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OTHELLO
YAGO.
Nobles caballeros, ocupémonos ahora de las heridas de
[Cassio.
Venid, señora; aún habéis de contarnos más cosas. Emilia, corre a la ciudadela, y refiere a nuestros amos lo ocurrido. Adelante, señores, os lo ruego. [Aparte.] Ésta es la noche que me colmará de dichas o me arruinará.
Salen.


ESCENA SEGUNDA

Entra Othello con una ant orcha. Desdémona en el lecho.
OTHBLLo.
¡Una razón! Hay una razón, alma mía.
Vosotros no podéis conocerla, estrellas sin mácula. Pero hay una razón. No, no quiero derramar su sangre, ni lacerar su piel, blanca como la nieve, suave como alabastro en el sepulcro.
Pero debe morir, o traicionará a otros hombres...
Apaga la luz; ahora, apaga su luz. Apagara yo ese fuego que alimentas, y la llama, arrepentido, podría devolverte; pero, si extingo esa luz tuya, 10 que a la perfección de la Naturaleza asombra, ¿dónde podré encontrar el fuego de Prometeo que a mí tu luz me restituya? Cuando haya arrancado la rosa no podré darle nueva vida, y deberá marchitarse. Deja que ahora me embriague contigo.
La besa.

¡ Oh, bálsamo de tus labios, cuya seducción pudo vencer la espada de la Justicia! He de besarlos todavía. Y si fueras como ahora, aun muerta, te amaré

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