EL CAMPO DE LA ECONOMÍA SOCIAL
Economía Social. Introducción
Rafael Chaves y
José Luis Monzón. CIRIEC y Universitat de València
Introducción
El concepto de “economía social” designa a aquel conjunto de
organizaciones microeconómicas caracterizadas por unos rasgos comunes
marcados por una ‘ética social’. Siendo un concepto definido en
positivo, va más allá de la clásica delimitación interinstitucional
basada en identificarlo como un sector residual, integrado por aquellas
organizaciones que no pertenecen al ámbito de la economía pública ni al de la economía
privada capitalista.
El reto del concepto de economía social en las dos últimas décadas ha
sido precisamente el de identificar esas especificidades organizativas
marcadas por una sensibilidad social. La próxima sección tiene por
objeto presentar las respuestas científicas a este desafío conceptual así
como ofrecer datos que revelen la magnitud de este sector en Europa.
Seguidamente, se abordará el nivel de reconocimiento académico, social y
político de este concepto en nuestro país. Finalmente, dado que la
locución economía social no ha gozado siempre de un significado único,
se realizará una retrospectiva del uso científico de esa locución.
Noción
La noción de economía social en su acepción dominante
actual comenzó a consolidarse en Francia durante los años setenta cuando
los movimientos cooperativo, mutualista y asociativo de este país aunaron
intereses y líneas de acción constituyendo el Comité Nacional de Enlace de
las Actividades Mutualistas, Cooperativas y Asociativas (CNLAMCA) y aprobando la llamada Carta
de la Economía Social. Esta carta concebía por primera vez la economía
social como un sector marcado por una ética social al definirla como
"el conjunto de entidades no pertenecientes al sector público que,
con funcionamiento y gestión democráticos e igualdad de derechos y
deberes de los socios, practican un régimen especial de propiedad y
distribución de las ganancias, empleando los excedentes de ejercicio para
el crecimiento de la entidad y la mejora de los servicios a los socios y a
la sociedad".
Más tarde y sobre la base de la anterior definición, un organismo belga,
el Conseil Wallon de l'Economie Sociale, precisó más el concepto,
de un modo que se haría clásico: la economía
social haría referencia a aquella parte de la economía integrada
por organizaciones privadas, principalmente
cooperativas,
mutualidades y
asociaciones,
cuya ética responde a los principios
siguientes:
- finalidad
de servicio a sus miembros o a la colectividad antes que de lucro,
enfatizando el hecho de que la actividad económica desarrollada por estas
entidades tiene vocación de servicio a personas y no de búsqueda del
beneficio; este último puede aparecer pero será en todo caso un objetivo
intermedio para el fin último de la entidad que es el de dar servicio,
-autonomía
de gestión, diferenciándose con ello especialmente de las entidades
pertenecientes a la esfera pública,
-procesos
de decisión democráticos, heredero del Principio Cooperativo de
“una voz = un voto”, principio considerado por algunos como central al
democratizar el poder de decisión, frente a lo que acontece en el sector
privado capitalista, donde impera el principio capitalista de una acción
= un voto,
-primacía
de las personas y del trabajo sobre el capital en el reparto de las rentas,
el cual define una lógica de distribución de los beneficios no ligada e
incluso contraria a la participación en el capital social, como revelan
criterios tales como el principio cooperativo del retorno, la dotación de
patrimonios colectivos, la remuneración limitada al capital, entre otros.
Los valores que esta definición contiene
(democracia, interés social, justicia distributiva) se imprimen de modo
imaginativo y plural en las distintas formas de entidades que integran
este sector, por ejemplo, con los conocidos Principios Cooperativos en las
cooperativas.
Por otro lado, al hacer hincapié en las actividades económicas, el enfoque tradicional de economía
social parece querer excluir
de su campo de estudio a las asociaciones denominadas de influencia, representación o encuentro, es decir, aquellas cuya
función principal, en sentido
estricto, no es la producción de bienes y servicios.
