrido. También publicó anónimamente un ensayo titulado El judaísmo en la música, en el que censuraba a los compositores (judíos) Giacomo Meyerbeer y Felix Mendelsohn. Wagner sostiene que los judíos, por su naturaleza, son incapaces de crear auténtico arte, y que el hecho de que haya compositores judíos es un indicio de que la música está en decadencia, pues los judíos son como los gusanos e insectos que aparecen en los cadáveres. Wagner pensaba que su artículo iba a crear polémica, pero no tuvo prácticamente ninguna repercusión. No está de más recordar que las obras de juventud de Wagner muestran una fuerte influencia de Meyerbeer, y que éste había contribuido notablemente al estreno de Rienzi en Dresde, tanto por su influencia como por su ayuda económica. La cuestión de fondo era la envidia de Wagner al ver cómo Meyerbeer triunfaba en París con cada ópera que estrenaba, mientras él vivía en la miseria y tenía que hacer equilibrios para estrenar sus trabajos.

Mientras tanto Schumann componía obras de calidad dudosa, en las que algunos advierten signos del desequilibrio mental transitorio que padecía desde hacía unos años. Ese año obtuvo una plaza de director en Dusseldorff, pero resultó ser incompetente en este trabajo, los músicos se rebelaron contra él y no tardó en ser despedido.

Jacques Offenbach había abandonado París con su familia durante las revoluciones del 48, y ahora, ya de regreso, consiguió un empleo como director musical del teatro de la Comedia Francesa. Allí compuso varias piezas de música incidental para varias obras de teatro, muchas de las cuales se volvieron muy populares.

Hacía ya una década que estaba asombrando a Europa un pianista ruso que ahora cumplía veintiún años. Se llamaba Antón Rubinstein, y había recibido grandes elogios de Liszt y de Chopin. Protegido por la gran duquesa Elena Pavlovna, hermana del zar Nicolás I, solía dar recitales ante la corte imperial. Ese año compuso su primer concierto para piano y orquesta. Su estilo recordaba tanto al de Beethoven que se extendió el rumor de que era hijo ilegítimo del compositor alemán. Rubinstein no lo confirmaba ni lo negaba, pero tampoco hacía excesivo hincapié en que había nacido dos años después de la muerte de Beethoven.

Ajenos a los debates musicales, los austríacos se decantaban por la opereta y los valses de Strauss. Ese año entró en erupción el Vesubio, y Johann Strauss compuso su vals Corrientes de lava. Sin embargo, el norte de Italia estaba bajo el dominio (y la censura) de Austria. Ese mismo año, el empresario del teatro La Fenice de Venecia había encargado una ópera a Giuseppe Verdi. Por esa época, el compositor italiano tenía el suficiente prestigio como para elegir sus propios libretos y, tras barajar varias alternativas, se entusiasmó con la idea de convertir en una ópera el drama Le roi s'amuse, de Victor Hugo, prohibido por la censura francesa, ya que en la obra el bufón Triboletto planea el asesinato del rey Francisco I de Francia. Verdi se puso en contacto con Francesco Maria Piave, que ya le había redactado los libretos de varias óperas, y le encargó, además de que redactara el libreto, que obtuviera el permiso para llevar adelante el proyecto. El secretario de La Fenice le aseguró que no habría problemas con la censura austríaca y Verdi y Piave se retiraron a Busseto, el pueblo natal de Verdi, para trabajar en la ópera sin ser importunados. La obra se titularía Triboletto. No obstante, la censura austríaca puso reparos antes incluso de que la obra estuviera acabada. Verdi y Piave eran conscientes de que se estaban metiendo en apuros y, privadamente, se referían a Triboletto como "la maldición" (las últimas palabras del libreto), expresión esta que usó en una ocasión un censor austríaco, lo que ponía de manifiesto que Verdi estaba siendo espiado.

En España existía un género de opereta con unas partes habladas y otras cantadas que se conocía con el nombre de zarzuela, por el nombre del palacio donde se venían representando tradicionalmente. El género había entrado en decadencia tiempo atrás, pero un joven compositor de 27 años llamado Francisco Asenjo Barbieri lo retomó con sus zarzuelas en un acto Gloria y peluca, Tramoya y Escenas en Chamberí, estrenadas ese año, con las que inició una carrera que le valdría la reputación de padre de la zarzuela moderna. Al mismo tiempo Emilio Arrieta, el profesor de canto de la reina Isabel II, estrenaba la ópera La conquista de Granada.

