7

71
que al instante leyeron; a causa de su contenido llamaron a la servidumbre; de inmediato montaron a ca-
[bailo;
me ordenaron seguirles y esperar el favor de su respuesta; me lanzaron miradas frías y encontrando aquí al otro mensajero, cuyo recibimiento, vislumbré, había envenenado al mío, siendo el mismo individuo
que últimamente tanto descaro os muestra, Majestad, habiendo más hombría que razón en mí, desenvainé. Despertó a la casa con fuertes y cobardes gritos, y vuestro hijo e hija hallaron esta ofensa digna de la vergüenza que aquí sufro.
BUFÓN.
Aún perdura el invierno mientras los gansos salvajes vuelen
por ahí.
Los harapos del padre vuelven ciego a su hijo, si el padre tiene bolsa se convierte en su amigo; Fortuna, mala furcia, no estás con el mendigo.
Por eso te harás rico en dolores a causa de tus hijas tanto como te sea posible contar en todo un año.
LEAR.
¡ Oh, cómo crece hacia mi corazón esta especie de cáncer!
¡Hysterica passio! Baja, tú, amargura que asciendes. Tu lugar está abajo. ¿En dónde está esa hija?
KENT.
Con el conde, Señor, ahí dentro.
LEAR.
No me sigáis, quedaos ahí. Sale.
CABALLERO.
¿No cometisteis ninguna ofensa más que la que habéis
dicho?
KENT. Ninguna.
Pero, ¿cómo el rey viene con tan poco séquito?
BUFÓN.
Si te hubieran puesto los cepos por esa pregunta, bien te lo
habrías merecido.
KENT.
¿Por qué, bufón?
BuFÓN.
Te pondremos en la escuela de una hormiga para enseñarte

7