Desde una perspectiva sistémica, la economía social se extiende sobre
las dos funciones del sistema económico: la productiva, núcleo del
sistema y ocupado hegemónicamente por el sector privado capitalista en
las sociedades desarrolladas actuales, y la distributiva, ligada en
nuestras sociedades al Estado de bienestar, por jugar la economía pública
un papel central. En efecto, a diferencia de lo que acontece con conceptos
próximos como economía no lucrativa o sector voluntario, que se
encastran únicamente en esta segunda función, la economía social ocupa
también la otra función sistémica, cuestionando así la lógica
capitalista de concentración de poder y riqueza en pocas manos.
Al mismo tiempo que su homóloga belga, una comisión española, la Comisión
Científica del CIRIEC-España, propuso una nueva definición que pretendía
incorporar en su campo a organizaciones privadas que, como las fundaciones
y no pocas asociaciones, flaqueaban en su respeto del principio democrático
pero respondían a esa ética social.
En su definición ajustada
recientemente se entiende por economía
social al “conjunto de empresas privadas creadas para satisfacer
las necesidades de sus socios a través del mercado, produciendo bienes y
servicios, asegurando o financiando, y en las que la distribución del
beneficio y la toma de decisiones no están ligadas directamente con el
capital aportado por cada socio, correspondiendo un voto a cada uno de
ellos. La Economía Social también incluye a las instituciones sin fines
de lucro que son productores no de mercado privados, no controlados por
las administraciones publicas y que producen servicios no destinados a la
venta para determinados grupos de hogares, procediendo sus recursos
principales de contribuciones voluntarias efectuadas por los hogares en su
calidad de consumidores, de pagos de las administraciones públicas y de
rentas de la propiedad”.
Este concepto distingue así dos subsectores de la economía social:
a) el subsector
de mercado, integrado por las empresas con organización democrática
(una persona, un voto) y con distribución de beneficios no vinculada al
capital aportado por el socio, y
b) el subsector
de no mercado, que integraría a las instituciones privadas sin fines
de lucro al servicio de los hogares.
Además al utilizar la metodología
de la Contabilidad Nacional, desarrolla un concepto amplio de economía
social comprendiendo toda
clase de asociaciones y fundaciones privadas
al servicio de los hogares, incluidas las entidades de influencia y
representación.
Reconocimiento
del concepto y magnitudes
En la actualidad el concepto señalado de economía social es sobre todo
latino (países francófonos –Francia, Bélgica, Canadá-, España,
Portugal y regiones iberoamericanas) con un reconocimiento creciente en
Italia, Grecia, Suecia y Reino Unido, auspiciado especialmente por las
instancias comunitarias y la actividad académica.
En nuestro país, el concepto de economía social es ampliamente
reconocido en el mundo académico, especialmente en el económico, merced
a la actividad de la asociación científica CIRIEC, y también reconocido
por el movimiento representativo de esa realidad socioeconómica, como
revela la actividad desarrollada por su “patronal”, la Confederación
Española de Empresas de Economía Social (CEPES). En el ámbito político,
las administraciones central y autonómicas tienden a identificar la
economía social con el “subsector de mercado de la Economía Social”,
es decir, principalmente con las cooperativas, sociedades laborales y
mutualidades, concepción sin duda influenciada por una lectura
restrictiva del Art. 129.2 de la Constitución Española.
Medir
las macromagnitudes de la economía social en una perspectiva comparativa
internacional no sólo se torna una penosa aventura por las lagunas estadísticas
a nivel nacional sino por las variaciones que este concepto presenta en
cada país. Recientemente, CIRIEC-INTERNATIONAL aceptó ese reto. En un
estudio transnacional analizó la dimensión de este sector a través de
su impacto en el empleo en la Unión Europea.
El campo de la investigación fue deliberadamente definido de modo
amplio y flexible al objeto de tomar en consideración las
particularidades nacionales. Se abordaron las cooperativas y las
mutualidades, así como las asociaciones, organismos de voluntariado y
las fundaciones que remuneran el trabajo, delimitación
perfectamente coherente con los criterios comúnmente admitidos.
