En nuestro país la normalización de la fotografía como soporte de creación, que acontece durante la primera mitad de los 90, se produjo generando una división artificial entre la fotografía documental y la llamada fotografía plástica, lo que remitió a la primera a una especie de circuito paralelo al del arte dedicado exclusivamente a “los fotógrafos”. A esto contribuyó también que el paradigma del instante decisivo ya no era operativo salvo en el estricto campo de la fotografía de reportaje, explotado por la fotografía de prensa.

  
Pero la documentación no es una cualidad exclusiva de la fotografía documental, sino que es una cualidad original de la fotografía, es una función intrínseca a ella que también se ve reflejada en los trabajos de carácter más artístico y podemos constatar, a lo largo de la historia del medio que siempre fue así, observando por ejemplo los trabajos de la Nueva objetividad de los años 30 o el llamado documento subjetivo de los 80 del pasado siglo.

Por todo ello el trabajo que nos presenta Mario Rabasco en Espacios Contingentes. Estudio visual de la Universitat de València no es una guía ilustrada de la Universitat, sino que muestra un presente que tiene la condición de parecer eterno. Pero este trabajo no se aleja tanto de sus planteamientos iniciales, sino que se puede considerar como una evolución personal en su concepción y asunción de la función documental de lo fotográfico. Debemos destacar tres elementos esenciales que cambian respecto a sus trabajos anteriores.

En primer lugar la ausencia manifiesta del sujeto en sus nuevas imágenes, que no por ello deja de estar presente en ellas. En sus obras se hace presente el sujeto a través de la huella o rastro que dejamos en nuestro paso por el mundo. Serían inexplicables los contenidos de estas fotografías sin la imprescindible acción o referencia de las personas, por ello si cabe tienen un plus de misterio que le confiere un interés para el espectador, preocupado por descubrir la ubicación o utilidad de los elementos que Mario nos presenta en cada una de ellas. En otros casos no existe esta tensión, en cambio nos relata hechos sencillos que cobran interés al ser presentados en el conjunto de imágenes de este trabajo y que nos acercan a los elementos del quehacer propio de la universidad, presentados a modo de paisajes.

En segundo lugar la utilización del formato-cuadro, tal y como se ha impuesto en la fotografía contemporánea desde su utilización, entre otros, por Jeff Wall y por los fotógrafos de la escuela de Dusseldorf, como Candida Höfer, Thomas Struth o Andreas Gursky.

Y por último, en oposición a lo descrito en sus anteriores trabajos de calle (composiciones asimétricas y dinámicas) la forma de abordar este trabajo sobre la Universitat de València, que se plantea desde la frontalidad a la escena, siguiendo unas pautas compositivas estrictas y muy calculadas.

En este proyecto se ha impuesto lo racional sobre cualquier otra consideración accesoria, lo funcional sobre lo estético, provocando que las fotografías presenten unos espacios aparentemente impersonales sin que nada de su contenido nos pueda sorprender… o acaso sea todo lo contrario.