Las cuatro responden al tipo de mujer
culta, que ha pasado por la universidad finalizando o no sus estudios,
trabajadora, con un cierto aire de independencia y con ansias de libertad.
Todas ellas, por diversos y diferentes caminos, buscan la felicidad, que
para cada una muestra una cara diferente.
Entramos con Fran en el gabinete
de la psicoanalista, también es mujer, y conocemos sus confidencias:
"Tengo treinta y siete años y acabo de comprender que seguramente
he vivido ya más de la mitad de mi vida... Hace tres meses mi mejor
amiga se murió de un cáncer de útero. He pasado veinte
años cultivando la utopía de un mundo mejor, más justo
y más feliz para todos... y de repente todos mis rosales se han
desvanecido, han desaparecido, se ha esfumado, de han deshecho en el aire,
como se deshacen todas las cosas que no han llegado a existir nunca, como
las utopías sin ir más lejos".
Puede aplicarse también a ella, el comentario del referido profesor: "su manera de escribir alberga una respuesta personal. Es lo que se llama estilo, que supone bastante más que un modo de emplear el idioma o una inclinación hacía ciertos requisitos de la lengua. El estilo es el de la confesionalidad: una respuesta singular, no única por supuesto, frente al relato colectivo, testimonial, conductista, y su prosa barroca y retorizada contiene una réplica a la lengua funcional propugnada hace unos pocos lustros". Inserta en ese mundo femenino va destapando las diferentes crisis por las que atraviesan los personajes y que plasma en su obra: crisis de un sistema político, crisis de un modelo de sociedad... sobre todo por la incorporación plena de la mujer a la dinámica colectiva y crisis de identidad. Pero, por encima de todo, se destapa esa interioridad, llena de vacíos, que lleva a situaciones personales de insatisfacción, a pasiones no compensadas, a faltas de amor. |