Los resultados del estudio arrojaron los siguientes
datos: Globalmente la economía social empleaba a un total de 8.879.546
personas a tiempo completo en la Unión Europea. Cuatro países: Alemania,
Reino Unido, Francia e Italia superan ampliamente el umbral del millón de
empleos en este sector institucional. En cuanto al peso relativo de cada
una de sus tres grandes ramas, el empleo asociativo destaca claramente
como el de mayor magnitud, representando el 71% del empleo total
(6.319.135 empleos ETC), frente al 25,7% del empleo cooperativo (2.286.039
empleos) y el 3,1% (274.372
empleos) del sector mutualista.
La
economía social en retrospectiva
Vinculado en la actualidad a una realidad económica, el término economía
social no siempre ha presentado este mismo sentido intelectual. Es
en los albores del proceso de emancipación de la ciencia económica, en
las primeras décadas del siglo XIX, cuando la primera acepción del término
toma fuerza. Entonces se desarrolla un duro debate epistemológico en el
seno del pensamiento económico que concierne a las relaciones entre la
economía, la política, los valores y la religión. La evolución de la
corriente central de la economía es de sobra conocida: La opción por la
locución economía política, primero, y por las voces de economía
positiva, ciencia económica y teoría económica pura, posteriormente,
revelan que esta corriente principal
apostaba por una ciencia social neutra de valores, claramente
disciplinar y cuyo foco de análisis central sería el intercambio y el
modo de producción capitalista.
Frente a ésta se alzaron las corrientes calificables, en algunos
casos autocalificadas, de economía social. Su denominador común era de
índole epistemológico y metodológico. Por un lado, rechazaban la
separación entre economía, valores y política, propia de la corriente
principal. Por otro lado, sensibilizados por la cuestión social y el
tremendo coste humano de la revolución industrial y del triunfo del
capitalismo como sistema económico, acusaron a la ciencia económica
dominante de hacer abstracción de la dimensión social en su proceso
intelectual, y por tanto de su despreocupación por los problemas sociales
reales y por sus eventuales remedios, tareas que consideraban
responsabilidad de los científicos sociales. Así, los trabajos de economía
social de la época, junto a una primera parte versada sobre la teoría
económica ‘pura’ explicativa de la realidad, introducen partes
relativas a la identificación y análisis de los problemas sociales y a
la proposición de alternativas para solucionarlos. Este enfoque aparecía
explícito en los escritos de los pensadores de la época, desde el francés
Dunoyer al español De la Sagra, pasando por el belga Pecqueur y el inglés
Smiles, los cuales, al igual que sucedía con la economía política, se
adscribían a sus respectivas escuelas, una socialista, otra cristiana,
otra liberal y otra solidarista. Este enfoque se enfrentó en una lucha
desigual con la corriente principal de la ciencia económica y a duras
penas consiguió hacerse un sitio en el pensamiento económico.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, con autores como Le Play y Gide, el
significado del término economía social se transformaría profundamente.
En efecto, la gran atención prestada por los científicos sociales de ese
periodo a las instituciones sociales no capitalistas ni públicas, por un
lado, y el alejamiento del marxismo y su movimiento obrero afín, que habían
optado por la vía estatista y revolucionaria, por otro, tenderían a
circunscribir el objeto de estudio de los primeros a una parte de la
realidad social. Gide delimitaría con una alegoría, ahora célebre, ese
sector institucional de actividad económica, con una catedral donde
arriba se situarían todas aquellas formas institucionales basadas en la
libre asociación, que tienden a la emancipación de la clase obrera por
sus propios medios (la economía social), a un lado las modalidades de
intervención del Estado, a otro, las instituciones (capitalistas)
patronales, y abajo, el infierno social de los miserables.