Los Estados Unidos no contaban con ningún compositor de primera línea, pero la música europea era bien acogida en la alta sociedad estadounidense y los grandes estrenos llegaban al nuevo continente con apenas uno o dos años de retraso. En el sur se había popularizado un género teatral-musical conocido como minstrel. Actores blancos se pintaban la cara de negro y los labios de un rojo exagerado y representaban parodias en la que los personajes negros aparecían como "tontos" infantiles, hacían piruetas  y cantaban canciones inspiradas en la música popular negra. Había centenares de compañías dedicadas a este género, que actuaban también con gran éxito en Europa. La primera en aparecer había sido "The Virginia Minstrels", integrada por Daniel Decatur Emmet, William Whitlock, Richard Pelham y Frank Bower. El actor  Thomas Dartmouth Rice había creado el personaje de Jim Crow, que se había convertido en la imagen arquetípica del esclavo negro caricaturizado.

Por aquel entonces tenía treinta y siete años un filósofo danés llamado Søren Kierkegaard. Había publicado numerosas obras (todas en danés y, por consiguiente, totalmente desconocidas fuera de las fronteras danesas), firmadas con diversos pseudónimos, en las que desarrolla los primeros gérmenes de lo que más adelante se conocería como filosofía existencialista (él mismo acuñó el término, aunque, al parecer, no se lo aplicó a sí mismo). Kierkegaard afirmaba que los problemas fundamentales de la existencia humana no pueden ser abarcados por la razón, y defiende la religión como el único medio de llegar a la auténtica libertad sometiéndose a la voluntad de Dios. No obstante, la Iglesia danesa no le satisfacía y le dedicó severas críticas que le valieron no pocas enemistades.

El 20 de marzo se inauguró el parlamento de Erfurt, que debía aprobar la constitución federal de Alemania. Sin embargo, los demócratas habían boicoteado las elecciones de diputados, en las que la participación había sido inferior al 50%. En parte por esta falta de apoyo popular, y en parte por la presión de Austria, los reyes de Sajonia y Hannover abandonaron la Alianza de los tres reyes y dejaron solo al rey Federico Guillermo IV de Prusia.

El 31 de marzo murió John C. Calhoun.

La pieza más valiosa que Gran Bretaña había obtenido en la guerra contra el Imperio Sikh era el diamante Koh-i-Noor, cuyo nombre en persa significa "Montaña de Luz". Tiene 105 quilates y en su momento era uno de los mayores del mundo. Su historia se remonta hasta finales del siglo XIII, aunque la primera referencia data de 1526, cuando se hizo con él Muhammad Báber, el primer monarca de la dinastía mongola de Delhi. Báber escribió en sus memorias que en 1294 el diamante había estado en posesión de un rajá de Malwa de nombre desconocido y, que desde entonces había pertenecido a los sultanes de Delhi para pasar finalmente a manos de Báber cuando éste se apoderó de la ciudad. El gran mogol Sha Yahan (el constructor del Taj Mahal), lo puso en su trono. En 1739, cuando el sha de Persia Nadir Sha entró en Delhi, se llevó consigo el trono y con él el diamante. La primera referencia del nombre Koh-i-Noor es de ese año. Tras la muerte de Nadir Sha, la piedra pasó a Afganistán, y en 1830 el rey afgano Shuja Sha (que había sido derrocado en 1809 por su hermano Mahmud Sha) logró apoderarse del diamante y se lo entregó al Majarajá Ranjit Singh para que le ayudara a recuperar el trono. Desde entonces había permanecido en el Imperio Sikh hasta que el gobernador británico de la India, James Broun-Ramsay, marques de Dalhousie, impuso entre las condiciones para aceptar la rendición de los Sikh la entrega del diamante a la reina Victoria. Para efectuar dicha entrega, el propio maharajá Dalip Singh, que tenía entonces doce años, fue llevado a Londres, donde el 3 de abril fue recibido por la soberana. Desde entonces el Koh-i-Noor forma parte de las joyas de la corona británica.

Después de que los franceses hubieran expulsado a los republicanos, el 12 de abril el Papa Pío IX entró finalmente en Roma e inició una política de represión.

