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el zorro; voraz, como el lobo; rabioso, como el perro; como el león, con su presa. Ni el crujir de suelas ni el roce de la seda descubran tu pobre corazón a la mujer. No pongas pie en burdeles, ni tu mano en la enagua, ni tu nombre en libros de usureros. Y desafía al demonio. Todavía sopla el gélido viento a través del espino. Uuh, uuh, uuh Delfín, pequeño mío, detente, déjalo trotar.

Sigue la tormenta.
LEAR.
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Mejor en la tumba que enfrentar tu cuerpo desnudo al furor
del cielo. ¿Es que el hombre es sólo esto? Considéralo
mejor. No le debes la seda al gusano, ni la piel a la bestia,
ni la lana a la oveja, ni el perfume al gato. ¡ Ah! He aquí
tres que están adulterados. Tú, eres el ser mismo; el hom
bre puro no es más que un pobre animal, desnudo y ergui
do como tú. ¡ Fuera, harapos! Ven, desnúdame.
Entra Gloucester con una antorcha.
BUFÓN.
Os lo suplico, amo, conteneos; es mala noche para nadar.
Un pequeño fuego en campo salvaje sería ahora como el corazón de un viejo lascivo; sólo una chispa; frío el resto del cuerpo. ¡ Mira! Ahí llega un fuego que camina.
EDGAR.
Es el demonio Flibbertigibbet, el abominable; llega con el
crepúsculo y se va con el canto del gallo; es el que nubla el ojo, el que lo pone bizco y hace el labio leporino; es el que corrompe el trigo maduro, y atormenta a la pobre criatura en la tierra.
Fue a pie por los valles tres veces San Withold y en pesadilla nueve secuaces encontró.
Le dijo: “A tierra, atrás, semilla del diablo, jura tu fe y atrás.”
KENT.
¿Cómo estáis, Majestad?
LEAR.
¿Quién es éste?
KENT.
¿Quién va ahí? ¿Qué buscáis?
GLOUCESTER. ¿Quiénes sois vosotros? ¿Vuestros nombres?

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