4

92
OTH ELLO
DESDÉMONA.
EMILIA.


DESDÉMONA.
EMILIA.
DESDÉMONA.
¿Él, enojado? Yo he visto cómo los cañones hacían saltar por el aire a sus regimientos, y, cual demonios, arrancar de sus brazos a su propio hermano... ¿Y decís que está enojado? Será cosa del momento. Iré a buscarle. Alguna razón tendrá para encolerizarse.
Sale.

Sí, os lo ruego, hacedio... Asuntos de estado, acaso... Posiblemente de Venecia... Alguna trama oculta y que le ha sido revelada aquí en Chipre ha alterado su espíritu transparente. En casos tales, la naturaleza humana se inquieta por lo más nimio, ocultando así razones mayores. Suele ocurrir:
nos duele un dedo, e induce otras partes de nuestro cuerpo, sanas, a esa sensación
de dolor. Recordemos que los hombres no son dioses, y que no podemos esperar un comportamiento como el del día de las nupcias. Repréndeme, Emilia, pues, como soldado desleal, me permití juzgar con mi alma su descortesía, cuando yo misma soborné al testigo para acusarle injustamente.
Dios quiera que se trate de cosas de estado, como decís, y no de suposiciones, celos o quimeras que tengan que ver con vos.
¡ No llegue ese aciago día, pues no le df motivos! Vana respuesta para un alma celosa, pues jamás son celosas con un fundamento. Sienten celos por eso, por sentirlos, tal monstruo engendrado de sí y por sí mismo nacido. ¡ Dios aparte ese monstruo de la mente de Othello! ¡ Que él os oiga señora!
Iré a buscarle. Vos, entretanto, Cassio, esperadme; si le encuentro en buena disposición, defenderé vuestra causa con todas mis fuerzas.
YAGO.


DESDÉMONA.
130


140


150


160

4