El 14 de abril los liberales chilenos fundaron la Sociedad de la Igualdad, "para que el pueblo se rehabilite de veinte años de atraso y tinieblas". Unas semanas antes habían fundado el periódico "El amigo del pueblo", para difundir su pensamiento, y el gobierno no tardó en ver la Sociedad como una amenaza. Entre sus primeras actividades estuvo la creación de escuelas gratuitas, en las que se enseñaba inglés a los obreros, además de economía, música y aritmética.

Incapaz de detener por las armas el avance de los Misquitos bajo la protección británica, Nicaragua había emprendido la vía diplomática, apelando para ello a los Estados Unidos, a quienes también interesaba el asunto. El 19 de abril los Estados Unidos y Gran Bretaña firmaron finalmente el tratado Clayton-Bulver, por el que ambas potencias se comprometían a no tratar de obtener o mantener ninguna clase de exclusividad o desigualdad de uso sobre cualquier futuro canal o cualquier otra forma de comunicación entre los dos océanos que pudiera establecerse en un futuro, así como que ninguna de las dos trataría de ocupar, fortificar o colonizar ninguna región de Centroamérica, ni usar ningula clase de protectorado o alianza (aludiendo a los misquitos) para tal fin. No obstante, al ratificar el tratado, el primer ministro británico, lord Palmerston, declaró entender que éste no afectaba a Belice, por tratarse de un territorio bajo soberanía británica, ni a sus "dependencias", lo que dio pie a una larga serie de discusiones diplomáticas entre los dos países firmantes sobre la interpretación que debía darse a las distintas cláusulas del tratado.

El emperador Francisco José I de Austria estaba promoviendo el restablecimiento de la Confederación Alemana, bajo la presidencia austríaca. El 29 de abril se disolvió el parlamento de Erfurt sin haber avanzado en nada hacia la unificación alemana. En mayo hubo una reunión de príncipes alemanes en Berlín, los cuales se mostraron opuestos a aceptar una constitución. La tensión entre Austria y Prusia iba en aumento.

Tras haber abolido las fronteras y las aduanas entre los distintos cantones suizos, el 7 de mayo la Confederación Helvética aprobó una ley monetaria que preveía la creación del franco suizo, y un sistema monetario similar al francés.

Siete años atrás, un cambio de gobernador en Cuba hizo que un venezolano llamado Narciso López perdiera su cargo de ayudante. Tras fracasar en algunso negocios, empezó a conspirar contra el gobierno español, hasta que dos años atrás había tenido que huir a los Estados Unidos. Allí, desde Nueva Orleans, había organizado una expedición para independizar Cuba de España, pero el presidente Taylor ordenó que se le confiscaran los barcos. Sin embargo, López no renunció a sus planes, y ahora estaba convenciendo a varios políticos del sur de la utilidad que podría tener una Cuba independiente, que tal vez podría incluso acabar incorporándose a los Estados Unidos como un nuevo Estado esclavista. Había intentado ganar para su causa al senador por Mississippi Jefferson Finis Davis, al que ofreció cien mil dólares y una plantación en Cuba, pero Jefferson rechazó la oferta, si bien le recomendó a un amigo suyo, el mayor Robert Edward Lee, quien, tras meditar un tiempo el proyecto, renunció también a tomar parte. No obstante, López logró el apoyo del gobernador de Mississippi y algunos senadores. Tras haber reclutado unos seiscientos hombres, el 9 de mayo desembarcó en Cuba bajo una bandera diseñada por él mismo y que es la actual bandera de Cuba. Sin embargo, no se encontró con el apoyo que esperaba, sino que buena parte de la población cubana se unió a los españoles contra los invasores, que no tuvieron más remedio que volver a sus barcos y poco después marchaban rumbo a los Estados Unidos.

Ese mismo día murió en París el químico Louis Joseph Gay-Lussac.

El 10 de mayo España reconoció la independencia de Costa Rica, y unos meses más tarde reconocería la de Nicaragua.

El 31 de mayo el parlamento francés aprobó una nueva ley electoral que restringía el derecho de voto a los franceses varones mayores de veintiún años que gozaran de plenos derechos civiles y políticos (esto excluía a delincuentes y similares) y que estuvieran empadronados al menos tres años en su lugar de residencia. La ley anterior sólo exigía seis meses de residencia. El "truco" estaba en que este último requisito excluía a unos tres millones de obreros, pequeños artesanos y trabajadores agrícolas que se ganaban la vida deambulando de un lugar a otro del país en busca de trabajo. Era el sector de la población sobre el que el clero local podía ejercer menos influencia. El proyecto contó con la oposición de los republicanos y los socialistas, pero la derecha logró sacarla adelante. Entre sus más destacados detractores en el parlamento figuraba Victor Hugo.

