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EL MERCADER DE
VENECIA
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y apartar a este cruel demonio de su intento.
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PORTIA.
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No es posible. No hay poder en Venecia
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que pueda alterar lo que dicta la ley.
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Constaría como precedente
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y, siguiendo este ejemplo, todo tipo de abusos
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irrumpirían en el Estado. No es posible.
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Siiyioci~.
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¡ Daniel en persona es quien nos juzga! ¡ Sí, Daniel!
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¡ Joven y docto juez! ¡ Bendito seas!
PORTIA.
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Os lo ruego, dejad que vea el contrato.
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SHYL0cK.
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Aquí está, honorable doctor. Aquí lo tenéis.
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PORTIA.
Shylock, la suma que te ofrecen es tres veces ésta.
SHYL0cK.
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¡ Lo he jurado! ¡ Lo he jurado! Al cielo puse por testigo.
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No dejaré que mi alma lleve la carga de un perjurio.
¡ Ni por Venecia entera!
PORTIA.
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Bien, muy bien, el contrato ha
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[caducado,
y, según la ley, este hebreo puede reclamar una libra de carne que él mismo cortará
de la parte más cercana al corazón del mercader. Sé
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acepta el triple de la suma y deja que el contrato sea roto.
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Sim.oci~.
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Sí, cuando me hayan pagado según dicen las cláusulas.
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Vos parecéis un magistrado íntegro
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y conocéis la ley, pues vuestra exposición del caso
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estuvo llena de sabiduría. Yo os insto en nombre de esa ley
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de la que sois muy sólido pilar
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a dar sentencia. Por mi alma, juro
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que no hay palabras en el mundo con fuerza suficiente para
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disuadirme...
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Al contrato estricto me atengo.
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ANTONIO.
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Pido encarecidamente a este tribunal
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que dicte su sentencia.
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PORTIA.
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Aquí la tenéis:
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preparad vuestro pecho para su cuchillo.
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SimocK.
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¡ Oh, noble juez! ¡ Oh, digno joven!
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PORTIA.
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Pues tanto el sentido de la ley como su espíritu
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están en consonancia con la pena
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