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EL MERCADER DE VENECIA
esta casa, estos criados, y yo misma
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os pertenecemos. y vos sois nuestro dueño. Todo os lo
[entrego en este anillo,
mas si lo abandonarais, perdierais o regalarais,
presagio, entonces, de la ruina de tu amor sea
y ocasión sea también para por ello reprenderos.
BASSANIO.
Señora, me habéis privado de toda palabra;
en mis venas, sólo mi sangre os habla,
hay tanta confusión en mis sentidos
como la que, tras el discurso que un querido soberano
pronuncia con estilo, se produce
entre la agradecida y fervorosa multitud.
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pues de la unión de todos los fragmentos
tan sólo surge vaciedad y nada, y también un gozo
que no llega a expresarse. Si este anillo
llegara a separarse de este dedo, con él vaya mi vida.
Podéis decir, entonces, que Bassanio ha muerto.
NERISSA.
Nos corresponde ahora. mi señor, dueña mía,
a nosotros, que hemos sido testigos de cómo se cumplen
[nuestros anhelos.
desearos felicidad, toda la felicidad, a vos, mi dueño, a vos
señora.
GRATIANO.
Bassanio mi señor, mi noble dueña,
os deseo toda la felicidad del mundo,
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ya que seguro estoy de que no os oponéis a la mía;
y cuando solemnemente quieran vuestras señorías
sellar el pacto de recíproca fe, os ruego
me permitáis, en ese momento, que yo también me case.
BASSANIO.
De todo corazón, si es que encontráis una esposa.
GRATIANO.
Doy las gracias a vuestra señoría, pues que vos ya me habéis
[encontrado una.
Señor, mis ojos vivos están como los vuestros.
A la señora visteis vos, yo a la doncella,
la amasteis vos y yo la amé, pues quedarme a la zaga
es menos de mi agrado que del vuestro, mi señor.
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Vuestra fortuna dependía de estos cofres
y la mía también, como los hechos muestran,

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