El 10 de junio el ecuatoriano Diego Noboa se proclamó jefe supremo.

Entre los prisioneros políticos tras las revoluciones liberales de los dos años precedentes se encontraba el ruso Mijaíl Bakunin. Encarcelado en Dresde, había sido juzgado y condenado a muerte, pero la opinión pública logró que la pena le fuera conmutada por la de trabajos forzados perpetuos. No obstante, Austria y Rusia lo reclamaban para juzgarlo. El zar Nicolás I era especialmente insistente, pero finalmente, el 12 de junio, Bakunin fue entregado a las autoridades austriacas, que lo encarcelaron en Praga.

Tres años atrás, una muchedumbre antisemita había saqueado la casa en Atenas de un judío portugués llamado David Pacifico. La policía griega no hizo nada por evitarlo, y las reclamaciones de Pacifico ante el gobierno griego no tuvieron ningún efecto. Casualmente, Pacifico había nacido en Gibraltar, por lo que tenía la nacionalidad británica y el ministro de asuntos exteriores británico, a la sazón Henry John Temple, el vizconde de Palmerston, decidió hacerse eco de sus reclamaciones. Una escuadra de la Royal Navy bloqueó el puerto de Atenas y exigió una indemnización. Grecia estaba bajo la protección conjunta de Gran Bretaña, Francia y Rusia, y la iniciativa británica no fue aprobada por las otras dos potencias y causó un incidente diplomático. El embajador francés en Londres abandonó durante un tiempo la capital británica. El 17 de junio, tras un intenso debate, la Cámara de los Lores condenó la política de Palmerston, pero el 29 de junio la Cámara de los Comunes, tal vez extenuada por el discurso que pronunció el ministro, que duró cinco horas, la respaldó. Palmerston dijo:

Al igual que los romanos en la antigüedad se libraban de toda injuria cuando podían decir Ciuis Romanus sum, igualmente un súbdito británico, no importa en qué tierras pueda estar, podrá confiar en que el ojo vigilante y el fuerte brazo de Inglaterra lo protegerá de la injusticia y del error.

Tras dos meses de bloqueo, el gobierno griego cedió a las demandas británicas. El prestigio del rey Otón I de Grecia bajó considerablemente a causa de este incidente.

El 2 de julio Dinamarca y Prusia firmaron un tratado de paz en Berlín.

El 4 de julio el presidente Zachary Taylor tuvo que escuchar a pleno sol un discurso conmemorativo del día de la Independencia que duró dos horas. Luego se refrescó tomando, entre otras cosas, grandes cantidades de leche helada. Cogió un fuerte dolor de estómago del que sin duda se habría recuperado de no haber caído en mános de los médicos.

El mormón James Strang se había asentado en una islita situada en el lago Michigan, llamada Beaver Island, donde decidió adoptar nada menos que el título de rey. Su "coronación" se celebró el 8 de julio, y aun hoy esa fecha es una de las festividades más importantes para los mormones strangitas. Para justificar su "realeza", Strang tradujo el Libro de la ley del Señor, otro de esos libros escritos en placas metálicas que Joseph Smith había puesto de moda y que contenía nada menos que los auténticos y genuinos diez mandamientos. Para la traducción, Strang se valió de las mismas piedras Urim y Tumim que había usado Smith. El año anterior, poco después de declararse a favor de la poligamia, había contraído segundas nupcias con una jovencita de diecinueve años llamada Elvira Eliza Field. Su primera esposa tenía treinta y dos años, mientras que él tenía treinta y siete. Este nuevo asentamiento mormón no tardó en generar las típicas desavenencias con sus vecinos.

El 9 de julio murió Zachary Taylor, y el vicepresidente Millard Fillmore se convirtió así en el decimotercer presidente de los Estados Unidos.