De este modo, la economía social no alcanzará el mismo status
científico que la Economics y
crecientemente se ceñirá a estudiar instituciones sociales. Como afirma
Vienney, a finales del siglo XIX, marcada por la sistematización de los
modelos de la economía política, la expresión ‘economía social’
cambia de significado. Anteriormente había sido utilizada como enfoque
metodológico por autores críticos con el modelo dominante, al que
acusaban de separar las reglas de funcionamiento de la economía y de la
moral. Desde entonces, esta locución designará las disciplinas versadas
en el estudio de ciertos tipos de actividades y de actores cuyas reglas
escapan a la lógica dominante, siendo todas ellas necesarias para el
funcionamiento del conjunto social. Es en este nuevo posicionamiento, como
campo problemático, en el que se afianzará científicamente y
preponderantemente el término economía social.
Con ello no queremos afirmar que la economía social como enfoque
se haya marchitado. Explícitamente, como lo es por parte de las
corrientes económicas ligadas a la Socioeconomía y al Institucionalismo,
o implícitamente, como en el caso del mismo Keynes, este enfoque continúa
vivo en el pensamiento económico. Es más, uno de los mayores
representantes de la mainstream,
León Walras, trabajó asimismo la línea intelectual de la economía
social. Esta vertiente del trabajo de este economista francés, a la sazón
silenciada, fue materializada en dos obras suyas Etudes d’économie
sociale y Les associations populaires coopératives.
Hasta fechas recientes, el sentido intelectual dominante de la
locución economía social ha sido, pues, el de campo de actividad económica
formado por “aquellas relaciones sociales de carácter voluntario y
contractual que los hombres urden entre sí con el fin de asegurarse una
vida más fácil”, formas institucionales que durante mucho tiempo
fueron asimiladas casi exclusivamente al movimiento
cooperativo. Este último constituye aún en la actualidad la
columna vertebral de la economía social como sector institucional. Siendo
las cooperativas (o las asociaciones obreras cooperativas) el objeto de
estudio, toda la tradición científica sobre el tema desarrollada a lo
largo del siglo XIX se vio revalorizada: Buchez, Owen, Fourier, Proudhon,
Blanc, King, Raiffeisen, Schultze-Delistz y tantos otros, entre los que
deben ser incluidos también los más relevantes economistas de la
corriente principal de la economía, parte de cuya obra ha sido dedicada
al estudio de las cooperativas. Paralelamente, el vocablo economía social
va languideciendo en favor de otro más preciso, el de sector cooperativo.
En los
años setenta, al calor de la crisis y del fenómeno de reconocimiento
mutuo y de solidarización de varios movimientos socioeconómicos
franceses, el cooperativo, el mutualista y el asociativo (la ‘triada’),
re-emerge el concepto de economía social. Su campo se extendería a todas
aquellas formas que en su funcionamiento contestan y cuestionan la lógica
del desarrollo capitalista.
Partiendo de la “triada de la Economía Social”, su campo se va
ampliando progresivamente, atendiendo a las particularidades
institucionales de cada país, introduciendo nuevas formas institucionales
no recogidas anteriormente (sociedades laborales, fundaciones, sociedades
agrarias de transformación, ciertas ESOP –employee
stock ownership plan-, etc.) Este expansionismo conceptual, no siempre
acompañado de la realidad social y política, ha propiciado la
convergencia y coexistencia de la voz de Economía Social con otras como
son las de Sector No Lucrativo, Sector Voluntario, Sector de No Mercado o
Economía del interés general, voces sin embargo, que se refieren a
realidades próximas pero diferentes.
Bibliografía seleccionada:
Defourny,
J. Y José Luis Monzón (dir), (1992), Economía
Social. Entre economía capitalista y economía pública, Valencia,
Ciriec-España.
Vienney,
C., (1994), L’économie sociale, Paris, La Découverte.
Para ampliar información
- La Economía Social como enfoque metodológico,
como objeto de estudio y como disciplina científica, Ciriec-España,
revista de economía pública, social y cooperativa, Rafael Chaves.
-
EL COOPERATIVISMO EN LA HISTORIA DE LA LITERATURA ECONÓMICA.
José Luís Monzón.
- ELEMENTOS DE ECONOMÍA SOCIAL. Teoría y práctica,
Universidad de Valencia, Rafael Chaves, José L. Monzón, Antonia
Sajardo.
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