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CORO
II |
«Ven,
Himeneo, y tantas le dé
a Pales cuantas a Palas dulces prendas esta apenas hija hoy, madre mañana. De errantes lilios unas la floresta |
835 |
cubran,
corderos mil que los cristales vistan del río en breve, undosa lana; de Aracnes otras, la arrogancia vana modestas acusando en blancas telas, no los hurtos de amor, no las cautelas |
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de
Júpiter compulsen: que
aun en lino, ni a la pluvia luciente de oro fino, ni al blanco cisne creo. Ven, Himeneo, ven; ven Himeneo.» |
Corderos guarden que, de la florestaEs decir, que los corderos beban el agua del río y la devuelvan ya [= luego] en forma de lana. Comparar con los versos 948-949:
errantes lilios, beban los cristales,
restituidos ya en undosa lana.
cual nueva Fénix en flamantes plumas
matutinos del Sol rayos vestida,
Que otras de sus hijas no constaten los raptos ni las astucias amorosas de Júpiter en las blancas telas que tejan, acusando de este modo con su modestia (al tejer telas blancas, sin componer imágenes pretenciosas) la arrogancia de Aracne. Los últimos versos son especialmente maliciosos: con los mitos de Dánae y Leda, Góngora sugiere las formas más corrientes de seducción de que podían ser víctimas las campesinas de la época por parte de caballeros venidos de la corte: el dinero (pluvia de oro) y las galas (el cisne blanco). Veladamente está advirtiendo de que las jóvenes aldeanas no deben dar crédito a tales caballeros por ricos y hermosos que parezcan, pues sólo pretenden engañarlas y aprovecharse de ellas. Explícitamente, deben desconfiar de ellos aunque sólo sean imágenes en lino.
El coro de hombres ha deseado a los novios una descendencia
masculina ejemplar, mientras que el coro de mujeres hace ahora lo
propio
con la descendencia femenina.