Ese mismo día fue fusilado en Tabriz el profeta persa Siyyid Alí-Muhammad Shirazí, conocido como el Bab, y que tenía entonces treinta años. El nuevo Sha, Naser al-Din, consideraba a el Bab como un hereje y, tras una serie de insurrecciones babistas que reclamaban su liberación, optó por ejecutarlo. Para ello se lo ató a una cuerda que colgaba de una pared junto con otro prisionero que iba a correr su misma suerte, y se encomendó el fusilamiento a un pelotón de soldados cristianos. Varios testigos, entre ellos diplomáticos occidentales, relatan que, cuando se produjeron los disparos, el lugar ocupado por el Bab se llenó de humo por la pólvora, y cuando éste se disipo el lugar que había ocupado el Bab estaba vacío, y su compañero de ejecución estaba sano y salvo. La primera teoría fue que el Bab había ascendido al cielo en cuerpo y alma, pero no tardaron en encontrarlo en un barracón cercano dando instrucciones a su secretario. Al parecer, todos los soldados cristianos del pelotón (de común acuerdo o espontáneamente) habían disparado a la cuerda que sujetaba las manos del Bab y éste debió de recordar que tenía algunos asuntos pendientes de despachar. El protocolo se repitió de nuevo, pero esta vez con un pelotón de soldados musulmanes, y ahora ambos prisioneros murieron. El cuerpo del Bab fue arrojado fuera de las murallas de la ciudad para que se lo comieran los animales.

La ejecución de el Bab reavivó las revueltas de los babistas, que el gobierno continuó ahogando en sangre durante los meses siguientes. Se calcula que unos 20.000 babistas fueron ejecutados.

En Gran Bretaña, el obispo Nicholas Wiseman fue informado de que iba a ser creado cardenal. Imaginó que sería reclamado a Roma, pero en realidad la intenció del Papa Pío IX era restablecer la jerarquía católica en Gran Bretaña. Esto generó una cierta indignación popular en Gran Bretaña, pero Wiseman se apresuró a explicar que las intenciones del Papa eran buenas e inocentes. Wiseman estaba canalizando un movimiento romanizante que había surgido en el seno de la Iglesia Anglicana y que era conocido como el movimiento de Oxford. Entres sus miembros habían figurado el sacerdote John Henry Newman y los teólogos William George Ward y  Frederick William Faber, cuyas conversiones al catolicismo habían causado sensación. Al año siguiente se había producido la conversión del teólogo John Brende Morris, y ahora se producían otras más: la del capellán Thomas William Allies y la de Augusta Theodosia Drane, que marchó a Roma, donde dos años más tarde ingresaría como monja en la orden de los dominicos. La influencia del movimiento de Oxford había llegado a los Estados Unidos, donde el teólogo protestante Benjamin Williams Whitcher se convertía también al catolicismo

El 10 de julio el pretendido rey Carlos VI de España se casó con María Carolina de Borbón, hermana del rey

El 16 de julio una nueva ley redujo considerablemente la libertad de prensa en Francia.

El 25 de julio Dinamarca obtuvo una victoria decisiva en Isted contra el ejército rebelde de los ducados de Schleswig-Holstein. Duró desde las dos de la mañana hasta las siete de la tarde, y en ella se enfrentaron unos 37.000 daneses a unos 26.800 alemanes. Al frente del ejército de Schleswig-Holstein estaba el general prusiano Karl Wilhelm von Willisen, que no actuaba en nombre de Prusia, sino de la Confederación Alemana. Tras la derrota, dimitió y se retiró a París. El 28 de julio los daneses obtuvieron una nueva victoria en Jagel.

El 30 de julio se promulgó en Francia una ley de censura a los teatros.

El 2 de agosto Gran Bretaña, Francia, Rusia y Suecia firmaron un protocolo, al cual se sumaría más tarde Austria, por el que los ducados de Schleswig-Holstein debían ser restituidos a Dinamarca. Sin embargo, los ducados seguían en pie de guerra.

El 15 de agosto el presidente boliviano Manuel Isidoro Belzú se hizo proclamar presidente constitucional, pero no por ello atenuó su despotismo, y los años siguientes los pasó sobreviviendo a diversos atentados contra su persona.

