CONT. (3): El poder político en los dramas de Shakespeare

En su búsqueda de conexiones y ejes entre los personajes para descubrir los elementos esenciales y permanentes en el tratamiento que hace Shakespeare del poder, Federico Trillo ofrece un consistente bagaje doctrinal para que el lector o recuerde o disfrute aprendiendo en qué consisten los entresijos que explican el modo como un hombre -el político- justifica su conducta o trata de encontrar una base más o menos ética a una conducta que, en efecto, precisa de una justificación.

¿Qué hubiera escrito Shakespeare en este inicio del siglo XXI? Nuestra época es de encrucijada también: por todas partes se rompen los esquemas de una mentalidad que ya está pasando de post-industrial a la del conocimiento (al menos es el empeño de las Cumbres de la Unión Europea). Por tanto, basta ver las rupturas que se producen en el arte, en los esquemas de convivencia familiar y social, en el modo de ver las relaciones entre los sexos, en la alarma frente a la desconexión entre el hombre y la naturaleza, en las nuevas necesidades, en las nuevas reivindicaciones, en las nuevas inquietudes espirituales. Algo nuevo se percibe en lontananza, hay nuevas expectativas, hay nuevos conceptos de pecado (también, en verdad, existe una ausencia de la creencia en el pecado). Todo el movimiento en las entrañas de la Humanidad anuncia un nuevo parto. Pero también hay una convivencia entre lo nuevo y lo viejo, como en los tiempos de Shakespeare había ruptura de esquemas, de mentalidades. A Trillo le atrae las contradicciones propias de la transición de una época a otra y como convive en Shakespeare lo antiguo y lo moderno y, para adoptar un término moderno, lo progresista y lo mistérico y "esa combinación entre lo mágico, lo cosmológico, lo social y lo humano, lo mítico y lo racional -escribe Trillo- es lo que hace Shakespeare algo tan moderno y algo tan clásico. Esa ambigüedad no resuelta, esa perplejidad, esas paradojas son las que lo hacen más humano más real y, por ello, más inmortal".

Es decir, en otros escenarios, con otros ropajes, sobre otros argumentos, el espíritu de los personajes de Shakespeare siguen vivos.
 

Encabeza Trillo el apunto biográfico del gran dramaturgo inglés con una frase de Borges, "el polvo indescifrable que fue Borges". Trillo parece apostar por la figura del Shakespeare tradicional, frente a los baconianos y rutlarianos y frente al Movimiento Oxaniense. Pero no es esa la apuesta importante que hace Trillo sino la de su vinculación "a ese nuevo hombre de mi familia, del que sé que ya no voy a poder separarme nunca". Del que no se podrá separar porque, como buen político, Federico Trillo tiene en Shakespeare un verdadero y magistral "políticamente correcto" punto de referencia en la medida en que -como concluye el libro- Shakespeare supo copiar, con privilegiada sensibilidad, el fenómeno del poder como pasión -como fuerza, como afán, como tensión, como conflicto humano- hasta sus más profundos matices, y sobre argumentos históricos creó personajes dramáticos que trascendieron al original, convirtiéndose en prototipos permanentes del comportamiento humano ante el poder".

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