El 17 de agosto murió en Francia José de San Martín. Al día siguiente, el 18 de agosto, moría también el escritor Honoré de Balzac. Murió en París, adonde acababa de llegar con su nueva esposa, la condesa Ewelina Hanska, con la que se había casado en Ucrania pese a la oposición del zar Nicolás I. En el momento de su muerte había completado 85 novelas de su proyecto de La comedia humana, que debía constar de un total de 137. A su funeral asistieron, entre otros, Victor Hugo, Alejandro Dumas (padre e hijo), así como un pintor de 31 años llamado Gustave Courbet, que estaba causando cierto escándalo entre la crítica francesa. El año anterior había pintado Los picapedreros, cuadro que Proudhon calificó como "la primera pintura socialista". Ahora provocaba escándalo su Entierro en Ornans, pues representaba en un gran formato (6'68 x 3'15 m.), reservado hasta entonces a cuadros históricos o heróicos, lo que no era sino una escena vulgar: un entierro en un pueblo, con personajes feos y sencillos. Se atribuye a Courbet la acuñación del término "realismo" para referirse a su estilo y sus propósitos artísticos: plasmar la realidad de la vida cotidiana tal cual es, sin ninguna clase de idealización o retoque estético.

Alejandro Dumas padre fue denunciado por Auguste Maquet, uno de sus "colaboradores" (uno de los que escribían parcialmente sus novelas) y un tribunal lo condenó a pagarle una considerable indemnización y, al no poder afrontarla, huyó a Bélgica.

El 26 de agosto murió en Gran Bretaña, a los 76 años el derrocado rey de Francia Luis Felipe I. Su nieto (el legítimo rey de Francia para los orleanistas) Felipe VII tenía entonces doce años, y unos meses atrás había tomado la primera comunión en presencia de su abuelo. El pretendiente de la casa de Borbón, Enrique V, que tenía ya 30 años, hizo celebrar una misa en honor del difunto y escribió una carta de condolencia a su viuda.

El 27 de agosto se firmó el tratado de Arana-Le Predour, por el que Francia renunciaba también a las condiciones que había tratado de imponer a Argentina con el bloqueo del Río de la Plata. Esto ponía en muy mala situación al gobierno de Montevideo, que venía resistiendo la presión de Manuel Oribe gracias a la ayuda extranjera. El presidente uruguayo, Joaquín Suárez, envió como delegado a Francia a Melchor Pacheco y Obes para solicitar que se mantuviera el apoyo hacia su causa, pero lo máximo que le ofreció Luis Napoleón Bonaparte fue enviar a Uruguay una milicia formada por presos políticos, oferta que el gobierno uruguayo rechazó horrorizado. El ministro de asuntos exteriores, Manuel Herrera y Obes, exclamó: ¿Qué sería de nosostros si vienen los comunistas? Alejandro Dumas (padre) escribió un ensayo titulado Montevideo o la nueva Troya, aunque parece ser que lo "escribió" según su costumbre, es decir, que él puso la firma y Pacheco escribió el resto.

El príncipe elector Federico Guillermo de Hesse, viendo que la marea revolucionaria había arreciado, decidió —al igual que muchos otros príncipes alemanes— retractarse de la constitución liberal que había aceptado dos años atrás, y con ello provocó una nueva revuelta que en septiembre lo obligó a escapar de Kassel. Entonces pidió a la Confederación Alemana que enviara tropas a su territorio, y esto hizo estallar el conflicto austro-prusiano, pues Prusia sostenía que la Confederación Alemana ya no existía, mientras que Austria se consideraba presidente de la misma.

El 4 de septiembre el gobierno brasileño promulgó una ley por la que se otorgaba a sí mismo una amplia autoridad para combatir el tráfico de esclavos, y empezó a aplicarla con la intención de satisfacer las presiones británicas a este respecto.

El 9 de septiembre Califormia fue admitido como el trigésimo primer Estado de los Estados Unidos. Con él los Estados libres pasaban a tener mayoría en el Senado, y era la primera vez en treinta años que se producía una descompensación sin que hubiera a la vista una nueva incorporación que la remediara. Ese mismo día, el resto del terreno conquistado a México fue dividido en dos territorios: Utah al norte y Nuevo México al sur. El territorio de Utah era bastante menor que el territorio de Deseret que los mormones habían intentado organizar, pero éstos no perdían el tiempo. A la sazón ya habían formado una milicia, una legislatura bicameral, un sistema judicial y un código legal que prohibía el alcohol y el juego, pero permitía la esclavitud. Las leyes a este respecto eran un tanto singulares respecto a las de los Estados esclavistas, pues estipulaban que un esclavo quedaba libre si su amo no lo alimentaba, vestía, cobijaba o educaba debidamente, si lo forzaba a mantener relaciones sexuales o incluso si lo sacaba del territorio sin su permiso. Esta última condición parece apuntar a que la tolerancia hacia la esclavitud era una forma más de captación, pues lo cierto es que los mormones no eran esclavistas, y en su territorio nunca llegó a haber más de medio centenar de esclavos.

Los mormones no eran esclavistas, pero sí racistas. La actitud de Joseph Smith hacia los negros había sido algo ambigua. En su libro del mormón "explicaba" la piel negra como una maldición divina, aunque probablemente cuando introdujo y expandió esa vieja teoría bíblica en su libro no era consciente de las repercusiones que tendría en un futuro, pues posteriormente condenó la esclavitud y, aunque en un principio aseguró no ser abolicionista, su pensamiento evolucionó y, mientras preparaba su campaña a la presidencia de los Estados Unidos, incluyó entre sus propuestas la compra gradual y liberación de los esclavos por parte del gobierno federal. Al parecer, en dicha evolución, Smith pasó de tolerar el racismo sin compartirlo a oponerse firmemente a él, pero el pensamiento de Brigham Young era muy distinto. El año anterior había establecido, y su Iglesia había sancionado como voluntad divina, que los negros podían ser admitidos entre los mormones, pero no podían ejercer el sacerdocio. Teniendo en cuenta que todos los mormones eran "sacerdotes" de uno u otro grado, esto era una limitación bastante fuerte, pues les negaba, en particular, toda posibilidad de ejercer un cargo publico o de liderazgo. Esto era una novedad que se le había ocurrido a Dios en el último momento, pues previamente había habido unos pocos mormones negros "de pleno derecho" y, aunque ninguno de ellos había sido ordenado por Smith, se sabe que al menos conoció a uno y no puso objeción alguna. Parece ser que la fuerte aversión de Young hacia los negros surgió a raíz del comportamiento de uno de los primeros mormones negros, llamado William McCary, que afirmó ser un profeta con dones sobrenaturales y Young debió de temer por su liderazgo. McCary fue expulsado, pero fundó su propia secta que incluía el "matrimonio plural" y "se unió" a varias idiotas blancas ante la indignación de muchos.

Siguiendo con lo establecido por el compromiso de 1850, el 18 de septiembre se aprobó la Ley del esclavo fugitivo, y el 20 de septiembre el comercio de esclavos fue prohibido en el distrito de Columbia. De todas estas medidas, la más polémica fue la Ley del esclavo fugitivo. Cualquier negro que un blanco reclamara como suyo bajo juramento podía ser apresado, sin derecho a declarar y sin juicio por jurado. Se nombraron comisionados federales encargados de poner en práctica la ley, y cualquier blanco que se negara a cooperar o facilitara la huida de un negro podía ser multado con 1.000 dólares. Además, los comisionados cobraban un incentivo por cada negro que enviaran al sur. Esta ley reconcilió a muchos esclavistas con el compromiso de 1850, pero encendió los ánimos de los antiesclavistas, que consideraban insultante que semejantes prácticas se llevaran a cabo en Estados libres. Más aún, muchos ciudadanos que habían permanecido indiferentes ante un fenómeno lejano para ellos como era la esclavitud empezaron a unirse a las filas abolicionistas al contemplar cómo los negros eran cazados como animales en las calles de su ciudad. Tal vez era la primera vez en la historia de los Estados Unidos que, para muchos ciudadanos, desobedecer la ley era una cuestión de honor.

El 29 de septiembre el general José Domingo Espinar encabezó una revuelta que separó una vez más a Panamá de Nueva Granada, pero el gobernador de la provincia logró convencer a los insurgentes de que Panamá no estaba preparado para autogobernarse y pronto se revocó la independencia.

El presidente de la República Francesa, Luis Napoleón Bonaparte, había firmado las leyes restrictivas que el parlamento había aprobado sobre el derecho de voto y la censura, pero al mismo tiempo se declaraba públicamente opuesto a ellas. Ciertamente, le perjudicaban, pues una buena parte de sus partidarios quedaban sin derecho a voto. Al tiempo que se enemistaba cada vez más abiertamente con la mayoría parlamentaria, se iba ganando el apoyo del ejército prometiendo entre otras cosas mejores salarios. El 10 de octubre, en un pase de revista, la caballería lo saludó gritando ¡Viva Napoleón!, ¡Viva el Emperador!

El 12 de octubre se celebró un encuentro en Bregenz (Austria) en el que el emperador Francisco José I de Austria y los reyes Federico Augusto II de Sajonia, Guillermo I de Wurttemberg y Maximiliano II de Baviera resolvieron atender la petición de ayuda del elector de Hesse. Al mismo tiempo, Prusia envió tropas por su cuenta a Hesse con órdenes de disparar a cualquier soldado de la confederación que invadiera el territorio.

Cuando la guerra entre Austria y Prusia parecía inevitable el zar Nicolás I de Rusia fue aceptado como mediador y el 28 de octubre se celebró una reunión en Varsovia. El rey Federico Guillermo IV de Prusia comprendió que el zar apoyaría a Austria en una eventual guerra contra Prusia y, considerando que no podría enfrentarse a ambas potencias simultáneamente, dio marcha atrás en sus planes y aceptó que tropas de la confederación entraran en Hesse. El 29 de octubre un ejército de 12.000 soldados austriacos y bávaros puso a Hesse bajo la ley marcial y aseguró la autoridad del príncipe elector.

El 7 de noviembre el gobierno chileno declaró el estado de sitio y abortó una conspiración liberal fraguada en Aconcagua. El 9 de noviembre se prohibió la Sociedad de la Igualdad, que, no obstante, continuó actuando en la clandestinidad. Durante los meses siguientes proliferaron las conspiraciones liberales.

El 29 de noviembre, en la Conferencia de Olmütz el rey Federico Guillermo IV de Prusia reconoció finalmente el liderazgo austríaco sobre la Confederación Alemana y renunció a su política de unificación de Alemania. La Conferencia de Olmütz es conocida también como Humillación de Olmütz, ya que Prusia tuvo que ceder incondicionalmente ante Austria.

El triunfo de Manuel de Rosas ante las pretensiones francesas y británicas había acrecentado su popularidad y trató de sacar partido a este hecho. El gobernador de Entre Rios, Justo José de Urquiza, había sido hasta entonces aliado de Rosas, a cambio de lo cual se había tomado ciertas libertades, como la de no respetar la política aduanera y realizar la mayor parte de importaciones y exportaciones de su provincia en forma de contrabando, sin pasar por la aduana de Buenos Aires. Ahora Rosas se consideró en situación de exigirle que acabara con el contrabando. Semejante medida supondría un gran coste para su provincia, así que Urquiza empezó a buscar aliados contra Rosas, y no le costó encontrar la oferta del atenazado gobierno uruguayo de canalizar su comercio a través de Montevideo en lugar de Buenos Aires. No obstante, los enemigos de Rosas ya no iban a cometer una vez más el error de subestimar a su adversario, y antes de intentar nada, se volvieron en busca de un aliado más poderoso: el Imperio de Brasil, que veía con malos ojos la posibilidad de que Rosas acabara controlando Uruguay a través de Oribe.

El ecuatoriano Diego Noboa logró firmar un tratado de paz con sus adversarios y el 8 de diciembre fue reconocido como presidente de Ecuador. Unos días después el parlamento le concedía las "facultades extraordinarias" que no tenían nada de extraordinario en los gobernantes sudamericanos.

El año anterior había llegado a Filadelfia a través de "ferrocarril subterráneo", una esclava de Maryland llamada Harriet Tubman. Tenía entonces treinta años. Había empezado a trabajar a los seis, cuando se le encargó cuidar al hijo recién nacido de sus amos. Cada vez que bebé se despertaba llorando ella era azotada con el látigo. Después tuvo que realizar toda clase de trabajos: vigilar trampas para ratas, arar, transportar troncos, etc. En una ocasión trató de huir acompañada de sus hermanos, pero éstos se acobardaron, decidieron regresar, y Harriet se vio obligada a acompañarlos. Pero poco después volvió a huir en solitario, y llegó a Filadelfia. Recientemente recibió la noticia de que una sobrina suya iba a ser vendida junto con los hijos de ésta, y tomó una decisión que pocos esclavos huidos se atrevían a tomar: regresó a Maryland para ayudar a escapar a su sobrina. Pese a lo arriesgado de la empresa, tuvo éxito, y desde entonces, durante más de una década, armada con un revólver, se metió una y otra vez en la boca del lobo como "conductora" para salvar a cuantos esclavos encontró dispuestos a la huida, muchos de ellos parientes suyos. Se calcula que guió a unos setenta esclavos. La aprobación de la ley del esclavo fugitivo obligó a prolongar los "trayectos" hasta Canadá.

La primavera de los pueblos II
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